La política, como toda expresión de la realidad, se inscribe dentro del principio según el cual: “…toda ciencia estaría de más, si la forma de manifestarse las cosas y la esencia de éstas coincidiesen directamente”, Marx dixit. Sin embargo, la política como ciencia es una cosa y como práctica concreta, es otra. Su abordaje, desde el punto de vista científico, supone establecer las tendencias como resultado de las condiciones objetivas y subjetivas.

Aunque no debe desligarse de lo anterior, al menos desde la perspectiva de los comunistas, como práctica política la cosa se hace todavía más compleja. De una parte, la política, entendida como las conductas en relación con los asuntos del poder, implica posiciones de clase determinadas y en relación con el asunto internacional. Supone inteligencia, capacidad, liderazgo, voluntad y definiciones estratégicas concretas. Algo de arte, por supuesto.

De tal manera que poder explicar la conducta de diversos factores políticos de la oposición, que tanto dan qué hablar, nos conduce a analizar estos asuntos.

El mundo vive cambios importantes. China parece haber desplazado a Estados Unidos como hegemón imperialista mundial. La guerra comercial desatada por el presidente Trump contra China, y un tanto contra Europa, mientras rompe el Tlcan, de cuya paternidad no hay dudas, así lo corroboran. Vamos camino a un encrespamiento de la confrontación internacional.

Esta tendencia es un asunto objetivo. No obedece a la posición de algún que otro presidente. La caída de la cuota de la ganancia (G’) en EEUU, en Europa y Japón se manifiesta de manera clara a finales de la década de los años 70 del siglo pasado. El capital financiero internacional encontró en China el mayor amortiguador. En la historia capitalista representa la mejor de las condiciones jamás vistas para frenar la caída, manifestada en la industria mundial. Así, alimentaron un dragón que hoy día va por lo suyo. Materia prima y obreros baratos, disciplinados y con un movimiento sindical controlado manu militari, se convierten en el mayor aliciente de los capitales. A la postre, por aquello del desarrollo desigual, China superó a sus inversionistas.

Ahora, la tendencia a la nivelación conduce a que las contradicciones interimperialistas por materias primas, mercados y mano de obra barata, se haga más enconada. EEUU va por lo suyo.

Estos son aspectos que se convierten en determinaciones de la situación venezolana. Más cuando nuestro país resume aspectos fundamentales para frenar la caída de la G’ de algún imperialismo.

Así, pareciera que cualquier negociación entre EEUU, Rusia y China, hace sus efectos en Venezuela. Particularmente los vaivenes de la oposición tienen algo que ver con este ajedrez internacional. La G’, sus contratendencias para frenar su caída y sus efectos en la política y los protagonistas de cada fracción, forman una situación concreta.

Esto ha creado una gran perplejidad en buena parte de los factores opositores. Mientras, el régimen sigue su curso. Se aferra al bloque imperialista emergente y le brinda condiciones leoninas, superiores a las que dieron todos los gobiernos anteriores al imperialismo estadounidense. Le entregan el futuro a los nuevos amos aunque también le ofrecen a los desplazados algo del pastel.

De otra parte, factores políticos de la oposición, de quienes asumen los intereses del viejo esquema imperialista, parecen a la espera de orientaciones que no llegan claras. Marchas y contramarchas. Inconsecuencias. Dislates diversos. Nula definición estratégica. Todo lo cual nutre la tesis según la cual estos factores no quieren desplazar al chavismo, ya que lo que heredarían es muy difícil de atender.

De allí que busquen negar el principio de que las formas de lucha son independientes de los actores. Se imponen. Emergen, y para darles potencialidad se deben combinar e inscribir en una clara estrategia, mediando tácticas articuladas al objetivo, en nuestro caso, salir de Maduro.

Entonces, ¿Qué hacer?

Aunque no está gastado ni es vulgar, resulta manida la expresión por su frecuente uso. Pero nunca como ahora surge la interrogante. Cuando se habla de condiciones objetivas, en Venezuela han alcanzado tal grado que resulta realmente angustiante que no exista una dirección política capaz de orientar al movimiento en una perspectiva clara. No solamente se trata de que se debe indicar una ruta. También se debe definir una propuesta de un futuro mejor.

El tan mentado «acompañamiento» a la gente en sus luchas, aspiraciones y heridas, no resuelve nada. Se trata de disponerse a dirigir al movimiento. El camino indicado por las condiciones creadas por el chavismo requiere de disposición e inteligencia. Pero, sobre todo, capacidad para comprender las aspiraciones de las grandes mayorías. Pero, sobre todo, disposición. Voluntad política. Mucha firmeza.

Es difícil usar eufemismos para decir las tendencias que se vienen desarrollando en la sociedad venezolana que conducirán a la salida del régimen chavista. A las medidas dictatoriales se suman condiciones indecibles para vivir. El agobio tiene tantas expresiones que rompen cualquier comparación. No solamente destruyeron al país sino que dejan secuelas cada vez más atormentantes, la compra de efectivo que conducen a dos mercados a dos precios por un mismo bien o servicio, resulta un agobio cuando se trata de escoger entre el uso de un servicio o la compra de pan. No hay comparación posible. No hay realidad a escala planetaria que haya vivido un proceso similar. Un país tan rico para ser destruido debió contar con una política diseñada para tales efectos. No hay otra explicación.

Es así como dictadura, hambre y agobio conducirán a una salida en correspondencia. Cerraron la vía electoral. El fraude tiñe cualquier proceso. Tratarán de hacerlo de nuevo para aprobar una constitución írrita. Obligarán a muchos a asistir, para ver si alcanzan algo de votos que les permita legalizar un proceso en el que nadie cree.

Esta dictadura, tras el disfraz socialista, para mantenerse en el poder incurre en las más aberrantes y antinacionales políticas. A la entrega a chinos y rusos se suma la displicencia en relación con el Esequibo.

Hay claras condiciones para atrevernos a luchar por un mundo mejor, salida de Maduro mediante. Confiamos en que las condiciones dan para que se configure un movimiento asambleario de tal magnitud que pueda articular el descontento en un torrente que se haga carne en la movilización contra el régimen de manera organizada. Que, además de capacidad organizativa, eleve su conciencia y disposición no solamente para salir del régimen dictatorial, sino también para construir un mundo mejor para la mayoría nacional. Que no espere a quienes quieren apenas «acompañarlo» en un «camino seguro», aunque negando la inevitable confrontación.

Es la hora del pueblo. Es la hora de un protagonismo colectivo que parirá millones de protagonistas y configurará personalidades, dirigentes con un liderazgo alcanzado en medio del fragor y el debate. El paro de las enfermeras, de los trabajadores eléctricos, de los profesores, empleados y obreros universitarios, de Cantv, de Sidor, las luchas de las comunidades por mejores servicios, por el agua, entre muchos otros eventos lo reflejan. Pero, además muestran que está en desarrollo una nueva rebelión, pero esta vez encabezada por los trabajadores. Buen momento para disponernos a unir fuerzas y contribuir con abrir el cauce hacia el cambio urgente que demanda Venezuela. Para ser dirección política, pues.

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