Para hacer que el tirano caiga
y el mundo esclavo liberar (…)
Agrupémonos todos
en la lucha final
y se alcen los pueblos con valor (…)
En este Primero de Mayo, fecha de tanta significación para los trabajadores, el mundo se estremece entre estertores de dolor y exigencias de cambio. La pandemia de Covid-19 ha sacudido los cimientos de una humanidad que se creía segura, pero que, pese a todos los avances científicos, tecnológicos y económicos y hasta siderales, tiene pies de barro.
Comenzamos por recordar que la celebración de este día a escala internacional nos obliga a ubicar la tragedia que hoy vivimos los venezolanos, en especial los trabajadores, en un contexto mundial que no se constriñe a estos tiempos de pandemia. Ni siquiera a estos 20 años que se iniciaron con la estafa más grande hacia los sentimientos de cambio de un pueblo y que culminaron en una involución histórica en todos los aspectos de la vida ciudadana. Decimos esto pues no debemos olvidar las inconsecuencias con el desarrollo nacional y su supeditación a los designios del “big brother”, la falta de real importancia a la vieja conseja de “sembrar el petróleo”, lo constreñido de una democracia incapaz de renovarse y empeñada solo en repartir clientelarmente la renta petrolera con la consabida parte de corruptelas, la existencia de “tribus” para manejar la justicia, lo exiguo de los espacios para el debate y la disidencia, entre otras circunstancias anteriores al chavismo. Sin embargo, lo realizado en este nuevo siglo supera con creces todos esos males que lo precedieron, elevados todos en forma exponencial.
La crisis mundial avizora cambios trascendentales
Pasearnos por algunas determinaciones internacionales que han tenido impacto en nuestro país, se torna obligado. La crisis capitalista mundial ya tenía expresiones inocultables en la marcada tendencia recesiva desde 2018, la guerra comercial entre EEUU y China, el fin de las políticas neoliberales y globalizadoras con el Brexit y el mandato de Trump marcando el camino proteccionista, y más recientemente la guerra de precios del petróleo entre Rusia y Arabia Saudita, aparte del recrudecimiento de la pugna entre los grandes bloques imperialistas por garantizarse espacios de inversión, materias primas, fuentes energéticas y mercados. Esta crisis puede convertirse en la más grande desde la depresión de 1929 e incluso superar a esta. La pandemia lo que hizo fue elevarla a escala superlativa.
Recordando las consecuencias de anteriores crisis, es de esperar tiempos de grandes penurias para los trabajadores y pobres del mundo. A la par se incrementarán las contradicciones por el reparto de las riquezas, con expresiones destacadas en la pugna por salarios dignos y trabajo decente frente a la disminución sustancial de espacios productivos o fuentes de empleo. La reconstrucción requiere de una formidable y recia unidad entre los trabajadores para que no sea sobre sus espaldas donde vayan a descansar los peores sacrificios, cuestión ésta muchísimo más valedera en nuestro país.
Esta crisis coloca en el tapete problemas fundamentales de la humanidad y del sistema. La elevación de la pobreza, debido a la enorme destrucción de fuerzas productivas materiales, anuncia tiempos de convulsión que imponen nuevos retos a los trabajadores. Se abren tiempos de revolución social, de reivindicar al ser humano como el centro de todas las actividades económicas, sociales, culturales y políticas. La disyuntiva entre una sociedad que endiosa la ganancia, la propiedad, el individualismo y la exclusión, versus una comunidad centrada en la defensa de la humanidad, se expresará con crudeza en todos los ámbitos de la vida de la gente: el trabajo y el salario, el estudio y la profesionalización, la ciencia y la técnica, lo urbano y lo rural, la vivienda y el hábitat, la salud y la seguridad, el crecimiento y la ecología, etcétera.
Son tiempos en que las ideas por un futuro de bienestar para los trabajadores y las mayorías pueden prender más fácilmente en la conciencia. Y esta elevación de la conciencia podrá convertirse en una fuerza material insoslayable y de vanguardia para la edificación de un mundo mejor. Se trata de abrir espacios donde se discutan las reivindicaciones y los pasos a dar en la lucha por el cambio radical de una sociedad con sus cimientos enfermos y envejecidos. La construcción de los embriones de un nuevo poder es tarea fundamental en las actuales circunstancias.
Los trabajadores venezolanos deben elevar sus exigencias
En medio de esta circunstancia internacional, la situación venezolana se hace aún más grave para la clase obrera y los trabajadores. La destrucción de Venezuela en estas dos décadas nos aproxima cada vez más a cambios que deben ir más allá de salir de Maduro y su mafia, de recuperar la democracia y la vigencia plena de la Constitución, de reactivar e impulsar una economía fuerte y diversificada o de restablecer el juego político-electoral entre las distintas toldas o candidaturas. Pero conquistar estas cuatro cosas es IMPRESCINDIBLE y para ello tenemos que derrocar la dictadura, cuestión que nos obliga a consolidar la más amplia unidad democrática que pueda concitar la participación de todos los sectores descontentos y de la población en una rebelión que dé al traste contra estos bandidos.
Bandera Roja considera que tanto engaño, burla y deshumanización nos obliga a exigir de manera perentoria la conformación de un Gobierno de Emergencia Nacional que ponga fin a la usurpación de Maduro en el poder ejecutivo. Es hora de que se constituya un Comité Unitario, lo más amplio y funcional posible, con presencia de todas las corrientes políticas y sectores sociales del país, para estructurar desde ya las bases de ese nuevo poder que no solo atienda la emergencia que significa la pandemia para la sociedad venezolana, sino que también se adelante a organizar un plan inmediato para la reconstrucción de nuestra economía y para la atención de la crisis humanitaria compleja que desde hace varios años padecemos los venezolanos.
Como dice la canción de los trabajadores, “del pasado hay que hacer añicos”… y sobre esas ruinas construiremos una sociedad de bienestar, progreso, desarrollo y justicia, soportada en una gran Unidad Nacional que deseche todo sectarismo y discriminación y en la cual quepa toda la gente de buena voluntad y todo el que quiera dar su aporte a la gesta para liberar a nuestro pueblo de las mafias gubernamentales que han corrompido, degradado y pisoteado los valores, la cultura, las instituciones y hasta las maneras sencillas de tratarnos los ciudadanos. Se trata de reconstruir nuestra patria sobre la base de combinar lo mejor de nuestras capacidades productivas con la apertura de nuevos y más amplios espacios para la democracia y para el ejercicio de los derechos sociales y políticos. Se trata de llenarnos de aliento histórico para edificar un país con una economía productiva, autónoma e independiente, donde la libertad vaya de la mano con la justicia social, con la atención urgente e inmediata de los grandes males que nos dejaron estas dos décadas de involución.
La clase obrera y los trabajadores debemos ser los primeros en la lucha por la democracia y la libertad, y también estar en primera fila en la defensa de los derechos sociales, económicos y culturales del pueblo venezolano. Vayamos al combate con la serenidad, la astucia y el aplomo que nos caracteriza, pero también con la audacia y la valentía que nos exige el momento histórico que vivimos.
¡Fuera la dictadura de Maduro y su camarilla!
¡Unidad para reconstruir nuestra patria!
¡Desechar las ilusiones y prepararse para la lucha!
Dirección Nacional
BANDERA ROJA (resistencia)
Caracas, 1° de mayo de 2020