Alcides Bracho, luchador de siempre… con las botas puestas

Bandera Roja (hoy en resistencia) es y ha sido siempre una trinchera de lucha, un partido marxista-leninista que lleva entre sus objetivos fundamentales la transformación social, la eliminación de la explotación del hombre por el hombre y el socialismo. Por ello sus militantes estarán siempre involucrados y a la vanguardia de las luchas sociales, y sus cuadros estarán siempre bajo la lupa de aquellos gobernantes que no toleran señalamientos contrarios a su forma de hacer política y más aún si esos señalamientos desenmascara el falso socialismo, como es el caso del chavismo.

El profesor Alcides Bracho comenzó su camino de lucha integrándose a la Unión de Jóvenes Revolucionarios (UJR, juventud de Bandera Roja) en 1987, cuando estudiaba educación media en el Liceo Francisco Fajardo. Entonces era un joven impetuoso que luchaba por mejoras estudiantiles y el respeto al pasaje preferencial estudiantil (una lucha hoy completamente olvidada).

En 1992 ingresa a estudiar en el Pedagógico de Caracas donde se integra como representante de la UJR al movimiento amplio Coordinadora Estudiantil 21 de Noviembre, participando en las luchas estudiantiles dentro y fuera del pedagógico, entonces organizadas por movimientos estudiantiles y posteriormente por la FEUV.

Una vez egresado comienza a trabajar como profesor de Química y se involucra en la lucha gremial con el Movimiento de Educadores Simon Rodríguez, llegando incluso a formar parte de la comisión electoral para unas elecciones del Colegio de Profesores de Venezuela. Paralelo a cada faceta de lucha y sensible a los problemas de su comunidad, participaba abiertamente en organizaciones vecinales.

Su lado artístico lo lleva arraigado desde niño. Según sus allegados, era el típico jovencito de hacer dibujos en sus cuadernos, también dibujaba cosas a la par de escuchar participaciones de sus compañeros en reuniones, colaboraba con la realización de bocetos y pancartas. En fin, hizo del arte su modo de expresión y también de protesta.

En 2014 y 2017 Alcides Bracho, al igual que millones de venezolanos, se declara en resistencia, contra unos sueldos de hambre que cada vez alcanzaban menos, contra un aparato productivo paralizado casi en su totalidad lo que aumentaba las cifras (aunque disfrazadas oficialmente) de pobreza y de hambre, contra una creciente escasez de alimentos y medicinas, cansado de ver cómo sus alumnos faltaban a clases por no tener para comer o para un pasaje.

Es Alcides Bracho un hombre de familia, padre de dos hijos. Se ve obligado por las circunstancias a aumentar el número de habitantes del hogar cuando en 2020 su hermana muere dejando a dos pequeños. Al ser su esposa y él educadores, con sueldos que alcanzaban cada vez menos, decidió una dinámica de trabajo que lo obligaban en las últimas de cambio a aceptar “tigritos” que ayudaban a aumentar el aporte para alimentar a su familia.

Alcides es secuestrado por la dictadura el lunes 4 de julio a las 11 am. Lo hallaron en su casa, cuando se encontraba atendiendo a sus hijos y sobrinos. Los funcionarios del DGCIM abrieron la reja de modo sigiloso para cercarlo, no portaban orden de allanamiento emitida por alguna fiscalía, no informaron el motivo de la requisa a su casa, no contaban con presencia de fiscal ni de testigos, en una clara violación a sus derechos humanos.

Después de ser presentado a la fiscalía contra el terrorismo, cumple medida privativa de libertad, sin pruebas de ningún tipo de haber cometido delito alguno, imputado por los delitos de terrorismo y asociación para delinquir. Se encuentra en una sede de la PNB, mezclado con presos comunes, lo que irrespeta su condición de preso político, Una condena a prisión verdaderamente política, que deja claro que quienes están en el poder ven como delito que las comunidades se organicen para protestar por aquello en lo que están en desacuerdo, un derecho contemplado en la Constitución que aún nos rige, pero que no menoscaba el carácter luchador e irreductible de este revolucionario, que está dispuesto a seguir llevando “sus botas de lucha bien puestas”.