El absolutismo en la “libertad de expresión” es una trampa retórica que puede conducir a la clausura casi total de tal libertad. En la sociedad capitalista, parafraseando a Marx, se tiene la absoluta libertad de trabajar en lo que se quiera mediante “la libre concurrencia”.

Pero esta supuesta libertad tiene varias limitaciones: la plaza laboral y la competencia, el salario y la disposición del capitalista a contratar a otro de no aceptar sus condiciones, so pena de morirte de hambre, entre otras.

La libertad, entonces, comienza a tener la letra chiquita de “ciertas limitaciones aplican”, que la hace simplemente ficticia.

Bajo el tipo de libertad en la sociedad que ha prefigurado Elon Musk mediante sus discursos, la libertad de expresión estará condicionada igualmente a varios asuntos, precisamente en el marco de la “libre concurrencia”.

El primero es la voluntad personal y empresarial del magnate a brindar tal “libertad”. La libertad de expresión tiene como prerequisito su disponibilidad discrecional.

El segundo, y de acuerdo con lo que el mismo empresario ha asegurado, la plena identificación de las personas en la red, cuyas opiniones (y denuncias) estarán ahora expuestas.

La tercera, la exposición total de las personas al temible algoritmo, cuyo primer uso es comercial, pero que conduce a una suerte de lobotomía social inducida, mediante la canalización y consolidación de determinadas formas de conciencia, gusto y consumo.

El proceso de alienación que se desarrolla en la sociedad contemporánea conduce a un estado de conciencia en el que el individuo, esclavizado totalmente por sus propias condiciones sociales, está absolutamente convencido de su libertad.

Su esclavitud no está condicionada solo por la fuerza, que funciona más como contención y moderación disuasiva, sino por su propia conciencia, convencida de que ésta no solo es la única forma de vivir, sino que, además, es la correcta. Por supuesto hay una amplia cantidad de instrumentos que refuerzan este pensamiento.

¿Libertad en nuestros países?

Musk ha planteado que cada individuo deberá estar plenamente identificado en Twitter, lo que conduce a que cada opinión tendrá plena identidad. Y según Musk, se busca hacer de Twitter un espacio con “menos restricciones” en las opiniones.

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Pero ahora imaginemos que todas nuestras opiniones estarán plenamente identificadas, no solo para el dueño de Twitter, que podrá hacer uso de nuestros datos para sus empresas sino, legislación local mediante, para el gobernante de turno en cada país.

Entonces, las voces contra una dictadura en cualquier parte del mundo, por ejemplo, estarán sujetas a la identificación. Sumemos ahora a la ecuación, nuestra criollísima Ley Contra el Odio.

Bajo este esquema, la combinación de los mecanismos de identificación plena y “libertad absoluta de expresión”, muy probablemente harán de Twitter el espacio de mayor autocensura que habrá podido existir.

Pudiéramos estar ante el nacimiento de un espacio en el que tendremos la libertad de “morirnos de silencio”, como sucede de forma “natural” en la sociedad capitalista con la libertad de trabajar, sea la que impere. ¿Es esto verdadera libertad?

Ciertamente hay retos en la moderación de contenidos, además que urge definir hasta dónde las denuncias anónimas pueden contribuir a la justicia en materia política y hasta penal.

Las denuncias bajo condición de anonimato en casos de narcotráfico, violencia sexual, trata de personas, derechos humanos y otros asuntos sociales, han sido determinantes en la conquista de justicia la mayoría de veces.

Anular este aspecto de la “libertad” implica brindar, ahora sí, libertad total a la impunidad porque el ciudadano, frente a su riesgo individual, preferirá el silencio. Esta será la primera consecuencia de tal “absolutismo en la libertad de expresión”.

Hay un reto en lograr moderación de la opinión social en las plataformas digitales sin que se atenten contra la libertad. Esto obliga a un debate amplio en la sociedad, y de encontrar mecanismos que permitan canalizar de mejor manera la libertad de expresión.

Pero también está el reto sobre el uso que dan empresas capitalistas de nuestros datos privados y ahora, de nuestras opiniones, a cambio de poder usar de sus servicios.

Facebook está en el mismo camino y las denuncias sobran, pero mientras sus dueños trabajan para evitar que burlemos su control casi absoluto sobre nuestra “libertad”, el reto de la gente está en poder burlar su esclavitud, en la que siempre estará en juego, inevitablemente, nuestra seguridad y nuestras vidas. Comienza una nueva batalla para la humanidad.

Tomado de El Pitazo

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