Con solo acercarse a las instalaciones del hospital de Charallave, se pueden notar sus paredes pintadas y restauradas. La primera impresión que da es que están invirtiendo en recuperar la infraestructura hospitalaria.

Pero todo cambia cuando entras a la sala de emergencia.

Pude percatarme, con gran dolor, de los nervios y angustia de un amigo. Noté la impaciencia de su acompañante que se esforzaba para que estuviera cómodo. Vi las expresiones en los rostros del médico y la enfermera al tener que comunicarle que no tienen un simple tensiómetro.

Vi correr a una madre con su hijo en brazos dos cuadras oscuras, sola, para llegar a una farmacia y poder comprar una inyectadora, adhesivo he incluso el medicamento que le suministrarían a su hijo en el hospital para que pudiera respirar mejor, ya que no hay nebulizador.

Sufrí a ver a una mujer llorando porque no tenía recursos para poder comprar la medicina que necesitaba su hermano que convulsiona.

Pude ver a una enfermera que sale solicitando colaboración para comprar una solución para un niño deshidratado.

Esa es la realidad que se vive a diario en el Hospital de Charallave. Estoy segura que eso pasa en todos los hospitales de Venezuela. De nada sirve restaurar una fachada o «maquillar» un hospital cuando no se tiene insumos para salvar vidas, para sanar enfermos, para vencer a la muerte.

Los del gobierno celebran la reinauguración de las instalaciones del hospital, vociferan cuanto han invertido, mientras la gente sigue padeciendo día a día los rigores de la decadencia hospitalaria.

Me viene a la cabeza cuántos centros de salud se pudieron dotar con los 3 mil millones de dólares que recientemente se robaron los que están en el gobierno, mientras el personal de salud siguen con salarios miserables, que apenas alcanza para llegar a los centros de salud. Se mantienen trabajando por vocación. Con lo que pueden, tratando de atender, aliviar dolores y salvar vidas.

No es suficiente decir que lo descrito es verdad. Es necesario reflexionar y preguntarse qué estamos haciendo ante todo esto.

Es hora de levantarse y hacer algo por cambiar está situación. Ya hay muchos diagnósticos. Ya es hora de trabajar por soluciones. Hay que organizarse para ello. Por ejemplo, constituir un Comité de Usuarios del Hospital.

No nos rendiremos, seguiremos luchando por volver a tener esa calidad de vida que merecemos.

¡RENDIRSE JAMÁS!
¡LUCHARÉ HASTA EL FINAL!

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