Las decisiones tomadas por la dictadura madurista a partir del 20 de agosto significarán en un corto —cortísimo— plazo un mayor del empobrecimiento del pueblo y la ampliación de la entrega de nuestra soberanía a las potencias imperialistas, principalmente China y Rusia, además de sumir al país en el caos, el desorden y el conflicto permanente. Para imponer ese paquete, requerirá necesariamente de la represión y la tortura, el chantaje y la discriminación, el halago y el engaño, en medio de un creciente aumento del autoritarismo y el entreguismo -que ya alcanza materialización en empresas mixtas como minerven- y buscar así someter a la sociedad venezolana a sus designios, a su tiranía.

Al ir siendo informados este paquete económico y político, algunos sectores del pueblo se hicieron expectativas e incluso se ilusionaron pensando que podía ser algo que atemperara la hambruna y los salarios miserables, y por lo menos mitigara algunos otros males de la vida cotidiana. La capacidad adquisitiva de los venezolanos apenas si mejoró de las ya deplorables condiciones de indigencia en que se encontraba. El colocar en 30 dólares (a cambio oficial) el salario mínimo mensual nos ubica por debajo de los países más deprimidos de América, Asia y África, y no llega a la mitad de lo que el factótum de la oligarquía financiera internacional (FMI) considera el mínimo de un ingreso salarial: 1,9 dólares diarios. Además, no llega al 15% de los 200 dólares que significaba el salario mínimo hace cinco años. Los trabajadores venezolanos seguirán siendo los más pobres del continente y compiten por la primacía a escala mundial.

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Se trata de un paquete que busca recuperar la capacidad de crédito del Estado venezolano para seguir endeudando e hipotecando al país, mientras garantiza la honra del pago de los compromisos contraídos. A la postre, resultará aún más erosivo del aparato productivo y particularmente del salario de la gente, que la política hasta ahora adelantada. Se trata de una dolarización en toda regla. No es una reconversión, aunque se disfrace de ello. Es la implantación de un nuevo signo monetario, acompañado de un conjunto de medidas que incrementan significativamente la presión tributaria sobre el ciudadano común al aumentar el IVA en 4 puntos y pretender aproximar el valor de la gasolina al precio internacional, además de apuntar hacia significativos aumentos en todos los servicios y tarifas. En absoluto ha significado poner freno al creciente y altísimo costo de la vida.

Mientras elimina impuestos a la importación y a las petroleras, descarga en la gente una mayor presión tributaria. Un simple ejercicio contable: a favor de los importadores y petroleras, elimina impuestos; en contra de la gente, aumenta el tributo. Anclar el bolívar —mal llamado “soberano”, pues más bien restringe nuestra independencia y soberanía económica— al petro, sigue siendo una incógnita. No se conoce el mercado de este título de valor. No se conoce de su colocación y venta efectiva, ni de los ingresos a la República por concepto de su venta o subasta. Entonces, ¿cómo anclar el nuevo signo monetario a esta unidad de cálculo? La disciplina y el equilibrio fiscal con base en esta maniobra financiera resultan una incógnita. En el mejor de los casos, lo que sí está claro es que los ingresos para configurar el presupuesto del Gobierno serán cubiertos por la gente: ¡Ahora el petróleo eres tú!

La mafia que hoy nos gobierna anuncia que busca frenar la hiperinflación y salir victoriosa en la guerra económica que ellos mismos se inventaron. Pero la inflación es un problema que se agrega a lo fundamental: destruyeron la economía, profundizaron la dependencia con nuevos amos, saquearon las arcas y riquezas nacionales. En el paquete nada hay para recuperar la producción. Nada hay para la concentración de capitales. Para recuperar el mercado para la producción nacional. Por el contrario, se anuncian medidas que favorecen la importación.

En el presupuesto de gastos, lo correspondiente a la deuda pública externa no se tocará. Para una deuda que ellos mismos han creado, se mantienen garantías plenas para su pago, mientras se reduce el gasto público para cubrir los servicios ciudadanos cada vez más deteriorados. A su vez, se harán más caros al ser ubicados en relación con el patrón dólar, petro mediante.

El paquete hambreador de Maduro es esencialmente sectario y fascista. Quienes posean carnet de la patria (del Gobierno) recibirán el beneficio de los subsidios y bonos de rimbombantes nombres. Quienes no lo porten se verán discriminados y estigmatizados, y ahora sí podrán ser llamados literalmente ¡escuálidos! y deberán pagar el precio internacional de la gasolina y otros servicios. Esta política en el fondo persigue mantener en el poder a la mafia delincuencial que hoy dirige los rumbos de nuestra patria, y para ello busca un control total de la sociedad y una restricción absoluta de cualquier forma de libertad y autonomía dentro de la organización social: ni autonomía universitaria, ni libertad sindical, ni derecho a la sindicalización, ni respeto a la organización gremial o a la contratación colectiva. Una dictadura en toda regla, no solo con respecto a la violación expresa de los derechos civiles y políticos —donde el terrorismo de Estado ya se verá en una forma más cotidiana y nítida—, sino también un irrespeto total a los derechos sociales, económicos y culturales que el pueblo trabajador ha conquistado y que la República ha convenido y ratificado tanto en la Constitución y leyes nacionales como en la suscripción de pactos y convenios internacionales.

El acelerado derrumbe

En apenas dos semanas las ilusiones se vinieron abajo para buena parte de la población venezolana, y los aún ilusos o creyentes fervientes no pasarán mucho tiempo en poner pie en tierra, como ya lo hicieron los pensionados. Enfrentar el paquete es una tarea del momento. Articular las luchas de los diversos sectores sociales, desde los trabajadores hasta los empresarios, productores y comerciantes, en un solo torrente para lograr el cambio político, es el reto que hoy tenemos por delante quienes nos inscribimos en el rescate de la democracia, de nuestra soberanía y de nuestra independencia.

Los hombres y mujeres de buena voluntad que habitamos esta geografía, ante la opción de escapar y buscar soluciones individuales, no podemos evadir este reto: contra la incertidumbre, la confusión y las expectativas ilusorias, debemos luchar, luchar, luchar, con denuedo, confianza, compromiso y disposición por el cambio político en nuestro país, por restituir la vigencia de la Constitución, por conquistar espacios de vida y de trabajo dignos, por apuntalar un desarrollo sostenido de nuestras capacidades productivas propias, por rescatar el deseo de educarnos, investigar y crear soluciones de avanzada a los problemas que tenemos que enfrentar. En fin, se trata de levantar nuestra frente y plantarnos con valentía y decisión a las imposiciones y arbitrariedades que Maduro y su camarilla quieren establecer en nuestra patria.

Si algo bueno puede traer este paquete hambreador y entreguista, es que la protesta popular se expresará cada vez con mayor fortaleza. Tarea central de las fuerza opositoras es organizarla y encausarla para alcanzar el objetivo: derrocar el régimen dictatorial, sacar a Maduro y sus secuaces. Se trata de construir una fuerza social y política que pase por encima de las debilidades de los partidos y de las instituciones sociales, gremiales, sindicales y estudiantiles, que fortalezca las distintas instancias organizadas de la oposición, que contribuya de verdad a establecer una Unidad Nacional para salvar a Venezuela, para reconstruir nuestra nación. Es la hora de Fuenteovejuna.

¡Ahora le toca al pueblo. Abajo la dictadura!

#LaTerceraRebelión

Dirección Nacional de Bandera Roja (resistencia)

Caracas, 3 de septiembre de 2018

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