IDEOLOGÍAS DEL MOVIMIENTO OBRERO



Las nuevas circunstancias económicas y sociales del capitalismo propiciaron el nacimiento de ideologías y movimientos protagonizados por la clase obrera.
A lo largo del siglo XIX se fueron gestando reflexiones intelectuales que ponían en evidencia y criticaban las contradicciones del proceso de industrialización y las injusticias inherentes al capitalismo. Surgieron iniciativas reivindicando el igualitarismo y la solidaridad, ideas que se englobaron bajo el amplio epígrafe de «Socialismo», en cuyo seno pueden distinguirse tres amplias corrientes: 
La lucha de clases
Las clases sociales para el marxismo están definidas por las relaciones de producción, es decir, por la forma en que los hombres producen mercancías. En el seno de las relaciones de producción, el papel que ocupa cada individuo está determinado por la división del trabajo, es decir, aquellos que desarrollan una misma actividad -y por tanto están sometidos a unas idénticas condiciones- conforman una clase social. Las clases sociales vienen determinadas por el lugar que ocupan en el proceso de producción de la riqueza. Unos la producen y otros se apropian de una porción de la misma. De esa relación no cabe esperar sino el antagonismo y la hostilidad entre explotados y explotadores. 
A lo largo de la historia siempre ha habido clases enfrentadas. En las sociedades esclavistas (Grecia y Roma en la Antigüedad) fueron antagónicos los propietarios libres y los esclavos; en el seno de la sociedad feudal el enfrentamiento se estableció entre nobles y eclesiásticos por un lado y siervos por otro.
En el seno de la sociedad capitalista ocurre igual: la lucha de clases es protagonizada por la burguesía, propietaria de los medios de producción (capital, fábricas, máquinas, transportes, etc.) y por el proletariado que, al disponer únicamente de su fuerza de trabajo, se ve obligado a venderla a cambio de un salario que escasamente sirve para satisfacer la supervivencia.
Los intereses de ambas clases son antagónicos e incompatibles y conducirán indefectiblemente al enfrentamiento. A medida que el capitalismo vaya desarrollándose el número de obreros se incrementará, lo que unido al deterioro de sus condiciones de vida, conducirá a la revolución.
La revolución tendrá como objetivo conseguir una sociedad perfecta donde no existan ni explotadores ni explotados. Para ello será imprescindible la abolición de la propiedad privada, es decir, la socialización los medios de producción, evitando la mera sustitución de los antiguos propietarios por otros nuevos.
La dictadura del proletariado
Una vez que la clase obrera haya tomado conciencia de la explotación y opresión sufre, se organizará en torno a partidos de carácter revolucionario, siendo dirigida por una vanguardia especialmente capacitada y activa, empeñada en planificar la destrucción del sistema capitalista.
Esa acción que no debería circunscribirse a un solo país ya que, siendo las condiciones y los intereses de la clase trabajadora idénticos en todo el mundo capitalista, habría de concertarse con un caracter internacional.
A través de la acción revolucionaria los obreros deben derribar el gobierno de la burguesía y sustituirlo por uno de carácter obrero. Eso puede requerir el uso de la violencia, pues los trabajadores se encontrarán con la oposición de la clase dominante.
Una vez conseguido el control del Estado será necesario salvaguardar las conquistas realizadas mediante el ejercicio de una dictadura de los trabajadores, constituyendo éste el primer paso hacia la consecución de una sociedad comunista sin clases.
El nuevo Estado que surge de la revolución habrá de suprimir la propiedad privada de los medios de producción (elemento primordial en la explotación de la clase obrera) y sustituirla por la propiedad colectiva.
La tesis de la dictadura del proletariado ha sido una de las más controvertidas del marxismo, ya que implica la conquista de una de las claves de la superestructura social: el Estado. El modo de conseguirlo ha sido criticado por algunos autores posteriores a Marx, tildados por los marxistas clásicos de revisionistas.
El materialismo histórico
Para el marxismo, son las circunstancias materiales y no las ideas o la voluntad de los hombres las que determinan los hechos históricos. En tal sentido, diferencia entre infraestructura (la economía) y superestructura (la organización del Estado, los aspectos políticos, jurídicos, ideológicos, el pensamiento filosófico, las creencias religiosas, la producción artística, las costumbres, etc).
Entre ambas instancias existe una estrecha relación dialéctica. La infraestructura económica constituye la base de la historia y genera unas determinadas relaciones de producción. Las variaciones en la infraestructura provocan a su vez cambios en la superestructura, pero no de forma mecánica automática, sino que cada instancia ejerce una peculiar influencia sobre la otra. A largo plazo, sin embargo, el papel determinante corresponderá a la infraestructura.
Esta dinámica hay que situarla en el influjo que ejerce sobre el marxismo la teoría del proceso dialéctico de Hegel. Según este filósofio cada hecho o circunstancia (tesis) lleva en su seno su propia contradicción (antítesis). De la pugna entre ambas surge una nueva realidad (síntesis) que implica la superación de las anteriores y que a su vez se transforma en una nueva tesis.
La humanidad ha pasado por varios estadios con diferentes estructuras y sus propias contradicciones: sociedad comunitario-tribal, esclavista, feudal y capitalista. En ésta última la burguesía ha creado unas condiciones (económicas, legales, unos modos de vida y hasta la religión) que le permiten prosperar material y socialmente, pero a costa del proletariado. Del mayor o menor desarrollo del movimiento obrero depende que la clase trabajadora reconozca cuáles son realmente sus intereses y luche por ellos a través de la acción revolucionaria.
Socialismo utópico
El término socialismo utópico fue acuñado en 1839 por Louis Blanqui, aunque alcanzó notoriedad tras el empleo que de él hicieron Marx y Engels en su «Manifiesto Comunista». Éstos consideraban que los pensadores utópicos, aunque bienintencionados, pecaban de idealismo e ingenuidad. Para impedir ser confundidos con ellos, etiquetaron su propia teoría con el calificativo de «científico».
Tomás Moro  La expresión «utopía» significa plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable ya desde el mismo momento de su formulación. Proviene de «Utopía», obra escrita por Tomás Moro, intelectual, político y humanista inglés (S. XV-XVI). En ella teorizaba acerca de una isla de ese nombre que era ideal y perfecta.
Cronológicamente las ideas del socialismo utópico alcanzaron su madurez en el período comprendido entre 1815 y 1848 (fecha de publicación del Manifiesto Comunista).
Los socialistas utópicos formaron un grupo de pensadores heterogéno. Sin embargo tuvieron en común una serie rasgos, en gran medida influidos por las ideas de Rousseau.
La importancia de la naturaleza estaba muy presente en sus ideales, aunque ello no fue obstáculo para que fuesen favorables a la industrialización y el maquinismo.
Dedicaron sus esfuerzos a la creación de una sociedad ideal y perfecta, en la que el ser humano se relacionase en paz, armonía e igualdad.
Sus metas habrían de alcanzarse mediante la simple voluntad de los hombres, es decir, pacíficamente, de ahí que sus seguidores se opusieran a las revoluciones y a acciones como la huelga.
Pusieron al descubierto y denunciaron los perniciosos efectos del capitalismo, pero no investigaron sobre sus causas profundas.
Con el fin de paliar las injusticias y desigualdades emprendieron diversos planes, en los que primaron la solidaridad, la filantropía y el amor fraternal.
Socialismo científico o marxismo
 Partiendo del estudio histórico sobre la transición de unas sociedades a otras, Carlos Marx y su colaborador y amigo Federico Engels realizaron un análisis de la sociedad capitalista, indagando en sus contradicciones y planteando los medios para su destrucción.
El marxismo se alejaba de los postulados teóricos, reformistas, idealistas y supuestamente irrealizables del socialismo utópico.
La Revolución de 1848 constituyó un momento clave en el desarrollo de esta nueva corriente socialista pues, una vez frustrada, el marxismo reemplazó al socialismo utópico como corriente ideológica obrerista dominante, erigiéndose en motor y referente de buena parte de los movimientos revolucionarios de la segunda mitad del siglo XIX y XX. Fue precisamente en 1848 cuando se publicó el «Manifiesto comunista”, la obra más conocida del marxismo.
Las ideas marxistas no conforman un bloque unitario, pues los escritos de Marx han ido completándose con el tiempo y han sido objeto de notables revisiones.
El socialismo científico o marxismo presenta influencias de corrientes anteriores, destacando las que proceden de la filosofía alemana hegeliana (materialismo dialéctico), la del ideario de revolucionarios como Babeuf y la de activistas obreros como Blanqui.
En sus escritos «Tesis sobre Feuerbach» (1845), «Miseria de la Filosofía» (1847), el ya aludido «Manifiesto Comunista» y sobre todo «El Capital», Marx y Engels desarrollaron una teoría en la que destacan los siguientes aspectos:
La sociedad sin clases
Una vez consolidado el nuevo Estado, el peso de éste tenderá a disminuir hasta desaparecer, pues al haber desaparecido las amenazas que pesaban sobre él, el aparato coercitivo dejará de tener sentido y cada individuo trabajará voluntariamente en beneficio de la comunidad.
Las relaciones de producción se habrán transformado y los medios de producción no estarán concentrados en manos de una minoría, sino que serán colectivos. Por lo tanto, ya no habrá ni opresores ni oprimidos, tan sólo una clase social, la trabajadora. En su seno regirá la solidaridad y la armonía entre hombre y trabajo, éste ya no será fuente de sufrimiento y alienación. Se disiparán asimismo las diferencias entre agro y ciudad, entre trabajo manual e intelectual. En suma, se habrá alcanzado una suerte de paraíso en la tierra, el de la sociedad comunista. 
El revisionismo marxista
El revisionismo se puede definir como la acción de someter a revisión doctrinas, apreciaciones o prácticas ya establecidas con el objetivo de actualizarlas o modernizarlas.
El marxismo ortodoxo advertía a los obreros sobre el riesgo que constituía el pacto con otras clases sociales ajenas a sus intereses. Prevenía sobre el reformismo político en el seno del Estado capitalista. La razón es que el Estado es el principal instrumento del que se sirve la burguesía para ejercer su dominio social. El único objetivo que el proletariado debe perseguir es la toma del poder mediante la revolución.
Sin embargo, a fines del siglo XIX (a partir de la II Internacional), Eduard Bernstein, miembro del SPD (Partído Socialdemócrata Alemán), desde una postura menos radical y más conciliadora, sostuvo que los partidos revolucionarios podían y debían, según las circunstancias, intervenir en el sistema político democrático y liberal, utilizando como principal arma para conseguir sus aspiraciones, el sufragio universal.
Afirmaba que las predicciones realizadas por el marxismo respecto a la progresiva pauperización de los trabajadores eran erróneas y que los obreros habían mejorado objetivamente su situación respecto a tiempos pretéritos. Se habría de este modo una vía no revolucionaria que perseguía cambios no radicales, sino graduales y pacíficos. 
E. Bernstein
El revisionismo despertó airadas críticas en el seno de los sectores más izquierdistas del marxismo (Rosa Luxemburgo, Lenin, etc.), Sin embargo, jugó un importante papel en la política del siglo XX, muestra de ello es la labor ejercida por partidos hoy plenamente consolidados y activos en Europa, tales como el Partid Laborista Británico, el mencionado Socialdemócrata Alemán (SPD) o el Partid Socialista Obrero Español, entre otros.
Anarquismo
El término anarquismo es de origen griego y significa “sin autoridad ni poder”. Esta ideología, junto con el marxismo, constituye una de las corrientes del “socialismo”. Ambas, anarquismo y marxismo, coinciden en la crítica al capitalismo y en la necesidad de su eliminación, pero difieren radicalmente en cuanto a los métodos para conseguirlo. De hecho, a lo largo del siglo XIX ambos pensamientos se fueron alejando progresivamente, hasta convertirse en irreconciliables antagonistas.
El anarquismo estuvo muy influido por la idea roussoniana de que el individuo es bueno por naturaleza y es la sociedad (o el Estado y sus instituciones) quien destruye su felicidad.
Alcanzó su máxima influencia en el seno de sociedades escasamente industrializadas -España, Italia y Rusia-, en tanto que en países más avanzados tuvo mayor peso el marxismo. En España el anarcosindicalismo se materializó en la creación de organizaciones como la CNT (Confederación General del Trabajo) que jugaron un importante papel en el primer tercio del siglo XX.
Algunos sectores del anarquismo preconizaron la acción radical y violenta. Ello se concretó en atentados terroristas que reputaron esta corriente de agresiva y salvaje.
La burguesía
El término burguesía fue empleado en la Edad Media para designar al grupo social compuesto esencialmente por comerciantes, artesanos libres y personas no sometidas a la jurisdicción señorial que vivía en las ciudades. En la actualidad es utilizado coloquialmente para designar a la clase social integrada por quienes disfrutan de una acomodada situación económica.
En el siglo XIX la industrialización y las revoluciones liberales le otorgaron el poder económico y político. Los revolucionarios socialistas y anarquistas consideraban a la burguesía la clase que, frente al proletariado (los obreros), ostentaba la propiedad de los medios de producción (capital dinerario, máquinas, materias primas, las fábricas, inmuebles urbanos, tierras, etc).
Sin embargo, la burguesía decimonónica en cuanto que clase social, era muy heterogénea y en su seno podían distinguirse los siguientes grupos:
La Alta burguesía
Situada en la cúspide de la sociedad capitalista. Controlaba las industrias, la banca, el comercio y los altos cargos de la administración del Estado. Se adueñó de muchas tierras procedentes de la Iglesia y la nobleza arruinada, transformándose en terrateniente. Familias de significada relevancia durante el siglo XIX fueron los Rothschild (banqueros y comerciantes), los Krupp (magnates de la siderurgia), los Thyssen o los Péreire.
August Thyssen 
Este grupo se aristocratizó en ciertos casos, bien uniéndose con la antigua nobleza, bien mediante la compra de nuevos títulos. 
La burguesía media
El ingeniero H. Roualt También conocida por «clases medias». Estaba integrada por profesionales de alta cualificación (abogados, ingenieros, intelectuales, profesores universitarios, miembros de profesiones liberales, etc.), comerciantes, agricultores acomodados, etc.
La pequeña burguesía
Constituida por pequeños comerciantes, artesanos, funcionarios de nivel medio-bajo, empleados diversos. Imitaba las formas de vida de la burguesía alta y media. En realidad se encontraba a un paso de caer en la proletarización. Buena parte de los problemas que aquejaron a este colectivo coincidían con los de los trabajadores. Junto a ellos intervinieron en protestas, demandas y reivindicaciones comunes, como ocurrió durante la Revolución de 1848.
El proletariado
El vagón de Tercera  El término proletariado designa a la clase social constituida por proletarios. En la antigua Roma la componían los ciudadanos pobres que únicamente con su prole podían servir al Estado. 
Más tarde aludió a quienes carecían de bienes y eran contabilizados en las listas vecinales únicamente por su persona y prole (sus hijos o descendencia). El término proletario se identifica, pues, con la clase obrera. 
Los miembros del proletariado en el siglo XIX poseían características comunes:
Estaban concentrados en las ciudades, donde se ubicaban las industrias, diferenciándose claramente de los trabajadores agrarios por su forma de vida e intereses.
Cezanne. Jugadores de cartas 
La ronda de presos Padecían duras condiciones de trabajo (larga jornada laboral, falta de higiene) e inseguridad (paro, inexistencia de seguro médico, de desempleo o jubilación). La concienciación de su precaria situación los condujo a la protesta y la reivindicación organizadas, pero también a la alienación y la desesperanza: algunos se sumieron en el alcoholismo, el juego o la delincuencia. 
Al carecer de propiedades, se veían obligados a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario.
Pero también tenían diferencias:
Unos pertenecían a la industria fabril (en alza frente a la artesanal) y su número no dejó de crecer. Su escasa cualificación los hizo fácilmente intercambiables en las diversas tareas de producción. 
Van Gogh. Tejedor 
Degas. Planchadoras  Otros trabajaban en el sector servicios (doméstico, vendedores ambulantes, etc.).
Abundaban los niños y las mujeres, peor consideradas y remuneradas que los adultos varones. 
Persistíeron los viejos oficios artesanos, en retroceso con respecto a la industria moderna: zapateros, sastres, herreros, etc. A menudo eran los trabajadores con un mayor grado de especialización y formación, de sus filas surgieron las primeras protestas y reivindicaciones obreras. 
Caillebotte. Cepillando el parquet
Embarque de inmigrantes irlandeses
 En la escala inferior del proletariado, junto con niños y mujeres, hay que hacer mención a los inmigrantes, alienados por partida doble por su condición de trabajadores y extranjeros (ej., los irlandeses que se trasladaron a Inglaterra o USA). 
El campesinado
Durante el siglo XIX las estructuras agrarias se mantuvieron con fuerza a pesar del proceso de urbanización.
Millet. El Ángelus  Los campesinos siguieron constituyendo la mayor parte de la población. Continuaron inmersos en la tradición, el inmovilismo, las creencias religiosas y el rechazo a las nuevas ideas políticas, ya fuese el liberalismo o el socialismo. También se resistieron a las nuevas prácticas económicas.
Eso sin embargo, no impidió su asimilación a las nuevas formas capitalistas de producción y su conversión en obreros asalariados rurales. Desaparecieron los vínculos legales que los había atado a sus señores (servidumbre), algo que aconteció en algunos países muy tardíamente (1861 en Rusia).
Millet. Las espigadoras 
Sus condiciones de vida no mejoraron y generaron un constante flujo migratorio a las ciudades industriales, donde fueron transformados en mano de obra sin cualificar, mal remunerados y víctimas del hacinamiento urbanístico. En algunos casos esa emigración se hizo hacia países extranjeros y constituyó un acontecimiento masivo, como el protagonizado por los irlandeses hacia Inglaterra y Estados Unidos (que se prolongó hasta bien entrado el siglo XX) o los polacos que viajaron a Alemania. 
En el seno de este grupo podemos detectar dos realidades distintas:
1ª Los campesinos propietarios de tierras, relativamente numerosos en occidente, que se beneficiaron de las reformas liberales y se convirtieron en propietarios agrarios (Ej., en Francia a raíz de la Revolución).
2ª Los jornaleros no propietarios, cuyo número fue especialmente elevado en zonas del Mediterráneo (Italia, España) y el oriente europeo (Rusia, Polonia). Muchos hubieron de emigrar y, con frecuencia, se adhirieron a doctrinas revolucionarias vinculadas al anarquismo.
La acumulación del capital
La intensificación de la explotación de los obreros (aumento del ritmo de trabajo, empleo de mano de obra infantil, jornada laboral abusiva, etc.), permiten al capitalista incrementar sus beneficios. Sin embargo, las ganancias se concentran en cada vez menor número de empresarios debido a que una parte de éstos -los menos competitivos- van desapareciendo y engrosando las filas de los desposeídos, el proletariado
La plusvalía
Podría definirse como la diferencia entre la riqueza producida por el trabajo del obrero y el salario que éste recibe del patrono. Esa remuneración sirve para hacer frente a los gastos de alimentación, vestido y el alojamiento que necesita para subsistir y seguir trabajando pero no satisface el total del valor del trabajo desarrollado. Este hecho conlleva el enriquecimiento del capitalista, producto de la apropiación de parte la actividad realizada. La plusvalía sería por tanto, la parte del trabajo que el empresario deja de satisfacer al trabajador.
Alienación
Es el proceso mediante el cual un individuo o colectividad transforman su conciencia hasta hacerla contradictoria con lo que cabría esperarse de su condición.
Dentro del pensamiento hegeliano, la alienación hace referencia a la idea de sentir como algo ajeno y hostil lo que es propio de cada uno.
Para el marxismo algunos individuos de la clase trabajadora están alienados, debido a las distorsiones que provoca la sociedad capitalista. En tal sentido, actuarían en contra de sus propios intereses, hecho que sería alentado y utilizado por los capitalistas en beneficio propio.
Se hablaría de alienación en los siguientes supuestos:
Cuando el obrero percibe un salario a cambio de su trabajo sin reflexionar que está siendo explotado desde el momento que ese salario le ofrece únicamente la posibilidad de atender a su supervivencia.
Cuando el obrero pierde el control de las mercancías que produce fruto de su trabajo, pasando estas a ser controladas por el capitalista que las utilizará en su propio provecho.
Cuando los trabajadores se separan del colectivo del que forman parte, diferenciándose y enfrentándose a otros trabajadores con el objetivo de obtener ciertos beneficios que les ofrece el capitalista: mayor salario, mejor consideración, ascensos, etc.
Cuando los trabajadores, lejos de realizarse a sí mismos como personas, se convierten en un mero producto mercantil, es decir, en un simple elemento de la máquina productiva.
Se dice también que alguien está alienado cuando intenta jugar un papel que no le corresponde según el puesto que ocupa en la sociedad. Sería el caso del un trabajador que pretende aparentar intereses, maneras o actitudes propias de los miembros de las clases acomodadas.
Determinismo (marxismo)
Teoría que sostiene que los hechos tienen lugar de una manera establecida, como efecto necesario de las causas que los originan, que a su vez fueron consecuencia necesaria de causas anteriores a aquéllas. Cualquier hecho mental o físico respondería a una causa.
Para el marxismo la superestructura (pensamiento, política, leyes, organización del Estado, etc), está condicionada o determinada en última instancia por la infraestructura (factores materiales, económicos, técnicos, etc).
El grado de determinismo que Marx y Engels atribuyeron a los factores económicos ha constituido fuente de debates y divisiones en el seno de sus seguidores. El mismo Engels aclaraba en 1890, en una carta dirigida a José Bloch, lo siguiente:
“El que los discípulos hagan a veces más hincapié del debido en el aspecto económico, es cosa de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo. Frente a los adversarios, teníamos que subrayar este principio cardinal que se negaba, y no siempre disponíamos de tiempo, espacio y ocasión para dar la debida importancia a los demás factores que intervienen en el juego de las acciones y reacciones.”
Dialéctica
En el pensamiento hegeliano, hace referencia al proceso de transformación en el que dos opuestos, tesis y antítesis, se resuelven en una forma superior o síntesis.
Cada hecho o circunstancia (tesis) lleva en su seno su propia contradicción es decir, su destrucción (antítesis). De la pugna entre ambas surge un nuevo escenario (síntesis) que implica la superación de las anteriores y que a su vez se transforma en una nueva tesis.
La teoría de Marx y Engels se vio muy influenciada por determinados aspectos de la filosofía hegeliana.
Medios de producción
Según la teoría marxista, los medios de producción son los instrumentos y materiales que intervienen en el proceso de trabajo.
Están constituidos por las materias primas, las máquinas, las herramientas, el dinero, así como por las unidades de producción, es decir, los talleres y fábricas. También son medios de producción las oficinas, los almacenes y los vehículos de transporte.
Los medios de producción son inherentes a todos los modos de producción, es decir, intervienen tanto en el sistema esclavista, como en el feudal o el capitalista. En cada uno de ellos estarán en manos de una clase social diferente. Cuando se aplican a la producción se transforman en capital, convirtiéndose entonces en instrumento de explotación de los trabajadores.

Según el marxismo, cuando la clase obrera realice su revolución contra el capitalismo e instaure la dictadura del proletariado, los medios de producción serán expropiados a los capitalistas y gestionados por el nuevo Estado de los trabajadores. Por lo tanto, la burguesía dejará de ostentar el papel de clase dominante y de explotar a sus obreros mediante el pago de un salario que le garantice la percepción de una plusvalía

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