- Los fenómenos políticos de cualquier magnitud no siempre dan la impresión de que la revuelta es en la esquina de la casa. En las guerras más violentas, mucha gente no toma partido y vive como a espaldas de los cambios. Las mismas victorias de Chávez son un buen ejemplo. Los que lo apoyaron lo vivían en el fragor del momento y hablaban pomposamente en nombre del pueblo. Pero la verdad es que toda la sociedad estaba expectante y favorecía el cambio aunque fuese de manera muy tibia. Eso fue suficiente. El 13 de abril de 2002 no fue una movilización popular la que devolvió a Chávez, sino el momento propicio para que otras fuerzas actuasen legítimamente. Y fue suficiente.
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Dicho esto, hoy hay mucho más condiciones para dar vuelta a la tortilla con todas sus cúpulas corruptas. Las contradicciones se han agudizado más que el 23 de enero de 1958, el 27 de febrero del 1989, el 4 de febrero de 1992 y, por supuesto, que en abril de 2002. Incluso, hay más contradicciones que en la primera rebelión democrática venezolana del siglo XXI, acaecida en el año 2014. Creo que estamos en el momento definitivo, de grandes cambios políticos. Cuánto durará exactamente, no se sabe. Pero quien no quiera ver que nos aproximamos a un desenlace, se aferra a un barco que se hunde.
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En este punto de quiebre veremos los que tuvieron la hidalguía y valor de asumir los principios que dicen representar y actuaron en consecuencia, los que prefieren una salida negociada y los que mostraron una posición acomodaticia, esperando que todo vuelva a su cauce, porque sus principios obedecen a un doble estándar moral.
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Esta rebelión democrática tiene mucho de la fuerza de la clase media, pero es innegable que en ella participan todas las clases sociales. A diferencia de la propaganda goebbeliana de la dictadura, hemos sido testigos de que vastos sectores populares se han incorporado activamente en todas las regiones del país. La tendencia que se avisora es que esa participación popular se incremente. Esta segunda rebelión democrática refleja a la gente, a un pueblo que está furioso contra el Gobierno, pero ello no obsta que se vea la clara diferencia entre una bolsa de comida del CLAP y buscar en la basura. La gente sabe que la bala no se sabe de dónde viene. Y que después de uno muerto, nadie sabe nunca nada. Es una línea fina entre el hambre y la vida, entre la muerte y la vida, y no todos quieren tentar el destino. Creo que la gente no simpatiza totalmente con todo lo que hace la dirigencia opositora. Por ello, ésta no debe pecar de soberbia, pues es un liderazgo que a muchos se los ha regalado la historia más que su astucia política. Los que se rebelan hoy son los jóvenes que representan la posibilidad de alcanzar el cambio profundo que la mayoría de la población anhela. Son las masas que hablan por todos, los que sobrepasan a la oposición y al Gobierno y en grito o en silencio expectante, esperan ansiosamente su victoria. La caída del chavismo.
24 de Mayo (día de la batalla de Pichincha) 2017