Los sucesos que sacuden el Oriente Medio tienen en estos días su focalización principal en Libia. La compleja problemática que vive este país nos permite pensar que su tratamiento debe guardar la mayor rigurosidad en el análisis. Por su parte, las propuestas, desde una perspectiva democrática, deben ser el resultado de la atención de principios generales asumidos por todas las naciones, que pudiesen permitir una salida en correspondencia. Por sobre todo debe invocarse el principio de autodeterminación como condición sine qua non en la atención del antagonismo presentado entre los libios.
Libia es un país árabe cuyas riquezas motivan rivalidades y conflictos desde antes de su propio nacimiento como Estado independiente. El petróleo libio resulta de una gran abundancia y calidad. Satisface la demanda de parte de Europa, particularmente son tres las empresas que cuentan con la mayoría de los convenios y concesiones cuya producción es destinada a cada uno de sus países de asiento. Así, la Total distribuye hacia Francia, Repsol hace lo propio hacia España y Emi a Italia. Otras naciones, rezagadas en la entrega de concesiones, pugnan por hacerse de espacios para la explotación del crudo o para restar autonomía a Europa en el abastecimiento.
El despotismo que gobierna este país, por su parte, ha evidenciado su carácter en la cruenta represión contra la población que ha manifestado su descontento en diversas regiones del país. Los signos de la descomposición del régimen son inocultables, muy a pesar de indicadores que señalan algunos de sarrollos sociales importantes en relación con el resto del norte de África. Esta forma de dominación parece no encontrar salida que no sea el uso de la fuerza contra quienes disienten de un régimen afianzado en el culto a la personalidad del déspota y la centralización del poder en sus manos que le permite la realización de una “democracia” que nada tiene que ver con la verdadera participación independiente, ni con la representación.
Los medios de comunicación internacionales, en medio de la conflagración, han hecho una labor que impide a la comunidad hacerse de suficientes elementos como para sacar conclusiones precisas en relación con el conflicto. Por el contrario, confunden y dirigen la atención a cuestiones nada edificantes. No negamos en lo absoluto los actos de violencia contra el pueblo, sin embargo, todo indica que la labor de algunos medios resulta insidiosa y a todas luces parece estar inscrita en estrategias interesadas, brindando “noticias” que, en algunos casos, nada tienen que ver con la realidad.
Así, desde Bandera Roja, ante el conflicto libio ─conscientes de que se trata de un asunto que reviste una gran complejidad, que es expresión de la oleada de cambio que abarca buena parte de Arabia y África─, abogamos por una salida pacífica, democrática, nacional y popular. Las reivindicaciones sociales deben ser respetadas y profundizadas dentro de cualquier salida que decida la correlación interna. Debe darse paso a un camino que impida la separación del país atendiendo el espíritu nacional y en contra de quienes atizan el desmembramiento para hacerse de espacios en la explotación del crudo, perspectiva que parece ser asumida por todos los sectores en pugna. El despotismo debe dar paso a la democracia y a mayor libertad para los connacionales, y en cualquier caso Libia debe seguir siendo una e indivisible.
Condenamos cualquier acto de injerencia en los asuntos internos del país, así como exigimos respeto a una información que, al menos, no estando comprometida con planes belicista de cualquier signo, se ajuste a las evidencias.
Exhortamos a todos los venezolanos a contribuir a una salida pacífica del conflicto libio para lo cual debe manifestarse la mayor solidaridad con su pueblo, el respeto a sus derechos humanos y la condena a cualquier represión contra la gente. El pueblo venezolano debe levantar las banderas de la autodeterminación y el rechazo a planes interesados de las grandes potencias, particularmente de Estados Unidos, de desmembrar la nación libia, por tanto reivindicar el criterio de que la salida a la crisis libia debe ser resuelta por su propio pueblo.