Venezuela se encuentra en una encrucijada y demanda una intensificación de la lucha para dirimir esta dualidad de poderes y salir definitivamente del actual régimen. Intensificar la acción liberadora significa encauzar en un solo torrente el movimiento de rebelión nacional que se ha levantado desde comienzos de año e imprimirle un grado mayor de insumisión que acelere el derrocamiento de la dictadura.

En esa dirección, la organización desde las bases de la sociedad es fundamental para construir y articular la fuerza política y social que se necesita para dar culminación a la gesta rebelde y hacer que cese la usurpación. Es necesario saber combinar las distintas formas de luchas, partiendo de la jerarquización de la acción masiva del pueblo y vinculándola con las actividades propias de la vanguardia, para ir allanando los caminos y sumando diversos apoyos que debiliten aún más los sostenes de la dictadura. En ese transcurso deberían sembrarse los cimientos para el ejercicio de una nueva democracia, que posibilite la opinión, la consulta y la participación permanente del pueblo en las decisiones vinculadas con asuntos trascendentes para toda la comunidad.

Las marchas, cabildos, concentraciones, entre otros escenarios que hemos vivido desde enero, han evidenciado que este es un pueblo dispuesto a librar las luchas que sean necesarias para derrocar la dictadura, como lo demostró en 2014, 2017 y en las últimas semanas. Sin embargo, las grandes movilizaciones que han hecho época, las concentraciones o cabildos, si bien son importantes y en algunos casos determinantes, no son suficientes. Es necesario profundizar en el impulso de asambleas de ciudadanos que permitan la construcción de una fuerza desde las bases, para lograr la salida de las mafias y garantizar amplios niveles de participación del pueblo, para el cambio político que requiere el país.

El extendido lema de los tres puntos (cese-gobierno-elecciones) debe complementarse para de verdad ser una dirección estratégica: claridad hacia dónde vamos (programa y plan), rol que deben cumplir los comités de ayuda y libertad, una dirección política operativa que sepa manejar los tiempos y poner los énfasis, y la ubicación de la vía fundamental que habrá de dar la estocada final a este régimen mafioso.

Venezuela demanda una democracia en la cual se acerquen las decisiones políticas a los ciudadanos, donde se propague una cultura de deliberar, debatir, tomar decisiones, tener incidencia en ellas y la responsabilidad de darles seguimiento, que al mismo tiempo nos vayan vinculando con los problemas nacionales, regionales y de cada localidad. Se trata de impulsar la insurgencia de nuevos y miles de liderazgos, que, además de vincularse a la resolución de los problemas cotidianos, se pongan al frente de la salida de la dictadura.

Esta labor requiere una gran tarea de educación política por parte de la dirigencia y de combate a las prácticas habituales de la mayoría de los partidos que consideran a las masas solo como votantes o como espectadores de los mítines de la dirigencia. Se trata de incentivar la participación de la ciudadanía con un carácter protagónico y ayudar a que se comprenda que la forma por antonomasia del ejercicio de la democracia no se limita exclusivamente a ejercer el derecho al voto o asistir a alguna marcha o manifestación. Demanda que como dirigencia se reflexione sobre los métodos y estilos a los cuales venimos acostumbrados. Ya son varios los llamados a organizarnos bajo la forma de asambleas, y que, a pesar de ello, en muchos lugares siguen siendo asumidas como espacios solo para discursos, imposibilitando que de ellos deriven estructuras organizativas de la población y se conviertan en espacios de discusión, toma de decisiones y de funcionamiento permanente con amplitud y autonomía.

Esta tarea de organización desde las bases para lograr el cese de la usurpación, debe aprovecharse también para una reflexión en los liderazgos políticos sobre cuál es el verdadero ejercicio de la democracia, y la importancia de que ésta sea asumida de forma real y directa. Una conciencia y desarrollo de la política que supere los excesos de la democracia representativa durante el bipartidismo, que generó unas élites partidistas distanciadas de los problemas sociales y una crisis de la democracia; y que, por otra parte, más nunca se perpetúe en el país la falsa democracia que se disfrazó bajo el nombre de “participativa y protagónica” y derivó en mecanismos de control social como los CLAP y coercitivos como los círculos bolivarianos y colectivos armados que se corresponden con la naturaleza fascista del régimen.

Debemos aprovechar en este momento el carácter vinculante de las asambleas de ciudadanos como establece la Constitución en su artículo 70, como garantía de la democracia participativa y protagónica, y que fue producto de las luchas y demandas, por los desvaríos de la democracia, antes de la llegada de Chávez al poder, quien traicionó los mismos planteamientos que lo hicieron Presidente. Es momento de apegarnos a lo que establece nuestra Carta Magna en relación con las asambleas y tener una actuación que permita que esta vez sí se haga ejercicio de una democracia real que eleve los niveles de participación y toma de decisiones y además permita fraguar la organización necesaria para lograr el desalojo de las mafias.

Lo más importante para garantizar el ejercicio de las asambleas es en primera instancia conformar un comité promotor, que convoque las asambleas y se encargue de darle continuidad y seguimiento a las tareas acordadas. Desarrollar métodos que permitan crear una cultura en la forma en la cual deben ser realizadas las mismas, como la elección democrática de las mesas directivas, el director de debates y el secretario de actas que tome notas de las intervenciones y propuestas. Además, establecer tiempos de intervenciones y tolerancia que permitan un respeto hacia las diferentes opiniones e ideologías, y se pueda llegar a acuerdos principalmente por consenso o en su defecto por mayoría. Dándole siempre un esquema de amplitud y organización lo más horizontal posible, y que brinde espacios de participación a todo el que quiera incorporarse, respetando la diversidad y abriendo espacio para las personas provenientes del chavismo que se acerquen a estas instancias.

Las asambleas de ciudadanos son autónomas y, aunque pueden participar los partidos políticos, no deben responder a ningún interés partidista, gubernamental, empresarial o de cualquier otra índole. Lo más importante es que de ellas deriven comisiones que permitan la división del trabajo en la localidad o sector donde se haga la asamblea. Por ejemplo, comisiones que permitan tener equipos de activismo y respuesta rápida, otros de médicos para enfrentar los embates de la represión, otros para identificar los sectores vulnerables que requieren de la ayuda humanitaria y además la organización de los comandos de operación libertad a los cuales se ha hecho un llamado.

Es decir, a través de las asambleas se puede impulsar y tener una mejor implementación de los equipos de voluntarios y la conformación de los comandos de operación libertad. No son excluyentes. Además, de forma natural se desarrollan niveles de organización que permiten estar preparados para enfrentar las actuaciones de grupos armados del régimen y crear lazos de solidaridad ante los continuos embates por la falta de luz y agua. Sin olvidar, la importancia de estimular desde el seno de las asambleas el debate sobre el programa de reconstrucción nacional, necesario no solo para atender la emergencia catastrófica sino también para sacar al país del atraso y la dependencia. Un país donde tenga cabida el desarrollo de nuestras fuerzas productivas y el desarrollo diversificado de nuestra economía, bandera esta de capital importancia para el próximo gobierno.

El desarrollo de un gran movimiento asambleario, que permita luego la coordinación entre los delegados de las asambleas en instancias superiores, permitirá crear un verdadero poder popular de base con legitimidad social, que derrote al ilegítimo poder que hoy usurpa la Presidencia.

Pero, sobre todo, el nuevo gobierno, en aras de instaurar una nueva democracia, debe propugnar la formación de miles de constructores civiles de la patria y no continuar la herencia y tradición del mito del mesías, dios y redentor, del cual Chávez solo fue la continuidad de una tradición, pero en su máxima expresión. Con responsabilidad, no debe seguirse aupando el mito mesiánico que yace sobre la conciencia popular. Mito que propaga que solo son los héroes quienes pueden construir la patria. Esto debe cambiar. La nueva dirigencia, llamada a reconstruir el país, debe sembrar una conciencia que eduque sobre la propagación de ideas en la cual el pueblo sea el gran edificador del país.

Tomado de El Pitazo

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