El 79 aniversario de nuestra Confederación la encuentra en la circunstancia más difícil de su historia, dada la profunda crisis en todos los órdenes por la que atraviesa la sociedad. Esta situación nos exige el mayor compromiso con los trabajadores, el pueblo venezolano y el futuro del país. Al saludar a los trabajadores en este nuevo onomástico, llamamos a la más amplia unidad por la base de todos los gremios y organizaciones sociales, de los sindicatos que en verdad aspiran un mundo mejor para la clase trabajadora, en estos momentos que nosotros hemos calificado de catástrofe.
Nuevos procesos están por realizarse dados los cambios que dejan los resultados del proceso electoral del 6 de diciembre. Un giro importante se ha dado en la correlación de fuerzas políticas en el parlamento y en el país. Quienes gozaban de mayoría simple en la Asamblea Nacional (AN) ahora representan una minoría, con un respaldo popular significativamente mermado. Y quienes contaban con la minoría ahora alcanzan la mayoría calificada que los faculta para producir cambios importantes del orden jurídico y político del país. Expresión de que mucha gente buscó una salida en la acción electoral, que incluye a quienes con su omisión expresaron su descontento. La mayoría de los venezolanos demanda un cambio en la conducción del país y rechaza las circunstancias a las que han conducido las políticas implementadas. A eso debe dar respuesta la nueva AN.
La crisis es en todos los órdenes 
La crisis venezolana ha alcanzado tal magnitud que las medidas económicas, sociales y políticas, deben atender de manera urgente problemas nacionales y los propios de las grandes mayorías populares. La destrucción del aparato productivo, sobre todo en los últimos lustros, es de tal grado que su reconstrucción requiere de grandes esfuerzos, talento, probidad y sentido patriótico. La erosión producida, los niveles del producto interno en relación con la demanda, la dependencia del producto importado para su relativa satisfacción, requieren para superarlos de medidas heroicas y armonizadas con las demandas populares, sin descuidar las propias de la nación. Lo que supone un pacto histórico entre los venezolanos.
La caída del producto interno bruto en 2015 se calcula en 10%. El incremento de precios —por inflación, escasez, especulación y devaluación del bolívar— se ubica en alrededor de 900%. La inflación se ubica en más de 300%. Sin contar con cifras oficiales, instituciones de larga trayectoria señalan que la canasta alimentaria, en promedio, se colocó en torno de 80 mil bolívares. Si el salario mínimo más el bono de alimentación no alcanzan 20 mil bolívares, resulta imposible que una familia venezolana cuente con suficientes ingresos para alimentarse, a menos que todo el núcleo familiar se encuentre empleado. Para 2016 se espera un déficit fiscal superior al 25% del PIB. De no adelantarse una política de crecimiento y desarrollo, el incremento de la inflación será inexorable. Junto a esta perspectiva, se espera una caída del producto similar a la del presente ejercicio fiscal. Esto es, alrededor de 10% de descenso. Inflación con recesión, lo que se conoce como estanflación. La caída de los precios del crudo a escala internacional contribuirá negativamente también. Para mantener un flujo de divisas que permita los niveles de importación —ya en déficit en relación con los requerimientos—, el gobierno requiere un precio mínimo del crudo de 50 dólares el barril. Esto sin tomar en cuenta los compromisos adquiridos con la banca internacional, principalmente con China. 
La deuda contraída por el Estado venezolano con las grandes mayorías, con los trabajadores del campo y la ciudad, con los pobladores de las ciudades, pueblos y caseríos, con los estudiantes, es de tal grado que el llamado a apretarse el cinturón resulta un contrasentido. Así como se acumuló el déficit de viviendas a tal escala que la construcción de cerca de un millón de unidades en el último lustro no ha resuelto el problema de millones de venezolanos que luchan por hacerse de un espacio para vivir, igual sucede con otras demandas de servicios. En los últimos tres años, en muchos aspectos, se han acumulado tales problemas que la deuda contraída requiere de recursos y esfuerzos enormes y que, de no hacerse, estimulan salidas alejadas del convenimiento y la paz.
La gente perdió la confianza en la actual gestión gubernamental, sin contar con la que podría brindarle a alguna otra alternativa, cuestión que agudiza la crisis política. La pérdida de confianza en las instituciones, junto a la ineficacia, la exclusión, el chantaje, la corrupción, abona al incremento de la crisis política. A ello debemos sumar que las debilidades del gobierno no son pocas. La arbitrariedad sin la fuerza que representaba el apoyo de amplios sectores de la población se expresa como debilidad y la gente comienza a mostrarse dispuesta a no permitirla. Estamos frente a un gobierno en descomposición que se vale de la fuerza y el control judicial, de las instituciones y los medios para sostenerse en el poder. La pérdida de legitimidad se expresa de manera cotidiana, en la incredulidad, la desconfianza y la disposición a la protesta.
Por ello mucha gente votó por el cambio. Solo que parece no haber quedado claro su contenido, el cambio ofrecido. Es cada vez mayor el número de venezolanos que rechaza la política cuyos resultados son atentatorios de la condición humana. Que compromete el futuro del país. La corrupción, en niveles imposible de ser escondidos, es abiertamente ostentosa y resulta un factor de rechazo al actual estado de cosas. La gente quiere cambios inscritos en la decencia, el progreso, la democracia y el bienestar. La gente no quiere cambios para que todo siga igual.

La esperanza

En la búsqueda de un compromiso histórico de todos los venezolanos dispuestos a la reconstrucción con un sentido nacional y popular, levantamos desde la perspectiva de los trabajadores nuestras banderas por la defensa de los derechos alcanzados y la lucha contra los principales problemas nacionales como la inflación, el desabastecimiento, el desempleo, y el deterioro progresivo y creciente de los servicios de educación, salud, hábitat, entre otros.
Como millones de venezolanos aspiramos a que la AN produzca medidas y tome decisiones que conduzcan al cambio en la conducción del país. Con la mayoría calificada, cuenta con facultades constituyentes. Puede derogar el artículo 301 que establecer el trato igual de los capitales extranjeros, lo que lo privilegia por encima del capital nacional ya que resultan más competitivos sobre todo en momentos en los cuales la política económica ha erosionado el aparato productivo nativo. Puede la Asamblea Nacional revisar y derogar convenios internacionales que restan la soberanía nacional como el que se estableció con China, desconocida su letra por la Asamblea Nacional, así como los acuerdos que eliminan la tributación de los inversionistas extranjeros en el país, con lo cual la nación pierde más de 17 mil millones de dólares año tras año.
A su vez, puede hacer uso de las facultades constitucionales para activar la convocatoria a referendo revocatorio, aspiración por la cual depositaron su voto millones de venezolanos. Está facultada para producir los cambios de rigor en el Tribunal Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral. Asimismo, puede la Asamblea Nacional incidir en la política económica que permita que el trabajador rescate e incremente el salario real hasta alcanzar condiciones dignas de existencia. 
Está facultada la mayoría calificada de la Asamblea Nacional para producir medidas en favor de los trabajadores atendiendo las modificaciones que hemos demandado del Decreto de Ley Orgánica del Trabajo en cuanto a que vulnera la autonomía sindical, bajo el argumento de que como el Estado “está a favor” y “al servicio” de los trabajadores y del pueblo, e impulsa una “revolución socialista”, la acción sindical debe supeditarse al Estado y al gobierno. De allí que los funcionarios del Estado deben estar al servicio de la “revolución” (art. 45 de la CRBV; art. 21 DLOTTT). Por lo que las nuevas relaciones deben irse fomentando por la vía del impulso de cooperativas, comunas, estatización de propiedad privada, EPS, etc., no por elevación de fuerzas productivas. De allí que se haya producido tal destrucción de fuerzas productivas: acciones retrógradas pintadas de igualitarismo. Bajo esta orientación, además, el sistema de seguridad social solo está afincado sobre la renta petrolera. Consolidan y fomentan relaciones laborales desreguladas, flexibilizadas y anarquizadas, amparadas por discursos de solidaridad, trabajo “voluntario”, cooperación, etc.
Hemos dicho que la salida de la catástrofe que vive Venezuela requiere de la realización de un programa cuyo objetivo sea la revolución industrial. Partimos de la consideración de que contamos con las riquezas fundamentales para alcanzarlo. Además, la fuerza de trabajo acumulada es suficiente y de calidad. Disciplinada y dispuesta. Echar las bases pasa por el inicio de un proceso de sustitución de importaciones acelerado, destinando a crear condiciones para construir un país soberano. Tal como lo hemos señalado en el documento De la catástrofe a la prosperidad, así como en el contenido de la Plataforma de Desarrollo para las Américas, de la Central Sindical de las Américas (CSA) a la cual estamos afiliados, realizar este programa requiere de una nueva conducción del país con la participación de los trabajadores.
El equilibrio fiscal, básico para sanear la economía, debe ser alcanzado con base en el crecimiento y desarrollo económico y no en la recurrencia de los créditos adicionales. Lo que demanda de una política de desarrollo y crecimiento sostenido. De allí una nueva política hacia el sectores externo que permita la sustitución de importaciones por el producto nacional. Asimismo una nueva política bancaria y monetaria que permita la canalización del crédito e ingentes recursos del Estado hacia la inversión productiva. Programa que solamente será posible con base en la profundización de la democracia.
En esta hora de compromiso, ratificamos nuestra disposición a trabajar denodadamente por la unidad de todos los trabajadores en defensa de sus derechos y reivindicaciones. Por salirle al paso a la pretensión de descargar la crisis en su sudor y empobrecimiento. Por cultivar un espíritu de lucha que apunte a logros populares sin descuidar las metas y objetivos nacionales. Venezuela es un país que posee inconmensurables riquezas. El venezolano ha demostrado una disposición al trabajo que brinda confianza en el futuro. Hay que combinar estos aspectos, riqueza y trabajo, nutriéndolos con un compromiso histórico en el cual se asuma que, sin los trabajadores en goce de bienestar, la salida de la crisis será teñida de episodios indeseables. Apostamos por una salida popular y de hondo contenido nacional.

Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV)
Diciembre de 2015

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