Hace un mes dejé mi país. No quise aludir nada en Facebook porque no creí que era algo grato para compartir. Es decir, no como en otras épocas. No salía por un viaje de turismo, placer o negocios. Esta vez salía obligado por las circunstancias políticas, sobre todo por el eventual inicio de un procedimiento judicial en mi contra por una denuncia que hice contra la corrupta Contraloría General de la República.

Sin duda, también la propia situación económica y social de Venezuela me ayudaron a tomar la decisión. Tengo muchos amigos de lucha que me recriminarán el porqué no me quedé insistiendo para cambiar definitivamente la situación. Admito que en esta ocasión no creo en la dirigencia política de la “oposición”.

Los que me conocen desde hace mucho saben que desde mis 14 años de edad lucho por un país mejor. No escatimé tiempo ni esfuerzo en ello, y debo admitir que en ese tránsito aprendí no sólo de política, sino de múltiples cosas en general. Por ello reivindico cada instante que estuve militando en Bandera Roja.También quienes me conocen saben que nunca he sido cobarde para afrontar las tareas y retos que a lo largo de estos años de lucha tuvimos que sortear. En ese camino perdí amigos como Jhonnie Palencia, asesinado por el gobierno de Chávez el 11 de abril.

Aunque no lo crean también hay que ser valiente para dejar a la familia y tratar de sobrevivir en un país ajeno al tuyo. De igual modo, pido disculpas a mi familia, a todos mis hermanos de lucha y a mis alumnos de la Universidad Alejandro de Humboldt, si los decepcioné.

Prometo, donde quiera que me encuentre, seguir denunciando y enfrentando la vil dictadura que asola nuestra nación. No seré un venezolano más que se dedica sólo a vivir fuera.

Ahora otros derroteros me esperan y las dificultades no se han hecho esperar. Llegué a Ecuador con mi hijo Damián, quien ha sido compañero fiel en esta nueva etapa, comenzando a sortear las limitaciones propias de un extranjero. En teoría, un “familiar” me ayudaría a ser más llevadero el exilio. Sin embargo, y por razones que no explicaré, este “familiar” no era el mismo que otrora había convivido en mi círculo más cercano. Indiferente y hasta hostil me dio la espalda.

Afortunadamente durante toda mi vida de lucha me enseñaron a resolver. Y eso estoy haciendo. Con dificultades, sí. Pero ¿qué es la vida sin retos?

Con la capacidad de análisis que me es propia, he decidido continuar mi exilio en Perú. Creo que la actitud política del gobierno peruano hacia los venezolanos ha sido cónsona con las dificultades que atravesamos en la actualidad. Desde allí espero seguir enarbolando mis banderas de protesta y continuar denunciando al gobierno sátrapa que destruye Venezuela.

No obstante, debo agradecer a los ecuatorianos y coterráneos con los que he compartido estos días, por haber hecho mi estancia en este hermoso país más llevadera. Se han portado mejor que mi “familia”. Mil gracias.

Finalmente quiero reiterar a mis alumnos que estoy y estaré, donde quiera que me encuentre, a sus servicios. Los que estén o vayan a Perú, búsquenme si les puedo servir en algo, o simplemente para charlar o fraternizar, eso me agradaría enormemente.

A los que se han graduado este año y los que van a graduarse, los FELICITO. No saben cómo lamento no compartir ese extraordinario momento con ustedes ni poder firmar sus títulos como solía hacerlo. De verdad lo siento.

A mi familia, solo quiero decirle que los amo. Estas navidades no serán lo mismo sin ustedes. No escuchar contigo las parrandas y gaitas que te gustan mamá, será muy difícil, sobre todo porque nunca pasé navidades sin ti. Disculpame por eso. Mi consuelo de tonto es que cientos de miles de venezolanos me acompañaran en el mismo sentimiento y eso lo hace más llevadero.

Jean Franco hijo, perdóname por dejarte en Venezuela. Recuerdo cuánto lloraste al despedirme. Te lo prometí, más temprano que tarde estaremos juntos de nuevo, en nuestro país si lo recuperamos o en otro si las circunstancias son adversas. Sé fuerte y sigue siendo brillante como hasta ahora. Zaida, Coro y Pablo. cuídenme a la vieja. Sólo a ustedes se las confiaría.

A todos los venezolanos en el exilio, donde quiera que se encuentren: No se dejen etiquetar por pendejos sin identidad que han desarrollado una campaña que trata de ocultar nuestra terrible realidad. Exhiban con orgullo sus colores patrios. No porque sea una moda, no porque pretendemos avasallar a nadie, sino porque cada ciudadano en el mundo debe saber que nuestro país ha sido secuestrado por unos pocos esbirros que no han escatimado esfuerzos por torturar, apresar y asesinar a miles de venezolanos con tal de permanecer en el poder y ante tal aberración muchos han huido.

Hablan que en otros países no son así. Pues a diferencia de algunos países de África o medio oriente, el resto de ciudadanos se va a otro país porque quiere, porque tiene otras expectativas de vida, no porque los están exterminando sin alimentos, sin medicinas, con la delincuencia, por tortura o por tiros de gracia de los órganos de seguridad del Estado.

Por eso reitero. Los venezolanos no somos migrantes, somos exiliados. No estamos fuera porque nos plazca. Es por ello, que aunque simbólicos, nuestros colores y estrellas debemos exhibirlos en señal de protesta.

Espero que pronto, los más de 2 millones de venezolanos exiliados, regresemos a reconstruir nuestro país y hacer de él la más grande nación de América y a unirnos nuevamente en familia, como siempre fue.

Saludos.

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