Las apuestas en la política son permanentes. Que siga un curso a favor o en contra, las más de las veces depende del análisis de las tendencias del desarrollo. De allí los cálculos. De hacerse. Sin embargo, en virtud de que hemos vivido tiempos en los cuales la rigurosidad en el análisis por los factores que dirigen la oposición, ha sido casi nula, no es sorprendente que afirmemos que vamos bien, pero sin rumbo.
La política, la práctica política, debe ajustarse al manejo de cuestiones teóricas en correspondencia con la complejidad que ello supone. Andar a ciegas, sin análisis rigurosos del momento y con base en una capacidad de maniobras que a momentos parece alejarse de principios éticos y de una estrategia establecida, parece conducir a derrotas algunas veces inesperadas, otras, fácil de ser previstas.
Es el caso del análisis económico del país, sus perspectivas y repercusiones políticas. Estamos de acuerdo en que la crisis es profunda. Sin precedentes nacionales e internacionales. Pero se produce en un país que guarda condiciones fuera de lo ordinario para recuperarse sin afectar una línea estratégica como la marcada por el régimen. Muchos de quienes dirigen la oposición no solo yerran en relación con lo que concluyen sobre las perspectivas actuales, sino también acerca de una propuesta política alternativa, afirmando que la reconstrucción de Venezuela requiere de décadas y de grandes penurias.
Sumemos que el régimen y sectores fundamentales de la oligarquía financiera y del imperialismo, parecen decididos firmemente a llevar a término el proyecto estratégico en curso, muy a pesar de las penurias que crea. Convertir a Venezuela en un país proveedor de materias primas estratégicas mientras continúa en su condición petrolera, luce tarea difícil pero alcanzable, sobre todo con el apalancamiento chino y ruso.
Ahora bien, dadas algunas condiciones objetivas del país, como contar con esas enormes riquezas, la circunstancia crítica, no conduce en nuestro caso a una cronicidad similar a la de países cuya depauperación está ligada a la carencia de recursos naturales abundantes y estratégicos. Además de petróleo, Venezuela cuenta con riquezas inconmensurables. Coltán, torio, uranio, rodio, tierras raras, oro, diamantes, entre otros minerales, forman parte de los componentes de nuestros suelos. En buena medida concentrados en Guayana, son recursos muy apetecidos en estos tiempos. Pudiésemos detallar el valor de estos elementos en el mercado. No es el caso para tal ejercicio. Basta decir que se trata de riquezas que bien pueden atemperar una crisis como la que vivimos. Su volumen, tenor y precios en el mercado, así lo pudiesen permitir.
En cualquier caso, se trata de un proyecto estratégico el diseñado por el chavismo que nace desde los tiempos en los cuales Chávez gozaba de vida. La entrega a China para la elaboración del mapa geológico de Venezuela indicaba sus avances. Ahora entregado a los rusos para su “actualización”.
Los signos
Ciertamente no manejamos suficientes estadísticas al respecto, el Gobierno se las reserva, pero la caída de los precios del crudo, la merma de la producción sumado a las medidas del imperialismo estadunidense y de los europeos, han profundizado la crisis. Pero el salvavidas ruso y chino, sirven de contrapeso. Algo les brindan los turcos e iraníes, entre otros.
La producción petrolera para el mes de abril del año en curso se situó en 768 mil barriles diarios. Sin embargo, podemos observar que hay riqueza circulando. De algún lado debe venir. Algo puede aportar la venta de minerales. Oro y diamante parecen brindar ingentes contribuciones. Igual sucede con coltán. Aun sin contar con fuentes gubernamentales, pueden haberse incrementado las ventas de estos minerales. Además, algo se produce en Venezuela distinto al petróleo y la minería. Muchas necesidades comienzan a ser satisfechas con producción nacional. Poco competitivas, pero la dolarización ha hecho lo suyo. La aproximación del precio al valor de los bienes resulta un estimulante.
Además, la hiperinflación parece ser frenada. Según las estadísticas que brinda la Asamblea Nacional, la inflación en el mes de mayo se situó en 31.3%. De mantenerse este ritmo de elevación de precios por inflación, estaríamos frente a la perspectiva de que superen la hiperinflación, aunque no necesariamente la inflación. Lo que no representa que se haya superado la grave crisis económica y mucho menos que atemperen las condiciones de vida de los pobres.
Muchos afirman que se trata de una caída de demanda y su incidencia en los precios. Sin embargo, somos de la idea contraria de que, además de que se ha incrementado la oferta de muchos rubros, se ha incrementado el salario de los trabajadores productivos, los obreros del sector privado. A lo cual debemos sumar las remesas que reciben millones de venezolanos provenientes de familiares que migraron para tales efectos. Hay demanda en medio de la paradoja de que los más pobres, junto a los empleados del Estado, del sector salud, educación, entre otros, viven con míseros salarios, más el “privilegio” de muchos de la bolsa o caja Clap, lo que apenas permite subsistir.
La concentración de capitales y el peligro
En economía, en la ciencia económica, el proceso de concentración de capitales puede ser entendido como el encuentro del dueño de medios de producción a ser capitalizados, con «hombres libres» dispuestos a vender su fuerza de trabajo. Proceso que ha sido frenado como resultado de una política económica erosiva que alcanza su máxima expresión durante el último lustro. Sin embargo, de manera natural, la economía venezolana ha seguido dando pasos de manera natural en el proceso de acumulación de capitales, en medio de la crisis brutal que se vive. De una parte, el relativo desarrollo en sectores importantes de la economía, de la gran empresa, hacia la centralización de capitales, donde destaca el grupo de Alimentos Polar. De otra, se viene incrementando la producción de bienes cuya oferta fue frenada drásticamente por la caída de las importaciones. Productos de limpieza y aseo personal, por ejemplo, son ofertados de manera cada vez más notoria. Muchos repuestos de vehículos son repotenciados para mantener a duras penas muchos de los vehículos rodando.
En definitiva, la concentración de capitales parece dar signos de recuperación, a la espera de que se reduzca el encaje legal y se amplíen los créditos a la producción y al consumo, circunstancia que condiciona Sudeban a la estabilización del precio de la divisa.
Si bien no hay signos de recuperación importante del PIB, un leve rebote, lo que conlleva a un incremento de bienes ofertados y de freno a la hiperinflación, pueden brindar un panorama al gobierno como para que lance una campaña a su favor bajo la afirmación de que la economía está mejorando. Sembrar esperanzas como bien sabe hacerlo. El engaño sigue siendo un arma bien usada por el régimen.
Sin embargo, el descontento es demasiado grande como para pensar que el chavismo pueda recuperarse electoralmente. Puede mantener mecanismos de control social vía bolsa Clap, empleos públicos, trabajos a destajo, pago por asistencia a mítines y concentraciones políticas. Pero eso no supone lealtad alguna ni identificación política. Tampoco implica que albergue la gente alguna esperanza real de que mejorarán las cosas.
Así, puede el régimen armar algo de entusiasmo en quienes ciegamente le siguen. Puede levantar una campaña política tras la mentira y las evidencias de que frenó la hiperinflación y que se inicia una etapa de recuperación. Aunque, a costa de una mayor dependencia del bloque imperialista de marras, puede seguir obteniendo créditos, facilidades y recursos que puedan contribuir a la nueva etapa de la gran estafa.
Por eso, además de la represión, el control social, la mentira, el enfrentamiento a la oposición democrática en verdad dispuesta a enfrentarlo en todos los terrenos, estimula el Gobierno una fórmula tercerista. Un sector con el cual siempre mantiene en reserva y echa mano de él cuando se dan procesos como el anunciado.
El peligro es inminente. La oposición, vista en su conjunto, parece perpleja. Sin rumbo. Sin estrategia a seguir. Mientras, el pueblo sufre las calamidades propias de la crisis más grave que ha vivido el país.
Si quiere salir airosa, la oposición deberá unificarse en torno de una propuesta política, que no un plan, que despierte confianza en la gente como para asumir sus directrices. Hay disposición de la gente. ¿Cómo no tenerla frente a padecimientos de antología? Cómo no tenerla frente a las calamidades como la luz, la carestía, la represión… Condiciones existen para impulsar un gran movimiento de masas que además de luchar por sus derechos, se empine para salir del régimen. Pero hace falta confianza y el diseño de un rumbo claro de luchas por el progreso y el bienestar de la gente. De una salida que brinde entusiasmo en la idea de que sí podemos salir rápido y bien de la crisis.
Es urgente la creación de una dirección política capaz de asumir este reto. El tiempo juega en favor del régimen. Hay que ganarle terreno, no ceder en su beneficio.