Los indicadores y las tendencias previamente vistas, señalan que el imperialismo chino luce como posible ganador luego de este episodio de la pandemia. Tal vez por eso se han levantado tantas teorías de la conspiración al respecto. Sin embargo, es una interrogante. Será la experiencia, las evidencias, las que indiquen si es así o no.

Para muchos será una aventura afirmar una cosa u otra. Sin embargo, la capacidad predictiva, siempre puesta a prueba en las ciencias debe hacer lo suyo. Esas cosas son fundamentales para la definición de políticas en todos los órdenes, desde una perspectiva de cambio radical.

A su vez, muchos afirman que el mundo no quedará igual que antes de la pandemia. Algunos han señalado que nunca las cosas quedaron igual luego de la gripe española o de las dos grandes guerras del siglo XX. La ampliación del bloque socialista fue lo nuevo y la agudización de las luchas entre el sistema capitalista y el socialista. Igual siguieron las luchas entre las potencias imperialistas. También la agudización de las luchas del capital y el trabajo. Se sumaron las concesiones hechas por los dueños del capital en los países capitalista a los trabajadores, para evitar que el comunismo, que ya no era fantasmal, los arropara. De resto, en el sistema capitalista, la cosa siguió igual, con políticas ajustadas a las demandas del momento. En esta oportunidad, somos de la idea de que la cosa pudiese quedar incólume en cuanto a las cuestiones esenciales de la sociedad capitalista. Las relaciones de producción se seguirán basando en la explotación de los trabajadores. Habrá cambios de forma y de políticas. La debilidad de las fuerzas de cambio radicales, así lo indican. Aunque eso pudiese dar la vuelta.

Pero la crisis luce de tal profundidad, que no es de extrañar que de ella reaparezcan fuerzas sísmicas capaces de cambiar las relaciones imperantes. Lo absurdo que luce un sistema basado en la explotación del trabajo. Que conduce a la pobreza a los más. Que su política en las últimas décadas lleva a que se haya desaparecido buena parte de los sectores medios de la sociedad. Esas fuerzas, de prender en ellas ideas radicales, serán suficientes como para cambiar la sociedad y echar las bases para un mundo mejor.

De no ser así, cambiarán las ideas dominantes. Pero seguirán siendo las de las clases dominantes. Maltrecho el neoliberalismo, dará paso, ya lo venía dando, a la recreación de ideas ya andadas. La pandemia coloca en el tapete el problema que representa no contar con un sistema de salud estatal capaz de atender este tipo de situaciones, entre otras. Los privatizadores seguirán aguijoneando con sus axiomas, pero difícil recuperarse ante tanta evidencia de que la gente al menos debe contar con condiciones mínimas para vivir. Al capital también le interesa contar con obreros que al menos se reproduzcan en condiciones elementales de salud para explotarlos mejor.

Esto será así, aunque vivimos en lo que podemos denominar un momento de aceleración de una crisis de época, cuya base objetiva la encontramos en esa imbricación de la crisis cíclica del capital con la pandemia del COVID-19. Pero a menos que aparezca alguna salida revolucionaria, siendo un cambio de época, no habrá mayores tormentos.

También se han producido cambios que serán afianzados por la pandemia en la correlación de fuerzas internacionales. Al menos, que no es poca cosa, se pudiese afianzar la hegemonía china.

En este contexto, debemos ubicar la relación de la crisis cíclica y su profundización con la pandemia. No es cualquier cosa establecer la diferencia entre la crisis cíclica y otro tipo de crisis como la venezolana, por ejemplo, o la que puede sobrevenir luego de un terremoto o fenómeno natural que, compulsivamente afecta el proceso de producción en una región o en un país, durante un lapso. La diferencia fundamental es que la crisis cíclica es el resultado de la sobreproducción. La contradicción que se genera entre la producción ilimitada de bienes que no va acompañada por el crecimiento de la demanda. El desarrollo de la competencia, con ello, de la composición de capitales, hace que haya menos trabajadores por máquina. Además, máquinas que producen más. Que absorben más materias primas. Luego, se produce más, mientras se resta demanda de trabajadores desplazados por los instrumentos más avanzados.

La pandemia pudo haber traído una crisis que no necesariamente supone el paro por la parálisis del crédito, como sucede con las crisis cíclicas. No necesariamente implica una recomposición de la forma valor que afecta sensiblemente la relación capital trabajo. Por eso es que su efecto se hace diferente al profundizar el paro, en medio de una crisis cíclica.

Así, la respuesta teórica a la circunstancia mundial producto de esa imbricación crisis-pandemia, la debemos ir construyendo con base en el comportamiento de las leyes del desarrollo económico capitalista. Tan duras como las que se realizan en otras formas de expresión de la materia.

China, en este contexto, cuenta con mejores condiciones para mantener una cuota media de la ganancia, un tanto por encima de la media mundial. Las ventajas las obtiene en los obreros baratos que busca en muchas partes del mundo, habida cuenta de lo caro que ya resultan los propios. La ampliación de su mercado externo por la vía de una ruta una franja, que la acompaña con inversiones importantes en infraestructura. La ampliación del mercado interno. El más grande del planeta. Anteriormente se hablaba de un mercado potencial. Sucede que las cosas han cambiado, ahora los chinos son demandantes de bienes finales de distinto orden. Acompañando todo esto con desarrollos científico tecnológicos, de los más avanzados en todo el planeta. La tecnología 5G resulta emblemático al respecto.

A la fecha, China ya ha reabierto buena parte de sus fábricas y la producción de carbón duplica el mínimo alcanzado el 10 de febrero cuando arrojó la escala más baja de su producción promedio anual. Con todo y la crisis, se calcula que China crecerá en 2020 más de 0%.

Quedarán en pie, de mejor manera, los países que cuenten con mercados internos más desarrollados y potenciales y que, a su vez, cuenten con materias primas para los desarrollos científico tecnológicos inscritos dentro de la revolucionarización de los medios de producción. En esa perspectiva China encuentra mayores posibilidades. Allí sus ventajas.

La pandemia, además, acelera y profundiza la destrucción de fuerzas productivas. De allí que pudiese apurar también la recuperación. Ubiquemos que la crisis implica destrucción de fuerzas productivas. Pero de igual manera la crisis, ya destruido un volumen tal que le permita la reconfiguración de la forma valor y, a partir de allí, la reanimación del proceso productivo, supone un lapso para la recuperación del mercado. A eso apuestan los inversores en pie. Aquellos más competitivos. Los que absorben a los que sucumben.

Estado Unidos después de la pandemia…

La pandemia se ha extendido en EE.UU. de una manera previsible, para quienes de esta materia parecen contar con conocimientos de rigor. No tomar las medidas del caso de manera temprana, arroja las cifras que se propagan. En materia económica la cosa se complica más. Responder a la atención de las secuelas de la pandemia en las grandes empresas con una deuda a un país tan sobre-endeudado no luce lo más recomendable si de recuperación post pandemia hablamos. El desempleo se ha disparado a índices no conocidos en muchas décadas.

Por su parte, el rezago de los estadounidenses frente al bloque que configuran Rusia y China en materia industrial cuenta en el resultado de la competencia por la primacía. En materia aeroespacial y militar la cosa es clara. Las noticias en relación con la estación espacial MIR resultan un emblema que coloca la superioridad rusa frente a EE. UU. como una afrenta, más cuando deben recurrir a los cohetes rusos para seguir en sus desarrollos en el espacio. En materia militar, por su parte, la fusión de desarrollos científico-tecnológicos entre China y Rusia, parecen imbatibles, expresado en la repotenciación de portaviones y nuevos desarrollos en aviones insuperables por los estadounidenses.

Para Estados Unidos la cosa será más lenta. Ya no solamente se trata de la lucha por la hegemonía. Se agrega la recuperación post-pandemia. Este proceso estará lleno de mayores contradicciones. De una parte, su rezago en varias ramas les ha hecho perder competitividad frente a chinos y rusos. Pérdida de mercado y de áreas de influencia. Fuentes de materias primas. Reconvertir la industria pasa por contar con financiamiento, fuerza de trabajo competitiva, barata y abundante, materias primas. Durante décadas la otrora hegemonía en todas las áreas les permitía contar con estos factores y más. Haber apostado a China trae sus consecuencias.

Durante décadas China fue la economía que brindaba la cuota de ganancia más elevada del planeta. La fuerza de trabajo barata, su disciplina y flexibilidad, permitió absorber capitales de manera compulsiva. Los mismos que permitieron un desarrollo inusitado de esa economía que ahora ven cómo los revierten en forma de inversiones directas e indirectas, en todos los rincones del planeta.

La política

Estas son las determinaciones más importantes de los nuevos tiempos. Fundamentales a la hora de hacer política. Tan poco analizadas por muchos de quienes la hacen en nuestro país.

El chavismo sí parece percatarse de esta circunstancia y se arrima cada vez más, de la manera más servil posible a China y Rusia. Ese es su escudo frente a la ofensiva estadounidense. Errónea la política de quienes creen que Venezuela es negociable apoyándose en la tesis de que los estadounidenses representan una potencia sin parangón. Viven en tiempos pasados. Se deslumbran por la ofensiva yanqui contra el chavismo. En realidad, Trump encuentra en esta política un buen telón para esconder el desastre de la política sanitaria en el combate al coronavirus. Veamos las cosas bien así coincidan en la idea de salir del chavismo.

Como hemos venido indicando, entramos a una crisis de época. La pandemia parece haber marcado la diferencia. Muere una época nacen nuevos tiempos. Luchemos para que se produzcan los cambios que demanda la especie para construir una sociedad donde el trabajo sea lo que enaltece al hombre. Que esta, a su vez, sea la base de una nueva ética solidaria, muy bien recreada durante la pandemia, frente al egoísmo liberal.

Publicado en El Pitazo

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