A cuatro años de los sucesos donde perdieron la vida 23 revolucionarios, aun persisten al lado de algunas interrogantes, consideraciones distintas sobre los hechos acaecidos y sobre sus causas y consecuencias.
Por ser acontecimientos recientes, es difícil, que la practica termine de brindar la demostración fehaciente de la razón histórica de esa contienda: mientras, cada parte la reclama para si, unos en la idea de que perdura la versión oficial, y ortos en la esperanza de que algún día se impondrá la verdad.
Cuando fue roto el silencio
A las cinco y media da la mañana es la hora de la “diana” en la guerrilla. A partir de esa vos se dispone de cinco minutos para levantarse, recoger carpa y hamaca y ordenar el morral. En aquel amanecer del lunes cuatro de octubre de 1982 esa rutina solo debió ser distinta para algunos pocos: para los que estaban preocupados por una serie de elementos que dejaban la sensación de la inminencia de un ataque enemigo. Se había cruzado palabras, a veces no en el mejor de los tonos, acerca de esta posibilidad. La misma noche anterior se habían presentado algunos hechos extraños que venían agregarse a otros sucedidos en la misma zona. No obstante manifestaciones y las divergencias que sobre su valorización se presentaban en la Comandancia del Frente Américo Silva, se dejo la discusión para más tarde. La patrulla de reconocimiento, que circunda al campamento en función de detectar la presencia enemiga, salió después de la “diana”, como es costumbre. Se encendió fuego para preparar el café. Todo –o casi todos- los dirigentes del frente estaban alrededor del fogón junto a varios combatientes.
Cuando uno de los miembros de la Comandancia –uno de los dos que se mantenía inquieto por la situación – llamaba la atención por la concentración alrededor del fogón que, violaba las normas establecidas, se sintió el ruido de los aviones. Venían en dirección de la población de Cantaura y ataque. Primero fue un disparo y la orden imperativa del Comandante Roberto Rincón Cabrera: ¡Apaguen la candela! Y Enrique Márquez Velásquez, el Segundo Comandante, más conocido como Florencio, gritando: ¡A las posiciones! Después, inmediatamente después, los dos “Camberras” lanzan sus bombas mientras los dos “Broncos” ametrallan. Dan tres pasadas de fuego. El primer disparo pega muy carca del fogón, evidentemente orientado por la candela o pro el humo. Los cinco cohetes y el fuego de metralla caen sobre los diversos sectores del campamento. Seis guerrilleros son heridos. No hubo muertos. Mas por la casualidad y por la cobertura que busca el personal que por la intención de los atacantes.
Las bombas, que con su estruendo habían roto el amplio silencio en ese pedazo de llano oriental desmienten también la divulgada versión del General Vicente Narváez Churion, Ministro de la Defensa para ese entonces y hoy fugitivo de la justicia militar que lo juzga por peculado, quien afirmaba que las bombas no se habían apuntado al campamento sino a sus contornos, y que la prueba era que ellas no habían causado daños alguno: que el ataque da la aviación tenia un propósito disuasivo y destructivo. Pero no tan solo lo desmienten las bombas presentes en esa acción militar que la caracterizan como una “masacre” tal como fue denominada desde un primer momento por todas las fuerzas populares y progresista.
Para avalar esa afirmación oficial, habría que pensar que se hizo presente la mala puntería del equipo atacante, que apuntado para no dar en el campamento termino por colocar sus bombas justamente dentro de el. Pero esto no es fácil concebirlo por la cantidad de puntos de referencia que servían para ubicar con precisión este campamento, que estaba situado a unos diez minutos a pie de la carretera nacional que comunica a cantaura con el tigre, que estaba al frente de donde esta carretera se entronca con la que va a Campo Mata, sitio conocido como el Crucero da Mata, que estaba demarcado por carreteras y por picas de penetración, y que, por si esto fuera poco, podía ser precisada fácilmente desde el aire por la candela y el humo que a esa hora provoca la cocina guerrillera alimentada a leña.
La sorpresa del ataque aéreo y los seis heridos generaron una desorganización de las fuerzas guerrilleras. Se buscaban sitios para protegerse, y esto había que lograrlo basándose únicamente en los accidentes del terreno y en la cobertura que daban los arboles, y un tanto ralos.
En esas condiciones, y sin una valoración más detallada de lo que se proponía el enemigo, se inicia la retirada. La conjetura elemental es que se trataba de una operación de cerco en gran escala y que por lo tanto había que actuar con premura para tratar de romperlo, toda vez que el terreno no era nada favorable. Era una de fácil penetración, con muchas picas y carreteras internas, con una vegetación que no favorecía el desplazamiento encubierto. Y con una topografía desventajosa para la defensa del campamento.
Se lograron organizar dos columnas con todo el personal. Esto sobre la basa más de las posiciones en las cuales fueron concentrándose que de una planificación previa. Estas columnas. Por confusión en la comunicación de las órdenes y por el mismo apresuramiento con que se emprende la retirada, parten en direcciones distintas, quedando definitivamente separadas.
Una de las columnas dirige su marcha hacia la zona de la carretera nacional. Al trente de ella van la mayoría de los miembros de la Comandancia. Rápidamente entran en contacto con el enemigo que los somete a nutrido fuego. El estruendo y la dirección de los disparos sirvieron para indicar a los de la otra columna que tendrían que actuar independientemente. A partir de allí los combates irían a sucederse en dos direcciones contrarias.
Durante todo el resto del día se producen diversos choques entre la guerrilla y las fuerzas gubernamentales. Inclusive al otro día aun ocurren otros enfrentamientos.
De la columna que se dirige a la carretera, comandada por Roberto Rincón Cabrera, Enrique Márquez Velásquez y Emperatriz Guzmán Cordero, y Fanny Alfonzo Salazar, que eran miembros del Comité Político de Bandera Roja correspondiente al frente guerrillero, no queda ningún sobreviviente. Pero reconstruir lo sucedido en ese lado ha habido que apelar a las deducciones que pueden hacerse en base al conjunto de hechos presentes, así como a las informaciones oficiales y a las que de manera directa y no oficial se han podido obtener del personal militar participante en esa zona de la operación. De allí se desprende que esta columna intento romper el cerco por la zona donde esta era mas fuerte, por donde estaban apostados el mayor numero de las fuerzas gubernamentales. Se desprende también que los guerrilleros organizaron en medio del combate varios contraataques tratando de abrir una brecha que les permitiera salir del cerco. En estos intentos cayeron varios guerrilleros: unos heridos y otros muertos. Entre los heridos los había de distinta gravedad. Tuve la información de que varios de estos heridos fueron rematados. Pero por sobre la información hablan los cadáveres: once de ellos con tiros en la nuca. Esos tiros desmienten irrefutablemente la versión oficial que sustenta que todos los que murieron lo hicieron con un fusil en la mano, que murieron combatiendo. La verdad es que muchos murieron fuera del combate, cuando ya no estaban en condiciones para sostener el combate. Esta es la dura verdad.
Conocemos de buena fuente que Enrique Márquez Velásquez estando herido logro disparar contra el inspector de la Disip Antonio José Lira García que junto con grupo de funcionarios trataban de darle cacería, acto seguido, fue alcanzado por los disparos y al ser herido perdió el arma. Muy carca de el –dice la misma fuente- cayo María Luisa Arranz, con una herida no mortal, y al igual que Enrique fue rematada. María Luisa había perdido su fusil cuando el bombardeo y estaba vestida de civil, como esta igualmente vestido casi la mitad de los guerrilleros muertos. Aunque el General Murga Cabrices dijera lo contrario.
En Cantaura privo la intención de masacrar, de exterminar. Fue el clásico terrorismo de Estado. El mismo que se hizo presente en Turén cuando la dictadura de Pérez Jiménez, y el mimo que nuevamente se hizo presente en Yumare durante la actual presidencia de Jaime Lusinchi.
Una masacre
Lo ocurrido en Cantaura fue una masacre. Así lo atestiguan la superioridad de medios de combate puestos en juego por las fuerzas gubernamentales con el claro propósito de lograr el exterminio da la guerrilla. Las cosas fueron meticulosamente preparadas y las órdenes muy ciaras. Es más Luciano Valero. En funciones de Ministro de Relaciones Interiores. Había dicho poco antes de estos sucesos que todas las fuerzas militares y policiales se emplearían a fondo para lograr el exterminio de la guerrilla. El que después de los acontecimientos el dijera. Al igual que Herrera Campins y que todos los otros funcionarios que declararon al respecto, que sentían la muerte de jóvenes que bien podían ser útiles a la patria, no es mas que hipocresía, acompañada, clara esta, de una fuerte dosis de terrorismo macabro. No otra cosa dice la repetición orquestada de que esa seria la suerte de quienes osaran enfrentarse a la sacrosanta democracia del capitalismo dependiendo. No otra cosa dice la reiteración de que esta derrota da las fuerzas revolucionarias era una reivindicación mas da la lógica que establece que la guerrilla que fue derrotada ayer, que fue derrotada hoy, será derrotada siempre. Precisamente, reivindicar esta lógica y el poderío y disposición da las fuerzas armadas y policiales, tiene un gran sentido político, que no es otro que el de negar cualquier posibilidad de triunfo revolucionario, cualesquiera que sean las circunstancias: de aparentar una fortaleza que hace invulnerable al estado y que demuestra a las clases en el poder que la actual forma de gobierno es lo suficiente confiable y eficaz como para contrarrestar cualquier intento de las fuerzas populares por liberarse de su dominación.
No se discute el hecho de que el enfrentamiento ocurrido lo fue entre fuerzas guerrilleras revolucionarias y fuerzas gubernamentales. No nos contamos entre quienes por diversas razones, justificables o no, han dicho otra cosa. Conocemos de las intimidades de estos procesos y sabemos de la inevitabilidad de las muertes en combate, por tanto, la caracterización de masacre la ubicamos en los elementos señalados, que se podrán ver mas claramente en el desarrollo que sigue de estos acontecimientos, donde es posible contraponer disposiciones diferentes. Dos orientaciones diametralmente opuestas.
Con la masacre de Cantaura se trataba de demostrar la invulnerabilidad del Estado burgués, y de negar las posibilidades de triunfo de las fuerzas revolucionarias. Por eso se intento una operación exterminio que no podo ser cumplida a cabalidad a pesar da la enorme superioridad bélica del ejercito oficial.
Rompiendo el cerco
La otra columna guerrillera, la que trata de romper por zona distinta a la carretera, tiene mejor suerte. La mayoría de setos guerrilleros logra romper las líneas enemigas. Evidenciando así que ese era el lado más débil del cerco. Unos diez enfrentamientos se dan entre la columna y las fuerzas enemigas. Muy cerca del campamento se da el primer encuentro cuando trataron de pasar lo que era el primer anillo de un cerco dispuesto en forma de media luna y conformado por una serie de puntos fuertes que operaban a manera de emboscadas. Allí al tratar de pasar una alambrada iría a caer Antonio Eche garreta, que fue uno de los primeros heridos por los explosivos lanzados por la aviación. Pero ya los cuatro guerrilleros que iban en la vanguardia de esta columna habían superado el primer anillo el cerco. Muy cerca de allí se intenta nuevamente romper para abrir paso al resto da la columna. En este intento caen tres guerrilleros. El resto logra pasar la línea enemiga. Salvo dos combatientes que quedan en situación comprometida y no les queda otra alternativa que ocultarse, permaneciendo dentro del cerco unos dos días y el otro tres. Posteriormente uno de ellos testimonia que vio cuando la tropa llego donde estaban los tres guerrilleros caídos y le dispararon una ráfaga a uno de ellos. El otro dice que oyó cuando capturaron a Mauricio Tejada, nacido en Colombia, que oyó cuando le decían que era colombiano. Después dos tiros. ¡y a la lista de muertos!
Esta columna que se fracciono en su primer intento por salir del cerco. Iría a dividirse nuevamente en otros combates que hubo de librar. Inclusive hubo quien quedo solo, y solo tuvo que enfrentase a la tropa y solo tuvo que salir del cerco y buscar los puntos de reencuentro.
Al amanecer del martes uno de los grupos de esta columna chocó con una unidad del ejército que conformaba una de los anillos del cerco mas alejados del campamento. Allí capturan a cuatro soldados y matan al Capitán Jesús Ávila Paolini que comandaba el grupo y que se resistió e intento desarmar a uno de los guerrilleros que –como dijeran voceros oficiales- iba armado solo con un revolver viejo. Además iba herido, los soldados fueron desarmados. Al ver otro grupo de efectivos que venían en su auxilio fue puesto en fuga. A los prisioneros se les retuvo hasta tanto los guerrilleros lograban alejarse del lugar. Después fueron puestos en libertad. Una actitud sin duda contrastante: con toda la inferioridad en ese combate, la guerrilla logra apuntar a cuatro soldados y los libera sanos y salvos, mientras que las fuerzas gubernamentales no tomaron ni un prisionero, ni siquiera heridos, pese a la superioridad y al entrenamiento que prepara para capturar enemigos en el desarrollo de los combates. Mas claras no pueden ser las cosas. Lo que priva es la decisión de exterminar, de masacrar, de dar una lección atemorizante, de desestimular, de acobardar. Una practica terrorista. El llamado “terrorismo de Estado”. El mismo que se hizo presente en la masacre de Turen cuando el gobierno dictatorial de Marco Pérez Jiménez. O en la reciente masacre de Yumare. La masacre adeca. Crimen horrendo.
El de los muertos
Las madres piden a sus muertos, enterrados en fosa común. Apresuradamente. Con el deseo de esconder las perforaciones delatoras o el tipo de vestimenta de su último combate. Hubo que presionar. Un fuerte movimiento de opinión que rechazaba los procedimientos gubernamentales. Exigía explicaciones. Solicitaba entrega de los cadáveres. El gobierno cede. La evidencia de los tiros de gracia motivo una extensión de la protesta, desde diferentes posiciones, con diferentes criterios y argumentaciones, se condeno esta monstruosidad. Este inolvidable crimen.
En nada quedaron las investigaciones institucionales. Saludos a la bandera propicios para dar largas a los reclamos. Para buscar el olvido. Para decir que se va a averiguar lo que ya se conoce. Para calmar tempestades y conjurar peligros. El congreso. La fiscalía. Los tribunales militares que asumieron el saso, ¿Qué averiguaron? ¿Qué determinaron? Lo que haya sido, no importa. Nadie es tan imbécil como para creer que el sistema se va a condenar a si mismo, que una de sus instituciones lo va a penalizar. Y así tendría que ser, porque al lado de las responsabilidades individuales el sistema como tal se unió en su defensa. Acción Democrática se solidarizo con COPEI que era partido de gobierno. Los altos mandos militares como un todo apoyan! ¡Apoyan Fedecamaras! ¡Apoyan todas las altas jerarquías de esta sociedad! Algunos solo critican los excesos mas no la esencia de una conducta, la razón de los procedimientos.
La captura –durante la retirada- de cuatro soldados por parte da la guerrilla y la posterior liberación –sanos y salvos, de los mismos, evidencia dos actitudes diametralmente opuestas: la revolucionaria, de respeto a la vida de los prisioneros, y la reaccionaria, de ningún respeto a prisioneros ya fuera de combate.
Las fuerzas atacantes
La Disip bajo la dirección de Remberto Uzcategui y la Dim jefa turada por el General Machado Santana fueron quienes se encargaron da las tareas de inteligencia que hicieron posible la ubicación de la guerrilla. Ambos cuerpos participarían también en el operativo concreto. La Disip lo haría cubriendo con su grupo de comandos uno de los flancos del cerco. Serian estos los encargados de tomar el campamento después del ablandamiento de la aviación. Además. Actuarían en labores de apoyo en las aéreas próximas al cerco. Un helicóptero de la Disip atuvo junto a los del ejercito desde los primeros momentos de las acciones. Por su parte la Dim, al igual que todos los cuerpos policiales nacionales y regionales, asumieron tareas de apoyo.
Los funcionarios de la Disip fueron dirigidos en el teatro operativo por Arpad Bango, subdirector de ese cuerpo. Al frente del grupo de comandos estuvo su jefe, el comisario General Henry López Sisco, ampliamente conocido por las denuncias de tortura y de acciones represivas contra los revolucionarios y el movimiento popular. Posterior a Cantaura participa en la cuestionable muerte de dos haitianos que estaban negociando para entregar un avión que habían secuestrado en acción que identificaban como expresión del enfrentamiento a la dictadura que imperaba en su país. Más recientemente, este año, López Sisco participa en la escandalosa masacre de Yumare. Un crimen monstruoso preparado alevosamente para exterminar a un grupo de revolucionarios que se congregaban para efectuar una reunión. Ni siquiera se trataba de una guerrilla. Apenas tenían unas pocas y deficientes armas para la protección da la concentración.
De la base aérea de Barcelona parten los “Broncos” y “Canberras”. También algunos de los helicópteros que participan.
Los mandos de las fuerzas Armadas participantes en la operación son: General Vicente Narváez Churion, Min defensa, que junto con Remberto Uzcátegui y Luciano Valero, son los artífices del plan, que fue debidamente autorizado por Luis Herrera Campins. El General Luis Octavio Barrios, comándate general del ejército. General Arturo Machado Santana, director de la Dim, también fugitivo da la justicia militar que lo proceso por peculado. Contralmirante Miguel Clemente, jefe de inteligencia del estado mayor conjunta; General Roberto Zamudio, jefe de inteligencia del ejército General José Murga Cabrices, comándate de la Brigada de cazadores acantonada en Maturín, comando el operativo sobre el terreno; acusado posteriormente de la masacre de la Pica, que se produjo por el ametrallamiento de los presos políticos recluidos en la cárcel ubicada en esa localidad, y que deja como saldo la muerte del profesor Oswaldo Arenas y doce prisioneros heridos de bala. General José Domingo Yépez, comándate de los cazadores de Buena vita.
Del Ministro de Relaciones Interiores asumieron responsabilidades en los hechos además del Ministro, el viceministro Ángel Hernández Ocanto y el gobernador de Anzoátegui Abdel Muhamad. Cantaura fue un duro golpe para las fuerzas revolucionarias, pero una vez más se impone la lógica de sobreponerse a cada derrota: luchando, ser derrotado, y volver a luchar. Así hasta la vitoria final.
La delación
Una de las cosas sobre la que mas se especulo en los días que siguieron a la masacre fue sobre la presencia de la delación como causa. Las autoridades dejaban filtrar la especie. La prensa la divulgaba a gran despliegue. Muchos políticos la coreaban, les parecía lógica de acuerdo a la experiencia. Solo el señalamiento sobre la debilidad técnica de los guerrilleros, hacia competencia a veces en las especulaciones de toda suerte de entendidos de la guerra.
La verdad es que las causas que originaron estos hechos no son tan simples, por tanto no es fácil explicarlas en pocas líneas. Pero lo que si es claro es que estas cosas pudieron ocurrir sin delación alguna. Y aunque no se ha descartado totalmente la posibilidad de que una delación contribuyera a aportar de talles finales, lo cierto es que la ubicación de la guerrilla se da por la combinación de un exigente, costoso y sostenido trabajo de los cuerpos de seguridad del estado y la violación de normas de seguridad por parte de la guerrilla. En la base de esto ultimo esta la subestimación del enemigo, que es estimulada por las acciones exitosas da la guerrilla tanto en el plano defensivo como ofensivo. Y por la incapacidad da las fuerzas antiguerrilleras demostrada en sus continuas incursiones. Un espíritu de sobrevaloración de las fuerzas propias llevar a la guerrilla a ser un tanto liberal en el mantenimiento de la vigilancia y en la preparación de la defensa. Se cubren medidas. Se discute. Pero de pronto: ¡la confianza y el descuido!
Están presentes en estas acciones diversos errores militares del FAS. Un campamento inadecuado, tan inadecuado que el humo de la cocina se podía ver desde la carretera nacional. Con lomas cercanas que lo dominaban. Demasiado pequeño para el numero de combatientes allí concentrados. Con un plan de defensa deficiente. Además en el combate en si se cometen también varios errores. El principal es no haber podido mantener la columna unida para lanzaría a la ruptura del cerco por el lado mas débil. Una da las columnas escoge incorrectamente el punto de ruptura y la otra comete muchos desaciertos y desaprovecha oportunidades en su propósito de romper el cerco, lo cual logra pero al elevado precio de seis muertos y siete heridos. Pero la principal falla es la que se comete al permanecer en un campamento inadecuado no obstante al conjunto de indicios que se presentaron. Hasta la ultima noche se dieron tal cumulo de anormalidades que eran suficientes como para ponerse alerta y decidir el cambio de campamento.
El balance
Aunque el propósito de exterminar a la guerrilla no se cumple a cabalidad, esta sufre una significativa derrota militar que tendría una negativa repercusión política a mediano plazo. El gobierno al lado del éxito obtendría una fuerte condena que opacaba un tanto su alegría.
Los sucesos de Cantaura originan confusión y dudas acerca de la capacidad de las fuerzas revolucionarias. Los sucesivos golpes recibidos antes y después de Cantaura por el partido Bandera Roja motivarían no pocas interrogantes. El objetivo político del gobierno, que no era otro que el de frenar el ascenso que venia experimentando el movimiento popular y
revolucionario, fue logrado en lo fundamental. Debilitar las fuerzas propias, los revolucionarios tienen que invertir un esfuerzo para su recuperación, lo que da tiempo y condiciones a la burguesía para mantener su clima de conciliación social en el proceso electoral que se aproximaba, y mas allá de el.
Pero aun es temprano para un balance definitivo. No ha concluido el drama. Apenas hemos asistido a un episodio más. Y la lógica del pueblo, que es una poderosa lógica, es la lógica de sobreponerse a cada derrota: de luchar, ser derrotado, y volver a la luchar, y así hasta la victoria.
Caracas, octubre de 1986