Hoy se cumplen tres meses de mi llegada a Tenerife, y siguen muchas emociones encontradas. Todo se puede resumir en que no es fácil ser inmigrante.

En mi bello país dejé un ciclo abierto. Siento que me faltó despedirme de mucha gente. Algunas veces lo comparo con la muerte, como cuando alguien en forma inesperada se muere. No se despide de nadie y la gente empieza a extrañarlo, ¿habrá alguien que me extrañe en mi tierra? Cuando me despedí de algunos familiares y amigos cercanos, sentía la sensación de que estaba preparando mi muerte.

Hoy, estando aquí, no sé si estoy muerto o no. Quien dice «me voy de este país porque ya no se puede vivir en él», tiene que tener presente que va a morir para volver a nacer. Es decir, comenzar de cero.

Ciertamente uno tiene más tranquilidad, ya que puedes ir al mercado y comprar lo que medianamente te dé el dinero que cargas; puedes salir de la casa y tener muchísimas más posibilidades de volver sin que te secuestren, te roben o te maten. Pero por lo menos lo que me ha tocado vivir a mí, es iniciar totalmente de cero, por no decir desde —10, ya que aquí tus estudios no valen de nada al menos que hagas todo el papeleo de la homologación, que se demora muchísimo en salir, y que luego de eso puedas conseguir un empleo en tu área. Pero a la mayoría le toca incursionar en otras áreas, que nunca en su vida habían visto.

Por otra parte, estar en un sitio lejos de tus familiares cercanos, no es fácil.
Extraño a mi mamá, hermanas y sobrinos, a los que acudías cuando te sentías de capa caída y te daban un aliento, o simplemente escuchándolos a ellos ya te daban ganas de seguir adelante.

Extraño a mis camaradas, aquellos con los que aprendí a defender los derechos humanos. A esos con quienes la consigna era «…No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, entonces somos compañeros, que es más importante», en palabras de Ernesto Che Guevara.

Sigo soñando un mundo más humano. Extraño estar allí luchando por un país de los venezolanos y para los venezolanos.

Extraño a mis estudiantes, de los cuales aprendí muchísimo. Extraño enseñar matemáticas, lo que con el pasar de los años se hizo mi pasión. Extraño tantas cosas, que simplemente lo puedo resumir diciendo, que extraño estar vivo.

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