La crisis financiera internacional, parte de la crisis capitalista,
y las perspectivas revolucionarias
Durante la crisis mundial, vista en su sentido cíclico, es cuando se manifiestan de manera superlativa las tendencias y leyes del régimen de producción capitalista. Se profundiza, en primer lugar, la búsqueda de la máxima ganancia, en medio de un control del mercado nunca conocido. Ello ha trastocado algunos comportamientos en la esfera de la producción y de la circulación en favor de la ganancia privada, hasta llevar la crisis a niveles insospechados. No se trata de cuestiones nuevas. Ciertamente en épocas anteriores estas tendencias se han manifestado en toda su extensión, sólo que las magnitudes parecen llegar a niveles insoportables por el sistema capitalista ya que tienden, sobre todo, a un proceso de destrucción de capitales que ponen en peligro al sistema mismo.
Las crisis capitalistas representan un nivel de concreción del régimen de producción burgués en el cual se ponen de manifiesto en un nivel más elevado sus contradicciones orgánicas. Las crisis capitalistas deben ser analizadas, por tanto, desde la perspectiva que brinda la esfera de la producción así como la esfera de la circulación, siempre dentro de la consideración de que en última instancia el comercio y la usura deben sujetarse al desarrollo industrial. Se trata de un asunto concreto, esto es, cuenta con determinaciones específicas cuya síntesis refleja la realización de las leyes del capitalismo y las contradicciones del sistema en su máxima expresión.
Es una expresión ―más que fehaciente, por el volumen de la riqueza en juego― del agotamiento del régimen de producción capitalista, donde unos pocos ganan pero la humanidad pierde. Una demostración más de que, a pesar de la ideología que propaga que es la forma de producción natural, el sistema capitalista, en su etapa imperialista, vive un proceso de descomposición que dará paso en primera instancia a nuevas y sucesivas situaciones revolucionarias en distintos puntos del planeta, que demandarán una y otra vez la presencia de una vanguardia revolucionaria que conduzca las luchas, en cada caso, hacia la superación positiva de esta forma de producción a todas luces caduca.

Esta crisis abre las más claras condiciones para el desarrollo de luchas de cada vez más amplios sectores, lo que motiva dos cuestiones fundamentales a escala planetaria y de cada una de las naciones. En primer lugar: la unidad. La unidad de quienes se ven afectados por los efectos de la crisis: que va desde aquellos sectores depauperados por quedar cesantes, por la rebaja del salario de los trabajadores en términos nominales y reales y, principalmente, por la sobreexplotación a la que se verá sometida la clase obrera, los sectores profesionales; hasta los pequeños y medianos productores del campo y la ciudad que no encuentran cómo hacer flotar sus empresas ante la recesión y la ofensiva de los grandes capitalistas que se verán empujados a abarcar nuevos sectores de la economía. De igual manera, el deterioro de los servicios, que afecta a toda la sociedad y perjudica a amplios sectores, motivará en consecuencia una respuesta de la gente. En la actualidad, esta tendencia se expresa en las respuestas espontáneas que se vienen produciendo en naciones de alto desarrollo industrial como Inglaterra, así como en países semicoloniales y dependientes como Chile, donde el sector educativo en pleno insurge para reivindicar derechos que contravienen la ofensiva planetaria del capital, marcando, a su vez, lo que parece ser la superación de esa larga etapa de colaboración de clases que ha permitido el avance de la ofensiva capitalista contra el pueblo chileno desde la dictadura pinochetista.
A su vez, la crisis ha alcanzado niveles que conducen a que aparezcan contradicciones entre sectores del capital que pueden atentar contra la estabilidad y cohesión del aparato de Estado. Las formas de dominación pueden encontrar en ellas un factor que deslegitime la dominación del capital. Cuestión que se profundiza en la medida en que aumenta la voracidad del capital, que conduce a que un sector de los expropiadores, los más competitivos ―entendiendo por expropiadores a los capitales que expropian a quienes a su vez expropian a los trabajadores de manera directa al despojarlos de una parte importante del nuevo valor que crean con su trabajo, el trabajo vivo―, expropien a los capitales más débiles sin ninguna consideración más allá de la que brindan las leyes de la concentración y la centralización de los capitales y la producción. Así, pueden crearse condiciones para el resquebrajamiento de los bloques de la dominación en una nación u otra, con mayor o menor desarrollo capitalista.
Las crisis y el consiguiente proceso de centralización de los capitales, de igual manera, afectan a las naciones imperialistas, empujan a la formación de nuevos bloques y atizan las contradicciones entre ellas en la puja por los mercados, las materias primas, entre otros aspectos. El proceso de destrucción de los capitales no necesariamente afecta de manera absolutamente negativa a la nación imperialista que más destruya capitales. Por el contrario, precisamente la destrucción de capitales ―expresada en la fuerza de trabajo cesante, el incremento de la explotación, el receso de ramas completas de la industria― puede crear condiciones para una recuperación vertiginosa en relación con imperialismos que destruyeron menos en el proceso crítico. Ejemplo emblemático lo representan indiscutiblemente las naciones derrotadas durante la Segunda Guerra Mundial, luego de la cual vivieron procesos de crecimiento y desarrollo incomparables con similares en el campo capitalista, por lo que se les denominó “milagros”. Juega papel fundamental el hecho de que la destrucción de capitales conduce a posibilidades de mayor desarrollo de la composición orgánica y técnica sin una caída pronunciada en la tasa de la ganancia, habida cuenta de las mayores posibilidades de explotación de los obreros y de apropiación de masas de plusvalor más elevadas en relación con otras naciones. Será el imperialismo que consiga alcanzar de mejor manera esta combinación el que salga más favorecido de la crisis. Por lo pronto China, Rusia e India parecen contar con las mejores perspectivas de cara a estas consideraciones. Papel relevante que confirma esta afirmación lo encontramos en la conformación del BRICS, la asociación de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, respectivamente. Bloque que conjuga dimensiones enormes desde el punto de vista del mercado, por territorio y población, materias primas, entre otros aspectos.
Las crisis, por ende, profundizan el desarrollo desigual y de allí la tendencia a la nivelación. Ambos procesos elevan las contradicciones a niveles que pueden crear situaciones impredecibles y con ello la propensión al enfrentamiento bélico. Las disputas por espacios económicos, por áreas de influencia, no se hacen esperar y cada día aparecen situaciones que expresan lo afirmado con el consiguiente desarrollo en forma de espiral que a momentos es detenido por las negociaciones y los acuerdos cuyo sustento siempre se encuentra en la unidad para profundizar la explotación de los trabajadores. De acuerdo a como se presenten las disputas, esta tendencia, presente en todo momento, se expresará en guerras en la periferia imperialista, hasta que aparezca la posibilidad de conflagración entre los imperialismos, desarrollo desigual mediante.
Carácter orgánico y concreto de la crisis
En la contradicción entre la producción ilimitada de bienes que no va acompañada por la necesaria correspondencia en la capacidad de consumo de la sociedad para realizar lo producido, podemos ubicar el elemento más general de las crisis: la sobreproducción en relación con la capacidad de demanda de la sociedad. Es la contradicción entre la esfera de la producción y la circulación en términos generales, por aquello de que en circunstancias en que la fuerza de la demanda es menor que la de la oferta el precio tiende a caer por debajo del valor de las mercancías. Es de esperarse que la capacidad para obtener más plusvalía se haga menor y disminuye, como propensión, la tasa de la ganancia capitalista en la medida en que se eleva la composición orgánica de los capitales, o la relación entre el uso de maquinarias, insumos y todo lo que se requiere para la producción distinto al trabajo humano, a la fuerza de trabajo o lo que se paga por salario. El desplazamiento de los capitales ante esta circunstancia ya no se da solamente hacia otras ramas de la industria, sino hacia otra esfera: la circulación, más específicamente hacia la especulación financiera. Ello no significa que no se produzcan desplazamientos hacia otras ramas, sólo que éstas no pueden ser receptáculos de la masa de capitales que busca colocación a toda costa para aumentar su rendimiento. Ello explica, por ejemplo que:
El pasado 2010 no fue, a nivel general, un buen año para las empresas en términos de resultados. No obstante, sí hubo compañías que registraron durante el pasado ejercicio sus mejores hojas de balance. Estas son las cinco más destacadas según CNN Money.
Nestlé, la multinacional suiza dedicada al sector agroalimentario, sobresale entre las mejores con unos beneficios al cierre de 2010 de 32.843 millones de dólares. Gazprom (…) el mayor extractor de gas natural del mundo ha cerrado 2010 con las cuentas bien saneadas. Con 31.894 millones de dólares de beneficio neto (…) Exxon Mobil (…) ha cerrado el curso con 30.500 millones de dólares de beneficio (…) Industrial & Commercial Bank of China (…) el primer banco asiático ganó un 30% más que en 2010, llegando a los 24.398 millones de dólares (…) Royal Dutch Shell (…) los beneficios de la compañía, que ha registrado 20.500 millones de dólares de ganancias o, lo que es lo mismo, un 61% más que en 2010.[1]
Como podemos apreciar se trata de empresas emblemáticas del sector financiero bancario, del petrolero y el agroindustrial. Esto es, los sectores que tienden a atraer más capitales, dado que, aún con una elevación de sus composiciones orgánicas menor que el sector industrial automotor ―entre otros que demandan una alta composición en el proceso de competencia capitalista―, alcanzan elevados niveles de competitividad debido a que representan los espacios más vinculados a la especulación. Esto es, a pesar de no requerir de mayor elevación de sus composiciones orgánicas debido a la estructura del proceso de trabajo de estos sectores, mantienen su capacidad competitiva y la caída de la cuota de ganancia no es igual a la que se expresa en el sector industrial demandante de mayor elevación en la composición técnica para la competitividad. Esto es resultado, dentro del mercado capitalista, del alto grado de centralización de los monopolios que les permite alcanzar superganancias como las obtenidas en el sector petrolero, en el cual incide en sus precios desde las cuestiones propias de la relación oferta y demanda, hasta las propias de la geopolítica, lo que le da un alto componente especulativo. Esto es así desde 2008, principalmente. Sin embargo, estas empresas o ramas no cuentan con la capacidad como para darle “albergue” a la masa de capitales que busca colocaciones más rentables. De allí que el desplazamiento se da hacia la especulación en general y en particular hacia la deuda pública, allí donde haya demanda de liquidez.
A su vez, una determinación presente en este proceso es la elevación de la composición orgánica de capitales. Recordemos que, en cualquier circunstancia, lo que conduce a la caída de la cuota de la ganancia es precisamente la elevación de esta relación. Es una ley, tan sólida como cualquier ley en el campo de la física u otra ciencia natural. La competencia capitalista ―que en condiciones de monopolio se hace más inclemente y sórdida― fuerza a la elevación de la composición orgánica de los capitales, sobre todo en el sector industrial. El proceso de producción capitalista encuentra razón de ser en tanto que produce plusvalía. Mientras mayor es la masa de plusvalía, se hacen más favorables las condiciones de reproducción en una escala cada vez mayor. Ello es lo que explica el desarrollo desigual entre la industria y la agricultura, y dentro de las ramas industriales. Las más propensas a la innovación son aquellas que pueden elevar más rápidamente su composición, las más dinámicas pues. Sobre todo la industria bélica, que tiene un aliciente adicional en la capacidad de demanda de los Estados y que encuentra en la deuda pública mundial una clara demostración de a quiénes sirven los Estados capitalistas.
Al caer la cuota de ganancia ―la relación entre la ganancia y el capital total invertido, o lo que se gana por cada dólar, euro, yen o yuan que se invierte―, el capitalista busca obtener una cuota de ganancia mayor en otra rama de la producción o de la esfera de la circulación, el comercio por ejemplo, siendo lo más atractivo el mercado especulativo, donde se juega con la fuerza de la oferta y la demanda de manera arbitraria, aunque sujeta a principios manejados de manera conceptual por los capitalistas. Así, las colocaciones en este mercado van a demandar una ganancia no como resultado de la producción sino de la mera especulación, lo que cotice un mercado inflado.
Así, las crisis cíclicas, en las actuales circunstancias, además de no encontrar una recuperación en correspondencia con la rapidez a la que conduce la elevación de la composición orgánica de capitales en la rotación, inducen aún más a que los capitales sean desplazados. Esta es otra causa para la propensión al desplazamiento. La rotación se ve empujada a una mayor aceleración pero los mercados no crecen al ritmo que demandan los nuevos compases de la producción. Se trata del aumento del mercado de bienes de origen industrial, como espacio de encuentro entre lo que se produce y lo que se demanda. Ubiquemos que los capitales se invierten en la producción, en el proceso de trabajo, para su valorización. Sale la mercancía al mercado y debe venderse en cualquier espacio, debe realizarse. Esta venta debe ser tan acelerada como lo demanda el ciclo para la reproducción capitalista, en el proceso de acumulación. Mientras más crece la composición orgánica más rápido debe ser el ciclo; de lo contrario, los capitales se ven frente a un cuello de botella que relentece el proceso. Con todo y la interconexión creada a partir de esta nueva fase de la revolución científico-tecnológica, la rapidez no está en correspondencia con las demandas del ciclo de la producción. Este es uno de los elementos que nos indican que la crisis capitalista debe ser analizada de manera concreta, ubicando las determinaciones en la esfera de la producción y de la circulación.
La caída de la demanda social se afianza con la elevación de la composición orgánica. Además, cualquier factor que ralentice el proceso de producción hace que aparezca la crisis. Al no corresponderse la demanda con la oferta brindada en los mercados, se ensancha la posibilidad de la crisis o del receso. Sucede, además, que la recuperación no ha sido tan grande como se esperaba, dado que la capacidad de demanda en correspondencia ni siquiera alcanza los ritmos de crecimiento, toda vez que las demandas de los Estados es cada vez mayor, debido a los compromisos adquiridos como producto de las crecientes deudas públicas. Esta es otra determinación en la esfera de la circulación de mercancías que fuerza a los capitales a buscar espacios en los cuales compensar esta circunstancia.
Ello explica, de una parte, el crecimiento inusitado de la deuda pública mundial, principalmente de los grandes países capitalistas; de la otra, la implantación de medidas que buscarán extraer más plusvalía del proceso de explotación de los trabajadores, con lo que se reduce aún más la capacidad de demanda social. Sólo así se entiende por qué la deuda pública mundial para 2009 se eleva a 43 billones (millones de millones) de dólares. Actualmente, la deuda estadounidense se ubica en más de 14 billones. Representando alrededor de 100 por ciento del PIB de su aparato productivo. Luego del acuerdo entre demócratas y republicanos para elevar el techo de la deuda, se supera el 100% del PIB. Por su parte, la deuda de Japón, en términos relativos la más grande del mundo, se colocó en 225 por ciento del PIB de 2011. El siguiente cuadro refleja las deudas más importantes:
Viernes, 29 de abril de 2011 – 17:05 h.[2]
País
Deuda en porcentaje
del PIB (%)
Japón
225,8
St. Kitts y Nevis
196
Líbano
150,7
Zimbabue
149
Grecia
144
Islandia
123,8
Jamaica
123,2
Italia
118,1
Singapur
102,4
Bélgica
98,6
Esta circunstancia viene presionando a los países de mayor desarrollo industrial, principalmente a las naciones imperialistas, a la adopción de medidas en función de elevar su capacidad de crédito y de pago. Dicho en otros términos: extraer de la plusvalía más renta para cancelar los compromisos, mientras reducen significativamente las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo, mediante la rebaja del salario y el deterioro de los servicios públicos debido a la caída de los gastos destinados a estos renglones como salud, educación, entre otros, mientras se profundiza la privatización.
Demás está decir que los tenedores de papeles de la deuda, los representantes de la oligarquía financiera, se ven beneficiados con toda esta política pues se les garantiza el pago de sus dividendos, mientras encuentran espacios amplios para la colocación de sus superganancias. De tal manera que estas políticas están totalmente orquestadas para favorecer al gran capital. Así como el Estado yanqui destinó alrededor de un billón de dólares para atender la crisis en 2008, recursos que pagan los obreros estadounidenses, los empleados al servicio del Estado, el crecimiento de la deuda pública que busca satisfacer la voracidad del sistema financiero se descarga en las espaldas de los trabajadores, mientras se crean mejores condiciones de competitividad haciendo más barato al obrero productivo, aquel que va a la producción de bienes y servicios. Los llamados “rescates financieros” se convierten en mecanismos que permiten que se incremente la deuda, con lo que los grandes capitales siguen ampliando su frontera crediticia en este marco de negocios que representa nueva deuda, con la garantía de que quien la paga es la gente, principalmente los trabajadores. Así, la petición de Obama al Congreso estadounidense se traduce en un rescate de deuda para no caer en default. Medida que debe ser acompañada de políticas que permitan sacar recursos del proceso de producción, de la extracción de plusvalía, así como de los bolsillos de la gente que se mueve en el sector improductivo, muchos de los cuales dependen del sueldo que les brinda el Estado, y de la privatización de patrimonio público, incluso histórico y cultural. Tal es el caso de Grecia, que parece disponerse “a privatizar hasta el Partenón”, como dice en chanza la gente; o en Italia el David de Miguel Ángel.
Recordemos que una de las funciones del Estado capitalista es crear las condiciones materiales para la reproducción del sistema burgués en condiciones de cada vez mayor competitividad. Ello supone que el aumento de la producción implica aumento de los gastos en diversos órdenes. De una parte, gastos en materias que permiten la reproducción de la fuerza de trabajo en un mundo en el cual los desarrollos científico-tecnológicos apremian crecientes gastos en educación, investigación, salud viviendas, puentes y caminos, entre muchos otros aspectos. Si estos gastos son frenados, no sólo se provoca la elevación de las luchas de los trabajadores y de quienes reciben los servicios, sino también, y sobre todo, se elevan las exigencias de la propia demanda del capital.
Por su parte, la industria bélica, garante en buena medida de los desarrollos de las naciones imperialistas, cuenta con el Estado como principal demandante. Ubiquemos que la capacidad de demanda del Estado burgués encuentra en la deuda y en la presión tributaria las fuentes principales de los recursos que le permiten hacerse de bienes de esta naturaleza cuyo valor de uso no sólo se reduce a la cuestión bélica propiamente dicha sino también a la capacidad de persuasión frente al resto de potencias imperialistas. En términos relativos, la ganancia capitalista en esta industria puede ser mejor programada toda vez que la relación oferta/demanda está sujeta a circunstancias muchas veces previsibles y hasta relativamente planificadas, valga el caso de las dos guerras contra Irak.
Un componente básico de esta afirmación se encuentra en las decisiones del imperialismo, principalmente el estadounidense, de mantener sojuzgados los países dependientes y semicoloniales a los dictados del gran capital. Así, las relaciones se establecen con base en la rigurosidad de la división del trabajo internacional, sujetas a las condiciones que establece la cuota de la ganancia, principalmente. La industria bélica, por ser garante del comportamiento favorable de la cuota de la ganancia capitalista, se ha convertido en el puntal de la economía estadounidense al punto de que investigadores de la materia señalan que alrededor de 60 por ciento de toda la industria yanqui está articulada de manera directa o indirecta a este sector. Ello explica en buena medida por qué el belicismo y la industria militar son puntales del desarrollo del imperialismo en su conjunto. Estados Unidos, Rusia, Alemania, China, Francia, entre otros, muestran claramente esta tendencia. Así, el sostenimiento de este aparato representa una carga enorme para el presupuesto de los Estados imperialistas. Es por ello que el anuncio de recortes en el presupuesto de los gastos de defensa ha generado polémicas en el gobierno estadounidense, mientras que especialistas en la materia aseguran que ello no se cumplirá, cuestión que se corrobora si atendemos las declaraciones del secretario de defensa Leon Panetta, quien señalo que “para hacer eso, los recortes de gastos deben basarse en una estrategia y una política sanas”. Eufemismo que seguramente servirá para esconder el planteamiento de que el presupuesto en la materia no debe ser afectado, más cuando la dependencia del aparato productivo de este sector es tan grande. De allí que la incidencia de la cuestión militar y bélica en el déficit fiscal, así como en la creciente deuda externa estadounidense, seguirá siendo de grandes proporciones sobre todo porque es un sector que poco contribuye con la conformación del presupuesto de ingresos del gendarme mundial del capital oligárquico.
En general, menester es recordar que la plusvalía de una empresa productora de bienes industriales, así como la economía de una nación, se distribuye de manera muy precisa. La empresa distribuye la plusvalía en forma de ganancia capitalista, en rentas diversas e impuesto sobre la renta. Junto a los impuestos, todas las cargas impositivas y tributarias, se configura el presupuesto de ingresos de cualquier país. La deuda pública aumenta el presupuesto de gastos. Mientras más pronunciada más motiva la elevación de los compromisos. El presupuesto de ingresos debe estar en correspondencia con el presupuesto de gastos, esto es, debe haber un equilibrio. Si aumentan los gastos producto de los crecientes intereses que se deben pagar por concepto de los compromisos contraídos, aumenta el presupuesto de gastos y debe aumentarse el ingreso. Si la economía no ha crecido en correspondencia que permita elevar ingresos vía impuestos sobre las rentas que se obtienen del crecimiento de la economía, el Estado recurre a las cargas impositivas que reducen el consumo, lo cual reduce aún más la capacidad de recaudación vía impuesto sobre la renta toda vez que no hay un estímulo a la producción, ya que la demanda ha disminuido. De allí que resta recurrir al mercado exterior. Sucede que los efectos de la crisis mundial han mermado las ventas al exterior. Aún más afectada por la guerra de divisas. Luego, el recurso expedito parece ser la deuda pública. Los capitales financieros otorgan, gustosos, los créditos solicitados mediante la venta de papeles, subastas, entre otros mecanismos.
En medio de esta circunstancia, al crecer la deuda en relación con el PIB y verse afectada la capacidad de crédito de un país, la banca mundial y sus instituciones califican la deuda con base en la elevación del nivel de riesgo al que conduce esta tendencia a la insolvencia, por lo que aumentan los intereses de lo otorgado. Lo que afecta aún más el presupuesto de gastos. Esta fórmula matemática no es lógicamente neutra y su aplicación la llevan a cabo instituciones de la banca, por lo que la calificación claramente está sujeta al interés del capital financiero. Así, pone en evidencia la crisis financiera que los marcadores de deuda, de bonos, entre otros, son instrumentos políticos que buscar que el chantaje puje en la dirección que garantice la colocación de papeles del gran capital financiero, imponiendo orientaciones claras. Así, para sólo presentar una evidencia:
… a comienzos de 2011 las tres grandes agencias de notación (Standard & Poors, Moody’s y Fitch) han hecho saber al gobierno belga que se podría proceder a una degradación de la nota belga, sobre todo, si un gobierno no se constituyese rápidamente, o si se multiplicasen las protestas sociales. Estas protestas sociales, aunque absolutamente legítimas, poseen la facultad de hacer que los mercados financieros se pongan “nerviosos”, es decir, que hagan uso de todas las herramientas de las que disponen (degradación de la nota, amenaza de fuga de capitales o deslocalizaciones, ataques especulativos contra la deuda […]) con tal de que sus beneficios no se vean amenazados. No hay que olvidar que cuanto más débil es la nota de un país, más altas serán las tasas de interés que se le aplicarán a sus futuros préstamos (…) En resumen, bajo las aparentes “buenas noticias”, Bélgica no controla absolutamente nada. Al contrario, está profundamente sometida a las presiones de los créditos y sobre el país pesan serias amenazas en cuanto a un nuevo y altísimo incremento de su endeudamiento[3]
Aumento de la explotación del trabajo en los países imperialistas
Esta circunstancia obedece, en última instancia, a las presiones del capital por obtener mayores beneficios. Las vías en las cuales se mueven, claro está, siempre conducen a una mayor explotación del trabajo. Sólo que, si la jerarquía que le imprimen al mercado especulativo es prioritaria, es lógico suponer que la explotación será todavía mayor dado que, al ser mayor la parte de la plusvalía que se destina a satisfacer la ganancia especulativa, la única manera de sostener el nivel de plusvalía destinada a la ganancia capitalista es aumentando la explotación, incrementar los ritmos de explotación del trabajador, la jornada de trabajo y la intensificación en el uso del trabajo vivo.
Esta circunstancia centra el incremento de la explotación en los trabajadores de las economías imperialistas, de las economías de mayor desarrollo capitalista, para sortear la circunstancia creada. Lo que no supone una disminución de la explotación del trabajo en las naciones débiles. Por el contrario, parejo al incremento de la explotación en las naciones imperialistas se hará lo propio en los países dependientes y semicoloniales, sólo que de una manera más drástica para mantener la ventaja que supone la baratura de la fuerza de trabajo en estos países y así mantener la cuota media de la ganancia. Pero la pérdida de competitividad de las economías imperialistas envejecidas, como es el caso de la estadounidense, frente a la China, principalmente, fuerza a atender el crecimiento del PIB en correspondencia con el crecimiento del producto nacional. Esto es, el crecimiento en el seno de las economías de las naciones imperialistas debe avanzar en correspondencia con el crecimiento de las economías que logran estas naciones producto de la inversión que realizan fuera de sus latitudes. Prueba emblemática de lo que señalamos lo constituye la economía sueca cuyo PIB es muy inferior al producto nacional. O sea, obtienen más beneficios los capitales suecos por lo que invierten fuera de sus fronteras que lo obtenido dentro del aparato productivo que se especializa cada vez más en el desarrollo de innovaciones científico-tecnológicas y de procesos de composiciones técnicas y orgánicas muy superior al que se configura fuera de sus fronteras, habida cuenta de la ventaja que supone localizar capitales en economías que cuentan con fuerza de trabajo muy barata en comparación con el obrero sueco en este caso. De allí que las inversiones fuera de sus fronteras se privilegian por encima de las que se producen dentro de ellas.
Ahora, bien, al aumentar la explotación del trabajo, al desvalorizar el precio de la fuerza de trabajo, el propio sistema reduce la capacidad de demanda social y profundiza la contradicción entre lo que se produce y la posibilidad de su realización, con lo que frena la posibilidad de recuperación temprana.
Las contradicciones interimperialistas y la competencia intermonopólica, a su vez, empujan a que la competencia sea más forzada. La búsqueda de mayor competitividad supone, dado el rezago creciente de EEUU en materia de industria ligera, el abaratamiento del precio de la fuerza de trabajo, de allí las medidas de reducción del gasto público en 2,2 billones para los próximos años. A su vez, ello explica que una condición puesta por los republicanos a Obama ―para votar a favor del aumento del techo de la barrera de los 14,3 billones de dólares de deuda y elevarla en más de dos billones, lo que la colocaría en más de 100% del PIB― haya sido la elevación de la producción, por lo que no se debían aumentar los impuestos a los ricos y sí descargar en la gente mayor presión tributaria.
Céteris páribus, debería de propiciarse en términos relativamente rápidos el proceso de recuperación, luego de un proceso de destrucción de capitales a escala planetaria. Sin embargo, en condiciones de crisis general y de descomposición del sistema capitalista mundial, cubiertos todos los mercados, las tesis de Lenin al respecto adquieren relevancia de manera contundente. El carácter parasitario, militarista y guerrerista contribuye con la profundización de la crisis y frena la recuperación y, de darse, no se detienen aquellas tendencias que se inscriben en el principio de búsqueda de máxima ganancia con base en la localización de los capitales donde la tasa de beneficio sea más elevada. Ello es lo que a fin de cuentas fuerza a la recuperación basada en la destrucción de capitales detrás de los actos bélicos, el paro, la desvalorización del salario, entre otros aspectos.
La destrucción de capitales, a su vez, determina a la postre una nueva composición del valor. Esto es, la relación entre la cantidad de trabajo pasado, maquinarias, materias auxiliares, medios de producción en su totalidad, el trabajo humano y la cantidad de plusvalía que se apropia el capitalista. A ello conduce este proceso devastador de la riqueza creada. Proceso que no desconoce ningún medio ni ninguna forma en la que se expresa el capital. Hay destrucción de capitales en el desempleo. Obrero que no consigue trabajo es fuerza de trabajo en descomposición. Pobreza es destrucción de capital humano. De tal manera que el desempleo y el paro destruyen hombres, máquinas equipos, materiales diversos. Las guerras son expresiones también acabadas de esa destrucción masiva.
Así, se repite ―como un oráculo griego que indefectiblemente lleva a la tragedia― que, al desplazarse los capitales hacia el sector especulativo y bélico, se afianzan tendencias que harán estallar el conflicto entre una tendencia y otra, pero también en el terreno de la lucha de clases, del conflicto social. Las recientes protestas en Europa, entre ellos los últimos hechos en Inglaterra, son clara evidencia del descontento social que atenta contra la estabilidad capitalista. En definitiva, el corolario de todo esto conduce irremediablemente a una profundización de la lucha de clases, pareja a la que se produce contra los trabajadores para aumentar la explotación y satisfacer la voracidad del capital productivo y especulativo.
El cercenamiento de derechos laborales, la reducción del salario de todos los trabajadores, el aumento de la edad para la jubilación, entre otras, son las medidas que desde hace ya tiempo se vienen adelantando pero que, dadas las nuevas circunstancias, fuerzan a los Estados imperialistas a tomar medidas más fuertes. De lo contrario, corren el riesgo de perder ventajas en relación con China, India, entre otras potencias emergentes que han sabido sacar provecho a la baratura de la fuerza de trabajo y los ritmos de explotación de los trabajadores a niveles insospechados. Los imperialistas tendrán que apelar a la misma política para alcanzar las simetrías de crecimiento y desarrollo alcanzadas en estos países.
Asimismo, se han de adelantar leyes que permitan darle piso jurídico a las medidas tomadas contra los trabajadores y el pueblo en general. En el caso de Francia ya se venían tomando medidas que desfavorecen conquistas alcanzadas luego de la Segunda Guerra Mundial. En Grecia es emblemática la reducción del salario en 20 por ciento a los jóvenes menores de 25 años, así como la extensión a tres años de los contratos temporales y el aumento del IVA a 23 por ciento. En general la reducción del salario a los empleados públicos alcanza hasta 5,5 por ciento.
Ejemplo nada edificante para el Fondo Monetario Internacional y las naciones imperialistas ante esta situación griega es:
El ejemplo opuesto es Islandia. En esta pequeña isla del norte de Europa, la crisis en 2009 llevó a los bancos, todos privados, a la quiebra. El FMI quiso imponer su receta, pero la gente salió a la calle, denunció a los banqueros que habían hundido la economía y a los gobernantes que lo permitieron. El gobierno cayó, se promovió un plebiscito sobre el pago de la deuda externa (que era de los bancos privados con Gran Bretaña y Holanda), y 93% votó en contra. Se negó todo subsidio a los bancos quebrados, la mayoría fueron nacionalizados, varios banqueros se vieron entre la cárcel y la salida del país. Uno de los lemas de los “indignados” en la Puerta del Sol madrileña señalaba: “Islandia es mi meta”.
Condiciones objetivas como determinación del carácter de las luchas
La crisis capitalista es general y cíclica. La articulación de estas dos circunstancias conduce a que la curva que describe el ciclo sea errática. La crisis cíclica presenta en la descripción de la curva ―luego de la circunstancia depresiva, para entrar en la fase de recuperación o reanimación― una tendencia ascendente, lo que puede encuadrarse dentro de la teoría del ciclo que describe el desarrollo capitalista. Esto es, a la recesión y la depresión le siguen la recuperación y luego el auge, al menos teóricamente eso fue desarrollado por Marx y la evidencia empírica lo constata una y otra vez. Sólo que en esta oportunidad la posibilidad de entrar en el auge ha sido frenada debido a los problemas de la caída de la inversión en el sector productivo. La recuperación está sujeta a la creación de mejores condiciones para la explotación de la fuerza de trabajo, principalmente. Ahora, bien, esta circunstancia conduce a la entronización de contradicciones en la esfera de la circulación y de la producción difíciles de ser solventadas por el capitalismo a menos que la caída en el precio de la fuerza de trabajo sea de tal magnitud que permita una elevación de la cuota de la ganancia principalmente. A esto va unido el desarrollo de innovaciones científico-tecnológicas, ampliación del mercado mundial.
Así, en las primeras de cambio, la respuesta ha sido dada en el terreno de las reformas, de la defensa de los logros alcanzados y que vienen siendo afectados de manera acelerada. Ello sucede en España, Francia, Italia, Inglaterra, entre otros. Sin embargo, las cosas tienden a agudizarse dado el proceso de deterioro de las condiciones de vida de las grandes mayorías. Así, los movimientos de protesta, sobre todo el de los “indignados” en España, representan perspectivas que pudiesen trascender lo meramente reivindicativo. Sucede, una vez más, que al no existir una vanguardia revolucionaria se reducen las luchas a elementos propios de la relación obrero-patronal, esto es, no se perfilan hacia perspectivas de mayor dimensión estratégica, de allí la esperanza que para los pueblos representan las respuestas como las que se vienen perfilando en España.
En cualquier caso, la elevación de las luchas contra el capital resulta un hecho objetivo. Se verá afectado el mito del sueño americano, tanto como el de la meca europea. Sin embargo, eso no supone que las luchas se inscriban en una perspectiva de cambio en las relaciones de producción, a menos que surjan sólidas fuerzas políticas insurgentes con programas de cambio revolucionario y formas de lucha que alimenten al movimiento.
Otra tendencia que pudiese tomar cuerpo de manera vertiginosa es la xenofobia y los rasgos fascistas en las sociedades europea y estadounidense. El incremento de la explotación de los trabajadores hace que los capitalistas privilegien la contratación de trabajadores extranjeros más baratos y dispuestos a percibir salarios por debajo de las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo, por debajo del valor de cambio de la fuerza de trabajo. Además, en un porcentaje fluctuante los extranjeros ilegales estarán más que dispuestos a vender su fuerza de trabajo muy por debajo de su valor, con tal de subsistir.
Influencia de esta circunstancia en la Venezuela actual
La circunstancia venezolana puede resultar explosiva. Esta afirmación, como hemos sustentado, fuerza a adelantar una política de mayor vinculación de masas, de comprensión de las luchas obreras y sindicales, principalmente y entre otros aspectos. La crisis mundial coloca al movimiento obrero, específicamente al movimiento sindical, en una disyuntiva sólo superable en la medida en que exista una vanguardia que oriente las luchas y que parta, para el sustento de su política, de un análisis riguroso de la situación. Recordemos que el sindicato, en esencia, no es otra cosa que un instrumento de compra-venta de una mercancía. Sólo que esa mercancía es la fuerza de trabajo. Cuando el sindicalismo está bajo la influencia de corrientes perversas que se percatan del provecho propio que pueden sacar de la acción sindical, el sindicato se convierte en un instrumento al servicio del patrón. Sobradas experiencias en esa dirección ha habido en la historia del movimiento sindical a escala mundial, y sigue existiendo. Para no ir muy lejos veamos lo que acontece en el sindicalismo venezolano en los últimos años que ha dejado una huella de más de 200 asesinatos. De allí la importancia de contribuir con el proceso que se inicia a escala internacional ya que las luchas del movimiento obrero deberán colocarse a la orden del día, debido a la ofensiva que contra los trabajadores deberán adelantar los Estados capitalistas para paliar una deuda que amenaza con conducir a una crisis de incalculables consecuencias.
Para los países que cuentan con ventajas en la colocación y venta de sus productos y que, a su vez, se convierten en refugios para el capital, como es el caso del petróleo, los dividendos pueden permitir paliar los efectos de la crisis en el corto plazo. A su vez, les permite, a estos países, afianzar la tendencia obligada del capitalismo a expandir sus mercados exteriores, fortaleciendo su condición de compradores, importadores netos de bienes finales. En el caso de Venezuela, resulta emblemática esta conducta. Los recursos extraordinarios provenientes de la colocación del crudo en el mercado internacional han servido para ambas cosas de manera por demás ejemplarizante, convirtiéndose, a su vez, en un factor que brinda confianza al imperialismo de ser no sólo un seguro proveedor de materia energética sino de seguir los dictados del gran capital.
Sin embargo, el proceso de desmantelamiento del aparato industrial al que ha sido sometida la economía, mientras se afianza la condición importadora, y el creciente endeudamiento público hacen muy vulnerable a la economía venezolana. Cualquier vaivén en el comportamiento de los precios del crudo a la baja puede determinar una situación crítica que bien pudiese conducir al colapso de la economía. La deuda ya supera con creces 50 por ciento del PIB de 2011. Mientras, la recuperación se da a partir del estímulo de sectores que no dejan mayor planta instalada, como es el caso de la construcción, que permiten hacer crecer la economía en el corto plazo pero que no inciden de manera significativa en otras ramas de la economía, sobre todo porque buena parte de los insumos y maquinarias son de origen externos. En definitiva, en el corto plazo el régimen puede atemperar la situación pero las determinaciones de la economía mundial se confabulan para que sus efectos se hagan sentir de una manera drástica en economías débiles como la venezolana, en un tiempo impredecible con exactitud, pero que tiende a ser relativamente corto. La búsqueda de ventajas a partir de la obtención de materias primas baratas es una tendencia dominante que se hará sentir a partir del proceso de recuperación al que pujará el capital. Esto será así, sobre todo en el momento en el cual algunos commodities, materias primas o bienes semielaborados de consumo masivo en la producción principalmente dejen de ser refugio para el capital, elementos que sirven a la especulación por los vaivenes de sus precios dada la acción de la oferta y la demanda, entre otros factores, lo que hará que la economía se tambalee de manera brusca. Situación que se ve agravada por el crecimiento de la deuda.
La reanimación del aparato productivo encontrará tremendas limitaciones por los frenos al proceso de centralización de los capitales, tales como el encarecimiento del crédito, las limitaciones al aparato productivo, el rezago en materia científico-tecnológica, entre otros aspectos. Ya se anuncia la posibilidad de una caída de los precios del crudo en unos 10 dólares el barril, lo que afectaría sensiblemente los ingresos del Estado venezolano, a pesar de haberse calculado el presupuesto de gastos con base en 40 dólares el barril. Ubiquemos que la deuda ha crecido de manera alarmante de cara a un presupuesto que, dependiendo del comportamiento de los precios del crudo, no puede incrementar los ingresos por vías expeditas como el aumento del impuesto sobre la renta o el IVA.
Estas circunstancias deben ser analizadas de manera permanente por la dirección del partido para ubicar las tendencias del desarrollo de la lucha de clases en Venezuela y a escala internacional. Están en pleno desarrollo procesos cuyas derivaciones harán que se haga realidad aquello de la situación revolucionaria en uno u otro eslabón de la cadena imperialista, aquél que se haga más débil producto de la crisis y sus efectos. Esperamos que estas líneas sirvan para la comprensión de un proceso que conducirá, más temprano que tarde, a que florezcan las ideas revolucionarias en su forma más acabada: las ideas marxistas, como necesidad de los pueblos en su lucha por la liberación y el socialismo y a la definición, por ende, de estrategias y tácticas hacia la construcción de un nuevo poder. Una vez más truenan las palabras según las cuales sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria.
Bandera Roja, Comité Político. Nacional
 Agosto 2011
Caracas, Venezuela

[1]     http://lafotoolvidadadeayer.wordpress.com/2011/07/13/las-cinco-empresas-mas-rentables-del-mundo-en-2010/. Al final del párrafo, debe decir: “… lo que es lo mismo, un 61% más que en 2009”.
[3]     http://www.cadtm.org/Belgica-no-controla-ni-su-deuda-ni.

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