La desolación electoral que le propinó Venezuela a la farsa parlamentaria de Maduro el 6D, no tiene parangón. No se trató de abstención porque la abstención solo sucede en eventos electorales. Se trató de una muestra de rechazo profundo y masivo a la intención de barnizar de democracia una dictadura que ha demostrado ferocidad y crueldad en todo sentido contra el pueblo venezolano. Incluso sus partidarios han abandonado al dictador, al menos en las bases populares. Pero la vocación democrática de la mayoría popular, no mermó. Lo demuestra la participación de cerca de 7 millones de venezolanos en la Consulta Popular del 12 de diciembre, aprobando abrumadoramente el mandato de salir de la dictadura de Maduro y forjar un camino de democracia y libertad.
En Bandera Roja nunca dudamos de la entereza y voluntad del pueblo en realizar las gestas necesarias para alcanzar la liberación nacional. Son ya incontables las muestras de valentía de los venezolanos como para dudar de su disposición inquebrantable a salir de la dictadura a como dé lugar. La gesta de silencio del 6D se acompañó con el grito estridente de participación del 12D. Dos actos de una misma lucha. El pueblo venezolano nuevamente habló.
Fueron muchas las imitaciones que sorteó la gente para participar, desde la hegemonía casi absoluta de medios de comunicación en manos de la dictadura, hasta las propias de la oposición que bajo la sombra del sectarismo de algunos partidos hegemonicistas, sumados a las voces agoreras del fracaso permanente, colmaron de desaliento a buena parte del activismo opositor. Pese a esto, el pueblo y una amplia militancia opositora a la dictadura, construyó nuevamente una epopeya de participación, ratificando su disposición a librar cualquier lucha, en cualquier terreno, para salir de la mafia gobernante.
El 6D, Maduro fue el gran derrotado. Junto a él, su partido, sus aliados y sus tarifados. El mensaje fue claro para todos. La ausencia fue una rebelión ciudadana de gran magnitud. Pacífica pero contundente. Tiene que ser tomada en cuenta con seriedad por la dictadura y sus opositores, pero también por los militares de la República. En ambas fechas el gran protagonista de la jornada fue el ciudadano. Entendió que debía actuar no basado en la diatriba estéril sino en la lucha por la democracia, el cese del sufrimiento del pueblo y la apertura de caminos para la reconstrucción nacional. El mandato se ha ratificado incesantemente y los episodios recientes lo reafirman.
Urge la definición clara de varios asuntos que derivan del 12D como mandato: primero, que la estrategia opositora debe ser una y solo una; que las mayorías quieren participar en la definición del destino de la República; que la Unidad no puede ser un chantaje para fraguar una especie de convivencia o transición acordada; y que en todas las batallas que ha librado el pueblo venezolano, la ruta de la rebelión, expresada en distintas formas, ha sido una constante. Por tanto, urge la constitución de una dirección política unitaria con claridad sobre el carácter de esta estrategia, que Venezuela ha reafirmado una y otra vez: la rebelión popular en su sentido más definitivo, que es el camino para conquistar la democracia y la libertad.
Definido estos asuntos fundamentales, la táctica después del 12D no puede ser otra que la de una política unitaria basada en la pelea de la gente por sus derechos: los trabajadores por el rescate del salario, los universitarios y el magisterio en la defensa de la educación pública, el sector salud en su gratuidad y calidad, los estudiantes por el derecho al estudio y las condiciones para materializar la actividad pedagógica, los indígenas por su derecho a vivir y a trabajar sus tierras, tantas otras que a diario son nuestras batallas.
Todas las luchas sociales deben combinarse con la defensa de las libertades democráticas y la libertad de los presos políticos, al tiempo que se articulan las distintas formas de lucha y organización hasta crear las mejores condiciones para una imparable y victoriosa rebelión. Es imprescindible para esto una sólida unidad, basada en los principios democráticos en medio de la diversidad, desterrando todo sectarismo enquistado. Debe desaparecer la idea de que la lucha tiene otra dirección distinta a la trazada colectivamente, o que será luego entregada tras bastidores en una negociación oscura. Debe haber convencimiento de los dirigentes, probidad y firmeza en la ruta trazada, porque la dictadura no caerá sola aunque sea esta la percepción que brindan algunos dirigentes y partidos. El mandato del 12D en esto es suficientemente claro.
El siguiente paso descansa en la firmeza de nuestros diputados el próximo 5 de enero de 2021 con la inevitable ratificación de vigencia, legalidad y legitimidad de nuestra Asamblea Nacional y su presidente, encargado de la Presidencia de la República, Juan Guaidó, quien tendrá bajo su responsabilidad afianzar el camino trazado por la ciudadanía este diciembre que termina. Deberán asumir su papel de legisladores junto al papel de la dirigencia política y popular para construir el camino a la rebelión y materializar el mandato dado, junto a todos los apoyos externos que se puedan concitar en respeto a la soberanía y la autodeterminación.
No hay camino de victoria en la división ni en la espera de soluciones externas. El asunto será dirimido sin duda por los propios venezolanos y estos dos episodios de participación lo demuestran. Nada debe obstar para definir una política en correspondencia con los tiempos. Organizar la rebelión debe ser el siguiente paso. Dotarlo de una dirección unitaria y trazar la ruta de una victoria que dé cauce a la reconstrucción nacional. Bandera Roja entregará, como siempre, sus mejores esfuerzos por alcanzar la victoria.
¡Abajo la Dictadura!
Unidad y Rebelión
Comité Político Nacional
Bandera Roja (R)