Hace pocos días leímos una noticia que sorprende a cualquiera: las mujeres aparecen, con más frecuencia, como victimarias de hechos de violencia. Acostumbrad@s a verlas solo como víctimas de la violencia,  ya que es así como nos muestran,  incluso las mismas mujeres activistas de Derechos Humanos y contra la Violencia basada en Género, quedamos sorprendidas ante estos hechos. Las mujeres somos simbólicamente consideradas “incapaces” de protagonizar como victimarias los hechos de violencia.

La noticia del 1 de abril escrita por la periodista Keren Torres Bravo decía: “Un grupo de mujeres golpearon con bates a funcionarios de la Guardia Nacional a las afueras del Hiper-Lider de Cabudare ubicado en el municipio Palavecino del estado Lara cuando intentaban entrar a la fuerza para llevarse los productos y pasar por delante de las personas que permanecían en fila desde la noche del jueves”. Esta situación no es nueva y se presenta a diario en diferentes establecimientos incluso en la misma noticia se lee que; “El vicepresidente de la República se pronunció sobre estos hechos en días pasados, cuando informó que se contabilizaron 21 saqueos, 22 secuestros y 20 robos a centros hospitalarios durante la Semana Santa en Venezuela, casi tres saqueos por día”.

En los saqueos el protagonismo de las mujeres destaca, porque cada día se incrementa su participación en estos hechos -también en los linchamientos- que es otro hecho a poner la lupa social-. Este caso en particular tiene la característica de señalarnos cómo el llamado “bachaqueo”, no es más que la compra-venta dentro del “libre mercado” de productos regulados, aunque haya sido bautizado con este nombre por el presidente Nicolas Maduro (NM) y asumido por todos los medios y voces de la noticia, como la palabra que lo define. Esto ha sido una manera de desviar, con el uso de esa palabra, la atención sobre la verdadera realidad que se está viviendo con la escasez y distribución de productos de primera necesidad por la destrucción del aparato productivo y la economía de puertos, logrando incluso que muchas personas consideren que es el “bachaqueo” lo que tiene al país en crisis.

Comprar y vender mercancías es una manera antiquísima que forma parte de la historia económica de Venezuela; es la base de la actividad comercial dadas las características de nuestra economía es la actividad económica principal porque la producción no ha sido nuestro fuerte. Tenemos una economía monoproductora (petróleo) y rentista debido que además lo que “producimos” es una materia prima que hemos vendido en el mercado internacional directamente, sin procesar, para obtener divisas y comprar en el mercado casi todo lo que comemos y consumimos. Este mecanismo de comprar y vender ha sido más lucrativo que producir y como mecanismo económico, se mueve dentro del mercado hacia productos de alta demanda. En estos momentos, por la escasez, los productos de primera necesidad tienen una alta demanda y la actividad de compra y venta de los mismos se convierte en una actividad lucrativa y altamente atractiva. Se hace un nicho de mercado que es producto no de los deseos perversos de los y las “bachaqueras” sino de la distorsión de nuestra economía y las erráticas políticas económicas afianzadas por el régimen actual.

Es en este escenario que entran las mujeres a convertirse en comerciantes menores de la compra y venta de productos de primera necesidad y lo hacen como la realidad se los permite e impone. Son y representan una gran cantidad de lo que NM definió de manera interesada como “bachaqueras”. Las mujeres han tenido atribuida la responsabilidad de sostener la familia, incluso cuando el “proveedor” falla o no tiene la posibilidad de proveer, las mujeres asumen sin pensarlo esa responsabilidad como proveedoras “secundarias” o “complementarias” o como proveedoras principales (en Venezuela según último censo más del 42% de los hogares tienen una mujer como cabeza de familia), ubicándose en el mercado laboral tal como este se los permite. Ante la realidad hoy y siendo las mujeres una fuerza de trabajo desocupada y ocupada mayoritariamente en la informalidad, emigran hacia el nicho de mercado que existe y se convierten en protagonistas en esa actividad laboral: el mal llamado “bachaquerismo”.

En un principio, hace 1 año, los comentarios criticaban que las “trabajadoras domésticas” se estaban extinguiendo porque preferían comprar y vender productos de primera necesidad (a quienes no podían hacer las colas y búsquedas interminables de estos en el mercado), que trabajar en una casa por 300 o 500 Bs/día. Por ser mujeres los comentarios eran terribles, por lo general de otras mujeres, “prefieren hacer colas todo el día en varios establecimientos y vender los productos que trabajar como domésticas”, sin caer en cuenta que no solo significa mayor ingreso para las mujeres sino que además cambian de estatus al pasar de simple y desacreditada domestica a comerciante, aunque las llamen “bachaqueras”.

El presidente Maduro, como vocero del régimen, trató de desacreditar el oficio para evadir la responsabilidad de esta anomalía, pero la realidad lo legitima como un “trabajo” o actividad en Venezuela y ya todo el mundo dice: “voy a “bachaquear”, naturalizando la actividad y perdiendo de vista lo que realmente esta detrás de este nuevo “trabajo”. Es importante señalar que el “bachaqueo” tiene al menos dos maneras de realizarse: 1) quienes no tienen capital suficiente, hacen colas y revenden los productos regulados artificialmente por el gobierno, mujeres mayoritariamente y 2) quienes tienen capital y compran bultos de mercancía sin hacer largas colas y revenden a precios elevados, hombres mayoritariamente.

Este “trabajo” en su primera modalidad, donde están las mujeres en su mayoría, dada la crisis y el incremento de la escasez, amerita un nivel alto de agresividad para su desempeño, para pelearse en el terreno del mercado la adquisición de la mercancía a vender luego, para obtener las ganancias esperadas. Este nivel de agresividad necesario pasa a convertirse en ejercicio de violencia desde el mismo momento en que las dificultades se convierten en obstáculo para el logro del objetivo. Entretanto, en la segunda modalidad, la “otra violencia”, principalmente masculina, queda velada en la sombra del negocio de “compra-venta”, y hasta queda exenta eventualmente de la palabra bachaqueo.

La violencia es entonces una necesidad que será utilizada también por las mujeres para poder desempeñarse en su “trabajo” y con esas ganancias alcanzar la sobrevivencia. Según el Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud en su Publicación Científica y Técnica Nª. 588. 2003 ésta queda definida como: “Uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”.

Vemos que en esta definición queda claro que la violencia no es de uso exclusivo de los hombres, aunque ellos son mayoritariamente sus protagonistas como victimarios, y que por tanto las mujeres, a pesar de que hemos sido y seguimos siendo fundamentalmente víctimas de ella, también podemos utilizarla, como de hecho lo hacemos, cuando las condiciones materiales y espirituales de existencia nos obligan a ello. La realidad venezolana esta tan adversa que las mujeres, ya como colectivo, comienzan a protagonizar como victimarias de la violencia y es que como personas tenemos también esa capacidad y la realidad hoy supera con creces la “vocación” de receptoras exclusivas de la violencia. Este régimen, si algo ha logrado intachablemente, es romper todos los récord negativos para nuestro país y cambiar incluso realidades que al aparecer ante nuestros ojos nos dejan un sabor de amarga perplejidad.

Art publicado en Efecto Cocuyo Periodismo que Ilumina 5/04/2016

 

 

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