Las migraciones han existido siempre, pero desde hace 20 años se observa una masificación de la movilidad interterritorial humana. Quedarán en los ojos del mundo las macabras escenas en las que seres humanos subsaharianos del Sahara occidental, han sido violentamente tratados por la policía Marroquí, dejando un triste récord de 37 muertos y cientos de heridos.
No podemos centrarnos solo en el hecho de la masacre, que se repite de igual manera en la frontera de México con Estados Unidos, donde hemos visto guardias a caballo golpear a mujeres y niños migrantes. Debemos ubicar la causa de estas movilizaciones masivas.
En el caso de Melilla se sabe que Pedro Sánchez, presidente español, hace aproximadamente un mes y haciendo caso omiso a los canales diplomáticos y resoluciones de Naciones Unidas sobre la independencia saharaui, se desentendió de su colonia, los abandonó a su suerte, entregando el territorio español a Marruecos, quienes lo reclamaban como propio. Vemos cómo policías y militares marroquíes se prestan gustosos para golpear y asesinar a jóvenes que intentan saltar la valla de Melilla.
El mundo vive un nuevo proceso de reparto mundial de territorios ricos en minerales y para eso, no dudan en sacrificar las vidas de miles de jóvenes que son llevados a la guerra por los intereses imperialistas. Estos conflictos armados como la guerra de Ucrania y Rusia, aupada por el imperialismo norteamericano luchando por la supremacía en contra del imperialismo ruso de Putin, son el origen principal de estas masacres. No tienen asco los imperialistas en sacrificar miles de vida de jóvenes combatientes o de jóvenes trabajadores que buscan una vida vivible, tan solo de supervivencia, en otro territorio.
Los países europeos abrieron gustosos sus fronteras para recibir a los refugiados ucranianos que eran como ellos: blancos, cabellos claros y anticomunistas. Situación muy diferente con las dos mil personas saharauis que intentaron saltar la valla de Melilla. No solo incide su condición de clase que ya es determinante, también incide su condición de piel.
Bandera Roja condena enérgicamente este tipo de acciones que violentan de forma descarada los derechos humanos más elementales de las personas, prohibiéndoles el libre paso por fronteras creadas por guerras e invasiones que nada tienen que ver con las historias de los pueblos. La humanidad ha sido de naturaleza migrante frente al hambre y la devastación. Nadie abandona su país si se encuentra con sus necesidades básicas resueltas, como trabajo, salud, educación, alimentación, entre otras. Deciden partir porque sus vidas están en peligro. Cientos de miles salen del territorio nacional, dirigiéndose a buscar nuevas oportunidades de vida más digna en otras tierras. Hoy, Venezuela ha sido el país de mayor migración del continente, algo nunca antes visto en nuestra historia, lo que nos hace ver con dolor esta masacre, de la cual en cierta forma hemos sido víctimas.
Pero todas las migraciones tienen una causa y no es otra que el capitalismo, que concentra los capitales, cada vez más, en manos de unos pocos, dejando cada vez a más personas en la miseria y a los países devastados, industrias quebradas y explotando los territorios con su economía extractivista, sumiendo a las poblaciones en la miseria y a merced de mafias, lo que empuja más la migración en cualquiera de sus expresiones y las diversas políticas económicas del capital.
Las migraciones son un efecto de un sistema perverso y vetusto: el capitalismo. Quienes pretenden solucionarlos creando rejas, impidiendo el paso de multitudes de famélicos caminantes, creando con ello un problema aún mayor, solo son criminales de la más baja calaña. Mientras sus discursos hablan de derechos humanos, las retinas de nuestros ojos no olvidarán esas imágenes dantescas, propiciadas hoy por el gobierno y el Estado español.
DIRECCIÓN NACIONAL DE BANDERA ROJA