De las 25 peticiones contenidas en la revisión del Acta Convenio consignadas por las Organizaciones Sindicales de la Educación ante el patrono Ministerio de Educación y del Trabajo el pasado jueves 14 y lunes 18 de octubre de 2021, respectivamente, diez de ellas son conceptos pagaderos quincenal y mensualmente. El resto son beneficios anuales; dos de ellos, en forma de bonos únicos.
De la composición del ingreso total solicitado (incluyendo la alícuota mensual del bono vacacional y el aguinaldo), el sueldo base de un docente VI representa aproximadamente un 6 %, mientras que el 94% son ingresos en forma de primas y bonos; ampliándose cada vez más la brecha a favor de estos últimos conceptos, algunos de los cuales no tienen incidencia salarial y por tanto no suman para el cálculo de beneficios como el bono vacacional, de fin de año y las prestaciones sociales. Esto afianza la tendencia del abaratamiento de la mano de obra, característica intrínseca de la flexibilización laboral.
De acceder el patrono al 100% de los conceptos económicos exigidos, un docente VI percibiría un ingreso de 1.230,90 bs o 297,319 dólares mensuales al cambio oficial del 18 de octubre. Lo que quiere decir que se acercaría hipotéticamente a los 312 dólares del costo de la cesta alimentaria del CENDAS-FVM del mes de septiembre.
Sin embargo, sabemos que la práctica sindical ha sido solicitar montos porcentuales o nominales muy altos para terminar negociando muy por debajo de lo pedido inicialmente. Lamentablemente esta ha sido la historia y sin ninguna estrategia de presión con las bases docentes, nada avizora que será diferente.
Ahora bien, la estrategia sindical no puede seguir siendo un regateo que al final termina frustrando al trabajador. Hay que poner sobre la mesa la discusión del valor que tiene la educación como un servicio clave que el estado debe prestar. La recuperación del sistema escolar y la seguridad social implica tener salarios suficientes que sean decentes, porque para salvar a la escuela, a la educación, hay que dignificar y reivindicar al conductor del hecho educativo como lo es el maestro.
Existe un divorcio entre el discurso oficial y las vivencias de los docentes expresadas en sus precarias condiciones de vida, cuyo salario en lo estricto económico, está abolido. Una dirigencia sindical que desee ponerse en sintonía con la vida real del educador está en la obligación de colocar este debate en la mesa de negociación, pero también ante la opinión pública y la sociedad.
No puede ser que la elevación de los ingresos de los docentes siga dependiendo de un boom de precios petroleros, del extractivismo minero, de unos bonos sin incidencia salarial o de unas negociaciones inciertas. Si se quiere dignificar la educación, hay que dignificar el sueldo del maestro y del docente universitario.
Nosotros seguiremos haciendo el llamado a la dirigencia sindical para que realicen las consultas a las bases docentes, pues no han sido ungidos ni se les ha dado un cheque en blanco para decidir a espaldas de los trabajadores. Esa separación dirigencia-base es contraria al sindicalismo participativo, democrático y clasista. Se está dejando desarmada a la base de los trabajadores al privársele del protagonismo al cual tiene derecho.
Es urgente recuperar el deseo de luchar por las reales reivindicaciones e intereses de los educadores frente a un patrono que viene aplastando los derechos laborales sin resistencia alguna. Es necesario evaluar el papel de las negociaciones del acta convenio en estas circunstancias. Si esta instancia no tiene capacidad para enfrentar esta ofensiva, sino se hacen acciones de presión para frenar la imposición unilateral y despótica de condiciones leoninas y de exterminio al sector docente, entonces poco o nada van a significar estas negociaciones.
Es inconcebible el discurso de la dirigencia que negocia con el patrón que celebra como un éxito que se haya pasado de 4 a 60 dólares en el último ajuste de sueldos, cuando sabemos que la hiperinflación se está comiendo ese pingûe aumento; cuando se sabe que el poder adquisitivo de los trabajadores venezolanos en general, y los de la educación en particular, está practicamente en el piso. Asombra oír de esta dirigencia que no importa si los ingresos son en bonos porque lo que el trabajador necesita son ingresos, sin tomar en cuenta que el trabajador público, y el docente lo es, tiene una vida finita laboralmente hablando y que cuando se jubile, dejará de percibir dichos bonos, que como hemos dicho, no tienen incidencia salarial, es decir, no serán considerados para el cálculo de las pestaciones sociales. La política de bonificación del salario va en contra de los intereses del trabajador, reivindicarla significa que hay una postración ante el patrono.
Un aspecto importante a poner en la mesa de negociación sindical es el pago de la deuda externa. El ejecutivo ha reivindicado siempre que la paga puntualmente. Es decir, que la prioridad es cumplir con los acreedores y no con los trabajadores. Hay que plantear que no se siga pagando la deuda externa, pues ese dinero puede ser utilizado para la inversión productiva que contribuirá a combatir la inflación, lo cual redundará en la mejora del poder adquitivo de los trabajadores.
En consecuencia, nuestro llamado es a las bases docentes para que retomen su protagonismo participativo y de manera democrática, amplia y unitaria realicen asambleas en las comunidades y centros educativos para debatir las condiciones laborales, pedagógicas y de bioseguridad en las que debe realizarse nuevamente el acto educativo. Dichas asambleas están avaladas constitucionalmente y sus decisiones tienen carácter vinculante de obligatorio cumplimiento para las autoridades.
En materia de exigencia salarial decimos que un ingreso es digno, decente y suficiente, si está en sintonía con la vida real del trabajador y su familia, si está en correspondencia con el artículo 91 de la Constitución.
La vida real en la Venezuela de hoy dice que para adquirir la Canasta Alimentaria se requieren 312 dólares mensuales. Luego hay que sumar las medicinas, los servicios y la recreación. Por tanto, un sueldo base mínimo real que dignifique al docente debe estar por el orden de los 500 dólares mensuales. A partir de este mínimo, se debe ajustar hacia arriba el tabulador según el escalafón del magisterio.
¡A luchar por un salario base de 500 dólares!
¡Salvemos la carrera docente!
¡Unidad, organización y lucha!