Se hace necesario participar en la polémica acerca del asunto del salario. Sobre todo, para responder a cuestiones muy propias del sentido común.

Difícil escribir estas letras con algo de originalidad. Es que las respuestas que dan Marx y Engels, así como la historia de la lucha de clases, no dejan lugar a dudas. Desde la perspectiva de los comunistas marxista-leninistas, claro está, y de la evidencia empírica mostrada.

Sirva como preámbulo afirmar que la respuesta de los trabajadores venezolanos en este último año, y en desarrollo, nos brinda la oportunidad de apreciar claramente, la relación antagónica capital trabajo y la propia entre un Estado al servicio de la oligarquía y quienes garantizan servicios fundamentales cómo educación y salud. De allí se desprenden las propuestas que se vierten como análisis y consignas.

Se trata de un momento un tanto ansiado por muchos camaradas para enfrentar al capitalismo, algunos ya cansados de la política contra el chavismo, al lado de los partidos burgueses. Sin embargo, esa oportunidad no ha sido lo suficientemente aprovechada para educar a los trabajadores en aquello de la distribución de la riqueza y el programa que deben enarbolar. Además, en el desarrollo de la lucha se han introducido planteamientos y consignas que nada tienen que ver con los intereses de los trabajadores, que debemos atender con la rigurosidad y métodos y estilos del caso. En buena medida hemos salido bien librados, aunque siguen quedando resquicios que nublan un tanto la perspectiva.

Ha sido una experiencia que ha permitido validar nuestra condición de vanguardia de los trabajadores. Se inicia esta pelea con las luchas de los pensionados, jubilados y activos del magisterio. Iniciativas lideradas por nuestros cuadros y militantes que marcan el inicio de lo que ya es un proceso, más que un episodio. Se ha logrado un importante nivel de unidad, que apunta a definiciones de creciente tenor programático. El partido debe saber aprovechar esta circunstancia lo más posible. Debe manifestarse en crecimiento de cuadros y militantes. Debe afianzarse aún más la influencia del partido en el movimiento. Su conducción y consignas. Afianzando, a su vez, la influencia que hemos alcanzado en el movimiento. Pero, vale reconocer que lo andado ha colocado bien en alto nuestra bandera que es la de los trabajadores.

Salario y dinero

Al menos hay dos cosas que debemos conceptuar. Es que resultan un poquito complejas de tanto que se afianza la idea de lo que se ve y se afirma sobre ello. Una es lo del salario. Que es el precio de la mercancía fuerza de trabajo. La otra es el dinero.

Así que, antes que nada, debamos ubicar que, en general, la gente parte de lo que percibe. Conceptúa a partir del fenómeno que observa. Pero resulta que la cosa no se presenta como es. Por lo que hace falta la ciencia.

El salario, así se percibe y así lo propaga la burguesía desde que se hace clase, es la remuneración justa que percibe el trabajador. Por lo que este le debe rendir gracia al empleador ya que le brinda un puesto de trabajo.

Pero resulta que el obrero apenas recibe una parte de la riqueza que agrega en el proceso de producción y de trabajo. Una parte le retribuye el dueño de los medios de producción que emplea al obrero y otra parte se la apropia, luego de realizar la plusvalía en el mercado. Le retribuye lo correspondiente al trabajo necesario. Esto es, lo que le permite al trabajador reproducirse con su familia. La otra parte, trabajo excedente, se la apropia el capitalista como plusvalía. Eso es fundamental comprenderlo.

¿Qué le da derecho al capitalista hacer eso? Ser el dueño de los medios de producción. Una cuestión jurídica fruto del orden imperante, preservada y legitimada por el aparato de Estado y su fuerza militar, policial, penal e ideológica. Aunque históricamente la propiedad privada sobre los medios es de mucho antes, juntándose con la aparición del Estado y el matrimonio monogámico.

El capitalista, con una cantidad de riqueza en forma de dinero, va al mercado y lo transmuta en capital. Compra medios. También compra fuerza de trabajo. Compra con dinero que se convierte en capital. Pero al trabajador que le vende su fuerza de trabajo le paga luego de la jornada. Esto es, arranca con un crédito que le brinda el obrero.

Como vemos, el capitalista compra dos tipos de mercancías. Compra medios de producción. Materias primas, instrumentos de trabajo, materias auxiliares, como agua, luz, entre otras. Pero también debe comprar lo que le brinda el trabajador. La fuerza de trabajo, que es una mercancía. Se distingue del resto de mercancías ya que su valor de cambio se encuentra objetivado en el que poseen los bienes y servicios que le permiten reproducirse junto a su prole.

De resto, esta mercancía está sujeta, en su precio, a los vaivenes que sufren las mercancías que forman parte de su valor de cambio. Esto es, cuando se modifica el valor de las mercancías que configuran el valor de cambio de la mercancía fuerza de trabajo, se producen variaciones en su precio hacia arriba o hacia abajo, de acuerdo al caso. O bien, porque aumenta la productividad y se hacen más baratas, o, a la inversa, cuando se incrementa su valor de cambio ya que se incrementa su costo de producción. O porque en términos relativos aumenta el tiempo de trabajo socialmente necesario, respecto de otra economía, como es el caso actual de Venezuela. Sobre todo, es el caso de los alimentos. Si se hacen más caros, eso se reflejará en el valor de cambio de la mercancía fuerza de trabajo. A la inversa, si se hacen más baratos, el salario tenderá a bajar ya que su valor de cambio se redujo.

Pero también esta mercancía está sujeta al valor del dinero. Al valor de cambio del oro y de la plata y, en general, al del dinero. Si el valor del dinero universal, sea cual fuere, con el cual se tranza la mercancía fuerza de trabajo, pierde valor, también lo hará la mercancía fuerza de trabajo. Si, por el contrario, gana valor, también se trasladará al de la fuerza de trabajo. En el primer caso se abarata, pero el obrero no gana más poder adquisitivo.  Dado que las mercancías que forman parte de su valor de cambio son más baratas, se podría pensar que el obrero con el mismo salario adquirirá más bienes. Sin embargo, la cosa no funciona así. Eso queda plasmado en el Discurso sobre el libre cambio de Marx. Lo que sucede, en realidad, es que estamos frente a una pérdida del valor de cambio de la mercancía fuerza de trabajo, por lo que tiende a caer el salario de manera correspondiente. A la inversa, se hace más cara. Por lo que el capitalista busca al menos mantener su precio. Sin los vaivenes del comportamiento del precio de la fuerza de trabajo, esto es, haciendo abstracción de la relación oferta y demanda.

Dentro de las variaciones del precio de la fuerza de trabajo, también encontramos en la inflación una determinación de su desvalorización. En condiciones de inflación la demanda de todas las mercancías tiende a incrementarse en relación con la oferta. La tendencia se inscribe en la necesidad de la gente de salir del dinero, por lo que no solamente se produce un incremento de precios por inflación, sino también por presión de demanda.

Con la inflación, en términos reales, se va a abaratar el precio de la fuerza de trabajo y el Estado va a recaudar más dinero como impuesto indirecto, sobre todo a través del IVA. La inflación, en cualquier caso, es un impuesto indirecto.

Con la inflación no se modifica el valor de cambio de la mercancía. Pero sí se modifica su precio. Es distinto al caso anterior que tiene que ver con variaciones del valor de cambio del dinero. Supongamos que el valor de cambio de una mercancía, estando anuladas las fuerzas de la oferta y la demanda, se expresa en 100 de un signo monetario, y que se distribuye de manera equitativa entre los componentes del valor, tendríamos como resultados que 100 de w = 33,33 de K + 33,3 de v + 33,3 de P. Pero en un período de un año hay una inflación de 50%. En buena parte de ese período las cosas cambiaron, al punto de que la distribución se fue modificando hasta alcanzar una nueva proporción en cada uno de los componentes del valor. Esto es, 150 de w, que es el nuevo precio = 49,95 de K (nuevo aporte a capital constante dado que aumentó en un 50% por inflación) + 33,3 de v (el salario no se ha modificado) + 66, 75 de P (la plusvalía se incrementa más del 50%). Como vemos, crece más que proporcionalmente la plusvalía. Con plena vigencia y tal como lo dijo Marx, cada vez que se deprecia el dinero aumenta el precio de las mercancías y si el salario aumenta en menor proporción, ese mayor ingreso por concepto de ventas irá directamente al bolsillo del capitalista haciendo mayor el volumen de ganancia y con ella la proporción de la ganancia con respecto al salario, o sea la cuota de explotación.

Por ende, aumenta la recaudación fiscal, ya que al haber más plusvalía la parte de impuesto sobre la renta se incrementa. De allí que el keynesianismo, si bien no evita las crisis cíclicas, logra que, con la participación del Estado se incremente la explotación obrera. Se aumenta la demanda social con el trabajo obrero, con el incremento de su explotación. De allí que inventen eso de la indexación. Mientras que la distribución de la riqueza se hace más desigual aún. Este asunto debemos tenerlo presente cuando hablemos de indexación y artículo 91.

Otro asunto es el del dinero. En torno de esta categoría también se crean ideas que parten del pensamiento vulgar de los economistas burgueses quienes, desde Ricardo, apenas hacen apología. Lo que no significa que no logren su objetivo de presentar frente a los sentidos de quién observa, sus ideas como verdades inmutables y absolutas. Tal como en este caso del dinero.

La cosa es sencilla. El dinero también es una mercancía. Por lo que cuenta con un valor de cambio tan preciso como el de las otras mercancías. Pero, una cosa es el dinero y otra su representación en papel moneda o en dinero electrónico.

Las teorías burguesas neoclásicas, definen estas cosas a lo Yogy Berra cuando afirman que: “dinero es todo aquello que funciona como dinero”. Es que apenas pueden hablar de sus funciones, pero no pueden ir a su esencia. De allí que desarrollen la teoría según la cual, es la confianza lo que determina la vigencia de un signo monetario. O su cantidad en circulación en la teoría cuantitativa.

Pero no. El dinero se nos presenta como una cosa compleja. Sobre todo, porque se convierte en el fetiche por antonomasia. Se reviste de una potencia que lo aproxima a la deidad más elevada.

Quienes parten de la teoría según la cual el patrón oro ya no existe, no pueden explicar la razón por la cual Estados Unidos, potencia por excelencia del régimen burgués, cuente con las mayores reservas de oro del mundo.

Para que el dinero se comporte como medida de valor, debe tener valor. Es absurdo cambiar un valor por otro cuando uno de los dos no lo posee. Deben tener valor ambas mercancías. El dinero termina siendo el equivalente universal.

Ahora bien, si el dólar es la medida de valor para el intercambio de estos tiempos, es porque es una buena representación de una riqueza. El papel moneda dólar expresa el valor de cambio de una cantidad determinada de oro, que se determina por el precio mundial del oro. Este es un asunto planetario. Aunque ya el dólar no es el único dinero mundial. El yuan viene ganando terreno. También la rupia. Ambos países son de los primeros demandantes de oro del mundo. Se incrementa no solamente lo que tienen en bóvedas de sus respectivos bancos centrales, sino también la que se encuentra en la sociedad, más la que se usa en la industria.

En definitiva, el oro es una mercancía. El dólar y otras divisas son mercancías. El bolívar, siendo dinero termina cambiando su poder adquisitivo hacia abajo, por lo que es sustituido por el dólar, principalmente. De allí que la inflación haya conducido a que la divisa se encarezca, así como se hacen caras el resto de las mercancías. Eso repercute en el precio de la fuerza de trabajo.

La indexación

Ahora, vayamos a eso de la indexación. Parece que gusta la palabreja. También eso de la protección. Por lo que hay quienes insisten en que deben ser asumidas por los trabajadores.

Se ha machacado tanto, que el gobierno bien puede asumirlo. Es probable que le tomen la palabra a Pascualina y Tony Boza y conviertan la tal indexación en parte de su política económica. También desde sectores de los trabajadores abonan en esa dirección.

Ya de eso está llena la historia de la economía desde finales de la segunda guerra mundial, como complemento de la política keynesiana y la máxima de crecimiento con inflación.

No es para menos. Con eso, lo convirtieron en un nuevo instrumento para mantener a raya el salario de los trabajadores.

Indexar, en economía y específicamente en la cuestión salarial, es ajustar el salario a los índices de inflación alcanzados. Eso adquiere un significado que bien puede cambiar. Pero en la jerga económica, en materia salarial, significa ajustar el salario a la caída de su capacidad de compra.

Ese asunto es de larga vida. Recordemos que con Keynes se impone la política de que, a partir de la creación de demanda por parte del Estado, se comienza una fase en el capitalismo de desequilibrios fiscales. Hoy día solamente Japón y los países nórdicos y las economías con ingresos de altas rentas petroleras, se mantiene en torno de cero la inflación. En todo el mundo se va a equilibrar el presupuesto con base en la emisión de dinero representativo más allá de la riqueza que lo sustenta. Además, la deuda pública para estos efectos de equilibrar el presupuesto es la otra palanca que permite seguir sacando riqueza de los trabajadores. Ubiquemos que la deuda pública cuenta con una tremenda capacidad de socialización. Por lo que el incremento del desequilibrio se atiende con deuda que apunta a un mayor desequilibrio a futuros ejercicios fiscales.

Luego, la inflación se convierte en el mecanismo más importante para equilibrar el presupuesto y para sacarle dinero a la gente para honrar los compromisos del Estado, con lo cual hay garantía plena de su pago a costa del sudor de la gente. Pero también crece todavía más la inflación, sobre todo si aparece la recesión y la crisis.

En condiciones de hiperinflación la cosa se hace más apremiante. Ya no solamente se trata de alcanzar el equilibrio creando el impuesto en cuestión, sino que se le quita el salario a los trabajadores públicos. El caso de Venezuela, resulta un emblema al respecto. Le permitió al chavismo centralizar recursos para honrar los compromisos de deuda externa. Pero termina afectando a los capitalistas, reduciendo su masa de plusvalía, aunque les permite la circunstancia un aumento inusitado de la tasa de explotación.

Por lo que la inflación lleva a que, automáticamente, se deban ajustar los salarios para preservar la capacidad de demanda social. Indexar se convirtió en una trampa. Tanto fue así que, en varios países europeos se haya asumido la indexación como parte de la política salarial como fue la de los Estados alemán, belga y español. Pero los trabajadores salieron de la cazabobos, y se le enfrentaron a los gobiernos para levantar la bandera de mejores salarios reales que garantizaran la adquisición de más bienes de consumo.

Con eso de la indexación se busca preservar el valor de cambio de la mercancía fuerza de trabajo en un nivel que permite la mayor explotación posible sin que se afecte sensiblemente la capacidad de demanda social. Contando para ello con la que se crea con el trabajo improductivo a través del Estado capitalista. Lo que explica que, a momentos, los empleados públicos perciban tanto, o más, que los trabajadores productivos. Circunstancia que se observa en los empleados públicos de los países de mayor desarrollo, todo, gracias a la producción y realización de plusvalía, arrancada a los obreros.

En definitiva, la indexación, que se nos presenta como algo bueno para los trabajadores, es una ficción como muchas cosas del capitalismo y la sociedad burguesa. Es una trampa que, en Venezuela contó con el emblema de la larga experiencia de los profesores universitarios. Desde que se implantó en 1982, los sueldos de los profesores fue mermando hasta convertirse en poco atractivo para la carrera docente, aunque gozó de un repunte en 2012, que para nada se aproximó a los sueldos de 1976.

A pesar de que sectores de las masas “asuman” con simpatía las propuestas de indexación, los comunistas marxistas debemos oponernos a ella. A partir del análisis científico, demostramos su naturaleza de clase, debemos educar a las masas trabajadoras. Además, esta idea difumina el aspecto central de la consigna acordada en torno del artículo 91, a lo cual se suma que las ideas introducidas no tienen que ver con los intereses de los trabajadores. Quienes saben de propaganda, de propaganda comunista, deben comprender que acompañar una consigna central con cuestiones subalternas, además de engañosas, difuminan su impacto. Más cuando se trata de políticas de la burguesía. Aunque ha permitido que se comprenda que el estudio de la economía política es una obligación de los cuadros. Al menos de las cuestiones elementales de la ciencia económica.

Luego, entendemos que este debate ha permitido que muchos compañeros comprendan la necesidad del estudio del marxismo. Sobre todo, de quienes están vinculados a las luchas de los trabajadores. Además, que las afirmaciones que se hacen, siempre deben contar con la rigurosidad del caso. De nada sirven en los debates teóricos esos giros que se le dan a las tesis marxistas que buscan afianzar ideas como las debatidas. Nada se parece en Marx a eso de indexación o protección del salario. Está claro en Marx que la lucha debe ser por la distribución de la riqueza que permita mejores condiciones de reproducción de los trabajadores. Marx fue claro en la crítica contundente a Weston, en su idea errónea de que los capitalistas colocaban a su libre arbitrio el precio de las mercancías cuando se producían los aumentos salariales. Que es la ley del valor lo que determina el precio de las mercancías. Que los componentes del valor se mueven cuantitativamente. Que ello supone la pelea por alcanzar una riqueza mayor. El capitalista por más plusvalía. El obrero por más trabajo necesario. Puja que se inscribe en la naturaleza del orden imperante, sin que para nada se ponga en peligro.

Es que las luchas de la clase obrera niegan la ley de bronce de Ricardo. Deben negarla. Algo de eso responde a los planteamientos de Weston en Salario precio y ganancia. De tal manera que debemos centrarnos en un nuevo reparto de la riqueza. Que la ganancia capitalista, la renta de la usura bancaria, la renta del suelo y los recursos que van al Estado para compras de armas, gastos suntuarios, entre otros, deben ser menores, mientras se incrementa el salario de los trabajadores productivos e improductivos. Esto es, de quienes aportan nueva riqueza en el proceso de producción y de trabajo, y de los trabajadores que ponen en funcionamiento el aparato de Estado, lo que incluye los servicios públicos todos.

En las condiciones actuales, de no darse una nueva distribución de la riqueza, de mantener la burguesía las elevadas cuotas de explotación, de mantener el Estado capitalista, en su expresión dictatorial chavista, la política de eliminación del salario de los empleados públicos, podemos avanzar hacia una situación revolucionaria. A eso deben prepararse los trabajadores y quienes buscan ser vanguardia.

No es precisamente la dirigencia sindical que fue a Nueva Esparta la que entiende de esos asuntos. Por lo que se hace apremiante una dirección política con sentido de clase que pueda orientar esta lucha hacia derroteros más avanzadas de cara a las perspectivas de elevación del conflicto social.

De otra parte, aun cuando perceptiblemente eso de proteger el salario, luce pertinente, también es una trampa. Hay quienes lo ubican como una cuestión obvia, sin percatarse de las cuestiones esenciales de la explotación.

Algunos economistas y el gobierno, ya asumen la necesidad de proteger el salario. O sea, proteger la explotación en las condiciones dadas. Otro asunto que los de este lado deben explicar. Tanto como lo de la tal indexación, a la cual le dan un giro semántico que la distancia del que posee. Es otra expresión de ese sentido común que deja a un lado cuestiones de esencia.

Hay quienes piden respuestas y soluciones a este asunto. No se percatan de que la lucha por el reparto de la riqueza es una política que nos aproxima al planteamiento estratégico de acabar con las relaciones salariales y edificar nuevas formas de relación social, basadas en la solidaridad que emerge de la propiedad social sobre los medios de producción. Mientras, eso de indexación, siendo un engaño, no educa a los trabajadores.

Si por solución se entiende a cómo se expresa está idea, la cosa es fácil: menos para los ricos, más para los pobres. Más salarios implica nueva distribución de la riqueza. Lo que supone, bajo este punto de vista, que el aumento no contribuye con la espiral inflacionaria. El salario se incrementa en términos reales, lo que supone una caída de la plusvalía.

Desde que se entroniza la inflación como política económica, los aumentos salariales son bien aprovechados para incrementar el déficit fiscal como mecanismo de apropiación de riqueza del trabajador. Son aprovechados por el capital para aumentar la explotación del trabajador y para que el Estado burgués pague menos a los empleados públicos.

Los comunistas no planteamos soluciones, planteamos la perspectiva y sobre ella actuamos en camino a la destrucción del Estado burgués.

Algunos de los que tercamente reivindican la indexación, se asumen marxistas. Vierten inteligencia y buscan adecuar su teoría al marxismo. Se apoyan en la lógica formal. No se meten en la dialéctica del salario. En la dialéctica de la esclavitud obrera y terminan por izar banderas en favor de categorías burguesas que engañan a los obreros como eso de indexación y protección del salario. Cuestiones que se derrumban cuando analizamos el salario como el pago de una mercancía en condiciones históricamente determinadas, cruzadas por la lucha de clases.

Artículo 91 y escala móvil de salarios

Ahora bien, cuando definimos centrar la lucha en torno del artículo 91, fuimos claros en que se trataba de un asunto que, por tener rango constitucional, permitía unificar la lucha de los trabajadores hasta alcanzar una meta que no suponía bajar la guardia, toda vez que las leyes de desarrollo del capitalismo niegan todos los derechos de los trabajadores. Más el del salario y como lo establece la letra del artículo en cuestión.

No es indexación en relación con la cesta básica. Repetimos, la indexación es una categoría que en economía cuenta con una connotación que no se reduce a su etimología. Eso sucede con muchas palabras. No es un asunto coloquial. En materia salarial la indexación viene con Keynes. Como lo indicamos líneas atrás. No tiene que ver con el artículo 91 que habla en relación con las necesidades cuyo desarrollo obliga no a indexar sino a incrementar el salario. De eso se percataron los obreros alemanes en la década de los 70. Sin embargo, hay quienes quieren a toda costa identificar el 91 con indexación.

Lo de la escala móvil de salario, consigna enarbolada por Bandera Roja años ha, se ajusta a lo que deben ser las demandas de los trabajadores. Escala móvil no es indexación. Escala móvil supone la lucha por cada vez más salarios en la medida que se alcanzan distribuciones de la riqueza cada vez más en favor de los trabajadores. Al menos en teoría, toda vez que el antagonismo con los capitalistas y el Estado lleva a vaivenes que, a momentos, perjudican seriamente a los trabajadores. La escala móvil, por tanto, bien puede superar el 91. Puede conducir, de alcanzarse buenas victorias, a que los trabajadores alcancen capacidad de ahorro y la adquisición de bienes suntuarios. Todo en el marco de las relaciones capitalistas imperantes. De un Estado dependiente del imperialismo.

Los trabajadores deben afianzar la perspectiva de convertirse en protagonistas del proceso político venezolano. Deben levantar su programa, que bien puede debatirse ampliamente en asambleas, sin que sea un acartonado documento, sino que se traduzca en consignas que resuman los propósitos y metas de la clase. Debemos apuntalar la idea de que, superada la dictadura, es su fuerza la garantía de que se puedan conquistar sus reivindicaciones y su espacio político en una nueva democracia. Solamente la fuerza de los trabajadores labrará un futuro en su favor. Superar la dictadura es algo imperioso. Pero ello no supone que el país vaya enrumbarse en una dirección nacional y popular. De eso debemos estar conscientes, aunque luchamos con todas nuestras fuerzas para salir de este oprobio que cada día va cavando su nicho de muerte. Además, si se dan las condiciones y la burguesía no logra dar cuenta de la crisis, si se abre un proceso donde se profundiza aún más una crisis que se sintetiza en el lema: “los de arriba no pueden y los de abajo no quieren”, la clase obrera y sus aliados bien pueden dirigir el curso de nuestra historia hacia un derrotero más ambicioso. En eso jugará el papel principal una vanguardia revolucionaria.

Es un momento histórico importante. Los trabajadores vienen asumiendo el protagonismo de la situación política. La unidad que se viene edificando es de un carácter distinto del que se configuró para derrocar al chavismo del poder. Es de carácter reivindicativo, pero guarda un gran contenido político y puede significar el derrumbe del despotismo chavista. Superada la dictadura, teniendo a los trabajadores en la palestra, el curso de nuestra historia puede resultar ser promisorio, tanto, que nos hace recordar aquello de: trabajadores al poder!!

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