Las mujeres de Venezuela siempre han sido elogiadas por su capacidad de «hacer milagros» para contribuir a mantener a sus hijos con los pocos ingresos que perciben. Cada mujer venezolana, sobre todo las de los sectores populares, siempre ha hecho magia para que el dinero alcance. Una madre en Venezuela se levanta a las cuatro de la mañana cada día, prepara el café, plancha la ropa, prepara el desayuno y se los da a sus hijos, los lleva a la escuela y comienza después de esto la otra jornada.
En Venezuela podemos encontrar tres tipos de mujeres: las que no tienen empleo y dedican su día a «cazar» una cola a ver si logra comprar productos de primera necesidad con precios regulados; las que se incorporan al mercado laboral para complementar el ingreso familiar, pues solo el sueldo del marido u otro miembro de la familia no alcanza; y aquellas que tienen de hecho ambas dedicaciones, es decir, trabajan, pero al mismo tiempo, al salir de su jornada laboral bien cansadas, se dedican a buscar, aunque sea, un pan para la cena. Estos tres tipos de mujeres están cansadas, ven con dolor como cada día es más incierto el futuro de sus hijos, notan que es más difícil criarlos, darles de comer y atender sus enfermedades. Esta situación ha llevado a que muchas de ellas se incorporen a la lucha contra el régimen que ha generado el malestar social que sufren los venezolanos, en especial mujeres, niños y ancianos.
La falta de planificación económica, el establecimiento de un gobierno que solo busca perpetuarse en el poder, que ha destruido el aparato productivo del país, que ha generado desempleo, escasez de comida y medicinas, pobreza, altos índices de inseguridad que cada día enluta a mas hogares venezolanos, entre otros aspectos, son las causas que obligaron a muchas madres de Venezuela a asumir una posición de protesta para alzar su voz contra un gobierno que pone en peligro el futuro de sus hijos. Muchas de estas mujeres han asumido roles activos en en las rebeliones democráticas acaecidas en 2014 y 2017, haciendo acto de presencia en cada acción de calle, ayudando de algún modo a los jóvenes que han constituido lo que hoy conocemos como la resistencia, nacida ésta para enfrentar la fuerte represión gubernamental a las movilizaciones y protestas que en los últimos años han proliferado por toda la geografía nacional. En estas manifestaciones las mujeres venezolanas también han sido víctimas de lo que a nivel internacional es conocido como violencia política contra la mujer.
Son innumerables los casos que podemos mencionar de mujeres que han sido vulneradas, golpeadas, detenidas y hasta asesinadas solo por protestar contra la dictadura y por exigir los más básicos derechos humanos. Hoy más de 40 mujeres están detenidas en cárceles de este país, es decir, son presas políticas. Gracias a las redes sociales y medios de comunicación hemos conocido casos de mujeres que fueron golpeadas durante protestas. Tenemos el caso de Paula Colmenares, estudiante de la Facultad de Derecho de la UCV, a quien un esbirro uniformado la mantuvo pisada con su bota para mantenerla neutralizada mientras esperaba la llegada del resto de gorilas, quienes también la golpearon estando ya en el piso. Destaca el caso de Mama Lis, una mujer que pasó varios meses detenida sólo por ayudar a los jóvenes en las protestas. Deinys Figueroa se encontraba haciendo una cola para comprar harina y luego de reclamos y la petición de poner orden para adquirir el preciado producto, fue detenida junto a un grupo de personas que se encontraban en la cola. El caso más reciente que podemos mencionar es el caso de Lizbeth Ramírez, la joven estudiante tachirense que se encontraba junto a su compañero sentimental en la casa donde ubicaron al ex piloto Oscar Pérez. Lisbeth, con siete meses de embarazo, es asesinada junto a su compañero y su bebé después de que la casa en la que se encontraba fuese reducida escombros con el uso de proyectiles de alto impacto, un misil portátil RPG-7 y que según sus propios familiares tenia visible marca de un disparo en su cara al momento de ser enterrada. En la Masacre de El Junquito, como en otras masacres en la historia de Venezuela, también caen mujeres que asumen un papel de vanguardia para lograr el cambio político.
Hoy aún hay muchas mujeres víctimas de detenciones arbitrarias, acusadas de terrorismo, traición a la patria, instigación a delinquir, instigación al odio (según la más reciente ley de odio aprobada por la fraudulenta ANC y que solo es aplicable al sector opositor). También existen mujeres que tienen medidas cautelares de presentación periódica en tribunales y que tienen limitaciones de circular por el país y ejercer sus derechos políticos.
Resalta el caso de Erika Palacios, mujer de 44 años, oriunda de Naguanagua, estado Carabobo, madre de dos adolescentes y un niño, quien fuera detenida el 4 de enero del año 2018 junto al joven Ronald Cevilla, convirtiéndose en los primeros presos políticos del año 2018 y las primeras víctimas de la fascista Ley contra el Odio. La casa de Erika casa fue allanada el mismo día de su detención y hasta sus alimentos fueron llevados como evidencia. Luego de esto Erika ha denunciado públicamente abusos por parte de los funcionarios que la custodian y su abogada ha interpuesto recursos denunciándolos. En las redes sociales y medios de comunicación pudimos ver una fotografía en la que se evidencia síntomas de tortura en el rostro de Erika. En una segunda oportunidad se mostró también el rostro de una de sus compañeras de celda, que al tratar de evitar abusos a Erika, recibió una bofetada, quedando en su cara la marca de la mano del esbirro. La respuesta a esto fue un cateo a su celda en donde encontraron el celular que se usaba para publicar las evidencias del abuso y la tortura, un nuevo allanamiento arbitrario a su casa sin presencia de algún fiscal y en la que fueron detenidos dos de sus tres hijos, adolescentes de 16 y 14 años. La hija menor de Erika, de 5 años, quedó al cuidado de algunos vecinos. No hubo en este nuevo abuso presencia de fiscal de menores ni orden de detención. La última imposición fue un castigo por motivos desconocidos en el cual se le privó por más de 15 días de la visita familiar y legal. Erika representa junto al resto de las presas políticas a la mujer venezolana luchadora que hoy es satanizada solo por pensar diferente al oficialismo, exigir sus derechos y protestar pacíficamente.
Las presas políticas venezolanas, como cualquier otra mujer, tienen sueños e ilusiones. Son estudiantes, profesionales, madres, hermanas, amigas e hijas que hoy se encuentran privadas de su libertad por estar en desacuerdo con la situación de crisis que va en detrimento de sus condiciones de vida y las de su familia. Están presas por alzar su voz contra una dictadura que les roba su futuro y el de sus hijos, simplemente por pensar distinto y oponerse a la mayor estafa que ha vivido el pueblo de Venezuela.
A las presas políticas no podemos olvidarlas, como tampoco podemos olvidar a ninguno de los presos políticos de este país. Hay que seguir luchando para exigir justicia para con los asesinados en las protestas. Por ellos no puede desmayar la lucha. También hay que seguir luchando para exigir la libertad plena de todos los presos políticos del país, incluyendo a las más de 40 mujeres que están tras las rejas. Para seguir esta lucha la organización de base de la sociedad es tarea obligada. Un buen ejemplo de organización son las asambleas de ciudadanos establecidas en nuestra Carta Magna. Hay que seguir adelante y dar la lucha por el cambio político y la libertad, en pos de la victoria, que lograremos cuando salgamos de la dictadura y restituyamos la democracia.