Pio  Tamayo




PARA  LOS  INTERESADOS  EN 

José  Pío  Tamayo


Escritor,  Poeta  y  líder  revolucionario, Victima  de  la dictadura  gomecista.  Tamayo  nació  en  El  Tocuyo  el  4 de  Marzo  de  1898,  (Estado Lara).  Fueron  sus  padres José  Antonio  Tamayo  Pérez  y  Sofía  Rodríguez.  Hizo escolaridad  en  su  lugar   nativo,  aprendió  las  primeras  letras  bajo  la  dirección  de  su tía  la  maestra  tocuyano  Juana  Francisca  Rodríguez.  Continuó  estudios  en  el  liceo Bolívar  y  en  el  colegio  La  Concordia


En  1912,  ingresa  al  colegio La  Salle  de  Barquisimeto  y  invierte  su  tiempo  realizando  labores  de  tipografía  con  los  hermanos  Juan  y  Joaquín  Falcón.  Fundan  juntos  una   imprenta  llamada  «Gil Blas».   A  la  muerte  de  su padre,  en  1914,  regresa a  El  Tocuyo

A  los  16  años  regresa  a  El  Tocuyo;  para  encargarse  de  la  hacienda  familiar  y   donde  funda  la  revista  literaria  «Renacimiento»,  que  tiene una  existencia  muy  breve.


Luego  con    sus  amigos  Rafael  Elías  Rodríguez,  los  hermanos  Losada,  (Hedilio y  Alcides),  Jesús García,  entre  otros  funda  el  centro  cultural  «El  tonel  de Diógenes».  En  Barquisimeto  crea  la  biblioteca  Gilblas.  Escribe  la  novela  «El dolor  de  los  granujas»  cuyo  contenido  contra  el ordena establecido  lo  hace sospechoso  ante  el General  Gómez  quien  lo  manda  a  poner  preso   General    

 1922  se  ve  obligado  a  salir  del  país  a  causa  de  sus  actividades  conspiradoras contra  el  gobierno  de  Juan  Vicente  Gómez.  Primero  se  traslada  a  San  Juan  de  Puerto  Rico,  para  trabajar  en  una  planta  azucarera  y  colabora  en  la  revista «Puerto  Rico  y  Gráfica».  


En  julio  de  1923  se  traslada  a  Nueva  York  donde  trabaja  en  una  imprenta  y  en septiembre  del  mismo  año,  emigra  hacia  La  Habana.  Allí  entra  en  contacto  con grupos  de  oposición  al  gobierno  del  general  Juan  Vicente  Gómez,  colabora  en  el periódico  Venezuela   Libre  que  dirige  Francisco  Laguado  Jaime,  al  mismo  tiempo que  escribe  en  la  Revista  Universitaria.  Allí  también  se  familiariza  con  los postulados  del  marxismo,  participa  en  la  fundación  del  Partido  Comunista Cubano,  así  como  en  la  formación  de  un  grupo  venezolano  de lucha  contra Gómez,  de  matiz  socialista.  En  mayo  de  1924,  viaja  a  Barranquilla,  donde  funda la  organización  revolucionaria  marxista  Unión  Obrera  Venezolana


En  1925  es  detenido  en  Panamá  por  dirigir  una  huelga  de  inquilinos,  por  lo  que es expulsado  del  país. 

 

 Poco  tiempo  después  es  expulsado  de  Guatemala  por  el gobierno  del  presidente  José  María  Orellana.  Se  va  a  Costa  Rica  donde  es director  de  la  revista  «Siluetas»,  al  tiempo  que  colabora  en  las  publicaciones «Avispas»  y  «Nueva  Prensa».

 

En  1926  logra  regresar  a  Venezuela  gracias  a  una  amnistía  de  Francisco  Baptista Galindo,  quien  era  Secretario  General  de   la   Presidencia.  En  Venezuela  se incorpora  como  colaborador  en  la  revista  «Elite»  y  en  el  diario  «Mundial».  Es unos  de  los  organizadores  de  la  Semana  del  Estudiante  de  1928.  En  el  acto inaugural  En febrero  del  28,  y  convencido  de  que  no  había  como  coordinar  un movimiento  liberador  con  una  concepción  no  caudillista,  materialmente  se  entregó en  un  gesto  de  solitaria  rebeldía  cuando  desde  el  Teatro  Municipal  recitó  su poema  Homenaje  y  Demanda  del  Indio,   dedicado  a  la  Reina  de  los  Estudiantes, por  medio  de  quien  se  hace  una  dramática  petición  de  libertad   cuyo  contenido  es  calificado  de  conspirador

 

HOMENAJE Y DEMANDA DEL INDIO



 A su Majestad Beatriz I

Reina de los Estudiantes

Sangre en sangres dispersa

almagre oscuro y fuerte

estirpe Jirajara,

cacique Totonó,

-baile de piaches, rezo de quemas-

Soy un indio Tocuyo

Yo.

Meseta brava y bella

que abre su arcada a los llanos

y sus patios a la luna;

patíbulo de Carvajal,

espina de cardonales,

polvo y sol.

Altiplano tocuyano

que nutre su carne en jugos

blancos de cañamelar.

Y los hace sangre roja

en la flor del cafetal;

bueno y santo

por la madre,

y porque me enlaza hermano

del de la selva en oriente

y del de la sierra al sur.

Yo llegué de este altiplano

A avivarme en mis hermanos

Los de la universidad,

-savia en afanes quemada,

delirio del roble erguido-

y a rendirte mi homenaje

de indio triste,

Majestad.

Fracasa entre mi canto y mi altivez indígena

La intención en hinojos.

Humo leve de inciensos

como el que ardió en las aras de Tenochtitlán,

quemo en mi corazón,

y humillo el desgreñado orgullo de los vientos

con agua de remansos,

cenizas de volcanes

y cánticos de amor.

-Así en la tierra antigua donde voló el faisán

usaba la liturgia de la proclamación-.

Los miles de estudiantes,

cada estudiante, reina,

en un mundo en promesas y un trajín de tormentas-

han abierto hoy sus pechos sobre más infinitos,

al ver que oraculiza en tus manos llaneras

el tripartito escudo de su federación.

Mañana, anhelo, pueblo,

Mirandinos colores de la emancipación.

Beatriz del estudiante,

cetro de rebeldías,

corona de futuros;

bajo el patio de auroras de nuestro trono eres

la juvenil canción de amanecer.

El ensueño durmiente al amparo del alma

jubilosa y dinámica de la Federación,

hecho viva esperanza

en tu luz de mujer.

Y digan con mis voces palabras de tus súbditos

que es tu reinado, Reina, el único que no hace

cesarismo anacrónico,

en esta nutrida selva de Guaicaipuro,

de Mara y Yaracuy,

y del equino trueno

de los cien mil corceles,

sobre el que galoparon libertadas naciones.

Fugitivo perfil de la garza morena,

¡Oh, perfume caliente de las mazorcas tempranas!

Durazno de oro en rama;

Cosa dulce y romántica cuando se dice ‘amada’;

Ternura inacabable de la venezolana;

Orgullo de nosotros.

Reina en cuya belleza

riman nobles y claras mis palabras agrestes,

divinizo tu boca

tan ingenua y traviesa

diciendo la dulzura que oí yo ayer.

“Cuando yo sea abuelita

luciré mis trofeos y le diré a mis nietos

que fui Reina una vez”.

¡Nuncio cándido y bello que sube a vuestros labios

la ternura sagrada que hará de vuestro ocaso

epílogo adorable de un cuento de Perrault!

Os verán esos nietos luciendo edades

regias y sonreirán con vos.

El mejor cortesano

-tendrá una voz mimada de Delfín- sonriente exclamará:

Abuelita: Santa Isabel de Portugal,

que convirtiera en rosas en pan de su bondad,

una noche de Reyes se entretuvo en decirme

que tú eras heredera de su linaje real.

Abuelita: desde aquel día te he visto

de reina el corazón.

Oyéndolo, el más pícaro de ellos

Vencerá en pugilatos:

¿desde aquel día? ¡Si ella nació con él!

Santa Isabel tenía muchísima razón.

Y ahora, Majestad.

con el sollozo esclavo de un jacaney rendido

el súbdito presenta su demanda ante vos

descarnado de insomnios

se consume mi rostro

y los tiempos incrustan sus cauces en mis sienes.

Retornan a romper las obras de los montes

baladros caquetíos.

Se desatan los ecos de vencidos lamentos

y corren sobre el área salvaje de los llanos

o se extinguen muriendo en los senos intactos

de un Pacaraima hermético.

¡Me han quitado mi novia!

La novia que me quiso: ¡mi novia enamorada!

Palabras que se dicen con la pena infinita

de quien ya no podrá volverlas a cambiar…

Qué bien decirte tú,

como a mi novia, Reina.

En ti la miro a ella

Y al mirarte me acuerdo…

Era de sol su carne y de un frágil metal.

El eco de sus voces era de acero azul.

Estaba hecha de alturas. A ti se parecía.

Yo fui su novio niño,

-ya lo hemos sido tantos-,

cantar, correr, soñar,

en el soleado campo, en la vega porosa,

junto al lirio morado,

al laurel

y al signo rojo de las rosas.

Se adornaron mis labios con su nombre armonios,

con su nombre que es música de banderas y estrellas.

Se miraron mis ojos en el ópalo grande

de sus ojos

iguales al fanal de los tuyos.

¡Y el abrazo materno que de la tierra avanza

la confiaba amorosa sobre mi corazón!

¡Como me acuerdo, Reina!

Temblando bajo sombras la amaba con angustias.

En mis venas corrieron los miedos por su vida.

Y un día me la raptaron.

Un día se la llevaron.

Desde los horizontes,

allá donde hace señas de adioses el crepúsculo,

vi. encenderse los últimos luceros de sus besos.

Aprestarse a la andanza, porque la hemos perdido

¡y salir a buscarla!

¡Mirar cómo levantan asfixias hasta el cielo

las crestas de los cerros!

Agotarse llamándola en los senderos mudos.

Oscurecerse en noches solitario y rendido,

¡y sentirla que sufre y que se está muriendo!

¡Ah! Ya no puedo más, reina Beatriz. ¡No puedo!

Vuelve a llorar el indio con su llanto agorero…

Pero no, Majestad

que he llegado hasta hoy,

y el nombre de esa novia se me parece a vos!

Se llama: ¡LIBERTAD!

Decidle a vuestros súbditos

-tan jóvenes que aún no pueden conocerla-

que salgan a buscarla, que la miren en vos,

¡vos, sonriente promesa de escondidos anhelos!

Vuestra justicia ordene.

Y yo, enhiesto otra vez,

-alegre el junco en silbo de indígena romero-

armado de esperanzas como la antigua raza,

proseguiré en marcha.

Pues con vos, Reina nuestra,

juvenil, en su trono, ¡se instala el porvenir!

 

                 TEATRO MUNICIPAL / FEBRERO DE 1928

                                                             

Con motivo de la Coronación de la reina de los Estudiantes

Es  detenido  el  13  de  marzo   y   enviado   a  la  cárcel  en  el  castillo de  Puerto  Cabello,  junto  a  muchos  de  los  jóvenes  que  participaron  en  la  jornada.  En  prisión  dicta  clases  a  los  muchachos  y  los  pone  en  contacto  con  los fundamentos  del  marxismo.
Durante  su  detención  en  el  castillo,  se  le  agudiza  una  sinusitis  crónica  y  contrae una  grave  enfermedad  pulmonar.  Ya  muy  enfermo,  sale  en  libertad  en  diciembre  de  1934;  trasladado  a  Barquisimeto  para  recibir  cuidados  médicos,  pero   muere  a  los pocos  meses.
El  28  de  septiembre  de  1935,  barrio  Namur,  en  Barquisimeto.  Pío  escribe  al hermano  Toño  su  última  carta. ( Sabe  ya   lo  sabía  desde  hace  mucho ) que  la muerte  es  inmediata.  Y  dibuja  sobre  el  papel  sus  señales  de despedida
El  28  de  septiembre  de  1935,  barrio  Namur,  en  Barquisimeto.  Pío  escribe  al hermano  Toño  su  última  carta. ( Sabe  ya   lo  sabía  desde  hace  mucho ) que  la muerte  es  inmediata.  Y  dibuja  sobre  el  papel  sus  señales  de despedida

Querido Toño:
No  tengo  acto  de  qué  arrepentirme;  seguí  los  mandatos  de  mi  conciencia  y  si alguna  vez  me  equivoqué  hay  que  culpar  la  imperfección  humana,  pero  nunca  la intención.  Muero  sereno  y  conforme  con  mi  conciencia.
 Decía  Juliano,  en  su  tienda  de  campaña,  en  los  últimos  momentos  de  su  vida  de  Emperador,  mientras  Amaino  Marcelino,  historiador  cristiano  al  lado  del Apóstata  grababa  para  eternizarlas  las  bellas  frases  de  aquella  oración  postrera:
Yo,  en  esta  hora  que  parece  acercarme  al  término  fatal,  hago  mía  aquella  frase de  ese  hombre  inquieto,  de  alma  bellamente  atormentada:  ‘Muero  sereno  y conforme  con  mi  conciencia.’
¿Por  qué  te  escribo  hoy?  Porque  quiero  decirte,  aprovechando  minutos  de  receso en  los  ataques  tremendos,  que  me  voy  amándote como  al  hermano  bueno, amándoles  con  la  fuerza  toda  de  mi  corazón  afectivo.  Si  hay  un  poco  de  dolor al  anticiparles  mi  adiós,  es  precisamente  el  dolor  que  me  llevo:  el  de  dejarlos, cuando  hubiera  deseado  hacer  tanto  por  ustedes,  vivir  largo  al  amparo  del  cariño mutuo.  Por  lo  demás,  no  temo  la  muerte,  ni  la  llamo  ni  la  rechazo,  la  acepto tranquilamente,  como  un  hecho  ineludible.
¿Qué  te  he  de  recomendar?  Cultiva  siempre  en  el  predio  rico  de  tu  espíritu  las cualidades  nobles  que  te  distinguen;  húyele  a  las  satisfacciones  mezquinas  de  los egoístas,  y  vivirás  vida  colmada  de  contento  interior  que  es  el  más  puro  de  los deleites.
Esta  carta  debe  llegar  a  ti  en  los  minutos  inmediatos  a  mi  muerte.  No  olvides que  he  sido  sencillo  y  limpio  de  corazón.  Procura  enterrarme  en  El  Tocuyo, pueblo  al  que  he  amado  y  cuyas  gentes  me  quieren.  No  deseo  ninguna  ceremonia  religiosa,  ni  aquí,  ni  en  el  acto  del  sepelio.  Condúceme  a  una  casa amiga  en  aquel  pueblo,  donde  puedan  reunirse  los  que  quieran  acompañarme  al cementerio.  Anuncia  muy  llanamente:
No  pude  revisar,  corregir  ni  compilar  nada  de  mi  obra.  En  esas  condiciones  no deseo  que  se publique  ninguna  cosa.  Guárdenlas  simplemente.
Te  dejo  a  mamá.  ¡Qué  gran  tesoro,  hermano!  Quiérela  ahora  por  mí  y  por  ti.
Te amo y digo adiós,
Pío
Barrió Namur, Barquisimeto
28 de septiembre de 1935
para su hermano José Antonio Tamayo
“Ha muerto Pío Tamayo (37 años). Su madre, hermanos y demás deudos, invitan para el acto del entierro”… y en seguida la dirección
Poco antes de morir, según el testimonio de sus hermanas, dijo a la madre que comprasen suficiente café, pidió que encendieran el radio y se quedó ya en silencio, aguardando la aurora. Se cumplió su deseo. Y fue trasladado a El Tocuyo. Allí en Los Dos Caminos, a la entrada del pueblo, numerosas personas lo aguardaban. Y lo condujeron sobre sus hombros hasta el Cementerio.
Rosa Eloísa estrechaba entre sus manos el mismo pañuelito que agitó el día de su partida. Nunca dejó de ser recinto de lágrimas ni espacio para el suspiro enamorado. Recorrería por primera vez un camino que luego se haría diario para ella. De la misa al cementerio para hacerle ofrenda de rosas al amado. Sofía dejó correr toda la tristeza contenida. Y los hermanos y amigos se hicieron uno en el dolor común.
“No pude revisar, corregir ni compilar nada de mi obra. En esas condiciones, no deseo que se publique ninguna cosa. Guárdenlas simplemente.” Fue éste el manifiesto deseo de Pío. Y por ese motivo, durante mucho tiempo, los suyos guardaron con celo, sin publicar ninguno de sus papeles.
Hoy, con amorosa emoción, hemos revisado y compilado su obra. No la hemos corregido. La entregamos en toda la plenitud de su contenido y su sentir. Pío desde siempre buscó conservar sus papeles. Y al mismo Toño pidió que los guardara. Su testimonio, su palabra son propiedad común de los hombres sencillos y limpios de corazón, que anidan en él, sus anhelos de justicia, belleza y amor. Sabemos que desde el rayo de sol en el que fabrica fogatas para vencer la oscuridad, Pío sonríe.


ASESINADO  POR  EL  GOMECISMO  Y
SILENCIADO  POR  SUS  PROPIOS  COMPAÑEROS
Y Pío Tamayo es la primera señal, la primera aproximación a un cambio de visión, de perspectiva de la historia nacional. Sólo que fue silenciado, amordazado y luego olvidado, no sólo por sus asesinos, sino por sus propios compañeros que, una vez en libertad, dejaron de lado sus  lecciones y  ejemplos  para emprender los caminos de una acción signada por la miopía, el dogmatismo y  la ortodoxia.
OBRAS  RESCATADAS  DE  PÍO  TAMAYO
Tomo I
Mery Sananes / Agustín Blanco Muñoz
Clementina Tamayo / Jesús Mujica
PÍO TAMAYO: UN COMBATE POR LA VIDA
Caracas, CPT/UCV, 1984, 454 p.
Contiene testimonios sobre Pío de
Rodolfo Quintero, Miguel Acosta Saignes, Juan Bautista Fuenmayor, Rafael Guédez,
Joaquín Gabaldón Márquez, Jóvito Villalba, Raúl Agudo Freites, Fernando Key Sánchez,
Clementina Rita y Flor Tamayo, Freddy Castillo, Isabel Jiménez Arráiz
Obra novelística, poética y crónicas de Pío Tamayo
Tomo II
DIARIO DEL FLORICULTOR PÍO TAMAYO I
Caracas, CPT/UCV, 1986, 398 p.
Contiene la correspondencia de Pío con su novia de siempre
Rosa Eloísa y con su madre Doña Sofía
Tomo III
DIARIO DEL FLORICULTOR PÍO TAMAYO II
Caracas, CPT/UCV, 1986, 264 p.
Contiene la correspondencia de Pío con sus hermanos y
demás familiares

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