Resulta un tanto paradójico que la dictadura haya escogido este tiempo para realizar su trampa electoral. Es el peor momento en la economía. Es cuando menos apoyo social reciben. Además, es más profunda que nunca su propia descomposición. Y es que se aprovechan de varios factores que pueden manejar, contando con apoyo internacional. Chinos, rusos, turcos, cubanos, entre otros, apoyan al criminal régimen.

Pero el factor principal en el cual se sustentan para adelantar esta aventura, es la división de las fuerzas opositoras y las debilidades del pueblo en medio de la pandemia.

En esencia, el chavismo sigue siendo igual. Ha habido cambios importantes en la realidad que los obliga a adaptarse. Aunque muchas cosas se venían fraguando de manera consciente e inconsciente desde los tiempos del difunto. Han ido creando sobre la marcha. Pierden de manera aplastante la Asamblea Nacional y la van rebanando. Crean una Asamblea Constituyente a su medida en 2017, para aprobar cosas y sustituir aquella. Hacen elecciones presidenciales en 2018 para alargar el período de Maduro. La impostura la imponen a sangre y fuego, literalmente. Pierden todo resto de legitimidad, pero siguen en el poder.

Aun así, la manera como se nos presenta el chavismo, a momentos tan burda, no deja de tener sinuosidades y complejidades que requieren de la mayor atención y capacidad teórica y política. Una de las cuestiones de las que ha adolecido la oposición es precisamente eso. No ha podido comprender cosas complejas.

De allí que la política para enfrentar al chavismo debe dejar de ser frívola. La cosa parece resumirse en las fotos que se demandan. De tal manera que diseñar una estrategia y tácticas correspondientes con cada coyuntura que contribuyan a alcanzar el objetivo estratégico, no es el asunto a atender. Es que siquiera han sido definidas.

Una de las cuestiones que debemos determinar, es en qué momento nos encontramos. Mejor dicho, en qué momento se encuentra la dictadura y el régimen.

La cuestión internacional

La incidencia de las cuestiones internacionales sobre la política venezolana, es un asunto que debe ser analizado de manera rigurosa. No es cosa fácil sacar conclusiones. En momentos de transición la cuestión se hace más difícil todavía. Y allí andamos.

Para el chavismo este asunto se le ha presentado relativamente fácil. El único esfuerzo, frente a la ofensiva de los bloques adversos, es hacerse más dóciles frente a los chinos y rusos. Tanto, que el país ya está entregado. La dependencia es mayor que nunca.

Además, siguen manejando los chavistas muy bien el discurso del engaño a todos los pueblos. La mayoría de los sectores progresistas, de izquierda, oportunistas o no, en Latinoamérica al menos, siguen al lado de la dictadura. Y es que se presentan como víctimas del imperialismo estadounidense.

En eso se resume lo más positivo que tiene el régimen. De resto la cosa sigue siendo muy difícil para sostenerse en el poder.

La economía se encuentra en su peor momento. A la caída del PIB se le añade la crisis de la gasolina. Entre otros aspectos, son circunstancias que hacen que la penuria de la inmensa mayoría de venezolanos, haya alcanzado una escala nunca vista en nuestra historia moderna. Aun así, la aprovechan para montar la trampa electoral con nuevas ayudas desde la oposición, encabezadas por Capriles.

De otra parte, meten al país en un proceso de cambios importantes. Sobre todo, desarrollan la economía minera, buscando cubrir el hueco que deja el poco ingreso petrolero. La transición se convierte en un mayor desastre económico y ecológico.

En este contexto, ha habido cambios en la estructura económica. Destaca el que se ha producido en las clases dominantes. La oligarquía se ha nutrido. Nuevos personajes aparecen en la escena. De quienes se han valido de la corrupción, mecanismo de acumulación siempre presente en la historia venezolana, para hacerse de inmensas fortunas que les permiten entrar en los negocios, para obtener una buena parte del botín. Así, se viene fraguando el bloque dominante, donde no faltan, por supuesto, los militares.

De igual manera ha habido cambios en las clases subalternas. La destrucción del aparato productivo ha traído como resultado que la clase obrera haya sido afectada sensiblemente en calidad y cantidad.

Uno de los principales alcances de la política económica chavista es el de haber desaparecido el salario de los trabajadores de la administración pública. Una cosa que resulta realmente insólita en economía alguna. Son varias las consecuencias de esta circunstancia. La más importante, claro está, es que el trabajador público no cuenta con un ingreso que le permita reproducirse él y su familia en condiciones siquiera mínimas.

Otra de las consecuencias, nada despreciable, es la pérdida de la poca eficacia de la que gozaba la estructura estatal. Ya de por sí lenta, burocrática y corrupta, este elemento se convierte en un catalizador que profundiza la descomposición. Resalta la corrupción, dentro de esta estructura de poder. De arriba hasta lo más llano, la mina toda.

La educación pública, como consecuencia de la desaparición del salario, se deteriora de una manera difícil de encontrar parangón en país alguno. Profesores sin salarios y estudiantes con hambre.

El chavismo es muy poco lo que puede brindar como movimiento social. Lo fue, ciertamente, pero dejó de serlo. Es una estructura estatal. Es una estructura política que se afianza en las finanzas públicas y en algunos servicios del Estado. Uno de los apoyos más importantes es sin dudas, la caja o bolsa Clap. Para una familia que cuenta con los ingresos salariales de la administración pública, puede representar no morir de hambre. Con todo y que viene cada vez con menos productos.

Pero de allí es que buscará sacar unos votos el chavismo. Eso responde la gran interrogante de la gente. ¿Es que podrá sacar siquiera el 15% de los inscritos para su farsa electoral del 6 de diciembre? Hay que medir la dimensión de esta estructura. Parecen cubrir buena parte de la sociedad mediante las UBCh. Al menos se vinculan a la gente repartiendo algo de alimentos. Además, fuerzan a la ciudadanía a integrarse a la plataforma patria. Mecanismos de control pues.

Y es que no le queda siquiera el recurso del irracionalismo. Al menos no en la misma medida en que lo podía usar anteriormente. Son pocos quienes aún caen en ese estado de alienación. Pero los hay. Asunto cuya atención debe darse a partir de otras disciplinas. Pero, visto lo visto, ¿qué ser racional puede apoyar un régimen político capaz de destruirlo todo y aparecer luego como víctima? Se ha conseguido la ayuda y malos ejemplos de la oposición y el imperialismo, pero es que antes de las sanciones, ya el país estaba destruido. Hoy día, no es explicable que, mientras sigue campeando la corrupción y la ostentación de los capitostes de arriba y los de poca monta, la gente pase hambre como nunca.

También afecta al sostén chavista, la disidencia de varios partidos. Muestran un gran descontento, aunque nada radical la cosa. Algunos de ellos hasta les impusieron otra dirección. Les quitaron la representación, como lo hicieron con buena parte de los partidos opositores. Aun así, siguen siendo chavistas, bajo el argumento de que una cosa era Chávez y otra Maduro. Sin ver que, en realidad, el tipo ha sido fiel al legado, profundizó todo. La erosión del aparato productivo para dejarle el mercado interno a sus socios. Destrucción de la industria petrolera. Su entrega al gran capital, sobre todo chino y ruso. La minería, también para chinos y rusos. Con todo, refleja la descomposición del chavismo. A lo que hay que sumar la fractura de mafias, que se unifican solamente para sostenerse en el poder.

La represión es otro de los asuntos que sostienen al régimen. Similar a como fue entronizado durante el período del bipartidismo, el terrorismo de Estado hace lo suyo. No se trata solamente de la detención arbitraria de dirigentes políticos. Opera también la tortura de manera abierta. La política de los desaparecidos se aplica a ellos mismos. El más reciente es el de Carlos Lanz. Lleva más de un mes desaparecido y muchos ya temen lo peor.

Insistir en la unidad

En medio de este cuadro, nada fácil para el chavismo, no ha sido posible desplazarlo del poder. A las ya consabidas circunstancias que nos limitan para alcanzar ese objetivo histórico, se suma la pandemia y la desesperanza de mucha gente.

Como vemos, la única fortaleza del chavismo, no poca cosa, es la unidad que se refleja en quienes a escala internacional lo apoyan. De resto, sus debilidades son tan grandes que la cosa luce fácil.

Por eso, deben ser dos las metas inmediatas de la oposición. Trabajar por la unificación de los factores políticos dispuesto a su derrocamiento, y de manera autónoma y soberana, definir una estrategia clara de rebelión popular frente a la farsa electoral. Para eso, es necesario configurar una dirección política con gente que sepa de eso y tanga la probidad para esos asuntos. Mientras, enfrentar la farsa electoral sin vacilación alguna, en todos los terrenos.

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