El 20 de enero de 1970 nace Bandera Roja, luego de una división en las filas del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) que a su vez había sido un desprendimiento de AD diez años antes. Culminaba la agitada y afiebrada década de los 60, en la cual sectores de izquierda, como el MIR y el PCV, y otras fuerzas políticas insurgen con la lucha armada contra el viraje sectario, represivo y pro estadounidense que tomaba la naciente etapa democrática surgida luego del derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez.

Nace pregonando la necesidad de construir una fuerza político-social que le diera piso a la democracia popular como tránsito hacia el socialismo. Basa su programa en la necesidad de cubrir en el mismo esfuerzo histórico tareas nacional liberadoras, democrático burguesas y otras que fueran sentando las bases para nuevas relaciones sociales de producción que satisficieran las necesidades materiales y espirituales de los venezolanos dentro de un desarrollo económico acelerado que tendiera a convertir la renta petrolera en estructura productiva para romper las ataduras de dependencia que remachaban al país como exportador de materias poco elaboradas e importador de bienes finales.
En 1976 empiezan a decantarse nuestras filas de tendencias foquistas y ultristas, pues se consideraba que las acciones militares de la vanguardia no podían sustituir las luchas económicas, políticas y reivindicativas propias de los obreros, campesinos, estudiantes, vecinos y ciudadanos en general. La década de los 80 nos encuentra insertos en las luchas de masas, pero un intensa acción represiva nos causa significativas bajas en dirigentes, cuadros y militantes, tanto por la propia confrontación violenta como en la tortura y en la cárcel.
En sus análisis de 1987 ya Bandera Roja advertía el colapso de la renta petrolera como dinamo de la economía venezolana y avizoraba la posibilidad de derrumbe de la estabilidad política alcanzada por los gobiernos bipartidistas por la continuada destrucción de los avances sociales que se habían logrado en empleo, salud y educación, principalmente, cuestión que se evidenciaría con la revuelta popular de 1989 conocida como el “Caracazo”. Desde 1988 comenzamos a tener participación en los procesos electorales con una organización política legalmente inscrita (Movimiento por la Democracia Popular-MDP), aunque Bandera Roja seguía siendo clandestina.

Posterior a esto, nuestro partido levanta la consigna de un Gobierno de Salvación Nacional para enfrentar la crisis y ser alternativa a la intransigencia de los partidos en el poder que ni siquiera eran capaces ni tenían disposición de introducir cambios sustanciales en el régimen de democracia representativa que ya lucía desgastada y no convocaba a las mayorías nacionales. Esta postura motiva el acercamiento con sectores civiles y de las fuerzas armadas que estaban preocupados y andaban en preparativos de un levantamiento militar. Bandera Roja participa en ambas intentonas cívico-militares de 1992, aportando en todos los sentidos a que estas acciones pudieran enrumbar el país hacia cambios que nos acercaran a nuestros planteamientos programáticos de desarrollo económico con justicia social, de independencia, de libertad y de una democracia que no se limitase al mero hecho del voto.

Durante el segundo gobierno de Rafael Caldera (1994) optamos por abandonar cualquier forma de acción armada, legalizamos nuestro partido y lanzamos todos los esfuerzos en la vinculación con las luchas de masas, en el crecimiento de nuestras filas y en la promoción de alternativas unitarias para conjugar fuerzas de los sectores progresistas, democráticos y revolucionarios. En las elecciones de 1998 obtenemos, con una votación propia, una curul en el Congreso Nacional en la persona de nuestro secretario general Gabriel Puerta. Frente a la incertidumbre de lo que en verdad representaba la propuesta del candidato Hugo Chávez, decidimos no apoyar a nadie a la Presidencia y dar libertad a nuestros militantes.

En 1999, en el debate en torno a la Asamblea Constituyente, participamos activamente en todo el movimiento asambleario y lanzamos nuestra propuesta de cuál Constitución debería relevar a la de 1961. Considerábamos que muchas de las cuestiones que se introdujeron eran avances, principalmente lo relativo a derechos sociales y derechos humanos; sin embargo advertíamos de los peligros del excesivo centralismo y de muchos retrocesos en lo económico, incluso comparándola con la de 1961. Con la firme convicción de que la Constitución de 1961 debía ser cambiada, pero a la vez oponiéndonos a la que se proponía sancionar en 1999, decidimos abstenernos dejando claros cuáles eran nuestros motivos.
La historia reciente de los últimos 13 años es más conocida y en ella nos hemos ganado un lugar en la lucha contra este régimen despótico, oprobioso, estafador y autocrático. Hemos contribuido con todas nuestras posibilidades a desenmascarar la farsa de este “proceso” que nada tiene de revolucionario.
Bandera Roja ha hecho de la verdad no tan sólo un valor ético sino una cultura política que hemos asumido a todo riesgo y que hoy es imprescindible para que la Política (en mayúscula) no siga siendo asociada a la trampa, el manejo turbio y la mentira. Defender los intereses de los trabajadores, de nuestro pueblo y de nuestro país es el gran compromiso que siempre nos ha guiado y que hoy reivindicamos como característica de la autenticidad revolucionaria.

¡LA ESPERANZA ES EL CAMBIO POPULAR!

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