La miseria es culpa de hombres miserables, escribió el cantautor uruguayo Tabaré Cardozo en Lo que el tiempo me enseñó, cantada a dúo con Canario Luna. Efectivamente, la pobreza y la miseria, lo más repudiable de la sociedad, es una responsabilidad de los que están y han estado en el poder.
El periodista Román Camacho denunció el abuso sexual que sufrió un adolescente (12 años) en el Municipio Chacao. Un adolescente que lleva en sus hombros todas las violencias posibles y toda la pobreza acumulada. Una historia llena del abandono y la indolencia del Estado. Un chamo en situación de calle.
La situación de calle es la síntesis de la cuestión social, objeto de estudio de los científicos sociales, pero es tan profunda y estructural, que se mantiene en el tiempo sin poder superarla. Un problema que duele a la vista por lo que, casi siempre, miramos a un lado.
Enfrentamos esa realidad desde la compasión, buscar saldar la injusticia social dándole lo que podamos de dinero o comida para cubrir esa “cuota de responsabilidad” personal o desde ignorar el problema, mirar a un lado, cruzar la calle. Ambas acciones son inadecuadas. Una brinda objetos, dinero o comida que perpetúa la situación, ofreciendo condiciones para que quieran seguir estando en la calle. La otra ignora el sufrimiento, pretender que no están y perpetúa su situación, es inhumano. La alternativa es denunciar, mostrar descontento frente al poder político y a la inoperancia gubernamental para proteger a la infancia.
Las causas: pobreza y violencia
La niñez en la calle tiene siglos, porque pertenece a la pobreza. En Latinoamérica aparece como problema social en los años 90´s. Se categorizó y se hizo énfasis en la necesidad de atenderles con políticas públicas con enfoque de derechos, desde la entrada en vigencia de la Convención sobre los Derechos del Niño.
Con la pobreza como elemento socioeconómico, la violencia intrafamiliar como aspecto sociocultural y el adultocentrismo (el centro son los adultos) en la crianza, se crean las condiciones para que los niños, niñas y adolescentes (NNA) huyan de sus hogares y busquen refugio en la intemperie. Salen del espacio natural de protección al lugar natural de peligro y, contradictoriamente, allí se sienten más seguros.
Particularmente, el adolescente víctima de abuso sexual en Chacao, perdió a su madre y fue abandonado por su padre, según narra quien denuncia. Quedó sólo y sin alternativa para seguir viviendo en el núcleo de una familia, extendida o sustituta. Porque no hay una estructura institucional que funcione correctamente para proteger a los NNA, tal como dice la Lopnna.
Las consecuencias: pobreza y violencia
Estar en la calle y convivir con personas en la misma situación hace que los NNA deban aprender normas y códigos de la calle para sobrevivir. Pasan de ser considerados niños vulnerables a niños de los cuales hay que protegerse. La dialéctica de esa realidad siempre mantiene a esa infancia en una condición de desprotección. Se exponen a todas las violencias y exacerban los factores de riesgos para su integridad personal, la dinámica los convierte en potencialmente violentos a la vista de los adultos, porque pueden robar, consumen drogas, etc. Esto último genera políticas punitivas que, más que ayudarlos, los afianza en esa situación, los alejan de confiar en las instituciones.
Los NNA en situación de calle pierden poco a poco o tajantemente sus derechos. Padecen enfermedades, dejan de estudiar, pierden su identidad, se exponen a la explotación laboral y/o sexual, al abuso sexual, al consumo de drogas, al tráfico de drogas, a cometer delitos, a la violencia social y policial. Es así como pueden, frente a determinada situación o persona, responder para protegerse y sobrevivir.
Toda esa violencia disminuye las posibilidades de una rápida recuperación e integración social. Mientras más tiempo pasan en las calles, más difícil será sacarlos de allí. Así reproducimos la pobreza y el ciclo reinicia. Los NNA en situación de calle no siempre son niños. Crecen y tienen hijos que nacen más pobres de lo que nacieron sus madres y padres.
Responsabilidad exclusiva del Estado
Desde la promesa en 1998: “Me cambio el nombre si en un año hay niños de la calle», de Hugo Chávez, pasamos de la bonanza petrolera a la crisis económica más dura que haya padecido esta tierra. Pero siguen gobernando los mismos. En las crisis económicas, la pobreza y sus consecuencias afloran, como hoy afloran los NNA en situación de calle.
Al ser un problema estructural producto, en primer lugar de la pobreza, solo será resuelto cuando el Estado atienda a su causa primigenia. La exigencia debe ser que el Estado asuma su responsabilidad y disponga de los recursos necesarios para armar una estructura institucional que pueda ofrecer una alternativa protectora y sustentable. Esto supone la prevención: que ningún NNA tenga que buscar en la calle un espacio de protección, apoyando a las familias para que tengan condiciones materiales y emocionales para contener a los NNA.
Pero también deben atender a los NNA que ya están en las calles con programas especializados, articulados y con capacidad de atención para la población actual, que no conocemos. Es necesario un diagnóstico, saber cuántos son. Luego, planificar y ejecutar una política pública para la niñez en situación de calle, con recursos económicos y personal calificado.
Hoy el sistema de protección se muestra inoperante ante situaciones como la padecida por adolescente en Chacao. Ineficiente para dar una respuesta real y duradera en el tiempo, que es lo que podría proteger a ese adolescente o a cualquier otro de los tantos que están hoy en las calles.
Publicado en El Pitazo, 23/03/2022