El país con la concentración indígena más grande de América Latina, está convulsionado por la pugnacidad entre dos bloques de la burguesía, con el indudable apalancamiento internacional imperialista. Es un jugoso el pastel en disputa. El choque resultante de la pugnacidad del imperialismo, desatado como tempestad en el continente, halló en Bolivia el mejor escenario para batirse en duelo a muerte.

La situación de revuelta popular que lleva implícita demandas justas, se cruza actualmente con demandas soterradas, ajenas a las mayorías populares. Si algo de responsabilidad hay que establecer, en primer término, es que uno de los logros del largo período presidencial y autoritario de Evo Morales, es haber convertido a Bolivia en área en disputa de los bloques imperialistas, tal como lo fue de Chávez su principal «legado» en Venezuela. No hay dudas acerca de la aspiración estadounidense de rescatar las áreas de su «patio trasero». Tampoco de la decisión de China y Rusia de conquistarlo. Hoy, la sangre de los blancos criollos se mezcla en las calles con la sangre indígena, en una lucha superficial que deja de lado las demandas de redención de la mayoría boliviana, aunque las use como banderas.

Lo que parece haber acelerado el conflicto, más allá de lo visible en política, fueron las decisiones últimas tomadas por el Gobierno de Morales-García Linera en su política entreguista y extractivista, entre las que destaca que convierten en socio exclusivo a China para la explotación del litio. Una afrenta para los imperialistas estadounidenses. Bolivia resume el mayor potencial mundial de este mineral. El 3 de noviembre, Morales derogó el acuerdo con la empresa alemana para tales efectos, dejando en exclusiva al gigante asiático. Además, en agosto del presente año Bolivia cerró un acuerdo con China para la construcción del ferrocarril que unirá el atlántico con el Pacífico. Así, el proyecto chino de la ruta y la franja encuentra un adicional que aumentará el comercio mundial en torno de China. No es poca cosa.

En este contexto se ha interrumpido de forma abrupta el período presidencial de Evo Morales. Este hecho es objetivo. Puede suponer esta circunstancia el agotamiento de una de las formas de dominación en América Latina, inscritas dentro de ese tipo de salidas gatopardianas que buscan preservar las relaciones sociales de producción imperantes, evitando que una eventual insurgencia popular avance hacia cambios radicales. Lo que en Venezuela supuso la castración circunstancial de un torrente revolucionario, secuestrado por el chavismo en 1998 mediante un disfraz de revolución que profundizó la dependencia, esta vez en nuevas manos imperialistas, ocurrió igual en Bolivia bajo la mano aymara de Evo Morales, con la excusa de la redención aborigen y campesina.

La larga tradición en Bolivia de golpe de Estado, parece asomar una de sus vertientes. Pero esta crisis política la inicia el propio Evo Morales al desconocer el referendo acerca de su reelección. Apela al Tribunal Supremo de Justicia para saltarse la decisión del pueblo en la consulta. Esta práctica, de tradición chavista y tras la cual apeló a la estructura de poder erigida para saltarse a la torera la decisión soberana de la mayoría boliviana, es el origen de esta crisis, sin precedentes en el pueblo en donde el Che Guevara ofrendó años antes su último soplo de vida revolucionaria.

Ciertamente lo que ocurre en Bolivia entusiasma y estimula las luchas de los venezolanos por salir de la dictadura chavista de Maduro. Muestra que hay posibilidades de alcanzar el objetivo si se confía en la fuerza de la rebelión, que es en definitiva lo que logró el empuje necesario para sacar a Evo Morales del poder. Pero en esta circunstancia, también hay particularidades que debemos destacar.

A diferencia de Venezuela, en Bolivia el crecimiento económico y el aumento circunstancial del bienestar de la población, dista mucho de los logros de los bolivarianos en Venezuela. Aun así, el sometimiento político y el hegemonicismo de Evo Morales sobre la democracia boliviana, además de su intento de perpetuación a cambio de mantener y expandir los negocios de los nuevos imperialistas chinos y rusos en su país y el continente, condujo a un choque frontal con las demandas de la vieja oligarquía y las ansias de rescate del espacio perdido por el imperialismo estadounidense. Además, el aumento de las demandas de democracia y participación de la población, y principalmente del sector opositor, terminó por encrespar el conflicto, esta vez unos contra otros. No solo se gobernaba en Bolivia para un imperialismo en detrimento de otro, sino que se gobernó privilegiando a un sector de la población. Esto fermentó el estallido que hoy ya incendia las montañas bolivianas.

El racismo y la cuestión religiosa son hoy elementos que se convierten en determinaciones importantes en el choque de pueblo contra pueblo que sucede en Bolivia. Ubiquemos que la inmensa mayoría de la población boliviana es de origen autóctono. Más del 40% de la población forma parte de las comunidades indígenas de acuerdo al último censo oficial, lo que le da fuerza a las nacionalidades. Entre indígenas y gente proveniente de los pueblos originarios y sumando a los mestizos, representan alrededor del 85% de la población. Años de racismo contra la mayoría indígena, termino por ser un elemento aglutinador que Evo Morales utilizó contra los blancos y criollos. El mismo racismo que hizo víctima al aborigen, sirvió esta vez de apalancamiento político para un sector de la oligarquía criolla que, presentando como víctima al blanco, hoy lo utiliza como aliento de fuerza para «cobrar venganza». Adicional a esto, el elemento religioso, que tiene sustento también en un tipo de racismo ideológico, se convierte en una fuerza determinante en el choque del país andino. En esto juega mucho la existencia de esa población particularmente dividida en dos mitades, conformadas una por indios originarios y la otra por blancos y mestizos.

Pero fue el levantamiento popular boliviano lo que creó las condiciones para que la OEA, la Fuerza Armada y la Policía finalmente exigieran la renuncia de Evo Morales. La represión sistemática y la división provocada contra el movimiento popular que lideró años antes las protestas contra la política extractivista del régimen Morales-García Linera, sumado a los sistemáticos ataques contra los movimientos sociales y populares de Bolivia, habían creado las condiciones de ira y fractura de las organizaciones sociales, que finalmente dieron la espalda, o bien atacaron, al régimen de Morales hasta su caída.

Sin embargo, siendo hasta ahora la de Evo Morales la más «exitosa» de las formas de dominación revisionista en América Latina, pareciera marchar hacia su agotamiento en el continente. El pueblo boliviano puede convertirse en el clarín de la libertad si inscribe el momento que vive en una tendencia al ascenso de las luchas populares y latinoamericanas por un mundo mejor, más allá de raza y credo. Las luchas del pueblo venezolano por derrocar la dictadura; del pueblo chileno por el entierro de las políticas liberales de tradición dictatorial y por una asamblea constituyente; del pueblo ecuatoriano contra las medidas de tradición liberal y fondomonetaristas, son sin duda esta misma lucha por un mundo mejor, de bienestar, progreso y por una nueva democracia.

La ineludible llamada a la construcción de fuerzas revolucionarias férreamente articuladas al movimiento espontáneo de masas, parece destacar como demanda inmediata. Esta fuerza, con la más amplia unidad, tendrá el mayor aliento a encaminar las luchas populares y de sentido nacional, por la senda de la victoria.

Bolivia es hoy un ejemplo que convoca a no perder de vista las perspectivas hacia la superación de las relaciones imperantes, la soberanía nacional y el desarrollo y liberación de las fuerzas productivas, hoy frenadas por las relaciones de producción imperantes y su dependencia del imperialismo, de uno u otro signo.

Las luchas del pueblo no pueden ser sustituidas por pugnas artificiales ni mucho menos traicionadas por enmascaramientos de diverso signo. Más temprano que tarde, como muestra hoy Bolivia, se agota la dominación y renacen vientos de verdadera liberación, que abrirán una y otra vez el camino a la redención social de las mayorías, de los oprimidos, hasta lograr la liberación.

Comisión Internacional de Bandera Roja
15 de Noviembre de 2019

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