Desde hace ya muchos años la situación política nos ha conducido a realizar una política sustentada en la más amplia unidad. El carácter de clase de los comunistas encuentra en la unidad un principio inexcusable, cuya realización es concreta. Esto es, se ajusta a cada definición estratégica y táctica que se desprende de la situación política, dentro del principio del análisis concreto de la realidad concreta.
Dos cuestiones lo sustentan: primero, la unidad para avanzar hacia un desenlace revolucionario, con el objetivo estratégico siempre presente. Y, segundo, la unidad para atacar el enemigo principal, en cada etapa de la revolución. Son muchos los ejemplos en la historia que colocan a los comunistas al lado de factores políticos y sociales que nada los acerca en relación con los intereses mediatos e inmediatos de la clase obrera, pero permiten avanzar hasta la cancelación de una etapa de la revolución y el inicio de otra, hasta la victoria final para dar inicio a la edificación socialista.
Este proceso debe ser asumido desde la perspectiva dialéctica del desarrollo ininterrumpido. A momentos, permite avanzar más. En otros casos apenas se alcanzan objetivos subalternos en forma escasa. Hay etapas en las que se producen reflujos que alejan la revolución. Ésa es la dialéctica del proceso ascendente de la sociedad. Asumir ese espíritu es lo que permite trabajar en correspondencia con cada etapa de la revolución.
En este largo trecho histórico son muchas las determinaciones objetivas y subjetivas que se han presentado. Brindan una complejidad que demanda del manejo teórico correspondiente. De lo contrario, resulta sencillo caer en errores.
La oposición y sus limitaciones
No es el caso de los distintos factores políticos de la oposición burguesa y proimperialista. Sus errores y limitaciones obedecen a dos cuestiones, principalmente. De una parte, sus análisis están castrados del método científico que demandan estos asuntos. Actúan como parte de las determinaciones políticas guiadas por el principio de salvaguardar las relaciones sociales de producción imperantes. No se ubican en la dialéctica del desarrollo. Buscan conquistar espacios y restaurar lo pasado: actúan como reaccionarios. Circunstancia que los ha llevado a caracterizar al régimen de manera errónea. El anticomunismo los ha conducido, a la mayoría de los partidos y personalidades que asumen la perspectiva conservadora y reaccionaria, a caracterizar el régimen como socialista, en el mejor de los casos. Sus análisis de la política ha alimentado esa fachada sin percatarse de que la mayoría de los venezolanos se identificaban con el socialismo en sus diversas acepciones, sobre todo a partir de la crisis que se inicia en 1989. Con ello, contribuyeron y contribuyen con la farsa. Si ha bajado la fuerza del engaño obedece a la catástrofe que ha creado la política liberal y antipopular chavista, aumentada por Maduro. Con todo, aun los hay quienes mantienen ese discurso, el cual también busca satisfacer peticiones de otras potencias imperialistas, principalmente de EE.UU.
No han sido capaces de analizar el chavismo y la circunstancia venezolana a partir del análisis concienzudo de la realidad con base en las determinaciones objetivas y subjetivas de cada situación concreta. Era mucho pedir. Han sido incapaces de analizar la cuestión internacional de manera siquiera aproximada. Nunca se percataron, por ejemplo, de la emergencia del bloque imperialista que encabeza China como disputante de la hegemonía planetaria y su incidencia en la política mundial. De allí que siempre hablaran de comunidad internacional en abstracto sin ubicar su fractura. Sus esperanzas las guardaron, y la guardan aún muchos de ellos, en la respuesta estadounidense en favor del derrocamiento del chavismo.
Asimismo, otra de las grandes limitaciones de esa oposición es que sus lineamientos políticos son dictados en toda regla por las potencias imperialistas que en nada buscan atender las demandas nacionales y populares. Circunstancia que se agrava por las diferencias políticas que, a momentos, se producen entre unas y otras orientaciones de los imperialistas: por un lado, los europeos y, por otro, los estadounidenses.
Es así como se trata de una oposición que marcha de manera ciega y llena del subjetivismo. A momentos ha logrado atinar en alguna política, dada la coincidencia de las definiciones que hayan realizado las agencias imperialistas a las que le rinden cuentas, con la disposición del movimiento de masas de luchar contra el gobierno, dado el descontento. Pero en ningún caso presentan una propuesta programática que recoja las aspiraciones populares y nacionales.
Estas circunstancias han derivado en el agotamiento del espíritu revolucionario de mucha gente dedicada a esos efectos. Aunque, a momentos, el escepticismo al que conduce la pervivencia del chavismo y las limitaciones de la oposición conducen a posiciones vanguardistas o extremistas que desconocen cuestiones fundamentales de la ciencia de la estrategia y táctica del proletariado.
En unos casos, a partir de confundir la ética revolucionaria con una moral alejada de los intereses colectivos del proletariado. Lo que conduce, a algunos de quienes asumen estas posiciones, a querer convertir al partido en un fin en sí mismo, lleno del espíritu de secta que le es propio.
En cualquier caso, ha sido un camino lleno de grandes complejidades y exigencias que siempre han demandado de una gran fortaleza ideológica y política. De un profundo dominio de la teoría revolucionaria. Pero, sobre todo, ha demandado de una gran solidez en los principios. Principalmente, aquello de colocar los intereses de la revolución, en cualquiera de sus etapas, por encima de cuestiones subalternas. Luego, conscientes de que nuestros aliados son enemigos de la clase a la cual representamos, debemos aferrarnos a nuestros principios. De allí que avanzar hacia el objetivo estratégico, en cada caso, supone la supeditación de las tácticas, una de cuyas determinaciones fundamentales es la unidad en cada etapa, en cada trecho.
Por nuevos rumbos
Con tamañas limitaciones, termina siendo un imponderable el desarrollo de una política que pasa por la articulación de fuerzas con los partidos burgueses de la oposición. Contra un régimen de rasgos fascistas que se enmascara con el revisionismo (socialismo de palabra), la unidad encuentra un amplio abanico. Pero luchar por incidir en las definiciones correctas no es fácil, sobre todo cuando pesa el hegemonismo y el sectarismo de los partidos con grandes recursos, brindados por sectores de las clases dominantes y el imperialismo.
Por lo pronto, la dictadura aparenta lucir cómoda. Con todo y que siguen atendiendo la cuestión económica desde la misma perspectiva erosiva, manteniendo los bajos salarios y con una inflación que ahoga a la familia, no hay respuestas contundentes de parte de los sectores sociales afectados, ni mucho menos de las fuerzas políticas identificadas con la salida de la dictadura. El movimiento espontáneo de masas, por su parte, no despierta.
Lo que brinda mayores expectativas favorables al pueblo venezolano es el Comité Nacional de Conflicto. Un proceso unitario que bien puede asumir la conducción de las luchas de los trabajadores y del pueblo, pero que debe trascender al escenario político con mayor contundencia. Por lo que una de las tareas más importantes que debe adelantar esta iniciativa es la elaboración y propagación de un programa unitario que recoja las aspiraciones de todos los interesados en cambiar este estado de cosas. Con lo cual los trabajadores, todos los sectores populares, podrán jugar el protagonismo político que demanda la situación política, sobre todo por las falencias que presenta la oposición política sectaria, algunos de cuyos integrantes son colaboracionistas y cohabitantes del gobierno dictatorial chavista.
Es que la oposición política no ha logrado hilvanar una política capaz de unir las voluntades populares para salir de la dictadura, al menos durante los últimos lustros. Ni siquiera en materia electoral esta oposición luce coherente. Siembra escepticismo. Alimenta incertidumbre en relación con las primarias. Con sus propios candidatos. No hay estrategia alguna para salir de la dictadura. En este cuadro, la alternativa de la unidad de los sectores sociales puede convertirse en la determinación principal de la situación política en la lucha contra la dictadura.
Desde la perspectiva de los factores políticos, del G3, de las distintas instancias “unitarias” de las que son dueños, la unidad se ha convertido en una abstracción. En un fantasma sin rumbo. Se desprende de esta circunstancia que hay factores políticos cuya estrategia es el derrumbe espontáneo de la dictadura. También la esperanza de que las presiones internacionales acorralen de tal manera al chavismo que se produzca el quiebre.
Como desprendimiento lógico de este proceder, en los últimos tiempos no se produce ninguna iniciativa para enfrentar la dictadura. Ni en el terreno político ni en el social. Son varios los años en que los escenarios “unitarios” han estado cargados de sectarismo y espíritu excluyente. Y el chavismo encuentra en los dueños de la oposición una ayuda, consciente o no, por la prepotencia que muestran frente a los demás factores políticos enfrentados al régimen.
Se suma a estas circunstancias que esta oposición no presenta una plataforma política que despierte simpatías en el pueblo para seguirles. Han sembrado desconfianza en un futuro mejor frente a la catástrofe.
Lo que explica que una candidatura como la de María Corina haya despertado tantas simpatías. Apenas levanta una voz firme contra el chavismo. Bajo un programa en extremo liberal, mete el anticomunismo por mampuesto. No se percata de que su propuesta liberal se diferencia del chavismo en hacia dónde dirige sus ruegos para atraer capitales: el imperialismo estadounidense y europeo, mientras que el chavismo apunta hacia los asiáticos y los del bloque para consolidarlos como sus mejores inversores. Pero hasta los estadounidenses han entrado en el juego por la vía de Chevron.
De allí que no se debe seguir andando en el camino de una política que no se concreta en una práctica de enfrentamiento al régimen. Que guardan sus mayores esperanzas en una negociación sin muchas perspectivas. Con todo y las contradicciones interimperialistas por el reparto del mundo, a momentos, los imperialistas negocian. A propósito de la guerra de Ucrania se presentan posibilidades para que EE.UU. se haga del mercado petrolero europeo. Hay muchas derivaciones económicas de estas circunstancias. Es incapaz la oposición de meterse en estos asuntos, aguarda de manera indolente los resultados de una negociación que poco beneficio ha traído, políticamente hablando, en favor de la oposición y mucho menos de la sociedad venezolana.
Las contradicciones interimperialistas en torno a Venezuela parecen en estado de reposo, latentes. Son momentos donde concilian para obtener algunos logros. Lo que no supone que el bloque chino-ruso haya cedido a Venezuela como área de influencia. El imperialismo estadounidense, por su parte, luce conciliador, aunque aspira a rescatar a Venezuela como área de influencia y en cualquier momento, cuando aparezcan determinaciones que lo motiven, volverá por lo suyo con políticas en correspondencia.
Con todo, y por ello, el voto se ha convertido en una perspectiva de contenido subversivo. Las propuestas presentadas por algunos candidatos, que apuntan al afianzamiento de la política liberal y antinacional no despiertan entusiasmo. La privatización como alternativa resulta una tontería política. En primer lugar, ya el chavismo se les ha adelantado. Difícil que compitan con la realidad impuesta por el chavismo. La Ley Orgánica de Hidrocarburos es lo suficientemente flexible como para marchar por el camino de la privatización. Además, el chavismo no se detiene en asuntos legales para avanzar por el camino de la entrega, siendo la Ley de Zonas Económicas Especiales y la Ley Antibloqueo un paraguas que sirve para toda una política de entrega al capital financiero internacional.
Luego, ¿qué es lo que levanta perspectivas? Salir de la dictadura y la catástrofe que vivimos los venezolanos. A falta de la acción de masas en defensa de las libertades, contra los distintos problemas que se viven. De una política “unitaria” que nada ofrece salvo salir de la dictadura, los venezolanos ven una esperanza en ese instrumento. Luego se verá lo que se hace y si se acepta o no la alternativa. Es una cuestión espontánea.
De allí que mantenerse dentro del desarrollo de esta política no ha resultado tarea fácil. Encontramos, sí, un gran compromiso con el impulso de las primarias y de las elecciones del 24. De no ser realizadas, o sufrir el boicot de la dictadura, las cosas pueden encresparse y conducir a un desenlace al que debemos prepararnos.
Pero son tiempos que demandan una nueva unidad basada en la mayor amplitud, más cuando hay sectores antes chavistas que tienden a formar parte de un gran frente contra la dictadura. La libertad de los presos políticos, el regreso de los exiliados, defensa y respeto de las libertades democráticas y elecciones libres, resumen la base programática de la unidad contra la dictadura. Más de eso no es posible. La naturaleza de clase y el nulo interés nacional de la mayoría de los factores de la oposición no permiten ir más allá. Por ignorancia, por repetir frases hechas por el capital financiero para complacerlo, impiden definiciones en correspondencia con un programa alternativo. Siempre saldrán las consejas dogmáticas de la inversión directa e indirecta para salir de la crisis, lo cual en realidad frenará ad eternum el desarrollo de nuestras fuerzas productivas.
Vayamos por nuevos caminos para abrir perspectivas al pueblo venezolano para luchar contra la dictadura y perfilar nuestro desarrollo hacia un mundo mejor.