La fuerza de trabajo también es una mercancía. Tan sólida y concreta como algún bien mueble o inmueble. Esto es, está destinada al intercambio y cuenta con valor de uso y de cambio.
Vale recordar estos conceptos ya que se piensa que al obrero se le paga íntegro por su trabajo. En realidad, se le paga lo que le permite sobrevivir. Él y los suyos cuentan con el emolumento que les permite subsistir en condiciones mínimas de reproducción. Claro, en circunstancias históricas concretas; temporal y espacialmente dadas; en una sociedad y en una época determinadas. Una cosa son las condiciones de reproducción en este siglo y otras las del siglo pasado. Igualmente sucede entre naciones y países. Los países imperialistas y de mayor desarrollo capitalista encuentran condiciones de reproducción más vivibles que las que imperan en países atrasados y sojuzgados por el gran capital.
En las actuales condiciones de la sociedad venezolana, un «logro» indiscutible del Gobierno es sin duda alguna haber colocado el salario del trabajador venezolano entre los más bajos del planeta. Ha creado de la fuerza de trabajo una ventaja comparativa extraordinaria. Es barata en extremo. El trabajador venezolano, además, es laborioso. Hambriento, pero dispuesto al trabajo.
Bajos salarios, unidos a la destrucción de la organización sindical, afianzan la contratación de los trabajadores de manera más ventajosa para el patrón, sea el Estado o la empresa privada.
La valorización del capital, cuyo fruto es la mercancía, es el resultado del proceso de producción y de trabajo. Solamente la fuerza de trabajo del obrero agrega nuevo valor. Esto es, solo la fuerza de trabajo revaloriza el valor expresado en el conjunto de medios de producción. Los medios resumen trabajo pasado y justamente eso arrojan a la mercancía. La fuerza de trabajo, al agregar nuevo valor, el capitalista, como dueño de los medios de producción y de la fuerza de trabajo que le pagará al obrero, se hace con suficiente riqueza como para brindar el salario al trabajador para que se reproduzca junto a los suyos. Además, saca la plusvalía en correspondencia, de la cual obtiene la ganancia y de allí, también sus gastos de representación. Esa es la explotación del trabajo.
En las actuales condiciones, se ha elevado un tanto el salario del trabajador productivo. De los trabajadores que producen plusvalía, quienes agregan nuevo valor en el proceso de producción y de trabajo. Fenómeno ostensible cuando observamos lo que ganan los obreros en las empresas productoras de bienes, grandes, medianas e incluso pequeñas, en relación con el salario y los sueldos de los empleados públicos.
La determinación del salario del trabajador improductivo, aquel que no produce plusvalía, es concreta. Sube o baja en relación con el trabajador productivo. Se trata de un trabajo fundamental para la sociedad. Para las relaciones sociales de producción burguesas, es básico. En general, son las mismas condiciones de reproducción las que determinan que el salario del trabajador improductivo se aproxime al del trabajador productivo. Oscila en torno de ese salario en condiciones de relativo equilibrio de las cuentas. Una economía boyante puede elevar el salario y emolumentos de quienes laboran en la administración pública de un Estado al mismo nivel que los trabajadores productivos. Al punto de que se da el caso de directores ministeriales que devengan lo correspondiente a un gerente de planta industrial. Trabajadores que devengan salarios similares a los obreros calificados de la empresa.
Ubiquemos que aquello de trabajo improductivo no supone esterilidad. Por el contrario, las condiciones de reproducción del orden, desde el orden jurídico y judicial, hasta el ejecutivo; la formación y reproducción de la fuerza de trabajo, que implica salud y educación; toda la administración pública y lo que suponen más en general las condiciones de reproducción del orden burgués descansa en este trabajo. Por lo que aquello de improductivo, acuñado por los fisiócratas y plasmado por Smith y más adelante por Marx, no es muy feliz desde el punto de vista semántico. Pero es la categoría que lo define. Ahora bien, buena parte de la plusvalía y de lo que devengan los trabajadores en forma de salario, va a parar a las arcas de los Estados capitalistas. Esto es, son los trabajadores productivos quienes principalmente contribuyen con el presupuesto de ingresos de los Estados.
En el caso de Venezuela, dada la circunstancia crítica y, por ende, cuentas nacionales desencajadas, una recaudación afectada por la caída del precio del crudo y otras situaciones que han llevado al extremo la crisis, han conducido a que el presupuesto de gastos sea cubierto por lo que debería ir a las condiciones de reproducción de los trabajadores en general y en particular al salario de los trabajadores y empleados de la administración pública. Prefiere el Gobierno honrar los compromisos con los acreedores que pagar salarios decentes a quienes garantizan la reproducción de toda la sociedad. Se destina un elevado porcentaje del presupuesto de ingresos al pago de la deuda pública extranjera.
Así, vivimos tiempos en que el salario mínimo decretado por Maduro, de hambre, solamente es referencia en la administración pública.
El salario y la demanda
El salario en Venezuela, de los más bajos de la economía mundial, permite al capitalista obtener una elevada tasa de plusvalía. También en la materia punteamos entre los primeros del orbe. El problema es la demanda. Sin demanda, difícil trabajar usando un mayor porcentaje de la capacidad instalada. Crece la tasa de plusvalía por lo barato del obrero, pero no la masa de plusvalía.
Sin embargo, en los últimos meses se ha producido un significativo incremento del salario real de los trabajadores productivos. Esto es, de los trabajadores que producen plusvalía. Los obreros que venden su fuerza de trabajo al dueño de medios de producción. En términos relativos, claro está. Siguen siendo salarios muy bajos. Pero, en relación con lo que venían devengando, es bastante. Al menos esto sucede en un porcentaje cada vez más creciente de la masa laboral.
Y es que ha crecido un tanto la demanda. Luego, se produce un efecto expansivo. Al crecer la masa de plusvalía, en función de elevar la productividad, el capitalista aumenta el salario del obrero. El umbral que se crea de las condiciones infrahumanas en las que viene viviendo el trabajador y un salario decente es muy grande. Por lo que está más que dispuesto el dueño de los medios a aumentar un tantico el salario. Todo lo cual eleva un poco la demanda social en general. No mucho, pero ya comienza a hacerse sentir.
Circunstancia que debe ser analizada de manera concreta. De una parte, ha habido afluencia de dólares a la economía por la vía de las remesas. Es el caso de muchas familias que reciben de manera relativamente regular alguna ayuda desde el exterior. Hijos, esposos, familiares, logran enviar de muy diversa manera la ayuda en cuestión para paliar las lamentables condiciones de sus familiares en el país. Eso conduce a un relativo aumento de la demanda.
Además, algún ingreso se debe estar recibiendo el Gobierno más allá de lo que depara el negocio petrolero. La caída de la producción de crudo es una tendencia que no ha sido revertida. Sin embargo, otros recursos bien pueden haber deparado importantes ingresos, principalmente la riqueza aurífera cuyos negocios son conocidos solamente por los cabecillas de la dictadura.
Unido al freno a la hiperinflación, se van dando condiciones para una leve recuperación. Pero quedaremos con el salario más deprimido de la región y de los más bajos a escala planetaria. Momento para la lucha.
El dólar…
De otra parte, la paridad del poder adquisitivo (PPA) del dólar en Venezuela en relación con la misma variable en otros países, tiende a ser menor. Igual sucede a escala planetaria. China, ejemplo emblemático al respecto, cuenta con el Producto Interno Bruto (PPA) más elevado del planeta. Supera a Estados Unidos desde enero del presente año. Sin embargo, los estadounidenses superan a los chinos en el PIB nominal. Palabras mayores en comparación con el caso venezolano. Los chinos superan a los EEUU en PIB (PPA) dada la productividad del trabajo.
En nuestro caso la pérdida de poder adquisitivo obedece a que la especulación del mercado, lo elevado de los costos de todo lo venezolano dado el componente importado para producir, que también se ve sujeto a especulación, unido a las importaciones cuyas barreras hacen más costosos los bienes finales importados. Principalmente estas son las determinaciones que conducen a la pérdida del poder adquisitivo del dólar en Venezuela. Lo cual hace que la capacidad de demanda no sea mayor. Aunque en los últimos días ha habido cierta recuperación del poder adquisitivo de la divisa como resultado de su incremento de precio en el mercado paralelo, mientras la inflación marcha a un ritmo menor.
Incide también que sigue siendo dominante la política económica de dejar el desarrollo a cierto grado de inercia, unida medidas monetaristas. Pero un ápice se mueve la política dirigida a profundizar el extractivismo. La concentración de lo capitales se da con base en tendencias objetivas más que a orientaciones en función de estimular el aparato productivo y la sustitución del producto importado por producción nativa. De allí que las diferencias sociales son cada vez más pronunciadas, mientras impera la centralización de los capitales. Lo importante para el Gobierno es seguir afianzando a economía minera, aunque también hace concesiones para rescatar la extracción del crudo.
Buscan las mafias de la dictadura mantenerse en el poder a toda costa. Cuentan con el apoyo de las más grandes potencias nucleares y económicas del mundo, rivales a muerte del imperialismo estadounidense, a quienes hacen concesiones expresadas en la política antes indicada que les garantiza la satisfacción de la demanda de materias primas estratégicas vitales para la industria moderna, nuevas fuentes de energía y el sistema financiero. De allí la libertad que se dan para sostenerse en el poder combinando el engaño “socialista” con la más cruenta represión, expresada en la tortura más animalizada y en los centenares de manifestantes asesinados durante las rebeliones de 2014 y 2017.
Son tiempos de preparativos para la lucha. Son tiempos de reflexión y de serios análisis de la circunstancia. También de revalorización de la unidad sobre nuevas bases, una de las cuales deben ser las ideas programáticas de progreso y bienestar, dirigidas principalmente a los trabajadores.
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