Entrevista con Fahem Boukadous, periodista y militante del Partido Comunista Obrero de Túnez que estaba en prisión cuando el pueblo tunecino obligó al dictador Ben Ali a huir del país.
Persecución, clandestinidad, incansable combatividad, Fahem nació en Regueb y gran parte de su actividad política ha estado centrada en el periodismo militante. Fahem Boukadous fue el primero que, en 1998, denunció las actividades mafiosas de las cinco familias que dominaban el país.
«La revolución tunecina empezó en las regiones y sigue hoy muy activa»
Fahem Boukadous es un periodista que estaba en prisión cuando el pueblo tunecino obligó al dictador Ben Ali a huir del país. Militante del Partido Comunista Obrero de Túnez, hace cada día todo lo que puede para que la gran oportunidad abierta con la revolución no se eche a perder.Fahem Boukadous, por ello, está contento. Es un hombre feliz. Liberado el 19 de enero, cinco días después de la huida del dictador, ha salido a la calle en un Túnez volteado por la revolución. Llevaba seis meses en prisión, pero no era la primera vez que sufría los rigores de la dictadura. En 1999, tras pasar por las cámaras de tortura del Ministerio del Interior, fue condenado a tres años de cárcel, de los que cumplió diecinueve meses antes de ser indultado por una «gracia» presidencial.
Testigo de excepción de las revueltas de 2008 en la cuenca minera de Gafsa, en la región de Redeyev, volvió a ser encarcelado en 2010 por su papel en la promoción de un periodismo militante que dio a conocer aquellas protestas, que se consideran la antesala de la actual revolución tunecina.
Esta entrevista ha sido realizada de sobresalto en sobresalto, en medio de una concentración de protesta, de una manifestación o una vez recuperado el aliento tras correr por las calles cercanas a la avenida Bourghiba. Están siendo días cruciales para la revolución, aunque los focos de los grandes medios de comunicación se dirijan ahora hacia Egipto. «Túnez ya no es un asunto internacional sino local», nos decían, con toda sinceridad, trabajadores de Al Jazeera cuando tratábamos de informarles de que las milicias benalistas habían vuelto a las andadas en Sfax. Boukadous no está de acuerdo. «La revolución empezó en las regiones y allí sigue muy activa».
¿Qué relación existe entre las revueltas de 2008 y la revolución de 2011?
Por una parte, la lección de resistencia de los habitantes de Redeyev y de toda la cuenca minera, que se acumula en la memoria colectiva del país. El segundo punto es la participación en el movimiento de 2008 de los diplomados en paro, una de las fuerzas hoy protagonistas en el proceso revolucionario. El tercero es la importancia de los «medios populares». Al-Hiwar-TV y los CD caseros han sido sustituidos por Facebook, a través del cual se ha roto la mordaza de la censura.
¿Por qué el movimiento de Redeyev fue derrotado y el de Sidi Bousid, en cambio, se extendió de ciudad en ciudad hasta alcanzar la capital?
Ése es, precisamente, el elemento de contingencia que ningún análisis histórico puede adelantar o explicar.
¿Ha tenido algo que ver EEUU?
No creo que haya habido ninguna intervención de EEUU para facilitar la caída del dictador. La revolución ha cogido con el pie cambiado a las grandes potencias. Sí, naturalmente, ahora maniobran en busca de «estabilidad», pero están seguras de que no podrán detener el proceso de cambios.
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La ¿Se ha acabado el régimen benalista?
El régimen sigue ahí, no sólo dentro de la Policía y el aparato del Estado, sino también en los medios de comunicación y en Internet. Hay que aprovechar el momento para crear nuevos medios y nuevos formatos. También hay que establecer una coalición entre periodistas tunecinos y extranjeros porque necesitamos experiencia y formación.
Lo ocurrido en Túnez ha tenido gran repercusión internacional.
Túnez ha puesto inesperadamente en marcha una avalancha que no es sólo «emulativa»; se trata de una verdadera «rivalidad revolucionaria» o «competencia positiva» que ahora sacude Egipto, el epicentro del mundo árabe. Lo que allí ocurra repercutirá de nuevo sobre este país.
La Qasba está vacía otra vez. Parece que siempre estuvo así, pero hace unos días era otra cosa, era el centro de la revolución tunecina.
El retroceso parece claro, pero es más fácil matar a un pueblo despierto que dormirlo de nuevo. La capital es un espejismo. La revolución ascendió desde el centro y el sur y allí vuelve y allí se mantiene. Hay que ir a los pueblos, no obsesionarse con la Qasba. La revolución no es la capital. La Qasba es sólo una de las muchas expresiones de protesta; un símbolo, sin duda, porque concita la atención de los medios, pero la revolución empezó en las regiones y allí sigue muy activa. El otro día se manifestaron 80.000 personas en Sfax y luego la ciudad ha quedado paralizada por una huelga general. En Gafsa, en Sidi Bousid, en Tela… hay concentraciones y protestas.
¿Son ciertos los rumores de que las milicias benalistas han llegado a amenazar al nuevo ministro del Interior en su propio despacho? ¿O buscan intencionadamente alimentar la credibilidad del nuevo Gabinete?
Los rumores forman parte de la misma estrategia de confusión e inseguridad, una fase indisociable de todo proceso revolucionario.
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¿Cómo valora la relación que tiene la izquierda tunecina con la europea?
Durante los años de Bourguiba, las relaciones entre la izquierda tunecina y europea fueron muy fuertes. Luego, bajo la durísima represión de Ben Ali, los contactos solidarios han sido más bien a título individual, pero nos han ayudado mucho a resistir. El PCOT mantiene relación con algunas fuerzas de la izquierda marxista en Francia; en el Estado español concretamente con el Partido Comunista (marxista-leninista) de Raúl Marco. Las manifestaciones de estos días en diferentes capitales europeas han sido muy importantes, no sólo como apoyo moral sino como presión a los gobiernos de la UE, tan complacientes con el dictador.
¿Cuál es la asignatura pendiente de la izquierda tunecina?
Por su propia naturaleza, la izquierda es internacional. No hay una izquierda tunecina. Y debemos unirnos todos, superando los sectarismos, para reivindicar ese mínimo común denominador: no sólo la lucha contra las dictaduras locales, sino contra el imperialismo.
¿Qué posición tiene el partido en torno al Sahara occidental?
Nuestro partido ha defendido siempre la independencia del Sahara y la del País Vasco. Los españoles nunca serán libres si no liberan el País Vasco y las otras naciones del Estado español. El principio de autodeterminación es un punto esencial en nuestro programa.
En un momento en el que los recortes de derechos y libertades son moneda común en Europa, ¿queda algo aprovechable en el continente que está al otro lado del Mediterráneo?
Es verdad que la democracia recula en Europa, pero necesitamos su experiencia. Los euro-peos hicieron revoluciones democráticas y escribieron sobre ellas. Nosotros no hemos producido reflexiones sobre el tema. Hemos dado una gran lección revolucionaria, pero no podemos avanzar sin el saber político acumulado en la experiencia de la Europa democrática de izquierdas.
Algunas imágenes de estos días nos han mostrado a manifestantes tunecinos con banderas y símbolos propios de la izquierda, algo que ha resultado chocante a mucha gente en Europa.
En Túnez hay miles de militantes de izquierdas. Durante los años más duros de la represión nuestras fuerzas se dispersaron y se escondieron. Pero hoy vuelven. El problema es que no tenemos cuadros para canalizar la nueva militancia.
La gestión de la información se está mostrando crucial estos días, tanto en Túnez como en Egipto. ¿Qué tendríamos que hacer para que no se lleven el gato al agua los grandes medios que sirven al Imperio?
Es fundamental construir una coalición internacional de periodistas de izquierdas. Organizarse a nivel internacional para producir nuevos formatos y nuevos medios capaces de combatir los prejuicios interesados de la prensa capitalista.
A muchos europeos les ha resultado sorprendente el uso de la bandera y el himno tunecinos como símbolos de la revolución.
El discurso oficial de Ben Ali acusaba a la izquierda tunecina de no ser patriótica, de no amar el país. Nosotros respondíamos que era precisamente la dictadura la que no tenía nada que ver con Túnez. Nosotros éramos los verdaderos nacionalistas y Ben Ali y los suyos nunca tuvieron ninguna relación con nuestra patria. La nación es el pueblo. Incluso en los años de mayor represión nos hemos sentido orgullosos de ser tunecinos. Por mi parte, rechacé la posibilidad del exilio porque prefería seguir siendo tunecino bajo la represión que libre en Europa. Nuestro deber es el de ayudar a liberar al pueblo tunecino, que es el nuestro.
Una vida dedicada al periodismo militante
En 2003, instalado en Gafsa, se convirtió en corresponsal de Al-Badil y tres años más tarde en responsable de la emisión tunecina de Al-Hiwar-TV, un canal vía satélite. En 2008, cuando estallan las revueltas en la cuenca minera de Gafsa, consideradas ensayo general de la actual revolución, este medio precario, pero inalcanzable para el Gobierno, se convierte en el centro radial de las imágenes de las protestas. Boukadous catalizó el malestar de los jóvenes de la región, proporcionándoles un medio de expresión y convirtiéndose por tanto en una amenaza para la dictadura. «Es lo que yo he llamado medios populares. Cientos de jóvenes, a los que parientes que emigraron habían regalado una cámara, se convirtieron en periodistas. Yo sólo tenía que reunir esas imágenes y hacerlas circular».
Las revueltas de la cuenca minera pusieron a prueba un régimen dentro del cual había ya fisuras y forcejeos. En junio de 2008, tras meses de protestas, Ben Ali decidió extirpar de raíz el movimiento. Redeyev fue tomada por 4.000 policías que asaltaron y saquearon las casas, rompieron los muebles, pegaron a las mujeres. Hubo dos muertos. La ciudad, en un anticipo de lo que ha ocurrido ahora en todo el país, fue parcialmente ocupada por el Ejército. «En Redeyev, el movimiento estuvo dirigido por sindicalistas y militantes, pero en los otros pueblos de la cuenca minera fueron los propios jóvenes los que se organizaron y coordinaron las protestas», asegura.
En enero de 2010, en un juicio que duró cinco minutos, Fahem Boukadous fue condenado a cuatro años. Tras negarse a pedir perdón y pasar por el hospital, ingresa en prisión el 15 de julio. Allí escribe sin parar; prepara un libro sobre las revueltas de Gafsa. Entra en contacto con los presos comunes y trata de formarlos políticamente, lo que provoca la intervención del director del penal. Gracias a la solidaridad de uno de los médicos, recibe informaciones sobre la muerte de Mohamed Bouazizi y de las reacciones populares que desencadena, cuya velocísima expansión aún le maravilla.