Al terminar este año 2016 debemos concluir que en muchísimos aspectos ha sido EL PEOR en mucho tiempo para las esperanzas populares. El balance de 2016 es que el hambre, la miseria, la insalubridad, el desempleo y la inseguridad se han adueñado de todos los rincones de Venezuela. La desesperanza y el desaliento ante tal descalabro se han anidado en el corazón de millones de venezolanos honestos y de buena voluntad, y muchos jóvenes trabajadores y profesionales ya no apuestan por un futuro en nuestro suelo. Estamos frente a un Gobierno desalmado y cruel que ha llevado el país a la ruina. Frente a un régimen cada vez más dictatorial y que no tiene vergüenza en restringir de la manera más burda los derechos democráticos y las libertades públicas, en especial el derecho de elegir y revocar a los mandatarios, mientras las mafias “institucionales” se disputan el botín en que han convertido el erario nacional.

Transcurrido más de un año del arrollador triunfo opositor en los comicios legislativos, otra verdad también salta de bulto: los desaciertos, la ausencia de aliento histórico y estrategias claras, y las peleas intestinas dentro de la alianza opositora —además de la clara falta de un espíritu de entrega a las lucha del pueblo— han impedido que los sectores populares obtengan victorias frente a la ignominia que gobierna al país. En la dirigencia opositora pareciera no privar un verdadero compromiso de construir una alternativa, no solamente electoral, sino también programática, de gran contenido social y de transformación a fondo de la estructura económica ya colapsada. Una propuesta que ciertamente llene de esperanza el vacío y la desolación a que han conducido estas casi dos décadas de engaño, estafa y demagogia.

El balance económico este año da cuenta de a qué intereses ha respondido la política económica del Ejecutivo. Al tiempo en que se registra una escalada de precios de más de 1.000% en alimentos fundamentalmente, se perdió de vista la devaluación de la moneda nacional y hasta el billete de 100 se ha convertido en una vergüenza tras un show para su retención. Mientras, se registra la caída en el Producto Interno Bruto (PIB) de 12% en 2016 y de 18% acumulado en los últimos 3 años de gestión de Gobierno chavista. Esto es, destrucción del aparato productivo nacional. Al mismo tiempo, los incrementos desorbitantes en las ganancias del sector importador y de los empresarios que acceden al dólar preferencial del Gobierno para la importación, es acompañada por el incremento en las ganancias del sector bancario que en el último año (Nov 2015 – Nov 2016) obtuvo una ganancia extraordinaria de Bs 96.775.731, es decir, un incremento de 178,74% respecto al mismo mes del año 2015.

El Gobierno ha profundizado un sistema de controles que nada tiene que ver con Socialismo propiamente, y que en un sentido multipropósito, busca de fondo (lo demuestran las cifras) engordar las ganancias de la oligarquía financiera e importadora, acompañado por una entrega casi absoluta de las riquezas nacionales a las principales transnacionales en diversos rubros. Así, hemos visto cómo en 2016 Venezuela ha sido subastada por los minerales preciosos que abundan en nuestro territorio a través de contratos exclusivos en el llamado Arco Minero, favoreciendo a China, EEUU, Canadá, Rusia y hasta el Congo, mientras se acompaña esta política de entrega de la soberanía nacional comprometiendo parte del activo de Pdvsa con el imperialismo ruso a cambio del pago de la deuda externa contraída con esos mismos imperialismos, pero principalmente con China. Una política económica que si se le quita el discurso de estafa del «socialismo», por sus resultados veréis a quiénes responden objetivamente.

Mientras, muchísimos han sido los problemas y las dificultades, pero durante todo este año el pueblo oprimido y explotado ha estado dando una batalla por la supervivencia alimentaria, por una vida digna, por salarios decentes, por empleo, por una educación de calidad y por servicios adecuados. Los maestros, los universitarios, los trabajadores de las industrias básicas, la juventud obrera y estudiantil han desplegado acciones por reivindicaciones inmediatas frente al paquete incuestionablemente neoliberal que el Gobierno de Maduro ha implementado. La gente ha utilizado diversas formas de lucha en su afán de torcer el brazo a este Gobierno hambreador y antipopular, y a un estamento “empresarial” voraz asociado al poder que aprovecha también para dar rienda suelta a la especulación.

Pero el pueblo rebelde no ha contado con una dirección unificada y muchas de sus luchas y esfuerzos se han perdido en acciones sin organización ni coherencia, sin la solidaridad entre los distintos gremios, sindicatos y asociaciones. Esta advertencia la formulamos hace un año, cuando dijimos que las “luchas sociales deben ser encauzadas en una gran plataforma unitaria y (…) contribuir en el impulso de un Programa de Reconstrucción Nacional que requerirá la edificación de una Nueva Unidad Nacional y de un mayor protagonismo social en la definición de los derroteros del pueblo y de la nación, como soporte y base que dé sostenibilidad a los cambios”, (BR, diciembre 2015). Hoy más que nunca surge la urgencia de crear esos espacios para la solidaridad y la coordinación de luchas: intergremiales, unidad para la acción, pliegos conflictivos, etcétera.

Frente a la amenaza de un estallido social sin orientación política y sin claridad en los objetivos a perseguir —como ya viene sucediendo en muchas ciudades, por la desesperación y angustia de no hallar respuesta ni en el Gobierno ni en la oposición—, desde Bandera Roja venimos proponiendo la necesidad de construir un movimiento asambleístico que dote a la población de instrumentos organizativos para impulsar una política por un cambio urgente, que combine la conquista de sus reivindicaciones inmediatas con la presión popular por el cambio en la conducción del país, y que a la vez esas asambleas sean espacios para la educación política, para la comprensión de las raíces de esta profunda crisis y para la asunción por los ciudadanos de un rol protagónico en estos tiempos cruciales.

La esperanza inmediata en Venezuela es democracia y revolución industrial, es una nueva democracia, no de mayorías sino de inclusión y respeto a la disensión y a las minorías. Una democracia que nazca de la participación popular en asambleas, complementada con la representación del pueblo en las decisiones de importancia nacional. De respeto a la autonomía de las organizaciones ciudadanas, sociales y sindicales. Es la búsqueda del desarrollo productivo con protección de nuestra industria y agroindustria para alcanzar el autoabastecimiento alimentario con nuestro campo y no a través de los puertos, lo que requerirá dirigir la riqueza petrolera hacia el desarrollo productivo y no al negocio de la riqueza fácil, requisito insoslayable para ser verdaderamente soberanos e independientes. Es la edificación de un nuevo Estado, eficiente, honesto y con una nueva ética de servicio, con una justicia que castigue al delincuente y premie la honestidad.

Urge en definitiva un nuevo orden en la sociedad venezolana, radicalmente distinto al actual. Quienes militamos en @Bandera_Roja estaremos, como siempre, en la calle y junto al pueblo, labrando un camino de Unidad y de Lucha, que promueva el cambio urgente y la construcción de un nuevo poder político, democrático y popular, que construya la verdadera paz: la paz de la dignidad, el bienestar y la democracia de la gente.

 

Desechemos las ilusiones y preparémonos para la lucha
Enfrentar la dictadura con la #RebeliónDemocrática
#PresiónPopular por el rescate del derecho al voto

 

Por la Dirección Nacional de Bandera Roja
GABRIEL PUERTA / Secretario General
CARLOS HERMOSO / Secretario General adjunto
30 de diciembre de 2016

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.