Recientemente he notado que la opinión pública nacional e internacional, al referirse a la situación venezolana, está dedicando más atención a la intervención militar extranjera y/o a la ayuda humanitaria, necesaria y anhelada por todos, que a la propia salida del dictador Nicolás Maduro. Ante esta circunstancia no puedo dejar de expresar lo que considero una obligación de quienes hemos luchado tanto tiempo por un mundo mejor y una Venezuela democrática, de progreso y bienestar.

Estamos ante un enfriamiento de la lucha de calle. Enfriamiento que no es espontáneo, ha sido dirigido, está siendo dirigido, por actores políticos que están jugando a favor de sus mezquinos intereses.

El protagonismo del pueblo, de la ciudadanía, no solo hace temblar al régimen, parece que también hace temblar a otros factores políticos. Ese miedo tiene que ver directamente con las razones genuinas por las que diferentes actores políticos apuestan para salir del dictador. Veamos.

Hay quienes luchan por avanzar hacia una superior y nueva democracia y así lograr la verdadera transformación del país. Por lo que no le temen al pueblo, a la ciudadanía, ya que representan los verdaderos intereses de las mayorías y le reconocen como protagonista. Me refiero a la gran masa de trabajadores, a los miles de liderazgos en las comunidades, barrios y urbanizaciones, en las universidades y liceos, en los campos y fábricas. Son los pobres pues, quienes siempre hemos sido mayoría y ahora nos hemos dado cuenta de que lo somos.

Pero también hay fuerzas que luchan para deponer al usurpador y tomar su lugar sin cambiar muchas cosas, solo anhelan cambios de maquillaje y vestuario. Un «quítate tú pa´poneme yo», como dice la canción. Estas fuerzas le temen al pueblo, a la ciudadanía organizada y consciente, a su poder de transformación. Cuando el pueblo eleva su conciencia va con todo y podría también detectar las «medias tintas» que pretenden estafar de nuevo sus aspiraciones.

La ruta trazada se está desviando. Está cambiando el rumbo ante la mirada impávida de millones de venezolanos que se entusiasmaron de nuevo y salieron a las calles el pasado 23 de enero. Millones de personas en todo el país encontraron, dicho y escrito en palabras sencillas, la fórmula para salir de esta pesadilla.

El 23 de enero tuvo la particularidad de que no solo se movilizó la tradicional clase media, que siempre se ha opuesto al chavismo.También se movilizaron los sectores populares. Ambos sectores sociales dieron un claro mensaje a la dictadura y al resto de los actores políticos: «Salimos a la calle de nuevo para que se vaya Nicolás». Es lo que se evidencia en la consigna «no queremos bono, no queremos CLAP, lo que queremos es que se vaya Nicolás» Esta especie de grito de combate lo vimos principalmente en los barrios del oeste de Caracas, otrora bastión del chavismo. Este pueblo no quiere más limosnas, quiere trabajo digno, bienestar social y democracia.

Este despertar, en especial el de los sectores populares, prendió las alarmas en los actores políticos, activándose los mecanismos de contención de ambos lados: el régimen con una feroz represión y los otros actores políticos con distractores que buscan «frenar» el empuje y la combatividad popular y democrática del pueblo. Buscan colocar la lucha a la medida de intereses que nada tienen que ver con lo nacional y lo popular.

Y se inicia así un giro del discurso de quienes tienen el control del «micrófono» y de las acciones políticas, cambiando el orden de los objetivos de ruta, como si eso fuese posible en este caso y obtener después el mismo resultado, que no es otro que el cese de la usurpación.

La ayuda humanitaria, tal como dijo Guaidó, va dirigida a 300 mil personas promedio, las cuales están en riesgo de muerte por hambre y enfermedades. Ésta, por lo tanto, va dirigida a ese número de compatriotas que la reclaman con desesperación. Sin embargo, la caída de Maduro (el cese de la usurpación), va dirigida a liberar y salvar a todo el país de una muerte lenta, y en muchos casos, violenta. La caída de Maduro activaría mucha más ayuda humanitaria de inmediato. Es decir, sacar a Maduro del poder contiene más garantía de que la solidaridad internacional, expresada en ayuda humanitaria, llegue a mayor cantidad de personas. Por ello insistimos: la ruta ha sido clara y por esa claridad, el pueblo pudo ser convocado y salió a las calles el 23 de enero: 1) Cese de la usurpación, 2) Gobierno de Transición y 3 ) Elecciones Libres y transparentes. Y como dice un vídeo del profesor Briceño «el Orden de los factores SÍ altera el producto».

Hay nudos críticos que desamarran otros como por arte de magia. Si te vas por otro camino, el objetivo principal (salir de la dictadura) se puede posponer por mucho tiempo, colaborando «sin querer», o queriendo en algunos casos, con el sostenimiento de la dictadura.

Todas las luchas en una sola lucha es realmente la orden que nos dicta la realidad. Podemos seguir impulsando nuestras luchas concretas y parciales por salarios, ayuda humanitaria, salud, transporte, gas, agua, educación, alimentos etc. Pero solo amarrando esas luchas a una sola lucha (cese la usurpación) superaremos esta pesadilla.

Ratifiquemos la ruta definida por el Presidente (e) Juan Guaidó, no alteremos el orden. Convoquemos al pueblo, a la ciudadanía toda a asumir su protagonismo y sacar al usurpador. Organicemos Asambleas Populares, embrión de la nueva democracia.

No permitamos que la ayuda humanitaria, justa y necesaria, se convierta en la excusa para alargar innecesariamente la caída de la dictadura. Sigamos la ruta planteada y ratificada el 23 de Enero en las calles de Venezuela y del mundo:

#CesaLaUsurpación
#GobiernoDeTransición
#EleccionesLibres

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