A medida que pase el tiempo se hará más interesante el debate en relación con la crisis económica mundial. Por lo pronto, podemos concluir que la crisis cíclica fue tapada o sobrepasada por la pandemia. O se le superpuso. Adquirió una fuerza tal que se autonomizó en relación con los estragos de la crisis cíclica. Los subsumió. Quedará para la historia de la economía.

Difícil establecer hasta dónde será destruido el aparato económico planetario. Por supuesto, unas economías serán más devastadas que otras. Ya veremos si alcanza o supera la depresión del 29 del siglo XX. Muchos son quienes lo afirman. Sin embargo hay una cuestión que, hecho un tanto paradójico, por la magnitud destructiva del episodio, pudiésemos estar en presencia de una recuperación temprana. Lo que obedece a que los capitales financieros están allí, a la espera de ser realizados como inversiones directas. Pero a su vez, la crisis puede disparar el protagonismo de la clase obrera a escala internacional. Pudiese copar la escena por el desarrollo de sus luchas.

Un “nuevo” pensamiento económico

Si de algo podemos estar seguros es que la crisis conducirá inexorablemente al afianzamiento de un pensamiento y política económica en correspondencia con los tiempos.Quienes presentaron al neoliberalismo como una política inmutable y eterna, deben estar sufriendo una gran decepción. Igual sucede con quienes asumieron el posmodernismo como corriente filosófica que, a diferencia de la filosofía en su sentido aristotélico, su objetivo no es la búsqueda de la verdad, sino de la negación de toda ella. Es un escepticismo huero que apenas reitera la negación de la ciencia. Su gran mérito, haber creado una jerigonza que a momentos parecía una competencia por crear discursos inextricables. En eso se diferencian del escéptico Nietzche, uno de sus principales inspiradores, de un estilo literario sobrio.

Ya se propagan personalidades del pensamiento económico que se viene diseñando. Rescatan ideas añejas, de siglos de capitalismo, de más de un siglo de su etapa superior monopolística, por lo que presentarán conceptos ya manejados y trabajados como política económica concreta. Así, el economista coreano, Ha-Joon Chang, profesor de la universidad de Cambridge, Inglaterra, nos habla de algo muy cierto y a estas alturas de Perogrullo, de cómo los países que alcanzaron el desarrollo mediante la protección, al hacerse competitivos y lograr un elevado desarrollo industrial, se convierten en propiciantes del libremercado. Agregamos que, luego de perder competitividad, regresan a la protección. Tal es el caso de EE. UU. en estos tiempos. Por lo que no creemos que se trate de la política de un presidente en apariencia díscolo y locato. Esa será la política de Estado en lo sucesivo de los estadounidenses. Es que no les queda de otra que, nuevamente, hacerse fábrica de fabricantes. Mientras, China, habiendo alcanzado el máximo desarrollo hasta convertirse en la primera potencia mundial en manufacturas, propicia el liberalismo, el librecomercio,

La pandemia, en ese sentido, apuntala el camino de ideas que reivindican controles y el papel del Estado. Muchos van redescubriendo que solamente el Estado puede acometer tareas que suponen grandes erogaciones sin que ello suponga beneficio alguno, que no sea garantizar las condiciones de reproducción de las relaciones sociales imperantes. Claman por la presencia del Estado. Claro, si la pandemia permitiera hacerse de beneficios, seguramente exigirían que el Estado paternalista debía retirarse y dejar el espacio para el capital privado. Pero no. La pandemia no genera beneficios.

Los precios todavía no suben. No aparecen señales de inflación en las economías desarrolladas a pesar de que se ha emitido dinero de manera profusa. Billones de dólares y euros han sido destinados a la atención de algunos de los efectos de la pandemia. Sin embargo, es de esperarse que, al incrementarse el déficit fiscal y producirse una caída del PIB se generará cuando menos una espiral inflacionaria. En perspectivas, ya algunos anuncian un proceso de estanflación. Recesión con inflación. Circunstancia que atentará aún más contra los obreros y la crisis mundial. Todo lo cual demanda de una política económica rígida desde los Estados.

Todas las esferas de la economía se verán afectadas. Unas más que otras. Aunque obviamente el derrumbe de la producción unida a una deuda pública mundial y privada superior en más de tres veces el PIB mundial, lleva a la oligarquía financiera a buscar refugios tradicionales. Aquellos que por su naturaleza resumen trabajo objetivado y sirven de reserva de valor. Lo que llevaría a una demanda que colocaría sus precios muy por encima de su valor de cambio. El precio del oro, por ejemplo, tiende a incrementarse día a día. De igual manera otros metales como rodio, platino y paladio. Asimismo los diamantes verán incrementar su precio en el mercado. Las criptomonedas, principalmente el bitcoin, sufren cada día más un aumento en su precio. El bitcoin, en la medida en que el costo de su producción crece, en la medida que adquiera más valor, su precio tiende a incrementarse. Tal cosa sucederá a partir del halving correspondiente el 11 de mayo, evento que sucede cada 4 años. A su vez, por haberse convertido en un refugio de valor, la demanda tiende a incrementar aún más su precio. Lo que reivindica aquello de que el papel moneda o dinero electrónico deben contar con el respaldo en oro y otros activos. Y es que para tener validez mundial debe resumir valor real para ser equivalente de otros valores. De otras mercancías. Algunos dirán que volvemos al patrón oro, el cual nunca estuvo de lado. Uno de los tantos cambios que ya se desarrollan en la economía y su pensamiento.

De tal manera que la política económica se va a ajustar a los nuevos tiempos. Se repite la circunstancia en la cual Mussolini, seguramente con pocas ideas acerca de la economía y la política económica, sentó precedentes importantes con medidas que luego serían fundamentadas por Keynes. Más adelante serían asumidas por el régimen nazi, de manera más sistematizada. Claro, guardemos la distancia entre el carisma del dictador italiano y Trump.

El desarrollo desigual y la crisis económica

Un aspecto importante de la crisis mundial es que se desarrolla en momentos en los cuales venían agudizándose las contradicciones interimperialistas. Confrontación que encuentra a Estados Unidos como la potencia revanchista, habida cuenta de que viene perdiendo la hegemonía mundial. Lo que explica que el actual mandatario, Donald Trump, haya iniciado una guerra comercial buscando restar mercados a China y Europa, mientras trata de recuperar espacios exteriores perdidos. Circunstancia que incide en procesos políticos en distintas partes del planeta.En medio de la catástrofe, somos de la idea de que sigue siendo China la potencia imperialista que mejor lucirá luego de la pandemia. Ya registraron un incremento en el turismo interno expresado en unos 100 millones de visitas a diversos lugares del país a propósito de las celebraciones del 1° de mayo pasado. La industria vinculada a las cuestiones médicas obviamente sufrió un repunte. Pero lo más destacado, es que cuenta con capitales que para nada han sido destruidos. La exportación de capitales sigue su curso ahora apuntalada por la pandemia, lo que permite que se presente como una potencia “solidaria”. De allí que los asiáticos otorgan préstamos acá o allá a tasas competitivas. Mientras, los estadounidenses apenas están en la guerra contra la pandemia, sin poder adelantar la reactivación del aparato productivo.

Por su parte, los países dependientes y sujetos a los intereses de la oligarquía financiera, recibirán golpes aún más fuertes. Una de las características de la condición de dependencia es la tendencia a la monoproducción y, en el mejor de los casos, a un desarrollo relativamente diversificado, pero acorde con los dictados del capital financiero. Con la crisis, esa condición se afianza, toda vez los nuevos compromisos, deuda pública mediante.

A su vez, apuntalan la debilidad de los países dependientes y semicoloniales. Caen los precios de las materias primas, que no sean los metales y diamantes que sirven de protección y atesoramiento de valor. Los precios del crudo han descendido de manera tal que deben estar al borde del costo de producción o por debajo de la cesta venezolana.

Por su parte, nada nuevo anuncia el gobierno chavista en materia de política económica. Mantener la política de afianzar el extractivismo parece ser su perspectiva. La inflación y con ello el precio del dólar en medio de uno que otro vaivén, sufre alzas cada vez más claras. Una mayor caída del PIB sin cambios en la política monetaria y fiscal conduce a la inflación que nuevamente sufrió una elevación tal que debieron reiterar una miserable compensación. Buscan frenar un tantico la caída de demanda. No buscan para nada atender la necesidad de la familia venezolana.

Malos augurios a escala mundial y nacional. El ascenso de las luchas de los trabajadores no se hará esperar. De darse un salto cualitativo en su estado de conciencia, su fuerza material será tan poderosa que la aventura por una nueva sociedad estará presente en cualquier punto del planeta donde la miseria hará valer aquello de que “… los pueblos se salvan por la fuerza que sopla desde todos sus muertos”.

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