El Estado venezolano institucionaliza el establecimiento de criterios discriminatorios para derechos fundamentales como el de la alimentación, al politizar una distribución de alimentos en medio de una de las peores crisis que vive nuestro país. No se trata del criterio racional donde los niños, adultos mayores y discapacitados son primero, sino que militantes y activistas del partido de Gobierno son primero y en muchos casos los únicos que aplican en este derecho.
El Gobierno no hace una diferenciación entre estructuras políticas de un partido y estructuras institucionales del Estado, haciendo una mezcla en donde las estructuras de funcionamiento político del PSUV las convierte en instancias del Estado, eso son los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), que con un descaro e impunidad aventajan la reacción de nuestra sociedad, que a todas estas ya lo ve en términos de lo “normal y cotidiano”, aunque no sea normal que esto suceda, sino normal y cotidiano que este Gobierno sea capaz de cometer estos delitos pública y abiertamente, con el respaldado y aplauso de otros poderes públicos que controla a su antojo.
Esto genera sus consecuencias ¿Cómo hacemos los venezolanos para adquirir los alimentos básicos? Existe una situación ineludible, cada uno de los más de 30 millones de venezolanos debemos comer 3, 2 o al menos 1 vez al día. Alimentarse es una de las necesidades primarias de las especies vivas y en el caso de los seres humanos adultos lo solemos hacer 3 veces al día, más veces los niños y personas en situación especial. El Gobierno y quienes lo apoyan, ahora no logran comprender y asumir que todos, sin excepción, debemos alimentarnos y que los recursos del país que ellos administran, no les pertenecen, por ejemplo, PDVSA, el BCV, MISIONES, MERCAL, PDVAL, entre otros, no son propiedades del PSUV, eso no parece estar muy claro.
A los partidarios del Gobierno que la gente les reclama su derecho a la alimentación, muchas veces expresan que no tienen compromisos con nadie para dar la oportunidad de una bolsa de comida, y menos si no participan activamente en el partido oficialista, o no aportan nada a la organización “así que lo lamento, camarada”, frase que les permite sacudirse el embrollo. En el peor de los casos, les llaman flojos a los venezolanos por no sembrar en sus casas yuca, papa, ñame, ocumo, cilantro, criar pollos o gallinas ponedoras, incluso a los de las ciudades o a los que se dedican a otras arduas labores que no están relacionadas con el campo.
Esta actitud responsabiliza a los ciudadanos de la situación de crisis “esto es culpa de la misma gente, la gente es muy floja y le gusta la papita…” es la explicación sociológica que dan los partidarios, tirando por la borda años de adelantos científicos y tecnológicos de la humanidad, en una sociedad donde cada quien decide dedicarse a un rol y donde el campo ha sido vejado como en ningún otro período de Gobierno. La teoría de la “guerra económica” ya no permea la conciencia de la sociedad venezolana, ni siquiera la de los adeptos de base del Gobierno; ya no creen en esa excusa aunque la repitan como parte del discurso, solo consideran que ese debe ser el discurso, para impedir que los enemigos políticos los desplacen del poder, pero en lo concreto, cuando ellos (los CLAP y los que los acompañan) arman las bolsas de comida para la distribución con muy escasos productos del Gobierno y cuando les llega, por ejemplo, solo para armar menos de 200 bolsas por semana para una comuna censada de más de 2mil familias (como promedio), se dan cuenta que la guerra económica proviene de las propias instancias del Estado y solo les queda recibir la presión de todos lados y almacenar en sus hogares todo lo que se pueda, “por si acaso”.
Pues bien, todos los venezolanos debemos comer y lo hacemos con una cultura; con unas costumbres alimenticias que pretenden ser cambiadas y desconocidas por este régimen, siendo capaz de distorsionar la historia de nuestra propia cultura y de no reconocer los avances de los cuales se ha apropiado nuestro pueblo, para fusilarlos de la reminiscencia o hacer que despreciemos las costumbres de las recientes generaciones, como por ejemplo, una harina de maíz procesada, óigase bien, de maíz y procesada; así como también la leche, la carne, el pollo, los huevos, el aceite, la margarina, el arroz, la pasta, las caraotas negras, el café, azúcar, los productos de higiene, entre otros, dándonos talleres de cómo hacer artesanalmente, por ejemplo, toallas sanitarias de tela (en VTV), para “intentar” que repudiemos los avances con los que ya contábamos.
Nuestra cultura hace que demos privilegios a ciertos alimentos en nuestros hogares, lo que los convierte en básicos, pero ¿Cómo los obtenemos? Hay una gama de opciones que seguramente a muchos no nos gusta. En muchos casos, las personas deciden camuflarse o practicar el mimetismo político como una habilidad para obtener alguna ventaja o hacerse de un dinerito o dinerote extra. La desventaja es convertirnos en unos mentirosos y deshonestos con nosotros mismos y nuestro entorno, al hacer un acto no ético y repugnable, como parte de la descomposición social de nuestro país.
Por otro lado, está la posibilidad de hacer una cola, alégrese si ve una y más si está interminablemente larga, significa que posiblemente pueda encontrar algún producto básico en ese establecimiento y que aún los CLAP no se lo han llevado, por ahora. Aunque hacer la cola por muchas horas, no garantiza que Ud. logre comprar.
Tiene también la opción de solicitar por Facebook que lo agreguen a uno de estos grupos de trueques locales en los que puede cambiar leche por pañales, caraotas por azúcar, afeitadoras por desodorantes, salbutan por beducen, café por arroz, jabón de baño por shapoo, leche de formula por pasta dental, pasta larga por margarina, etc., eso sí, tenga mucha precaución, haga el trueque en un lugar público y transitado, pídale a otra persona que lo acompañe, no ofrezca públicamente su número de teléfono, entre otras medidas de seguridad.
También están los bachaqueros, siempre hay algún conocido que tenga contacto con alguno, por si no los ve en la calle. La desventaja es que usted contribuiría a la reproducción de esta siniestra especie, salida en su mayoría de las entrañas de colectivos y grupos delictivos organizados que apartan los primeros puestos de toda cola, con ruines y malandras estrategias de grupo para hacerlo, además de la desventaja que representa dejar todo su salario en apenas 3 o 4 productos que estos revenden con elevadísimos precios de algo que marca un bajo precio de venta al público.
Finalmente, debemos tener claro que se entiende por derecho fundamental aquél que por el simple hecho de ser venezolano o ser humano, lo debe tener garantizado en un ordenamiento jurídico y en la realidad concreta sin ningún tipo de discriminación. Este Gobierno no ha sido capaz de garantizar derechos fundamentales. La alimentación no es un beneficio, es un derecho fundamental, pero si Ud. corre con la suerte de que le llegue su bolsa con más de una harina de maíz precocida, arroz y aceite siéntase satisfecho y feliz y si tiene una leche y una azúcar, siéntase en la cumbre de la máxima felicidad, deje de pensar por ese instante en la discriminación y violación de sus derechos, deje de pensar por ese momento en la crisis, la inflación, la escasez, en las deudas, en que el sueldo no le alcanza para nada, en que no tiene vivienda propia, deje de pensar en que no tiene agua, luz, aseo, Internet, en que a Ud. o a un familiar suyo lo pueden robar, secuestrar, asesinar etc., hasta que en vez de una bolsa, el hambre o la necesidad le vuelva a tocar su puerta y así piense seriamente en organizarse para salir de este incapaz y nefasto Gobierno. A sus órdenes para organizarse, estamos en Bandera Roja.