Gasolina, subsidio y cambio
No al aumento de la gasolina
Según el Gobierno y muchos sesudos economistas, para
evitar el contrabando de gasolina hay que internacionalizar su precio o, al
menos, colocarlo al nivel que impera en Colombia. Suman al argumento dogmático
el razonamiento de que se debe sincerar su precio debido al costo de
producción, las deudas de Pdvsa y la necesidad de alcanzar el equilibrio
fiscal.
         Según
esto, el precio de un litro de gasolina debería ubicarse cerca de 200 bolívares.
Con eso se perdería el incentivo para llevarla a Colombia. Ubiquemos que un
litro de gasolina en este país vecino cuesta cerca de un dólar ($ 0,75 para ser
más exactos). Vaya salida. Un tanque de gasolina de un carro pequeño, de 35
litros, por ejemplo, alcanzaría la astronómica suma de cerca de 7 mil
bolívares. Quien debe usar el carro, al punto de tener que gastar unos tres
tanques a la semana, tendría que erogar tres salarios mínimos al mes. O sea:
deberán parar el carro y someterse al pésimo transporte colectivo que existe en
el país.
Dos cosas a considerar. Primero: todas las economías, en
tendencia, subsidian determinados rubros; o bien por las ventajas que brinda al
estimular la producción o el consumo, o dadas las ventajas que se derivan de su
bajo costo y la propiedad colectiva a la que está sujeta tal riqueza. En el
caso que nos ocupa, siendo el petróleo una riqueza de propiedad estatal, un
precio bajo es lo menos que se puede hacer, sobre todo porque los principales
beneficiarios de la renta han sido y siguen siendo los corruptos y quienes
están vinculados al negocio, a la banca o a la importación. No ha sido el
pueblo quien se ha beneficiado de la riqueza petrolera. Por lo que algo le debe
tocar. Un precio bajo permite abaratar costos, mantener determinada capacidad
de consumo, todo lo cual se convierte en incentivo a la producción. Hacer lo
contrario afectaría sensiblemente la capacidad de demanda y consumo de la
gente, obligándola a una modificación sustancial de su estructura de gastos. La
familia venezolana gastaría un enorme porcentaje de sus menguados ingresos en
alimentos básicos y ahora en gasolina.
En segundo lugar, una política que inexorablemente nos
conduciría a una catástrofe que golpea de manera brutal a los menos favorecidos
ahora pretende ser enfrentada mediante un mayor despojo al bolsillo de la gente
que trabaja. Lo dueños de los medios de producción descargan en el precio de
realización, o en los costos de producción, el recargo que significará el
aumento del precio de la gasolina. El pueblo no. Quienes viven de su trabajo
deberán destinar más a gasolina y al incremento de prácticamente todos los
bienes de consumo. A la escalada de precios se le sumarán los efectos perversos
para el bolsillo del trabajador del aumento de la gasolina.
Como resultado de una política económica al servicio de
la oligarquía financiera, quebraron el país, lo endeudaron en un elevado
porcentaje del PIB, y ahora, junto con sus aliados, buscan equilibrar el
presupuesto con base en este saqueo a los bolsillos del pueblo. Junto al
incremento en el precio del combustible, así como con la reducción de las
subvenciones a varios artículos de consumo masivo, seguramente reducirán lo que
deberían destinar a educación, salud, vivienda, entre otros servicios.
Luego de la borrachera que supuso la obtención de
superganancias durante más de una década, ahora buscan hacerse de los recursos
para honrar los compromisos con la banca y seguir endeudando el futuro.
Desde 1989 la economía venezolana ha estado orientada
hacia la erosión del aparato productivo y la producción nativa viene siendo
sustituida por productos importados. Sobre todo en el último lustro se importan
bienes que sustituyen por calidad y precio al producto nativo. Agotados los
dólares debido a la caída de los precios del crudo, endeudado el país en
términos desproporcionados, ahora sacan el dogma de que urge aumentar el precio
de la gasolina y eliminar otros subsidios.
Años de entrega al imperialismo, corrupción incalculable,
nunca conocida en magnitud y generalización, y una política económica
antinacional, tenían que conducir a la catástrofe que vive hoy el país,
empobreciendo principalmente a quienes viven del trabajo. Los que hacen coro
con el gobierno para que aumente la gasolina se quitan la máscara, buscan
seguir haciendo lo mismo y quedarse con parte del botín. Participar en el
reparto pues.
No es esta la única política posible. Cerrar las
fronteras a la importación, salvo lo urgente, destinar el ahorro social a la
inversión productiva, estimular la demanda interna del bien nacional, mientras
se aumenta el salario real de los trabajadores, seguramente todo ello
produciría un salto al desarrollo. Es mucho pedir. Habría que enfrentar a la
oligarquía y al imperialismo que quieren ver postrada a Venezuela a sus
intereses.
Venezuela demanda un cambio radical. Quienes plantean el
cambio anunciando y apoyando la misma política apenas quieren cambiar los
rostros de quienes conducen los destinos o se benefician de él. Un cambio
radical es un cambio de política. Principalmente de política económica y
social. Convertir a Venezuela en potencia industrial libre y soberana, capaz de
producir lo que requiere su gente, para alcanzar el desarrollo y bienestar para
los venezolanos, supone una nueva política basada en la liberación de las
fuerzas productivas.
Los dogmas aplicados aquí o allá, bajo el
«progresismo» griego o la derecha portuguesa, o en su oportunidad
bajo la administración de CAP II, siempre buscan un resultado: mantener la
capacidad de crédito de un país, mientras pagan una deuda al servicio de los
poderosos de siempre. No sigamos el camino trillado sujeto a los intereses de
quienes no buscan desarrollar al país sino seguir enriqueciéndose sin pensar en
el país y su gente.
Venezuela, sobre todo por contar con las riquezas
fundamentales y la laboriosidad de sus trabajadores, puede salir de esta
catástrofe creando la base objetiva para el desarrollo diversificado con miras
a alcanzar una revolución industrial. Para eso, debemos luchar, comenzando por
enfrentar al gobierno para que no aumente la gasolina.
Que la crisis la paguen el gobierno y los boliburgueses
Comité Político Nacional
Bandera Roja (r)
Caracas, 9 de octubre de 2015

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