Luego de analizar la situación política nacional el 28 de enero, el CPN se dirige a toda la militancia y organismos del partido, para informar las siguientes directrices y orientaciones:
- La lucha contra la dictadura en el entorno internacional. Las pugnas interimperialistas se han ido agudizando. Es una lucha entre bloques por mercados, espacios de inversión, fuentes de materias primas y energéticas, control de áreas de influencia geopolítica, y que junto con el incremento de las áreas en disputa y la elevación de los nacionalismos versus “globalización”, además del afianzamiento de cada una de las potencias en su “patio”, conforman una circunstancia que pudiéramos calificar como “un nuevo reparto del mundo” que puede culminar en conflagraciones bélicas de dimensiones impredecibles, aun cuando estén mediadas por conflictos puntuales o confrontaciones de baja intensidad, y también por negociaciones y puntos de conciliación temporales. En las últimas dos décadas Venezuela pasa de ser integrante del “patio trasero” de EEUU a ser territorio al servicio y bajo el control del bloque BRICS, principalmente de China y Rusia. Las extensas reservas petrolíferas y los grandes reservorios probados de minerales estratégicos (oro, diamante, coltan, vanadio, torio, etc.), además de su ubicación geográfica, hacen de Venezuela un lugar importante dentro de las disputas imperialistas. En este marco, la lucha contra el régimen dictatorial y en particular por el derrocamiento de Maduro se entrecruza en medio de la contradicción mencionada, ubicando a una parte considerable de la comunidad internacional, con EEUU a la cabeza, como factor objetivo de apoyo a la lucha contra la dictadura. Sin embargo, la postura frontal y terminante de Norteamérica contra el régimen también ha alimentado suspicacias, resquemores e inhibiciones, y ha debilitado la voluntad de algunos factores antimaduristas que aún no han roto con el pasado chavista y que vacilan, lo cual en estos momentos se revierte en favor del régimen. Desde nuestra óptica, debemos contribuir a que se imponga una visión popular y nacional en las fuerzas del cambio, para así aprovechar las presiones internacionales en favor de una salida que impulse un verdadero desarrollo nacional y armonioso de todas nuestras capacidades productivas, pero que a la vez le dé un sentido de soberanía e independencia a la conquista de un régimen democrático.
- La crisis política del país se dirige a un inminente desenlace. Luego de la asunción por parte del recién nombrado presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, de la Presidencia de la República, en carácter de encargado, siguiendo las prescripciones de la Constitución, se presentan una aceleración del combate contra la dictadura y un despertar multitudinario de la esperanza por el cambio en todos los sectores sociales. La ruta que mayoritariamente se ha escogido —resumida en los tres puntos: cese la usurpación, gobierno de transición y elecciones— nos impone, respetando el orden no casual de los puntos, la organización de todas las fuerzas posibles en una estrategia de desconocimiento y desobediencia alrededor de la rebelión democrática, ciudadana y popular, incluida también la rebelión de las propias fuerzas del statu quo, es decir, de los uniformados y del funcionariado estatal, tal como lo mandata la Constitución en los artículos 333 y 350.
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Entonces de lo que se trata es de la conducción y dirección del movimiento rebelde, y es allí donde debemos centrar los esfuerzos que nos conduzcan a la obtención de un triunfo frente al régimen, o sea, a su derrocamiento. La situación concreta —y en esto ha influido la lentitud e inoperancia para constituir una verdadera dirección política de la “unidad superior”, como se planteó hace ocho meses, en marzo de 2018, al fundarse el FAVL— nos condujo a que la dirección efectiva esté concentrada alrededor de la Asamblea Nacional y en la figura nueva de su presidente, quien ciertamente se ha mostrado a la altura de la responsabilidad que le ha correspondido jugar. Sin embargo, constreñir la dirección política unitaria, al menos formalmente, a las fuerzas que dieron la campanada el 6 de diciembre de 2015 significa una disminución de la efectividad y la contundencia de la suma de fuerzas que habrán de abatir definitivamente esta dictadura. E incluso resalta cómo factores en el exterior, no solamente los venezolanos exiliados, tienen un peso en la toma de decisiones de algo que compete exclusivamente a las fuerzas nacionales y a una dirección que sepa integrar los distintos espacios de lucha y las diversas formas de acción en un escenario que es muy complejo.
Esta circunstancia hace riesgoso y vulnerable el ejercicio de la dirección política y hay que buscar soluciones prontas y rápidas que atiendan esta cuestión tan vital, en el sentido de dar amplitud y efectividad al eje direccional de esta lucha. Esto no significa que no valoremos la importancia de toda la presión de los pueblos y naciones democráticas, pues ciertamente ha sido muy útil en la fractura y quiebra de la mafia gubernamental y ha ayudado a desenmascarar la estafa que este régimen ha querido vender al presentarse como nacionalista, antimperialista, socialista, igualitario y de avanzada social en las luchas de los pueblos del mundo por su liberación.
La lucha antidictatorial en este momento, más que en cualquiera otro, obliga a deponer diferencias secundarias, ambiciones particulares, partidistas o personales, en función de acrecentar la unidad en torno de los elementos comunes no solo para “terminar este corrío”, sino también y con muchísima importancia para reconstruir nuestro país de las ruinas a que lo han llevado las mafias gobernantes. Las posiciones excluyentes, entre ellas el seguir calificando al régimen como socialista o comunista y el consecuente y furioso anticomunismo, más que hacerle un bien a la lucha opositora, se convierten en tablas de salvación en su favor pues le endilga una caracterización que está bien lejos de su real esencia delincuencial y bastarda; además de que refleja flojera y pereza mental para analizar los hechos reales y sus connotaciones principales, más allá de los discursos y la demagogia.
La correlación de fuerzas es extraordinariamente favorable a las fuerzas del cambio, pero pese a eso la irresponsabilidad e indolencia del gobierno de Maduro y su camarilla presentan la posibilidad de un conflicto militar del cual no podemos aún determinar su extensión o duración, puesto que allí influyen los factores internacionales que todavía brindan apoyo a este moribundo régimen y que tienen un poder de fuego para nada despreciable. Si contamos con la fuerza de la legalidad (CRBV) y con la fuerza del pueblo (23E y subsiguientes), solo nos resta contar con la crítica de las armas.
En este sentido, creemos que es el momento de llamar e invitar a los sectores de la fuerza armada venezolana y otros sectores institucionales a que hagan presencia activa en esta contienda, pues ello reduciría los traumas y las secuelas de una confrontación bélica, y si además se unen con el levantamiento de las masas en la conquista de un futuro mejor, entonces, y solo entonces, podremos conjurar con una alta probabilidad situaciones terribles que pudieran acaecer en nuestro suelo, con saldos y lamentaciones que harán más tardía la solución de fondo de la crisis general en la que se encuentra nuestro país. Las fuerzas del cambio deben ofrecer a la FAN no solamente una ley de amnistía o de perdón, sino también una propuesta que, junto con la imperiosa reinstitucionalización de la carrera militar en los términos planteados en la Constitución, signifique un plan a futuro para este importante contingente de venezolanos con los cuales deberemos contar en la reconstrucción económica, social, física, material y espiritual de nuestra patria.
- La lucha de masas debe tener la primera jerarquía en las fuerzas del cambio. Para ser coherentes con la ruta de los tres puntos, es necesario tener confianza en nuestras propias fuerzas como principal, mas no único, protagonista de la rebelión que hará cesar la usurpación. Es necesario dar organización, conciencia y capacitación, en forma muy rápida y práctica, a los millones de venezolanos que ya han dado suficientes muestras de su disposición para enarbolar los distintos instrumentos de pelea —luchas reivindicativas, paros y huelgas, acciones de agitación y propaganda, enfrentamientos callejeros, acciones de autodefensa y de contención, entre otros— por sus derechos y para sacar al usurpador. Ello puede lograrse a través de la profusión en todos los espacios de las asambleas populares o asambleas de ciudadanos, que no se reducen a eventos para que unos cuantos dirigentes hablen y tracen orientaciones, actividad que es necesaria, sino que deben ser espacios permanentes para conjugar el debate democrático con la acción política efectiva, y que deben tender a construir interrelaciones a escala parroquial, municipal y regional, pues es el poder de base que hará inderrotables a las fuerzas del cambio y que serán la base para atender la compleja crisis humanitaria que vivimos y para comenzar a construir la esperanza de desarrollo, bienestar y felicidad para todos los venezolanos, junto con nuevas formas de expresión democrática en las que el pueblo de manera permanente tenga la posibilidad de opinar sobre temas de importancia capital y de que sus opiniones sean vinculantes a las decisiones de los poderes establecidos.
A los sectores organizados de la sociedad, valga decir, a los sindicatos, gremios, consejos, asociaciones, cámaras, colegios, ONG, entre otros, se les plantea con urgencia redireccionar sus luchas meramente reivindicativas hacia luchas político-reivindicativas, en las cuales la exigencia y el reclamo por salarios, servicios, alimentación, salud, seguridad social, contrato, insumos, financiamiento, canales de producción y comercialización, etc., estén estrechamente relacionados con la exigencia del fin de la usurpación y la restitución de la vigencia de la Constitución, es decir, siguen siendo luchas reivindicativas pero ahora los elementos más intrínsecos y esenciales de cada organización se colocan al servicio de un fin de mayor alcance: la conquista democrática, sin la cual es imposible —léase bien: imposible— que se respeten esos derechos políticos, sociales, económicos y autonómicos. A estos sectores laborales, gremiales, estudiantiles, profesionales, vecinales, campesinos, comunitarios, empresariales, se les plantea la necesidad de una consigna y una acción que los unifique a todos. Creemos que es la HUELGA GENERAL la que debe concitar la unión de todas estas organizaciones sociales, y por lo avanzado del conflicto político necesariamente tiene que ser de carácter indefinido en el tiempo —¡hasta que se vaya el tirano!— y conjugado con el frente propiamente político para que sea el punto crucial del levantamiento de todas las fuerzas de la rebelión democrática.
- Las tareas del partido y de cada militante. El partido debe mostrar cada vez más que sabe unir lo urgente con lo fundamental, es decir, que sabe ser un buen combatiente y un buen dirigente para salir de la dictadura con ser un fiel representante de los trabajadores, de los sectores populares, de los pobres y oprimidos, y de sus reivindicaciones inmediatas y sempiternas. Para cumplir ese papel nuestra organización tiene que masificar, mediante la agitación y la propaganda, sus propuestas políticas y encarnarlas en miles de personas que asuman la lucha política sobre la base de la defensa de principios y de valores; lo ideológico vendrá después o a la par.
Nuestro partido se ve en la obligación perentoria de crecer. Hemos avanzado desde el punto de vista cualitativo y de influencia en el movimiento, sin embargo, nuestras filas aún siguen esperando por contingentes que nos permitan que la influencia política se convierta en vínculo orgánico, en crecimiento de la fuerza popular organizada. Para poder desplegar una mayor capacidad de iniciativas y que éstas se plasmen en la práctica, necesitamos tener una mayor capacidad ejecutiva propia, lo cual necesariamente está vinculado con el crecimiento del número de militantes y activistas efectivos. En fin, se trata de adecentar el ejercicio de la función política, de separarla del clientelismo, mercenarismo y corporativismo que la han asolado y convertido en una piltrafa al servicio del que más paga. Se trata de volver a recrear el sentido militante de las corrientes políticas y de los partidos; de impulsar el debate creativo y profundizador en busca de los mejores rumbos para nuestro pueblo y para nuestra patria; de brindar espacios permanentes para la lucha ideológica y política como parte del crecimiento de la estatura democrática de un pueblo.
Y allí nuestro partido tiene muchísimo que decir, pues representamos el sentir de millones de venezolanos que andan buscando una esperanza viable y sostenible, pero nos cuesta una enormidad hasta invitar a alguien a formar parte de nuestra organización y compartir con nosotros los esfuerzos de transformación del país y de la humanidad. El conservadurismo, la comodidad y algunos conceptos organizativos erróneos son obstáculos para ampliar la captación de nuevos militantes, amigos y colaboradores; la ausencia de funcionamiento regular de organismos funcionales es motivo de alejamiento de quienes se nos aproximan; la no combinación acertada entre discusión-debate y acción práctica conduce a burocratismo estéril y pérdida de tiempo… Sin embargo, seguimos siendo una referencia de perseverancia con nuestras definiciones políticas e ideológicas, de honestidad política, de transparencia en nuestro accionar, de honradez en el manejo administrativo, de fieles en el cumplimiento de la palabra empeñada o del compromiso adquirido, cosas que muy pocos estamentos políticos pueden decir.
En términos perentorios, debemos proponernos que no haya una parroquia y un municipio de toda la geografía nacional que no cuente con un representante de nuestro partido, con un organismo básico de funcionamiento que esté vinculado con las luchas populares en ese espacio. ¿Es ambicioso este objetivo? No, todo lo contrario: las condiciones están dadas para que dicha meta se quede corta ante las potencialidades del momento. Sabemos de las difíciles condiciones que atraviesan nuestros camaradas en todos los niveles, pues no nos escapamos del estado de necesidad que embarga a las mayorías nacionales y que nos obliga a destinar parte importante de nuestro tiempo a la supervivencia. Además, somos un partido al cual los factores de poder ven con recelo por nuestra inquebrantable determinación de servir al pueblo y a los trabajadores, y no ser “monedita de cambio” al servicio de intereses mezquinos. Sin embargo, un verdadero militante revolucionario no espera por las mejores condiciones para hacer lo que tiene que hacer; al contrario, busca afanosamente cómo conseguir los recursos para ampliar su radio de acción, inventa iniciativas y “enamora” a otros para llevarlas adelante; se multiplica a la hora de enseñar, de orientar, de incentivar, de organizar y de llevar a la acción a la gente a su alrededor. Un militante revolucionario es una fuente permanente de creatividad y de sabiduría —así solo sepa leer y escribir, como bien lo supo hacer nuestro camarada el Viejo Ruperto—, y también es una persona que trata de superar sus flancos débiles para hacer mejor su labor, buscando crecer en el manejo de la teoría y de su aplicación a la práctica, de salirse de esquemas escolásticos o burocráticos que le castran su iniciativa.
Por último, nuestro partido necesita acerarse frente a las contingencias que se anuncian y hacemos un llamado a prepararse anímica, política, ideológica y organizativamente para cumplir nuestro papel en las primeras filas del combate.
CPN / 30 de enero de 2019
buen analisis de la situacion venezolana