La complejidad política que ha caracterizado la realidad venezolana en algunos casos, y los intereses particulares en otros, ha mantenido a muchos sectores de la sociedad en absoluta confusión y en total desatino cuando se trata de caracterizar al régimen, derivando serias dificultades para organizar eficazmente su enfrentamiento y superación.
Un discurso cargado de frases asociadas al lenguaje revolucionario y a los movimientos hacia el socialismo,
le hizo ganar adhesiones en sectores populares que apuestan de manera natural por estas aspiraciones, y en algunos intelectuales y políticos carentes de un pensamiento dialéctico y de una formación verdaderamente marxista.
Por su parte, muchos sectores de la “oposición” al estar ubicados a la “derecha” del discurso, se han enfrentado al
régimen pero en el fondo no pueden oponerse a sus políticas económicas y sociales ya que serían las mismas que ellos aplicarían siendo poder. Sus “recomendaciones” generalmente tienden a la “liberalización” de una economía ya liberalizada. Tal es el caso del aumento de la gasolina o la política de impuestos. Esto genera confusión en la población ya que se ataca al régimen por lo que dice y no por lo que hace.
En el diseño de una oferta alternativa, así como para ganar el verdadero apoyo de las mayorías, confundid@s
hoy ante los abismos que hay por demás evidentes entre lo que ofrece y lo que  hace el Régimen, hay que tener clara la naturaleza de intereses del oficialismo. Que no son otra cosa que intereses de clase.
Esta distancia cierta entre lo que se dice y lo que se hace, se evidencia ya en el engaño y la estafa y obliga al
régimen a utilizar la represión abierta ante el malestar avasallante de la población que ya se expresa en acciones contundentes de rechazo generalizado, motorizado principalmente por el sector estudiantil como fuerza motriz de este capítulo de nuestra historia.
El gobierno es económicamente neoliberal, políticamente revisionista de izquierda e ideológicamente fascista.
Es ya un régimen constituido como tal, con un aparato militar y  articulaciones internacionales, con capitales propios e intereses particulares de una sección de la clase dominante. Es, por esencia, un régimen autoritario y militar y en cada momento ha utilizado cualquier estrategia sin escrúpulo, para mantenerse en el poder. Con una característica
propia y necesaria de su tiempo histórico, como es la “legitimación” de esas acciones, utilizando el discurso transfigurador de la realidad, cargado de una violencia simbólica que genera miedo y parálisis así como dificultad para ver la verdadera cara de su naturaleza.
Solo la unidad superior, casada con los verdaderos intereses de las mayorías populares y no limitada a siglas
partidistas puede llevarnos a la superación de este régimen político; una organización en correspondencia surgida del seno de la población desde asambleas populares que reviertan el poder desde las bases; un plan de acción que se haga sin prejuicios de formas de lucha, que en combinación perfecta, puedan dar al traste con el régimen, y por supuesto un programa alternativo para la reconstrucción nacional que permita superar el desastre y enrumbar al país hacia su verdadera autonomía económica y social, que nos distancie seriamente de todas las economías imperialistas de hoy: EEUU y  Brics (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica) con sus voceros menores, para dejar de ser territorio en disputa y pasar a ser independientes económicamente, único camino hacia el verdadero socialismo, siempre asociado con desarrollo y autodeterminación, elementos de los que carece este régimen, por ser contrarios a su naturaleza y a sus verdaderos intereses. Hagamos limonada, que son limones.

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