Lo hemos alertado. La escuela de trabajo social de la Universidad Central de Venezuela (UCV) se ha convertido en un filtro donde la condición para la concordia y el ingreso parece ser la de no ser ateo. Ateo y comunista, o de algo que se le parezca, es motivo suficiente como para recibir la sanción negativa. Al menos eso es lo que se observa, sobre todo en el último acto académico de ingreso docente. Un Concurso de Oposición para el área de conocimiento “Teoría y práctica de Trabajo Social” realizado entre el 15-02-18 y el 27-02-18 en el cual, quien evidenció el mejor manejo de la temática, fue premiado con el tercer lugar y una dedicación parcial.
Sabemos que la decisión del jurado es inapelable a menos que haya vicios de forma, que también los hubo. Aun así, por su carácter público, el jurado, en caso como el que nos ocupa, recibe la sanción de quienes asisten. No tiene valor jurídico pero sí ético y moral. Quedó claro ante quienes asistieron al evento de marras que la decisión fue injusta. Cuestión que no solamente perjudica a quien fue afectada injustamente. También afecta a quienes fueron premiados. Les resta mérito y legitimidad.
Por supuesto, también afecta al jurado. Sabemos que se crean correlaciones en el tribunal que son fácilmente vulnerables. Un solo miembro del jurado puede cambiar la ponderación colectiva en favor o en contra de algún concursante. Basta con que le califique con nota mínima para que la ponderación colectiva le afecte considerablemente. Tal como sucedió en el caso que nos ocupa.
Siempre, en los pasillos y cubículos, se ventila acerca de las injusticias cometidas. Cuando las hay. Este caso, además de que no podía ser la excepción, reunió condiciones escandalosas que no vienen al caso comentar. Pero el debate debe salir de los pasillos, cafetines y cubículos, y ventilarse abiertamente. Es una necesidad impostergable.
Esta cuestión es lamentable y grave. No se trata solamente del concurso en cuestión. Se trata de cómo una ideología de raigambre teológica reaccionaria, busca entronizarse en la escuela y viene haciendo gala del más claro sectarismo. Anula el espíritu universitario. Niega la disidencia. Se impone a troche y moche. Descalifica con base en axiomas o sentencias. Destaca la del carácter «caduco» o «viejo» de tal o cual teoría. No ubica para nada que el mismo cristianismo supone ideas de unos cuantos siglos. Sin embargo, esa es la palabra. Por lo que es irrefutable. Son los dogmas que para nada pueden ser contrariados.
De la pira a la autonomía
Las ideas religiosas han convivido durante siglos con las más variadas ideas materialistas. Luego de superada su afición por la hoguera, la cosa se morigeró. Desde el materialismo vulgar, hasta el materialismo dialéctico, las ideas religiosas han prevalecido con base en el respeto a la disidencia. Durante el período del oscurantismo, vale decir, desde el siglo II hasta el siglo XII, por el contrario, era sancionada cualquier disidencia, siendo la Pira la figura emblemática.
Concesiones y desarrollos positivos propios del nuevo período, fueron minando ese oscurantismo medieval que postró a Europa frente a los avances del mundo asiático y mahometano. No significa esto que con la escolástica, el catolicismo no haya producido actos de barbarie. Es más, la inquisición prevaleció durante este período. Si bien la hoguera seguía siendo un mecanismo que buscaba acallar las ideas anticristianas o contrarias a la dogmática, la escolástica al menos permitió la idea de la fusión de la fe con la razón. Siempre y cuando prevaleciera la fe, claro está. De lo contrario, pagarían la misma suerte de Giordano Bruno.
Con todo, la autonomía universitaria tiene algo de raigambre cristiana. Incorporar la filosofía griega para argumentar en favor de la existencia de Dios, representa un paso de avance frente a la tesis según la cual la palabra no debe ser interpretada salvo por el representante de Dios en la tierra. El pujante desarrollo de las fuerzas productivas, la tendencia industriosa, van abriendo el camino a las ciencias. Cuando la naciente burguesía se hace valer por sus riquezas, la iglesia va cediendo espacios, hasta permitir la autonomía universitaria y algo de libertad de pensamiento.
De otra parte, el cristianismo en algunas de sus variantes encuentra perspectivas más amplias y no se hace contrario a la búsqueda de la verdad. Más aún, la teología de la liberación, al menos sus sectores de vanguardia, asumen posiciones que trascienden lo académico y epistémico, y terminan por ubicarse en las luchas por la liberación nacional. Camilo Torres sin duda alguna es uno de sus más conspicuos representantes.
Pero lo que se expresa en este acto “académico” no se corresponde con esas ideas cristianas que buscaron formas y mecanismos que permitieran que la libertad de pensamiento nutrieran las ideas científicas tan necesarias para el desarrollo de las fuerzas productivas. Se corresponden sí, con las propias del oscurantismo. O sea, son las más atrasadas de la perspectiva cristiana.
Pues bien, el oscurantismo medieval encuentra en el fascismo en cualquiera de sus expresiones un parangón. Se unifican. Actúan de manera coordinada aun sin proponérselo. Y es que coinciden. Y es que el irracionalismo en cualquiera de sus manifestaciones y realizaciones, es esencialmente similar.
Este acto, sus resultados, eran esperados. La cosa fue alertada. Con todo, la dura mano del espíritu oscuro se hizo valer. Imitar el Index librorum prohibitorum, en español: Índice de los libros prohibidos, parece una moda en nuestra escuela. No hay manera de variar el resultado. Apenas un alerta y el llamado a los estudiantes y profesores a hacer valer la crítica como arma fundamental del espíritu universitario. Ya habrá espacio donde estas cosas se ventilen abierta y ampliamente.
En momentos en los cuales un régimen de raigambre fascista afianza su dictadura, no debemos permitir que esta “alternativa” tome cuerpo. Frente a la dictadura, la respuesta debe ser más democracia. Frente al oscurantismo del régimen la respuesta debe ser la crítica de la razón dialéctica.