A propósito de los dos últimos escritos nuestros que versaban sobre asuntos económicos, me han llegado dos comentarios que creemos necesario responder. Ambos se articulan, muy a pesar de que se trata de personas alejadas políticamente: una chavista y otra de oposición. En un caso es una observación de un amigo de décadas. La otra, la hace una señora que se identifica con el régimen. ¿Qué pueden tener en común para hacer observaciones en esencia coincidentes? Pues esto: niegan la ciencia económica. Aunque desde perspectivas políticas encontradas.

Ciertamente la economía, cuando la asumimos como ciencia, a momentos se hace un tanto compleja. Como toda disciplina científica, debe atender las cosas concretas que le corresponden, partiendo de los principios por ella alcanzados. Principios o leyes que rigen el desarrollo de una forma de expresión de la materia. Una cosa es la química y otra la economía. Una cosa es la astronomía y otra la economía. No se niegan. Simplemente atienden cuestiones diferentes. Curiosean formas de la materia en su desarrollo. Por lo que cada una —definidos su objeto de manera precisa, su método y metodologías correspondientes— puede descubrir leyes o principios. Partimos del criterio filosófico de que la verdad se encuentra en la cosa misma.

En el caso de la economía, la cuestión luce más inextricable, pues tenemos en cuenta que está radicalmente cruzada, de raíz, pues, por la conciencia filosófica, política e ideológica de cada cual. La cientificidad supone la validación de lo que se afirma en la realidad concreta. Ahora bien, solamente quienes aprecian que la realidad cambia, y que debe ser transformada, pueden alcanzar la verdad, lo que se certifica empíricamente.

Independientemente de lo que afirme el sujeto frente a la realidad económica, como en toda ciencia, será la evidencia empírica lo que determinará la vigencia o no de alguna afirmación. Muchas de las aseveraciones suponen mera apología de lo vigente, o el desconocimiento o la obnubilación frente al fenómeno. Negar las leyes que rigen el desarrollo de la forma de producción capitalista, sin validarse en la realidad, resulta mera fraseología ideológica.

Sorprenden cosas que suceden. O algunos desarrollos científico-tecnológicos que aún no logramos explicar, crean sorpresa. Por ejemplo, son millones los seres humanos que no logramos explicarnos a profundidad un teléfono celular. Resultan sorprendentes sus funciones. Pero son meras mercancías. Son expresión del desarrollo, como en su oportunidad lo fue el avión, el transporte automotor, etc.

La combinación del desarrollo de la cibernética con la de los asuntos económicos, en la esfera de la producción y de la circulación, ha dado como resultado la creación del dinero virtual. En las primeras de cambio la cosa luce compleja. Pero sucede que, si vemos la cuestión de cerca y ubicamos sus determinaciones, podemos apreciar en ella la vigencia de la ley del valor, que es el trabajo lo que determina su valor, independientemente de que sea virtual. Pero mi amigo afirma que eso no puede ser explicado «con ideas de más de un siglo y medio atrás».

La otra observación, proveniente de alguien que apoya al Gobierno, niega la teoría del dinero de Marx. Afirma también que debemos actualizarnos, sobre todo a la hora de señalar que la inflación no es responsabilidad del Gobierno, y repite la monserga de que «es inducida».

Marx, como en muchos otros asuntos, se apoya en lo positivo que dejan Adam Smith y David Ricardo, principalmente. No se trata de negar lo positivo de estos autores. Sino de someterlos a una crítica también de raíz, para superarlos. La teoría del valor y, en correspondencia, la teoría del dinero, tienen plena vigencia. Muy a pesar de que hayan pasado muchos años y que las mercancías frente a sí sean muy avanzadas en comparación con las que analizaron en su época los autores antes citados.

La apuesta madurista

A propósito del petro, son muchas las conciencias chavistas que, reconociendo la vigencia de las leyes del capital para otras realidades, las niegan para Venezuela. Igual argumento usan para abordar el asunto de la inflación.

Para Venezuela, esta industria en ciernes poco representa de cara al interés nacional y popular. La inteligencia chavista busca crear mecanismos diversos para hacerse de dinero, resguardar el que poseen, independientemente de su origen, y también para salir del escollo financiero al que lo condujeron las medidas de Trump, sin cambiar en absoluto la política económica. Pocos puestos de trabajo, mucho gasto de energía. Nada que ver con el desarrollo agrícola y la industria. Se crearán granjas, sí, pero no para pollos, sino para petros y otras criptomonedas.

El petro —en las primeras de cambio y por lo que conocemos hasta ahora— es un activo respaldado con nuestras riquezas certificadas. Es un título-valor cuyo precio oscilará con base en el comportamiento del mercado que se configure en su entorno y por el valor que le agregaría, en lo sucesivo, el minado. Se dice que inicialmente se producirá una emisión por 100 millones de petros y se otorgarán a través de subasta. Luego de lo cual se comenzaría el minado por parte del Estado venezolano. El valor de cambio, primariamente, lo brinda la reserva probada en petróleo. La base sería el precio del crudo en las actuales circunstancias. Algo parecido al petro-dólar como mecanismo utilizado por Estados Unidos para tratar de sustituir el patrón oro. Más adelante, junto al petróleo, el oro y diamante certificados serían los respaldos del petro, por lo dicho por el presidente. Aunque es poco lo que han brindado como información, muchas veces contradictoria, es bueno aclarar algunas cosas.

Si es un título-valor, que luego se va a minar, aparecen cuestiones interesantes. De una parte el minado agregará nuevo valor. El proceso de trabajo así lo determina. Al valor del título se agrega el del trabajo del minado. Recordemos que el trabajo vivo, humano, agrega nuevo valor. El trabajo pasado aporta justo su valor. Luego, al valor del respaldo en petróleo se va a agregar el nuevo valor del proceso de trabajo del minado. De allí que los nuevos petros subsumirán en su valor los producidos con anterioridad.

De allí en adelante, será la confianza que brinde este instrumento lo que permitirá el incremento de su precio de mercado. Más confianza conducirá al aumento de la demanda. De allí que pueda ubicarse por encima de su valor. Esto si se ajustan a los principios de las criptomonedas. De ser cierto aquello de la preservación de la privacidad, del secreto de los tenedores, puede convertirse en refugio de toda suerte de maleantes de cuello blanco, traficantes de droga, entre otros, cuyas fortunas nada tienen que ver con la probidad, siguiendo la tradición creada por el bitcoin. Eso puede crear demanda. Son muchos quienes, por sus vinculaciones con el gobierno, se han hecho de jugosas riquezas. De otra parte, hay cuestiones internacionales que pueden ayudar al petro. Este año puede ser importante para las criptomonedas y el oro y otros metales. Las perspectivas de que el dólar se derrumbe han conducido a una recuperación del precio del oro y ha disparado al bitcoin a precios muy altos.

Las criptomonedas

Los principios o leyes de la economía no pasan de moda. Aquello de actualizarse supone ubicar algún fenómeno nuevo y ver si las herramientas teóricas cobran vigencia o no. Pero no es el caso. El bitcoin y las criptomonedas, en general, resumen el dinero de estos tiempos. Se pudiese convertir en el nuevo equivalente. Y debe ser analizado el asunto desde la perspectiva científica.
Como todo dinero, desde la aparición de las formas primitivas, son mercancías cuyo valor de uso fundamental es que se convierten en equivalente de todos los valores en juego. Los valores que buscan transarse. Hasta que el oro se convierte en el equivalente universal. Además, sirve para atesorar y capitalizar una riqueza. El dinero es una mercancía. Posee valor de cambio. Es el resultado del trabajo, de un tiempo de trabajo socialmente necesario, para ser más precisos.

Las criptomonedas nos permiten resaltar la vigencia de la teoría marxista del dinero. Podemos distinguir el proceso de trabajo para su producción. Se trata de un proceso en el cual el capital constante invertido se representa en las máquinas, computadoras, las materias auxiliares, electricidad, principalmente, mantenimiento y reposición y reconversión, entre otros, que van acompañados por una fuerza de trabajo calificada principalmente, e intelectual. El trabajo manual se reduce fundamentalmente al mantenimiento. Esto es, se trata de trabajo complejo, pero también trabajo simple. Habría que determinar el tiempo de trabajo necesario en tan diversos procesos. Desde el trabajo artesanal con una mina de poca capacidad, hasta las industrias de varios galpones con miles de máquinas y hasta un centenar de trabajadores. Tarea importante producto del desarrollo de esta industria es estudiar y delinear este proceso de trabajo y la relación del trabajo vivo y el trabajo muerto.

Por el volumen de transacciones y tenencia del bitcoin, ya se mide en cuanto a su aporte al producto interno bruto. Al menos en Japón ya se vaticina que para el primer trimestre de 2018 ascenderá a 0,3 %. Habría que medir el aporte que brinda en países productores como China, Islandia y Finlandia.

La esfera de la circulación y realización de la plusvalía puede brindar superganancias, como resultado del mercado especulativo. Así, en el caso del bitcoin, aunque se puede establecer su valor de manera más o menos precisa, por haberse convertido en refugio de capitales, las superganancias obtenidas en ese mercado alcanzaron 20 mil dólares a finales de año. Para este año podría ser aún más elevada, dadas las perspectivas de las monedas fiat, principalmente el dólar.

Como observamos líneas atrás, el bitcoin supone una revolución en el intercambio, así como el papel moneda lo jugó en su tiempo. El carácter fantasmagórico, fetichista, mágico de un pedazo de papel es el mismo que se despierta hoy día con el bitcoin. Más natural lo fue el trueque. El intercambio debía basarse en el esfuerzo, en el trabajo que requería lo sujeto a intercambio. En el trabajo objetivado.

Así, el petro no parece formar parte, en estricto rigor, de esta nueva riqueza del trabajo humano. Es un activo que luego será minado y lanzado al mercado. Veremos si se convierte en criptomoneda. Media la confianza que brinde y su capacidad para las transacciones.

El oro, por su parte, ya consolidado como equivalente general, aparece como el fetiche por antonomasia. “¡Oh, maldito metal. Vil ramera de los hombres, que enloquece a los pueblos!”, dijera Shakespeare, citado por Marx, que por esa condición llega a adquirir, hasta hoy, un valor estético. Es precisamente esa connotación mágica la que se lo brinda. Se convierte en emblema de la belleza y de la ostentación. Condición que despliega hasta nuestros tiempos. El bitcoin y, en general, las criptomonedas, con el desarrollo que vienen adquiriendo, anuncian una competencia cerrada al oro, solo que no es ostentable en el cuello de ninguna dama o varón.

¿Quién induce la inflación?

La inflación, asimismo, solamente puede ser analizada desde la perspectiva de la economía política, si en verdad queremos alcanzar un criterio de verdad. No queda de otra. Afirmar, por ejemplo, que es inducida por factores distintos al Banco Central y la política económica del gobierno, es una tontería que busca hacer ideología. Una persona seria, que domine la materia, miente exprofeso al repetir semejante absurdo. Es inducida. Claro que sí. Por la emisión de papel moneda, por la reproducción de dinero sin respaldo. Tratar de equilibrar el presupuesto de ingresos con el presupuesto de gastos mediante la emisión de papel moneda, en medio de una fuerte recesión, conduce inexorablemente a inflación y especulación. La inflación fuerza al incremento de la especulación. La escasez es la guinda que conduce a un exorbitante incremento de precios. Todo como resultado de la política de Maduro. No se entiende cómo gente chavista puede decir lo contrario.

El precio del dólar también se dispara. La inflación opera en relación con todas las mercancías, incluido el dólar. Sumemos la presión de demanda, más cuando la producción nacional requiere de productos importados para poder elaborar cualquier producto.
Esta conciencia chavista no logra ver que la crisis venezolana es el resultado de una política a favor de la oligarquía financiera, del imperialismo en general y en particular del chino y del ruso, sin descuidar al estadounidense, de los importadores, de los grandes bancos. Que esta política destruyó en buena medida el aparato productivo. Que reconvertir la industria y el agro supone una nueva política económica. Un cambio de gobierno.

Entretanto, la hambruna se propaga de manera virulenta. La desnutrición infantil alcanza escalas alarmantes. Maduro y sus secuaces aguzan la mente para seguir haciendo trampas en su beneficio y para mantenerse en el poder.

Pero el pueblo, nuevamente, comienza a responder. La desesperación dará paso a una poderosa fuerza que debemos orientar hacia un rumbo claro para alcanzar el cambio hacia el bienestar.

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