A pesar de que no callan las teorías conspirativas, la cosa comienza a tomar un camino más racional. Al menos son muchos los factores, países e instituciones que contribuyen con la aclaración respectiva. El coronavirus supone una pandemia cuyo origen está relativamente claro. No parece el producto de mentes perversas sin límite alguno, aunque existan.
Son muchas las aristas a ser analizadas. Se trata de una experiencia que sienta un precedente mundial a ser tomado en cuenta para atender problemas de salud, a pesar de las fronteras e intereses antagónicos presentes, producto de las disputas interimperialistas y entre los bloques y naciones que los configuran. Se han ido creando protocolos a ser férreamente atendidos por todas las naciones, así como existe el respeto debido a las leyes de tránsito o de atención de padecimientos diversos. La estrategia para combatir el flagelo tiende a unificarse, a pesar de que en las primeras de cambio hubo dislates que bien caros han salido.
En otro orden, el primer elemento que resalta en los efectos de la atención de la pandemia es que China sale tremendamente favorecida. Tanto en el prestigio en la atención de los asuntos de la salud como desde el punto de vista económico. Aprovecha China, su mayor competitividad para sacar un provecho económico nunca visto en la historia de la economía. Muestra clara de lo que venimos afirmando en el sentido de que el coronavirus es detonante del desequilibrio y catalizador de procesos naturales de la economía, manifestados en la situación crítica que se vive. A eso juega la pandemia, un imponderable que no está inscrito dentro del principio de céteris páribus. Una variable para nada considerada, que se manifestó. Un elemento natural que se convierte en un poderoso acelerador, no solamente de la crisis sino de muchas de sus determinaciones y consecuencias.
Es como en la cuestión deportiva. Se supone que debe estar libre de política. Sin embargo una de las cuestiones políticas de mayor significación es esta área de la vida humana. Los países con mayor desarrollo deportivo, muestran su progreso económico y humano. De allí que se convierta en una cuestión de tanta significación política.
El coronavirus afecta también al neoliberalismo y el orden imperante
Varias cosas ha colocado la pandemia de COVID-19 en el tapete, que son propias de esa naturaleza humana capitalista concreta: la solidaridad y el egoísmo. La solidaridad que se realiza en el proceso de producción industrial, que fuerza a que en el proceso de trabajo los obreros deban colaborar para garantizar un funcionamiento efectivo en alto grado, bajo el látigo del capital. La que nace en las luchas de los trabajadores contra la patronal para conquistar salarios que le permitan mejores condiciones de reproducción. De manera antagónica, enfrentada a la solidaridad, el egoísmo que mana de la propiedad privada sobre los medios de producción, también es una poderosa fuerza material. Impele al capitalista a hacer uso de la fuerza de trabajo obrera en la forma más intensiva posible, para sacar la mayor plusvalía. Cosas de la esclavitud capitalista. De allí nace la ética y la moral propias del régimen capitalista de producción. Enfrentadas a muerte, aunque por aquello de que la ideología dominante es la ideología de las clases dominantes, prevalece el individualismo.
Muy a pesar de lo cual, atender un ataque frontal a la pandemia, supone estimular el sacrificio, la solidaridad y el sentido de responsabilidad colectivos. Supone estimular ese aspecto de la condición humana del capitalismo que nace en la fábrica. Nace entre los esclavos. Totalmente antagónica con el individualismo, propio del capitalismo, que durante décadas fue propagado como la naturaleza humana absoluta y natural. Por el contrario, si algo es propio de la naturaleza humana, en genérico, es la solidaridad. No el egoísmo, cuya base material la encontramos en la producción y realización de la plusvalía. En la explotación del hombre por el hombre. En la usura, la ganancia por el cobro de interés por prestar dinero. En la usura legalizada o no. En la estafa propia del comerciante que compra barato para vender caro. Si las condiciones del mercado le favorecen vende mucho más caro, así deba vender vacunas contra el COVID-19.
Pero para atacar la pandemia se debe hacer uso de la nobleza de la solidaridad. La idea individualista se ve rechazada.
La pandemia, también evidencia la necesidad de que sea el Estado quien centralice las políticas sociales, sobre todo en el área de la salud, es el caso que nos ocupa. La privatización de la salud representa una rémora en circunstancias como la que está sufriendo el mundo capitalista. Aquello del Estado mínimo parece contrario a la atención de esta epidemia.
Y es que el orden capitalista, destruye las fuentes de la riqueza. La naturaleza y el hombre trabajador. Pero hasta un punto. Aquel en que se pone en peligro las ganancias del dueño de los medios de producción. Por eso, así como cedió a la reducción de la jornada laboral ante el peligro de extinción de la raza de los trabajadores, ahora busca salvar a la humanidad toda frente al peligro que representa la pandemia. Actúa como capitalista total ideal.
Pero también se coloca en evidencia aquello del Estado como administrador de los negocios de la burguesía. De allí que el Banco Central Europeo, acaba de aprobar la compra de 750 mil millones de euros en deuda pública de los países del sur de la Unión. Con ello buscan, además, reducir las primas de riesgo así como impedir que mermen las ganancias de los grandes capitales. Trump, por su parte, solicita 850 mil millones de dólares principalmente para atender pérdidas de aerolíneas y la reducción del impuesto sobre la nómina. Montos que pagará la sociedad toda con el trabajo humano.
China, por su parte, es el gran ganador en medio de la recesión y la tendencia depresiva. Centraliza capitales comprando acciones baratas, que le permitirán catapultarse en la fase de expansión con capitales reconvertidos. Será más competitiva pues.
De tal manera que un plan de atención del COVID-19, ante todo, es para salvar las ganancias de las grandes corporaciones. También para garantizar demanda de la gente, de los asalariados. Matan dos de un tiro. Demanda y queda bien con las mayorías laboriosas. Menos en Venezuela, donde las migajas de rigor, carné en mano, resultan un insultante paliativo.
Dos estrategias, ¿ya unificadas?
En Latinoamérica, particularmente en Brasil, Colombia y Chile, por un lado, en Venezuela, por otro, el combate al coronavirus refleja la confrontación y las cercanías en relación a un imperialismo u otro. Incluso, refleja la atención de la pandemia desde una perspectiva u otra. Los primeros, se identifican con la ligereza de Trump a la hora de dar cuenta de la pandemia en EE. UU. Mientras, en Venezuela, Argentina y Nicaragua, las cosas expresan la orientación China. Al respecto, por la experiencia de los asiáticos, se hace más eficaz. De allí que, a la postre, serán las estadísticas las que muestren la eficacia de una u otra. De salir mejor parada la dictadura en la atención de la pandemia, tratará de sacarle el mayor provecho político y esconder la catástrofe a la que llevó al país. Es muy prematuro afirmar una cosa u otra, pero si nos atenemos a la catástrofe sanitaria nacional, de seguro serán las medidas de evasión del contagio las que permitirán que la cosa no pase a mayores. En eso debemos poner todo el esfuerzo posible. En ello deben centrarse las organizaciones de base para dar cuenta del mal, independientemente de que sabemos de las falencias e intenciones ocultas de la dictadura en su estrategia multipropósito para abordar el problema. Serán los venezolanos, los verdaderos héroes en el ataque al virus. La sociedad organizada al cumplir su papel saldrá victoriosa en el ataque a la pandemia, sin pretender sustituir la responsabilidad (o irresponsabilidad) del Estado.
En definitiva, el coronavirus se coloca como una amenaza múltiple. También como un dedo acusador de falencias del orden imperante. Pero también como acelerador de procesos objetivos. La crisis, la centralización de los capitales y agudizador de la competencia imperialista.
Pero es una tarea de todos. Vendrán tiempos en los cuales, además de afianzar la solidaridad, no por ataque a pandemia alguna, nos dispongamos a luchar de manera más frontal por un mundo mejor.