Cualquier cosa pudiese ser el detonante para un estallido social que nos haga recordar el 27 de febrero de 1989. La rabia contenida contra este régimen —que desbordó las calles en 2014, 2017 y 2019— puede volver a manifestarse.

La inflación tiende a convertirse, nuevamente, en hiperinflación y terminará por afectar a los dueños de los medios de producción y a los comerciantes. La caída de la demanda termina por impedir la realización de los bienes. Se rompe el ciclo de compra/venta y de allí que la crisis sea mayor aún.

Estos factores determinan que un incremento del salario, para que no repercuta en la inflación, debe ser el resultado de un nuevo reparto de la riqueza o de su incremento, esto es, de un aumento del PIB. El aumento general de sueldos y salarios por el que deben luchar los trabajadores debe ser consecuencia de una nueva distribución de la riqueza nacional.

Que los ricos ganen menos. Que los capitalistas disminuyan la tasa de explotación de los obreros. Que los usureros de la banca vean mermar sus beneficios. Que los comerciantes vean mermar sus ganancias por ventas con presión de demanda. Todo mediante el impuesto sobre la renta que repercuta en mayor ingreso del Estado y que se revierta en aumento de salarios de los empleados públicos. Que los obreros vean mermar la ganancia capitalista con salarios reales más elevados. En eso puede jugar un papel la contratación colectiva.

Pero la política económica del gobierno no da para eso. Favorecer a la oligarquía y a los importadores parece ser la única intención de la dictadura. Legado de Chávez y éste la hereda del bipartidismo del lapso 1989-1999. De allí la política del Banco Central de drenar divisas al sistema bancario para favorecer el dólar. Eso les funcionó en buena parte de 2022, cuando logran colocar el precio de la divisa por debajo de la inflación. Pero esta política ya luce agotada.

Unidad en las luchas y cuál opción para quienes crean riqueza

En principio, son dos cuestiones que se deben atender. La perentoriedad de dotar al pueblo de un instrumento de lucha unitario que canalice su rabia. Entretanto, quienes buscan enfrentar al gobierno política y socialmente, de manera eficaz, deben ponerse como guías de los brotes espontáneos.

Una plataforma de luchas, en buena medida adelantada en los encuentros unitarios, debe ser acompañada por un plan de acción donde se impulsen las formas de lucha de rigor. Serán combates donde se pondrá a prueba la catadura de los dirigentes. Es que son momentos que requerirán de entereza y disposición para el combate y sus consecuencias.

No habiendo condiciones para la unidad de los factores políticos con base en un programa de sentido nacional y popular, éste debe surgir de los trabajadores. Es una tarea de quienes encabezan la unidad social en escenarios como el pleno metropolitano y otros eventos unitarios regionales. El programa de los trabajadores, en el momento actual, servirá de base para una nueva democracia, que brinde perspectivas estratégicas al movimiento popular.

Mientras impere la tesis de muchos opositores de que la salida es la inversión extranjera, se seguirán sembrando dudas. Ese es el discurso de los están a favor de la oligarquía. Muchos no ubican que lo que se: “denomina ayuda a la ortopedia deformante de los empréstitos y al drenaje de riquezas que las inversiones extranjeras provocan”, recordando a Galeano, no conducen a ningún desarrollo, mucho menos diversificado. Por lo que el programa de los trabajadores debe brindar otras perspectivas.

La cuestión electoral y las luchas sociales

La perspectiva electoral pudiese copar la escena en caso de que se entusiasme a la gente de la oposición, de contar con un candidato que concite la unidad más amplia de todos los factores políticos en la idea de derrotar a Maduro. Aunque el bochorno y la mayor desconfianza que produce la decisión de la Asamblea Nacional hegemonizada por el G3 de sacar a Guaidó, indica otra cosa.

Aun así, si la campaña de la unidad se vincula a las luchas de los trabajadores pudiese levantar alguna simpatía. Además, deberá sumar una plataforma política resumida en la libertad de los presos políticos, el regreso de los exiliados, defensa de las libertades democráticas y elecciones libres. Aunque luce lejos la cosa ya que al parecer no habrá primarias sino la concertación en torno de un candidato de consenso entre los del G3.

Lo electoral, por tanto, en 2023, no opacará mucho las luchas de los trabajadores y el pueblo por aumento general de sueldos y salarios. Por el contrario, las condiciones permiten que se le dé el relieve que demanda. Tarea que le corresponde a las organizaciones sociales y políticas que buscan un cambio con perspectiva popular y nacional.

Eso nutriría a la oposición política de un cariz que puede crear confianza. Pero esa tarea deben asumirla quienes creen y confían en las masas trabajadoras. No es delegable a factores que andan en una idea colaboracionista o, en el mejor de los casos, de transición concertada y negociada hacia la superación de la dictadura.

Así, se inicia un año lleno de malestar en la gente. Son más los que desean irse del país. El ejemplo de quienes gobiernan genera un desprecio creciente. Son tiempos de brindar ejemplos edificantes. Sobre todo, por quienes se disponen a encabezar las luchas de un pueblo descontento pero engatillado. Hay que abrir caminos. La unidad no se reduce a lo electoral. Ya hay muestras claras de esa perspectiva.

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