Con todo y lo trágico, ya resulta trillado aquello de que Venezuela sufre una profunda crisis. Por lo que es difícil comenzar con palabras para un balance de este nefasto año, que no sean de aquellas que resumen el tono manido. Tomemos un camino más largo. Comencemos por ubicar el origen de las cosas.
El desarrollo del capitalismo mundial anda en un punto en el cual debe afianzar tendencias, so pena de poner el sistema en riesgo. Paradójicamente, de hacerlo, de afianzar esas tendencias, igual pone en riesgo el sistema, pero por el camino de la confrontación bélica a escala planetaria, o por fuerza de la acción de los países débiles y la acción de los trabajadores. Parece pues, no tener salida que no sea el camino de la crisis.
Las tendencias objetivas indican que la caída de la cuota media de la ganancia conduce al desarrollo de contratendencias que agudizan las contradicciones antes indicadas. Las propias entre las potencias imperialistas. Las que se suceden entre los países dependientes y las naciones imperialistas. Y las luchas de los pueblos contra la opresión y la explotación de los trabajadores.
El incremento de la explotación del trabajo es fundamental para alcanzar el objetivo trazado. Baja de los salarios, uso intensivo de la fuerza de trabajo, incremento de la jornada de trabajo, son aspectos que se hallan a la orden del día, como siempre, pero de manera más profunda, dado el problema a atender. Además, recordemos que mientras imperen las relaciones capitalistas de producción no se podrá prescindir del trabajo humano. Es el trabajo vivo lo que agrega nuevo valor a las riquezas. Así, la búsqueda de trabajo humano barato, se convierte en otra fuente de la disputa.
Mientras, se ha ido afianzando una división internacional del trabajo cuya expresión más acabada la observamos en Venezuela. Materias primas baratas y abundantes son fundamentales para estos efectos, toda vez que es la mejor manera de abaratar los medios de producción frente a su encarecimiento producto del uso de innovaciones científico tecnológicas cada vez más avanzadas. Por cierto, aceleradoras de la rotación de capitales que presiona aún más la ampliación del mercado mundial.
Hacerse de ellas es tarea de cada potencia imperialista. De allí, la agudización de las contradicciones por esas fuentes.
La deuda es otro mecanismo que permite frenar la caída. En condiciones en las cuales la usura es la fuente conspicua y elevada para obtener ganancia, los capitales la estimulan. La ganancia que obtienen los capitales por deudas es superior a la que se obtiene en la industria y el comercio. Es más estable la tasa en correspondencia. Es segura. Cada país encuentra en la sociedad y sus riquezas, la garantía para el retorno de lo invertido. Es un compromiso de toda la sociedad. Es extraída de la plusvalía mundial. La deuda supone traspasar inmensas riquezas a quienes fungen como acreedores. Así, se propagan e imponen ideas para que la “única” salida ante cualquier eventualidad sea el contrato de deuda.
Por ello, la deuda mundial hoy día representa cerca del 100% del PIB. La deuda supera 70 billones de dólares. El PIB mundial es de 80 billones.
La deuda no conduce al crecimiento y mucho menos al desarrollo. Si no, veamos el caso griego.
Se propaga la ideología del endeudamiento como base para ir endeudando al mundo entero. A todos los países. Parecen no ver los economistas que propagan este principio que toda deuda genera intereses. Mismos que son extraídos como parte de la plusvalía producida por los trabajadores del mundo. Esto se traduce en que parte de la riqueza mundial va a parar a manos de los acreedores. La usura mundial, pues.
La ampliación del mercado mundial es otro asunto a atender por parte de todos los países, sobre todo por las potencias imperialistas. La ampliación de los mercados permite aumentar la masa de plusvalía. Lo que redunda en el freno a la caída de la tasa de la ganancia. Lo que explica la agudización de las economías capitalistas por hacerse de mercados a toda costa.
Se trata de asuntos objetivos que apuntan a la confrontación. Muchos analizan las cosas de manera subjetiva. Parten de los buenos deseos o del papel de determinadas personalidades para la atención del posible conflicto. No observan que la confrontación no es un hecho subjetivo. Son los mecanismos del capital. Esa poderosa máquina para producir plusvalía en el marco de la competencia, conduce a que la articulación de capitales, sin que desaparezca, de paso a la pugnacidad. Los expropiadores buscan expropiarse unos a otros. Los imperialismos, asientos de uno u otro grupo de expropiadores, asumen su defensa e intereses en todos los terrenos. De allí la confrontación bélica, la fase superior. El período de dominio de la negociación y articulación de capitales, sin desaparecer, da paso a la lucha abierta entre las potencias imperialistas.
Además, de allí buena parte de la razón por la cual la industria bélica adquiere un desarrollo en estas naciones, muy superior al que ocurre en otras ramas. Otra razón la encontramos en que este tipo de mercancías se encuentra en los Estados el demandante, por lo que se garantiza su realización en términos tales que brinda una ganancia estable.
Se sirve la mesa para el conflicto, acá o allá, en una perspectiva que pudiese brindar un escenario ya vivido en dos oportunidades.
Venezuela atrapada por la circunstancia internacional
De estas tendencias se pueden establecer determinaciones fundamentales que explican la circunstancia venezolana. Se puede concluir, incluso, que desde arriba, desde las alturas del poder mundial, de las pugnas entre las grandes potencias y bloques, se ha ido fraguando en buena medida el escenario venezolano.
El régimen se fue alineando desde temprano en torno de los chinos. Más adelante, Rusia brinda nuevas perspectivas. El afianzamiento del bloque liderado por estas dos potencias, hasta sumar fuerzas y riquezas capaces de destronar al imperialismo estadounidense, va a coincidir con la nueva perspectiva venezolana.
Cae Venezuela bajo las garras del bloque imperialista emergente. La ambición por quedarse en el poder del chavismo encuentra su complemento en las aspiraciones asiáticas por hacerse de mercados y materias primas y receptáculos de sus inversiones directas e indirectas. En todos estos aspectos el país luce atractivo. Sumemos lo de la farsa socialista, coincidente con el revisionismo chino.
Esto alimenta la política interna. China, primera potencia mundial de manufacturas, se convierte a su vez en el primer demandante de materias primas. Además, la caída de la demanda mundial desde 2008, crisis mundial mediante, la lleva a ampliar la demanda interna, por lo que sus obreros se hacen más caros y los trabajadores improductivos se llevan una creciente masa de riqueza en forma de sueldos y salarios, también crecientes. Por lo que China requiere de Venezuela materia prima, su mercado interno y su capacidad de crédito.
Nuestro país, entregado a la voracidad asiática, se ve obligado a afianzar la política de sustitución de la producción nativa por bienes importados. Los elevados precios del petróleo durante más de una década permitieron traer baratijas que fueron a parar a muchos hogares venezolanos. La comida importada, mientras alimentaba a los venezolanos, fue desplazando los productos de Venezuela. Así, carne, huevos, distintos rubros agrícolas, fueron sustituidos por importados. Qué decir de las manufacturas.
Cae el petróleo y viene la debacle. La respuesta chavista no se hace esperar. Brindan la estrategia de complementar la economía extractiva petrolera con la también extractiva minería. Lo que profundiza la crisis a la espera que den sus frutos los nuevos rubros de extracción. Los chinos ganan. Venezuela cumple medianamente. Se afianza la dependencia.
Veremos los efectos del repliegue de EEUU de Siria y el anuncio de retirada de tropas de Afganistán, en la política venezolana. Algunos anuncian que es el resultado de negociaciones entre China y Rusia de un lado, y EEUU del otro, que le permitirían a los últimos recuperar tan importante porción de su patio trasero a cambio de ceder Siria y Afganistán al rival.
La alternativa
Visto el origen de la crisis y sus determinaciones fundamentales, la alternativa no puede suponer repetir la rutina. De allí la imperiosa necesidad de ver con atención las orientaciones axiomáticas.
Se resume en tres reiteraciones del fracaso, si el objetivo es salir de la crisis y labrar un camino de desarrollo. Primero, se presenta el endeudamiento como panacea. Segundo, acompañan esta poción con una mayor privatización de Pdvsa. Y tercero, una política social focalista. Fin del relato.
Este trillado camino no atiende la demanda nacional. El desarrollo supone recrear el proceso de concentración de capitales con sentido nacional. Lo que debe partir por drenar buena parte del ahorro nacional a la inversión productiva, más en un país que padeciendo esta crisis, el sistema bancario se mantiene incólume. Ahí están los recursos. Sumem la nueva relación con el sector externo, colocando el mercado interno como garante de la realización de los bienes producidos en el país. Lo que supone la creación de demanda sobre todo con una política salarial que permita elevadas condiciones de reproducción del trabajador y su familia. Pero ni les pasa la idea.
Luego, son dos las perspectivas que se confrontan como alternativa para reconstruir a Venezuela. El de la axiomática de la óptica del capital, y la que se desprende de la ciencia económica, que supone al menos el interés nacional. La primera significaría transitar caminos como el de Grecia. La segunda, puede significar una aventura inédita en la historia latinoamericana, teniendo en el Paraguay de mediados del siglo XIX hasta 1870, el blasón que antecede un camino genuinamente independiente y soberano.
Así despedimos 2018. El peor año de la historia moderna venezolana, sin parangón en muchas décadas. Labrar una nueva perspectiva el nuevo año, obliga a pensar con sentido nacional y popular. De lo contrario, se abrirán caminos en los cuales la fuerza arrolladora de la gente pudiese determinar el rumbo a seguir.
[…] Foto y artículo tomado de Banderaroja.com […]