Juan Guaidó pareciera haber quedado desahuciado. Mientras los venezolanos dedican tiempo de lectura a la cobertura de los asuntos que creen vitales (comer, vestir, dormir) y que solo se resuelven con el salario, la política en el país parece haber cedido por fin el puesto a la realidad, dejando la ficción del escándalo estridente a un lado y dando paso a la verdadera diadema de la política: los asuntos de la economía. Es ahí donde el desahucio comienza a tener sentido. Los venezolanos han comenzado a pelear por sus condiciones de vida mientras el show en el que han convertido la política, ha quedado relegado. La dictadura lo sabe y para ello ha trabajado siempre. Quizás algunos opositores pisaron el peine hace tiempo, con o sin conciencia.
Echar un vistazo a la diferencia de cifras de lectura entre las notas periodísticas de política y de economía en cualquier portal (El Pitazo en mi caso), basta para saber cuál es la preferencia e interés inmediato de los venezolanos. No se trata de un asunto superficial. Dirá cualquier lector preocupado que “ese es el mal de los venezolanos, las lochas”. Pero no. Ese no es el asunto. La política es la economía. Se quiera o no.
Las relaciones de poder estriban y emanan fundamentalmente de las contradicciones en la relación económica entre explotados y explotadores y de cuál facción de los explotadores ejerce el poder circunstancialmente en el régimen capitalista. Lo demás, la política y sobre todo la guerra, es su derivación, su manifestación visible, superficial eventualmente. Entonces, el desahucio de un político es el desahucio de un factor del poder económico sobre esa representación. Cuando ya no les sirve.
Es distinto a cuando un dirigente político representa a los explotados, a los trabajadores, a la gente sencilla, a sus condiciones de vida. Ahí, el enganche entre el dirigente y los ciudadanos se da de forma natural, espontanea. No hay desahucio posible que no sea, en algunos casos, la traición a esa representación ganada. La dictadura fue creando las condiciones para que esta oposición, de fama y cresta, nunca representara los intereses de las mayorías. Fueron eficientes.
Entonces, cuando dijimos desde siempre que la oposición no solo debía encarnar un cambio político, sino ofrecer un cambio en las condiciones de vida de las mayorías, establecíamos esta relación. Nunca lo hicieron más allá de poses, de ofrecer “sacrificios en la reconstrucción”. ¿y quién los iba a acompañar a eso visto el sacrifico padecido hasta ahora? Hoy no hay un dirigente político de los que medios digitales y dictadura se encargaron de catapultar, que encarne las luchas por el salario (la economía). Solo los dirigentes de cada gremio (precariamente algunos y otros con muy buenas perspectivas) y los de trayectoria inmaculada en la defensa de los desposeídos, han copado recientemente la escena.
La “distracción” de los venezolanos a sus asuntos de vida se hace hoy prioridad y los dirigentes que se proponen la democracia y el bienestar del país, deben prestar atención y no precisamente para hacer grandilocuencia. Se trata de un compromiso real y directo con las luchas que empiezan a levantarse en el país. La oposición apenas comienza a organizarse. Está en las fábricas, comercios, puertos, campos petroleros, en algunos sindicatos y gremios, en las universidades y liceos. De ahí va a salir la esperanza política de un futuro mejor para todos.
Pero la dictadura es sagaz. Para arrogarse la representación de las mayorías se han apropiado de una máscara socialista, social, popular en el mejor de los casos. Solo un engaño cada vez menos eficiente. Pero con la muy diestra mano “zurda”, hoy se congracian mediáticamente con el patrón para apropiarse, ahora sí, de esa representación que hasta hace poco le estaba vedada en el imaginario popular y que es más de su verdadero interés.
El acto de regresar el expropiado Sambil de La Candelaria o renovar y mejorar concesiones petroleras a la Chevron, no reviste diferencia salvo el monto de capital en juego. La negociación con los EEUU va viento en popa y con el aval de sus jefes chinos y rusos. Mantener el poder a toda costa es la misión. Mientras tanto, el pueblo lucha. Apenas comienzan las verdaderas batallas en las que no habrá diferencia entre chavistas y escuálidos, sino entre poderosos y oprimidos. Y ya sabemos bien en dónde estará cada quien.