Cuando la dictadura venezolana descalifica a sus adversarios, lo hace desde sus entrañas, desde su deseo enquistado de dominar, subyugar y perpetuarse en el poder y como reflejo de su propia perversidad. Esta práctica ha sido constante en el oficialismo y no es nueva en el ejercicio de la dominación. Quien mejor la sintetizó fue Paul Joseph Goebbels, malévolo personaje de la propaganda fascista en tiempos de Hitler. Goebbels expuso, entre otros 11 principios de propaganda, el principio de transposición, el cual consiste en acusar al adversario de las bajezas propias, distrayendo a la población del origen de los hechos. Con base en este principio, el fascismo coloca en el otro todo lo que perversamente hace o va a hacer, para así manipular a la opinión pública y crear una matriz de opinión que permite pasar de victimario a víctima y viceversa. Esto es fácil constatarlo observando programas como “Con el mazo dando”, “La Hojilla” o “La política en el diván”. Incluso, las cadenas presidenciales o el mismo “Noticiero de la Patria”.
El régimen se mira en el espejo y al transponer caracteriza como de derecha, terroristas, violentos y delincuentes a quienes manifiestan, se le oponen o disienten. Difunden la idea como verdad absoluta de que los millones de venezolanos que protestan están manipulados, son tarifados, todos comprados por drogas y dinero. De esta forma intenta quitar dignidad humana a la disidencia y busca justificar y legitimar su aniquilamiento. Niegan y tratan de ocultar las verdaderas razones de las protestas, como son las terribles condiciones de vida, el hambre y la miseria que han sometido al pueblo a la sobrevivencia. Ante una juventud que se levanta decididamente a luchar por un cambio, asumiendo con coraje su papel de vanguardia, y al no poder aplastar la rebelión democrática ni con su sanguinaria represión, la dictadura ensaya y perfecciona otras arremetidas, como la represión por la vía psicológica y el uso de la “locura” como forma de descalificación y represión de la disidencia.
Esta forma de estigmatización es encubierta bajo los supuestos “Laboratorios de Paz” de los que habla, de manera atroz, el representante de la dictadura en Venezuela como espacios maravillosos dirigidos a “reeducar” a jóvenes detenidos por el solo hecho de manifestar y rebelarse contra la dominación y su despiadada crisis económica, a pesar de ser Venezuela un país pleno de recursos. Recordemos los resultados de las OLP (Operación de Liberación del Pueblo) que también ofrecían mejoras y protección a las comunidades populares ante la delincuencia y hoy conocemos sus resultados.
De un régimen que ha desatado una cruenta represión, violando con descaro los derechos humanos, podemos deducir el advenimiento de otro plan macabro destinado a quebrar la dignidad, la autonomía, la integridad mental de estos jóvenes. Inevitable recordar a Alex Delarge con sus ojos desorbitados en el film La Naranja Mecánica.
Hay muchos antecedentes visibles del uso de la psicología y la psiquiatría para legitimar la descalificación por la vía de patologizar las acciones de la disidencia por parte de la dictadura venezolana. Permanentemente se han usado términos como “disociados” para referirse a la oposición, más reciente y con frecuencia se ha usado “locos y locas”, “narcotizados”. En el nuevo guión de represión del régimen tenemos que hasta la Fiscal General de la República le ha sido interpuesta y admitida ante el TSJ una solicitud de evaluación por “insania mental” por discrepar del régimen y hacerlo públicamente.
Recientemente se realizó el I Foro Internacional de Psicología, “Violencia y Operaciones Psicológicas en Venezuela” realizado del 12 al 15 de junio en Caracas bajo los auspiscios del ejecutivo nacional e instalado por el Ministro de Información, Ernesto Villegas. Durante este evento se realizaron caracterizaciones de la disidencia inadmisibles desde el punto de vista ético de la psicología. En este foro se presentó a nuestra juventud de manera degradada y estigmatizada por “especialistas de la psicología” fieles al régimen. Se le caracterizó como “terroristas, narcisistas, sin identidad y manipulados por fuerzas externas”. Las conclusiones de este foro arrancan de una premisa perversa y metafísica, es decir, no científica: no son las condiciones materiales las que mueven la insurgencia del pueblo venezolano, no es un pueblo movilizado por un cambio, sino que todo es producto de operaciones psicológicas ejecutadas desde lo que mal denominan imperio, producto de una guerra psicológica y luego derraman otra serie de propuestas marcadamente hipócritas, donde la farsa y la mentira se sienten en cada palabra.
Este foro, de claro corte fascista, es la fachada seudocientífica para el lanzamiento de los laboratorios de paz, y sus conclusiones son la excusa para la contrainsurgencia psicológica. A quienes lo proponen poco les importa las consideraciones éticas y las consecuencias humanas. ¿Qué es un laboratorio? espacios diseñados para la investigación, la experimentación, para la práctica y ensayo de técnicas, es decir, van a experimentar ¿Qué es la paz para la dictadura de Maduro?, la paz es sumisión, es humillación, es arrodillarse ante la opresión, es aniquilamiento; también la paz para esta dictadura es barbarie, represión y muerte. La paz es la perpetuación en el poder mediante la Asamblea Nacional Constituyente. Si el régimen considera a quienes manifiestan y protestan como terroristas, si el régimen reprime con crueldad y a la vista de todos comete asesinatos, si el régimen tortura sin miramientos, si juntamos laboratorio, paz y dictadura ¿qué se puede esperar de tales “laboratorios de paz”?
El sueño de la dominación por el aniquilamiento y el control mental ha sido perseguido por todo tipo de regímenes opresores. Las técnicas de tortura psicológica, de lavado de cerebro, de electroshock, lobotomía, control mental y otros tormentos inhumanos y degradantes hacia prisioneros, no es algo fabulado y recreado solo en la ciencia ficción. Por ejemplo: las técnicas desarrolladas por la CIA en proyectos como el MK-Ultra (derivadas de investigaciones iniciadas en 1950), así como los métodos de tortura en Guantánamo (muy criticado por el oficialismo, por cierto, pero como característica de su hipocresía, lo aplica a detenidos y presos políticos. Ejemplo de ello es el caso de Leopoldo López y La Tumba), son claras muestras de la aplicación de la psicología para derrumbar la personalidad del detenido. Estas prácticas han sido fuertemente cuestionadas por obvias razones éticas y son violatorias de los derechos humanos. Sin embargo, siguen siendo utilizadas por los gobiernos, en particular de orden dictatorial, en sus servicios de inteligencia, policías y medios de comunicación, especialmente en lo concerniente a la contrainsurgencia. También sus resultados se emplean en el diseño de las operaciones psicológicas.
La dictadura venezolana ha sido experta en operaciones psicológicas, esas mismas que denuncian sus especialistas en aplicarlas con el fin de controlar las mentes y propiciar determinadas conductas y actitudes en las masas. El chavismo, en su etapa despótica con Chávez y ahora con su careta dictatorial con Maduro, se apropió de los símbolos y consignas revolucionarias, simuló ser un gobierno socialista y las grandes mayorías los siguieron. Hipnotizaron al pueblo con su discurso, monopolizaron los medios, crean tendencias con sus bots en redes. Pero a estos expertos se le cayó su farsa. La realidad es inocultable, la necesidad de cambio y de sobrevivencia supera cualquier fantasía inducida.
Repudiamos desde lo ético, desde los derechos humanos, desde la psicología como ciencia, el degradante uso de categorías psicológicas para descalificar y destruir. Repudiamos su uso para la tortura y las pretensiones de su aplicación en los laboratorios de paz para manipular las mentes los detenidos, aniquilar su autonomía y libertad de pensamiento. Repudiamos todo tipo de operaciones y guerras psicológicas que persiguen transformar a la ciudadanía en cooperantes de los planes de dominio y control social de un régimen compuesto por mafias que solo buscan mantenerse en el poder.
En este caso, denunciamos a la dictadura venezolana que, violando los más elementales derechos básicos y nuestra ética profesional, reprime física y psicológicamente, hace uso de la psicología para calificar de locura la voluntad de lucha de este pueblo, buscando aniquilar la rebelión democrática y torcer la voluntad de cambio de la sociedad venezolana, que de manera mayoritaria y justificada está en las calles.
Belsai Yanez, Psicóloga Clínica
Hisvet Fernández, Psicóloga Social