La devaluación tomada por el gobierno, se traducirá en términos inmediatos en que quienes poseen dólares y activos ganarán y quienes tengan bolívares, en líquido o en pasivos, perderán. Esto es, los banqueros, ejemplo emblemático, que poseen papeles de la deuda en dólares, ganarán de manera exorbitante, lo que demuestra la verdadera naturaleza de clase de este régimen. Quienes tengan depósitos en el exterior verán un incremento significativo de sus fortunas de la noche a la mañana. Aquellos que posean edificaciones, propiedades diversas, las verán revalorizadas de cara al signo monetario de Venezuela, el bolívar, mediante ese proceso conocido como dolarización, ante la pérdida de poder adquisitivo del bolívar que en su oportunidad el gobierno denominó fuerte. En cualquier caso, el fortalecimiento del dólar frente al bolívar garantiza la protección de la riqueza. El debilitamiento del bolívar conduce a la ruina de los asalariados.
Quienes hayan logrado ahorrar en bolívares, sectores medios con cierta capacidad de ahorros, apreciarán que con ellos no podrán hacerse del vehículo que tenían pensado adquirir, o la cuota inicial de la vivienda que pensaban comprar, o algún artículo de la línea blanca, lavadora, nevera, entre otros; o de la llamada línea marón, equipos de sonido o algún bien de esa naturaleza o algún electrodoméstico. Todo, dado el inusitado incremento de precios de los bienes importados, esto es, de casi todo, ya que la demanda interna se satisface con la importación debido al proceso de destrucción del aparato productivo al que ha llevado la política económica de Chávez.
Por su parte, los trabajadores observarán que sus salarios tendrán menos poder de compra. Lo que antes costaba algo hoy habrá que sumarle el incremento de precios. Para colmo, sus pasivos laborales, valdrá menos. Así, el futuro le depara menos poder adquisitivo a sus prestaciones.
En definitiva, la devaluación conduce en términos inmediatos a que los que tienen dólares, principalmente los grandes bancos, la oligarquía pues, ganará más y los que menos tienen perderán mucho más.
Así, en su desarrollo, luego de la devaluación, sólo quienes cuenten con capacidad para hacerse de dólares vía exportación, u otros caminos, saldrán beneficiados con esta medida. Asimismo, la banca seguirá encontrando en el dólar un refugio importante para mantener sus exorbitantes ganancias, nos referimos a la gran banca, claro está. Mientras, los bancos pequeños y dedicados a la intermediación, sufrirán aún más los rigores tanto de la inflación como del encarecimiento del crédito y, por ende, de la caída de la demanda del servicio, así como un incremento en la morosidad. De allí la presión a mantener parte de la cartera en divisas y papeles.
Los productores de manufacturas exportables, bienes agroindustriales o de origen agrícola con demanda importante en el exterior, presionarán para sacar su producto antes que venderla en el mercado interno, aun cuando se trate de pocos rubros, tal como el caso de arroz o maíz. Lo que supone un estímulo a la especulación debido a que hacerse de dólares trae más beneficio que la realización en el mercado interno del producto. La garantía de mantener estable el proceso de producción de riqueza, o que permita su incremento, será mediante la tenencia y obtención de divisas. Todo lo cual hace que su demanda seguirá siendo la misma o superior, habida cuenta de que junto a esta medida no se aprecia un cambio en otras materias fundamentales. Por ejemplo, devaluar pero no proteger y estimular de verdad la industria nacional y, en general el producto interno frente al importado no supone nada más que la profundización de la tendencia destructiva del aparato productivo. Si de verdad se pretendiera orientar esta medida con sentido nacional, debió conducir a una redefinición de la política externa, así como la bancaria y fiscal. Mientras sigamos comprometiéndonos con acuerdos como Mercosur, Venezuela es presa fácil de la expansión monopolística, en este caso brasileña, principalmente. Ubiquemos que, además, nos encontramos en recesión y con un rezago enorme en materia científico tecnológica, o sea de reconversión. Son más de 2 décadas de destrucción del aparato productivo, sobre todo en la última década, que demanda de una inversión cada vez mayor en función del aumento de la competitividad.
Hay cuestiones secundarias que presentan aún más dramática la situación. Una de ellas es que la tendencia deflacionista en algunos países imperialistas y de elevado desarrollo industrial, reflejo de la caída en la demanda social a escala planetaria, hace que no haya mayor presión como para que se incremente la demanda de bienes de origen venezolano en los cuales podríamos haber sorteado el problema de la competitividad. Una de las consecuencias de la crisis mundial es que, además de la tendencia deflacionaria, es el mayor impulso a la inversión capitalista para elevar la productividad del trabajo, esto es, innovaciones científico tecnológicas que le garanticen a la empresa mayor capacidad competitiva. Mientras, Venezuela cuenta con un rezago de más de 20 años en esta materia. El régimen chavista ha botado una nueva oportunidad de desarrollo. En vez de capitalizar la riqueza que depara la venta del crudo en el mercado internacional, la dilapidó.
La devaluación, para que no genere un incremento desmedido de precios e inflación (recordemos que una cosa es la variación de precios producto de las variaciones en la productividad del trabajo, devaluación u otra determinación y otra cosa es la variación de precios producto de la inflación), debe ser acompañada por otras medidas tales como la canalización del crédito hacia el sector productivo, esto es, mediante el abaratamiento del crédito bancario restituyendo el carácter de intermediador que debería tener la banca. Esto es, la devaluación debe ser acompañada de una nueva política bancaria, lo que supone una contradicción que este régimen no está dispuesto a crear dado que se trata de un agente a favor de la gran banca, de la oligarquía.
La devaluación no es garantía para un incremento del PIB de tal magnitud que permita aumentar la recaudación fiscal producto de la renta pechada a los productores. El “equilibrio” fiscal se alcanzaría con la devaluación y el tributo y no con la renta, salvo en el sector petrolero que brindara la mayor cantidad de recursos al colocarse a 4,30, mientras el Estado adquiere bienes a dólar preferencial, seguramente para paliar la demanda interna de alimentos y de otros rubros, entre otros bienes, pero principalmente. La estanflación pudiese acentuarse producto de esta política. Ubiquemos que uno de los efectos será la inflación, pero, además, de no reactivarse el aparato productivo, habiendo un desestímulo a la demanda de un conjunto de bienes y sin mayores perspectivas en el mercado externo, la recesión se pudiese mantener, aun con un ritmo menor. A este riesgo que corre el gobierno, se suma la posibilidad de que se profundice el desabastecimiento con fuerza, toda vez que no hay garantía alguna para que se reactive el aparato productivo. Ni se diga el elemento especulación que ya apareció con fuerza. Para ello el gobierno seguirá jugando con el mercado paralelo. Hasta ahora, cínicamente lo han estimulado. Como ningún ente le ha dado impulso, haciendo jugosos negocios que en lo sucesivo alcanzará niveles más elevados.
A su vez, la explotación de los trabajadores se incrementa. Ubiquemos que los salarios se ajustan luego de la subida de los precios. Mientras, el salario permanece fijo. No perdamos de vista que los componentes del valor, podemos ubicarlo como los componentes del precio, (o estructura de costos más ganancia capitalista), es la suma de salarios, más la inversión en materias diversas, maquinarias, materiales en general necesarios para la producción, más la plusvalía que se apropia el capitalista. Si el salario permanece igual, mientras que las materias suben de precio, el capitalista se apropiará de más riqueza creada por los trabajadores. Una mercancía que anteriormente se realizaba en 100 bolívares, ahora se venderá en 130, supongamos. Eso implica que se pagaron en una etapa anterior, 30 bolívares en salario, 30 en materiales, y 40 en plusvalía. Ahora, habida cuenta de que se mantiene el nivel alcanzado por los salarios, se destinan los mismos 30 a este renglón, 50 a materiales, dado el incremento de las importaciones y se eleva a 50 la plusvalía, lo que estimula al capitalista a seguir produciendo. Todo esto partiendo del supuesto de que la producción de algún bien siga brindando la posibilidad de que el capitalista se siga enriqueciendo a costa de la explotación del obrero. Lógico es suponer que con la variación de precios el capitalista encuentre un mayor incentivo dado que se produjo un abaratamiento del precio de la fuerza de trabajo, una caída en el salario del trabajador. Así, la poca producción capitalista que existe en nuestra economía encontrará un estímulo dada la caída del salario. Esto evidencia de manera clara, una vez más, que este régimen es enemigo de los trabajadores, atenta contra sus condiciones de vida, mientras favorece a la oligarquía financiera principalmente.
Entonces, por qué se devalúa?
Principalmente, esta medida permite que el gobierno se haga de mayores recursos para cubrir los gastos que suponen la campaña electoral, lo que le permitirá extender la política de dádivas a sectores pobres de la población. O sea, se trata de una medida de contenido electoral. A su vez, podrá cubrir parte del déficit fiscal sin tener que recurrir a tanta deuda pública interna, lo que se traduciría en todavía mayor inflación. Sin embargo, por sí sola, la devaluación no permite frenar la inflación, para que ello tenga efectos positivos en este aspecto, debería estar acompañada de medidas que garanticen el crecimiento del producto interno, con lo cual el gobierno pudiese hacerse de mayor ingreso vía impuesto sobre la renta obtenida por los dueños de los medios de producción, por los capitalistas. De lo contrario, la devaluación simplemente va a contribuir con el incremento de los precios sin frenar la inflación. Se reduce el déficit fiscal en términos artificiales, pero no se crean condiciones para un verdadero aumento de la producción interna. Seguramente esto ha sido bien calculado por el gobierno. Mientras se afecta de manera clara a los asalariados así como a sectores medios, lo cual supone un costo político, se “favorece” el nicho que electoralmente ha sido jerarquizado, lo cual se traducirá en la continuidad y profundización de la política de dádivas a los sectores más pobres de la población. Esto le crea al gobierno una situación muy riesgosa ya que el descontento de los trabajadores, que contará con el agravante de la posición política de la alternativa democrática, se puede generalizar en toda la sociedad al punto que la pérdida de popularidad de Chávez conduzca a la inscripción de las grandes mayorías en una alternativa progresista democrática y popular.
Algunas instituciones serán severamente afectadas tales como las universidades que, aparte de que se les han reducido algunas partidas para hacerse de divisas, necesarias para viajes al exterior por distintos motivos, demanda de diversos recursos para la investigación, entre otros, la inflación presionara más a la caída del poder adquisitivo de las instituciones para su mantenimiento. Circunstancia que colocará a la comunidad universitaria, así como de otros espacios en pie de lucha.
Momento que se crea proclive a ser aprovechado con base en la organización de la protesta. Frente al desastre Caracas,la opción es la nueva democracia…
Por: Carlos Hermoso…Caracas, 15 de enero de 2010