Hablar de Honduras es quizás imaginarnos un pequeño paraíso terrenal en el centro de América, con extensos lotes de tierras bananeras y una población feliz cultivando, en desarrollo y en plena pujanza. Pero la realidad actual es otra: Honduras es uno de los países donde impera ese modelo económico neoliberal que produce pobreza, donde se ha devaluado el precio del trabajo. Nos preguntamos ¿cómo puede generar prosperidad un modelo que te devalúa el poder adquisitivo de los ingresos de los trabajadores? Para el año 2013 el 70 por ciento de los asalariados ganaban menos del salario mínimo.
Honduras vive hoy una de sus peores crisis de su historia, tanto en lo político, económico y social, con un profundo estancamiento, un régimen político bipartidista que infunde desde hace varias décadas terror, injusticia social, inequidad en la distribución de la riqueza, impunidad ante la violación de los derechos fundamentales, que ha traído como consecuencia una tasa pobreza del 63 por ciento y de pobreza extrema del 42.6 por ciento del total de los hogares hondureños, la violencia y la inseguridad alcanzando cifras 8 veces por arriba de las mundiales, y es actualmente el país con el segundo peor rendimiento académico de latinoamérica.
A esta cruda realidad de pobreza, impunidad y violación de derechos el pueblo hondureño ha dicho basta. El pasado 26 de noviembre los hondureños ejercieron su derecho a votar para “botar” a un presidente que se presentó a la reelección aunque la constitución de su país lo prohíbe. Hablamos de un fraude electoral, de un recuento de votos que ha tardado más de siete días, incluyendo cambio radical de tendencia durante un misterioso apagón informático. Hablamos de un gobierno que decretó un estado de excepción para acallar las protestas y que ha desatado una brutal represión, con un saldo de varios fallecidos. Sorprende que en medios de comunicación internacionales no se lee ni escucha mucho sobre lo que pasa en Honduras. A pesar de lo dramático, de lo escandaloso, de lo crítico de esta situación, la noticia no ocupa grandes titulares y si apareció en algún medio masivo es presentado como si se tratara de un mero asunto de orden público.
Todo ha venido siendo conspirado y tallado desde hace años y el gobierno nacionalista buscará no perder el dominio absoluto del andamiaje estatal, las leyes de secretismo, terrorismo y control de prensa y libre expresión, el consenso para que la policía civil se pudra, y la compra de oficiales con alto mando en el ejército, a quienes se soborna abundantemente para que olviden su compromiso democrático constitucional.
Al único que no pudieron comprar es al pueblo, que los rechaza y los detesta, y que está alzado contra el fraude, demostrando en tan poco tiempo el temple con que fue forjado. Si se deja montar la dictadura de Juan Orlando Hernández su próxima oportunidad de cambio por la vía democrática tardará más de diez años, como aconteció con el anterior cachureco General.
Estos días de gran paro general cumplidos a cabalidad por todo el colectivo han sido suficientes para mandar al carajo a los fraudulentos. La fuerza popular hondureña con su policía unida está adquiriendo la suficiente conciencia cívica y el digno coraje para defender el derecho ciudadano y los sagrados principios de libertad y soberanía popular. Ver Honduras se alza contra el fraude electoral
En el marco de este camino de rebelión ante el fraude electoral en Honduras, la conquista de la victoria es rotunda y será profundamente popular.
Georgina Escobar Castillo
Venezolana, Médico General, Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) 2008, Cuba. Especialista en Medicina Laboral Universidad José Antonio Páez, núcleo Lara.