Bandera Roja propone una ruta unitaria


El momento que vive Venezuela en su esfuerzo por librarse del régimen dictatorial requiere de una profunda y sincera reflexión de los sectores democráticos y de todos los venezolanos. En esta lucha estamos en una encrucijada: conciliar o resistir hasta vencerlo. Es necesario establecer una perspectiva con una clara visión estratégica para que la unidad del pueblo esté afianzada en una esperanza cierta de desplazar a la camarilla gobernante. Paso indispensable para pensar en la reconstrucción del país y en la edificación de una nueva democracia que desplace a la actual catástrofe y supere las anteriores experiencias sobre libertades democráticas.

Bandera Roja quiere contribuir con ese urgente debate. En la mayoría de los partidos opositores y su dirigencia parece prevalecer una visión estrecha y rutinaria restringida a lo electoral —y en este ámbito con miras muy cortas—, además de menospreciar o desvalorar la lucha social y el combate político contra cada tropelía del régimen. Como síntesis de nuestros debates, puntualizaremos los que creemos son elementos principales a considerar para enderezar el rumbo y construir la fuerza social y política que se constituya en sepulturero de este engendro histórico que tiene un cuarto de siglo rigiendo los destinos del país.

  1. UN RÉGIMEN DICTATORIAL. No puede haber dudas: estamos frente a una dictadura y la calificación de terrorista tiene claros fundamentos en la imposición y extensión de la represión, la tortura y la cárcel contra los luchadores políticos y sociales que les adversamos. Con ínfulas de mantenerse en el poder para siempre —“no nos sacarán ni por las buenas ni por las malas“, amenazan como guapos de barrio—, pretenden taparear la enorme catástrofe que construyeron contra el pueblo, la República y la nación, mostrándose de nuevo como “salvadores”, patriotas y defensores de los pobres. Tratan de hacer ver que atienden los problemas, aun cuando principalmente lo que hacen es barnizarlos o cambiarles su apariencia, para seguir usufructuando del erario público. Desean reactivar la economía con políticas ultraliberales de sobrexplotación de los trabajadores y de exacción de los recursos petroleros y mineros, con un extractivismo a ultranza que destruye nuestra ecología y en medio de un caos que mezcla corrupción y delincuencia al servicio de los requerimientos de las potencias imperialistas. Nos encontramos en un momento en que se han distendido las contradicciones interimperialistas en torno de la dictadura. Los intereses petroleros de EE.UU. han influido en el cambio de estrategia en la disputa con chinos y rusos, en su intención de recuperar a Venezuela como área de influencia. Por la coincidencia de intereses con la dictadura, en relación con el petróleo, encuentran un resquicio suficiente que les permite penetrar con su artillería pesada: inversiones para elevar la producción petrolera. Lo que, a su vez, afecta la posición de factores políticos pro estadounidenses, creándoles un conflicto y falta de claridad para su activismo.
  2. PERSISTEN LOS DESEOS DE CAMBIO, PERO LA ESPERANZA SE DESVANECE. La incertidumbre, la desconfianza y la desesperanza campean en el sentir de buena parte del pueblo. Cuatro de cada cinco venezolanos rechazan a la camarilla en el poder y desean un cambio político que restituya plenamente la Constitución y permita superar las iniquidades e injusticias sociales que han imperado las últimas décadas. El éxodo de más de ocho millones de compatriotas —cifra que sigue creciendo—, más el exilio de centenares de luchadores democráticos, es solo un ejemplo de la degradación generalizada de las condiciones de vida de las mayorías nacionales. Pero también hay mucha desconfianza hacia la dirigencia opositora, que luce estancada, sin propuestas y como divorciada del padecimiento que sufre nuestro pueblo. Pareciera rendida ante los atropellos continuados provenientes de todos los espacios de poder controlados férreamente por el régimen despótico, con la ayuda de sectores colaboracionistas, complacientes con el actual estado de cosas, o que se inscriben en una estrategia de cohabitación con el régimen, conformándose con lo que ellos llaman “cuotas de poder” —entendiendo por ello concejalías, diputaciones, alcaldías, gobernaciones— para mantener un funcionariado adscrito a sus partidos, reflejando una estrecha visión de la política y la ausencia de aliento histórico para atender los cambios que exige Venezuela.
  3. UN PUEBLO HAMBRIENTO QUE LUCHA Y PELEA. La ruina que sufre el pueblo se ha agravado con la desaparición del salario como tal y con ingresos miserables para la fuerza laboral, y servicios públicos ineficientes o inexistentes, con la desaparición de la salud pública gratuita y con la destrucción del sistema educativo. Esta situación es insoportable para las mayorías nacionales, haciéndose más odiosa por el aumento vertiginoso de la desigualdad, pues la riqueza mal habida —vía corrupción o por groseras ganancias y especulación— se pavonea al lado del hambre de millones de venezolanos en estado de pobreza crítica. Los trabajadores han venido avanzando en la unidad para luchar contra las políticas estatales y patronales que confiscan sus derechos y reivindicaciones. Los maestros, los trabajadores de la salud, los pensionados y jubilados, los empleados públicos en general, los universitarios, la clase obrera de las empresas básicas, los gremios profesionales, las organizaciones sindicales, están presentando un frente unificado por el rescate del salario, la seguridad social y la contratación colectiva, y para hacer valer la progresividad de las conquistas y reivindicaciones logradas en muchas décadas de lucha.
  4. LA SOLIDARIDAD Y LAS PUGNAS INTERNACIONALES. La presión internacional sigue siendo un apoyo importante y una reserva para nuestra lucha, pero no puede ser el elemento determinante para derrotar a la camarilla chavista. La solidaridad y el respaldo de los pueblos y naciones contribuye a sostener la presión contra la dictadura. Los países industrializados —los distintos bloques imperialistas— compiten y pugnan entre ellos en una disputa que los lleva hasta confrontaciones bélicas. Sus objetivos principales es asegurar fuentes energéticas y de materias primas vitales para sus tecnologías de punta, el control geopolítico y contar con mercados cautivos para sus mercaderías. El discurso en defensa de la democracia y de restitución del Estado de derecho en nuestro país —ya sea sincero o ya sea una mampara para otros fines— se desvanece cuando imperan los objetivos económicos. Con todo, las contradicciones entre los bloques que se disputan la hegemonía mundial luce cada vez más como una reserva estratégica que debe ser bien aprovechada en favor de la lucha por derribar el régimen dictatorial.
  5. UNA OPOSICIÓN DISPERSA, FRAGMENTADA Y SIN ESTRATEGIA. Los principales partidos de oposición agrupados en la Plataforma Unitaria Democrática muestran incapacidad para hilvanar o construir una estrategia común para hacer frente a la dictadura. Aun cuando se reafirma la “unidad” como necesaria y urgente, se mantienen posturas excluyentes y hegemonicistas. No logran un consenso para atraer al pueblo hacia una propuesta programática para la reconstrucción general de nuestro país. Atienden los retos que presenta el régimen chavista sin una visión de conjunto y hasta el método de “como vaya viniendo, vamos viendo” les parece muy exigente, desde el punto de vista estratégico.
  6. LOS DESGAJAMIENTOS DEL CHAVISMO. Día a día aumentan los sectores, políticos y sociales, que se separan del andamiaje oficialista, tanto en el país como en sus apoyos del exterior. Cualquier estrategia para derrotar la dictadura debe darle importancia a todos estos procesos —unos más claros, otros más controversiales— y buscar la manera de encauzarlos en un mismo torrente de cambio que busque aislar cada vez más a la camarilla gobernante y su falso discurso de redención social.
  7. LA ELECCIÓN PRESIDENCIAL DE 2024. La mayoría de los luchadores sociales y quienes combatimos a este régimen en todas sus connotaciones políticas coincidimos en que nos aproximamos a una coyuntura que podría ser definitoria del destino final de este régimen antidemocrático, oprobioso y despiadado. Aun con todas las trampas, irregularidades y parcialización, la camarilla gobernante se las ve difíciles para salir airosa de esta contienda electoral. Ya sea por una derrota incuestionable que le inflijamos las fuerzas democráticas —que probablemente los obligue a nuevas maniobras de desconocimiento— o por el despertar de esa fuerza libertaria y de redención que anida en el pueblo venezolano que se disponga a hacer respetar su voluntad, el año 2024 luce como escenario propicio para despachar históricamente este engendro de dominación. En la conciencia de quienes conocen un tanto la historia contemporánea de Venezuela, resulta una impronta y una enseñanza el plebiscito realizado el 15 de diciembre de 1957, en tanto punto crucial para el derrocamiento de la dictadura perezjimenista. Aunque la elección de un candidato unitario en la primaria del 22 de octubre sería un gran avance para las fuerzas democráticas, no podemos descartar otras figuras que pueden modelar un acuerdo de las diversas fuerzas y sectores opositores para enfrentar lo más unificadas posibles este evento electoral, y así propinarle una severa derrota a todo el andamiaje de trampas y tramoyas que está construyendo la camarilla gobernante alrededor de las elecciones presidenciales.

Frente a este complejo cuadro político, Bandera Roja propone una readecuación de las fuerzas opositoras que permita aprovechar cualquier resquicio para la acción política y la lucha social. Se trata de construir una fuerza social y política, asentada en una conciencia democrática y libertaria, que tenga disposición y coraje para aprovechar todas las oportunidades de avanzar en la lucha por defenestrar la dictadura.

  • Unidad amplia e incluyente. Las diversas instancias organizativas de la oposición venezolana deben dar un giro hacia la centralización de esfuerzos y la comprensión de que lo más importante es su contribución para el cambio político en Venezuela. Si bien la lucha por la hegemonía siempre estará presente en todo proceso político, debería basarse en métodos y estilos que legitimen a cada factor, en una competencia basada en la emulación por levantar banderas y compromisos que propicien la esperanza de cambio.
    Esta unidad debe comprometerse con la combinación de las distintas formas de lucha. No despreciar ni abandonar los escenarios creados. Aprovechar los procesos electorales, preparándose, a su vez, para estar en las mejores condiciones para acometer escenarios de lucha de mayor compromiso.
    Las iniciativas para hacer realidad este objetivo deben realizarse a escala nacional, regional, local y en las distintas instituciones, en los centros fabriles y en cualquier espacio donde haya una voluntad militante que asuma como propia esta lucha por la democracia y la libertad.
  • Organizar las avanzadas. Los sectores más conscientes y claros de la circunstancia que vivimos deben organizarse para poder allanar los distintos campos de acción a impulsar. Y no solamente a nivel de organizaciones políticas y sociales ya consolidadas, sino también dentro de la lucha cotidiana que libran los venezolanos por sobrevivir, dándole de nuevo importancia a la organización de asambleas de ciudadanos, de trabajadores, de campesinos, etc., que conjuguen la lucha reivindicativa con el avance en la conciencia política y en la comprensión de los retos que nos presenta el momento. Nos comprometemos con el impulso de escenarios que sirvan de base para la unidad de los sectores más avanzados de la sociedad venezolana, de quienes coinciden en construir una fuerza que no abandone los espacios unitarios que se han configurado, pero que tenga la comprensión y la vitalidad para avanzar por caminos más seguros y definitorios en la perspectiva de salir de la dictadura. Se requiere una visión del camino a seguir, luego de que superemos el régimen oprobioso del chavismo. Una política que le brinde un rumbo más claro a las mayorías populares y a los sectores con sentido nacional.
  • El voto como acto de rebelión ciudadana. Se requiere una labor mancomunada para que el pueblo venezolano vuelva a valorar su voto como un arma que abre caminos para cambiar el actual estado de caos, ruina, pobreza, represión y desesperanza. Tenemos que salirnos de la visión rutinaria que reduce el voto a una campaña, a una jornada, al mero acto de sufragar, e insuflar en los venezolanos el deseo de que su voluntad se exprese con transparencia, por encima de mecanismos tramposos y formalidades antidemocráticas. Un pueblo decidido a hacer valer ese deseo de cambio es un pueblo dispuesto a enfrentar todas las marrullerías que inventen los actuales dueños del poder, y es también un pueblo que se mantendrá despierto y alerta frente a los gobernantes que sucedan al desastre chavista.
  • Unidos a todo evento en las elecciones 2024. Hay que dar la pelea a las tramoyas oficialistas, que parecen no tener límites, con una más férrea unidad en la participación alrededor de un candidato unitario. Los métodos y las maneras no pueden convertirse en corsé para limitarnos nosotros mismos las posibilidades de maniobras. Quienes ubicamos a la camarilla gobernante como el principal obstáculo para que el país logre reconstituir una democracia de nuevo tipo, una economía que desarrolle todas sus potencialidades al servicio del pueblo, una nación que haga respetar su soberanía e independencia, en fin, quienes de verdad nos oponemos a este desastre, estamos obligados a presentarnos unidos en las venideras elecciones presidenciales. Las candidaturas “simbólicas” o autoproclamadas terminan llevando agua al molino del continuismo, y reflejan, al menos, incomprensión o desinterés sobre lo que nos jugamos en ese evento electoral.
  • Impulsar las luchas sociales. Las instancias unitarias que se han venido levantando han hecho resurgir las luchas de los trabajadores como un importante factor para desnudar la naturaleza falsa y engañosa de este régimen, pero también para ir construyendo los lazos para fortalecer las organizaciones sociales, gremiales y sindicales que habrán de jugar un papel protagónico en la reconstrucción del país. Debemos impulsar una sana politización, que no partidización, de todas estas luchas que busque enlazar el Pliego de Demandas reivindicativas con la conquista de una democracia que sepa respetar las autonomías sociales, ciudadanas, académicas y políticas. Es tiempo propicio para que los trabajadores enarbolen un programa propio y autónomo de reconstrucción nacional.
  • Programa de reconstrucción nacional. Debemos pugnar por la instauración de una democracia de nuevo tipo que sustituya a la dictadura, pasando por la conquista de un plan económico que se asiente en el impulso de nuestras capacidades productivas para el desarrollo nacional, y edificando una sociedad de libertad que respete la autonomía de los ciudadanos organizados y libere al país del tutelaje de los países imperialistas. Una democracia que se sustente fundamentalmente en el ejercicio directo de la ciudadanía a través de asambleas y devuelva el valor y la responsabilidad en la elección de sus gobernantes.

Por la importancia que tiene la oferta programática a presentar por la oposición, nos extenderemos en algunos de sus elementos:

  1. La meta es el desarrollo soberano para el bienestar de la gente. Cobra importancia el impulso de una revolución industrial que comience por sustituir buena parte de las importaciones por producción nacional.
  2. El ahorro social será palanca para acelerar el proceso de concentración de capitales. Créditos baratos en áreas jerarquizadas y asistencia estatal que proteja la producción y el mercado.
  3. La producción y exportación petrolera y minera seguirán siendo importantes y su excedente se dirigirá al impulso de la economía diversificada en todo el aparato productivo. La materia prima se aprovechará en procesos industriales complejos, para producir bienes finales, instrumentos de trabajo y maquinaria para la industria y el agro.
  4. La economía agrícola tendrá como meta inmediata la soberanía agroalimentaria. Lo que se alcanzará con una política de concentración de capitales para producir lo que demanda la población.
  5. Lo fundamental es la familia venezolana. Se buscará satisfacer de manera creciente las necesidades humanas del mundo moderno. Será cada vez más elevado, sujeto al incremento de la riqueza nacional, el salario real de los trabajadores productores de la riqueza y realizadores de las distintas tareas que garantizan desde el Estado las condiciones de reproducción de la sociedad.

En fin, abogamos por un programa que permita la unidad nacional y popular. Que siembre esperanzas en el pueblo venezolano y brinde solidez a la unidad de las fuerzas políticas y sociales comprometidas con el desalojo de la dictadura y la reconstrucción con sentido de patria.

¡Solo el pueblo salva al pueblo!
¡Unidad y lucha para salir de la dictadura!
Comité Central
Bandera Roja (resistencia)
Caracas, 26 de agosto de 2023

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