Resulta inflamable ciertamente. Eso puede ser fatal para el pueblo y para el Gobierno. Para el pueblo porque aumenta el hambre. Para el Gobierno porque puede significar su caída. Y es que el golpe sería muy duro. Tanto, que nos aproximamos cada vez más a aquello de que no nos quedará nada que perder más que nuestras cadenas.

Sus efectos serían desastrosos. La gente no termina de hacer conciencia de la magnitud del evento. El propio Maduro lo viene propagando. 38 bolívares resultan una soberana grosería. Profundizará, además de la situación de caos y la crisis humanitaria, el hambre.

Los que sentirán de manera más directa el amento serán quienes cuentan con transporte propio. Pero este incremento tan grande incidirá en los precios de los distintos bienes y servicios, sobre todo aquellos que están directamente relacionados con el transporte de carga, tales como productos agrícolas y pecuarios, transporte de mercancías secas, entre otros. El transporte colectivo sufrirá lo que le corresponde.

A su vez, la referencia del precio del combustible no se va a ubicar en la que supuestamente será subsidiada. La referencia será el precio regular u ordinario que se va a cobrar por la gasolina. Igual como sucede con el dólar, la referencia nunca ha sido el dólar protegido, Dipro o Dicom. Siempre ha sido el dólar paralelo. De allí que la especulación por este concepto suma a la ya existente en la economía venezolana.

A la mayoría de la gente con vehículo personal, le toca decidir si sale de casa a tomar el terrible transporte colectivo, o usar el propio. Pero allí no resuelve la contradicción, si sale en el vehículo gasta lo propio para comida. Luego, comer o transportarse. Ir en lo que queda de transporte colectivo, para cumplir con un horario y recibir el salario en correspondencia para comprar la comida de subsistencia a la que estamos condenados.

De ser cierta la amenaza de Maduro, un tanque de gasolina de 50 litros costará a precio de mercado la bicoca de 1.900 bolívares soberanos. Más que un salario mínimo. Se puede calcular en promedio los 200 litros al mes, resultan 7.600 Bs.S con el aplanamiento de los sueldos hacia abajo, lo más que ganará algún funcionario, con doctorado y algo de antigüedad será unos 5 mil Bs.S.

Lo del subsidio, además de ser todavía una promesa, poco configurada, enfrenta el dique del carnet de la patria. De tenerse el carnet en cuestión, no se sabe de qué porcentaje sobre el precio será el subsidio. No se sabe cuántos litros por mes serán subsidiados.

Lo cierto es que el único beneficio directo que recibíamos los venezolanos de nuestras propias riquezas, va camino a ser eliminado y convertirse en fuente de recaudación importante para que la mafia gobernante cumpla con quienes sí son de su cuidado, los chinos y acreedores internacionales.

Le unen al incremento del precio de la gasolina, el 4% de incremento al impuesto por consumir, llamado IVA; aumentos de timbres fiscales y unidad tributaria, así como la reinstalación de peajes en autopistas y carreteras, cuyo deterioro por cierto se hace notar cada vez más con el saldo de accidentes diversos y el deterioro de lo poco que queda del parque automotor.

Se arriesga el Gobierno a tomar esta medida ya que debe ser de las más caras exigencias de los chinos y rusos. Los acreedores se guían por el mismo formato del Fondo Monetario Internacional. Lógico. Son miembros importantes de ese organismo. El paquete de CAP II se queda corto frente a este.

La mentira falaz del por qué se incrementa el precio de la gasolina

El argumento Maduro de que el precio de la gasolina debía ser incrementado por encima del precio internacional, dado el contrabando hacia Colombia, ya le resulta retorcido a su propia gente. Nadie puede pensar que el contrabando sea superior a lo que se consume en el mercado interno. Eso supone si partimos de la afirmación de Maduro de que el contrabando alcanza 18 mil millones de dólares. El consumo interno alcanzó en su oportunidad algo más de 5 mil millones de dólares. Supongamos que toda la gasolina se usa para el contrabando, se iría ese monto. Nunca 18 mil. Evidencia de que este Gobierno es un gran fabricante de mentiras. Confían en los medios propios y el control de los pocos que se presentan como neutrales.

Confían en el irracionalismo sembrado en sectores que, siendo minoritarios, reciben una que otra dádiva. Esa fábula, esa mentira flagrante de Maduro, que busca justificar la medida, sirve para engañar a algunos incautos. Pero la gente ya sabe que se trata de una treta. Sacrificar el subsidio que recibe la gente, mientras se le brinda subvención a los importadores y a las petroleras mediante la eliminación de impuestos a la renta, refleja, como siempre, la naturaleza de este régimen. Que se trata de una farsa en favor del capital financiero internacional, hoy en vías de ser hegemonizado por China.

El desnudo en que queda la farsa se ve afianzado por otros hechos que hacen cada vez más odiosa e insoportable la dictadura. Mientras pasa hambre la mayoría de la gente; se siembra de angustia; se acorrala a la familia como nunca; casi no se tiene capacidad de movilización por el deterioro del transporte; el problema de la compra de efectivo; entre otros asuntos, las francachelas del alto Gobierno, las comidas en los restaurantes más caros de Venezuela y el mundo, son cotidianas y publicitadas. Ostentan el dinero malhabido de manera cada vez más grosera.

La ideología detrás del aumento

Ahora bien, queda demostrada también, en estas circunstancias, toda la rancia ideología en torno del asunto. Lo de la gasolina siempre fue un caro problema para los economistas. Como fieles agentes de la clase que representan, les resulta absurdo que la gente reciba tamaño regalo.

En la situación venezolana el aumento del precio de la gasolina, lejos de incidir positivamente a la recuperación económica, va a contribuir en la caída del PIB. La caída de la demanda, de la capacidad de consumo va a ser tan grande que la gente se va a seguir privando de bienes elementales, cuyos precios se verán incrementados producto de la incidencia en el costo que tendrá este descomunal aumento.

Luego, no hay estímulo al incremento de la producción que no sea para la exportación, en caso de que unifiquen de verdad el tipo de cambio. Que implante la liberalización del mercado cambiario. Que la compra venta de dólares sea liberada. Meta concreta del Gobierno, por cierto. Media la superación de la poca capacidad competitiva del producto nativo.

El subsidio es un mecanismo capitalista cuyos objetivos son diversos. De una parte, hay subsidios que permiten que un producto alcance mayor competitividad por precio. El más destacado en la economía mundial es el que le brinda el Estado estadounidense a los productores agrícolas. Se le van más de 500 mil millones de dólares al año. En el caso venezolano, el subsidio a la gasolina permite una escala de demanda con la cual la oferta ha encontrado mejores condiciones para su realización. Se trata de un mecanismo que imperó mientras existía solvencia frente a los acreedores y precios elevados del precio del petróleo.

La explosividad y la represión

Esta medida, de las más draconianas del paquete, encuentra en el aceitado aparato represivo su mejor apoyo. Ya el régimen ha igualado al menos, superado en algunos aspectos, la represión contra el pueblo y los revolucionarios de las décadas del sesenta a 1999. En materia de tortura encuentran innovaciones importantes. En represión a movilizaciones con creces superaron a los gobiernos anteriores. En eso han sido eficaces. Y a eso apelarán cuando las protestas desborden las calles de Venezuela en protesta contra el paquete criminal.

Ahora bien, por sus efectos, estamos frente a un posible detonante de una gran respuesta popular. El deterioro al que llevó la gerencia chavista a la industria petrolera, además de los problemas fiscales que trae la caída del ingreso por baja en la producción y caída del precio, condujeron a la insolvencia. La desertificación industrial, elevando de manera exorbitante la competitividad del producto importado por la vía de la compra a dólar preferencial, hizo lo propio. La economía desbancada, con el puntillazo de la corrupción ilimitada y nunca vista en el continente, los lleva ahora a una política que exprime al pueblo de manera cada vez más asfixiante.

Son momentos de una angustia tan grande que puede conducir a brotes de espontaneísmo inéditos. Con todo y que las experiencias anteriores han sido de antología, estamos en presencia de una situación aún más borrascosa. Es papel de quienes en verdad buscan cambiar las cosas para bien del pueblo decidirse a orientar este descontento a un desenlace en favor de las mayorías populares y por la reconstrucción nacional. La plataforma de luchas es un abono importante en este camino. El Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, el pasado 24 de septiembre, fue el idóneo escenario que sirvió para la presentación de tan trascendental documento, que debe convertirse en la guía del accionar organizado de los trabajadores y las mayorías nacionales. Será un camino difícil, lleno de confrontaciones. Abre un tiempo en el cual las condiciones brindarán oportunidad para que el acto heroico colectivo se haga valer bajo aquella sentencia de Julius Fucik según la cual lo es solo cuando permita alcanzar el objetivo que se persigue, aunque obvie toda demostración de valentía. Aunque será inevitable el acto heroico expresado en el arrojo y la valentía de millones.

Gente de otras latitudes que nos ha conocido, que ha vivido nuestro espíritu, llega a la conclusión de que los venezolanos son gente extraña. A pesar de la tragedia no pierden la risa. De todo se hace un chiste. Ciertamente somos así. Debemos seguir siendo así. También ha visto la capacidad de trabajo y de lucha de los venezolanos. Cosas que se vivifican en una crisis como la que vivimos.

Ciertamente estamos dispuestos al sacrificio, con tal de que sea para reconstruir al país. Pero no a que seamos sacrificados, cuando las mafias gobernantes afianzan la dependencia al imperialismo y la oligarquía financiera internacional, mientras ostentan de manera grosera el uso dispendioso de la riqueza venezolana. La charada socialista, apenas de frase hecha, de palabra fácil, que para nada tiene que ver con una realidad oprobiosa que afecta a las mayorías. Pero, la alegría venezolana, llena de rabia, se convertirá en una fuerza material arrolladora que destruirá lo existente para construir y edificar lo nuevo.


Tomado de Efecto Cocuyo

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