El congreso de esquiroles oficialistas realizado el pasado lunes 17 de noviembre no podía tener una ceremonia final sin la presencia estelar de un representante de la más importante patronal del país: la jefatura del gobierno.

Ha sido el propio presidente Maduro el encargado de resumir en el discurso final el alcance de las novedosas tesis de la sumisión y genuflexión de la clase obrera frente al gobierno y el Estado, con el adorno de la dirigencia oficialista artificialmente montada en la CBST y disfrazada de milicos para cumplir su triste papel de tratar de arrodillar a los trabajadores y someter conrepresión el descontento generalizado que se extiende en las bases del movimiento laboral del país.

Este evento en sí mismo tiene significación histórica: esos experimentados esquiroles han hecho gala de su decisión de contribuir con la errática y destructora política económica, totalmente en contravía del bienestar del pueblo, y han ratificado como positiva la orientación de tal rumbo. Desmienten incluso a algunos de los propios teóricos artífices del desastre económico,quienes dada la magnitud del caos han entrado a reflexionar sobre el tema haciendo una autocrítica, aunque aún muy tibia. En una caricatura de guerra que nos pinta el gobierno, el enemigo es el bodeguero, los desempleados, ahora bachaqueros del barrio, que especulan gracias al desempleo y al desabastecimiento y escasez que ha fomentado el propio régimen. En esa caricatura de guerra el enemigo son los trabajadores que reclaman y protestan porque cada día que pasa son peores las condiciones en que están obligados a vivir. Los aliados en esta santa cruzada son el gobierno y ellos: los esquiroles.

Resulta que la verdadera guerra económica existe, en ella estamos hace rato y este gobierno es socio predilecto de quienes la vienen ganando: los banqueros de la oligarquía, los boliburgueses y las transnacionales, especialmente los capitales transnacionales chinos. Guerra bien ganada, bajo la táctica disuasiva de la dependencia y destrucción de la capacidad de producción nacional de bienes y servicios, más el descomunal endeudamiento del país, cuestión que ha profundizado el régimen con su política. Tal guerra la padecen y la pierden los venezolanos, y todos los análisis indican que la van a sufrir peor los trabajadores en los días por venir. Peor todavía es la hipoteca a futuro de las riquezas de la patria, a cambio de dólares frescos para el populismo; cosa que embarga a las generaciones que aún no han nacido. Estos congresistas del colaboracionismo no debatieron nada sobre esta crisis, para ellos no existe. Lo que hay es «guerra económica» y en ella están del lado del gobierno que, según dice el propio Maduro, la vienen venciendo, entonces están definitivamente del lado de los ganadores. Su contribución, de no ser gratuita, es simplemente miserable y las bases obreras eso lo entienden cada vez con más claridad, cuando cobran el salario y van al mercado. Entonces, mientras el gobierno y sus esquiroles dicen que ganan, los obreros, los trabajadores en general, sienten en carne propia que pierden.

Este congreso es histórico porque avanzó más allá de lo clásico: la declaración de objetivos o propósitos. Demandó medidas concretas y leyes. Ni más faltaba: lo lograron.

Maduro ha anunciado medidas concretas y leyes. Medidas concretas es el incremento del precio de la gasolina: en una economía devastada como ésta, todo lo que se trae de afuera se traslada internamente, en alto porcentaje con gasolina. Más con un sistema de transporte y servicio público colectivo caótico como el existente, la gasolina y su precio inciden, pero incidirán más e incrementarán más la especulación, y esto lo pagarán como siempre los trabajadores. Medidas concretas tendremos en el incremento de impuestos que pagaremos los trabajadores en los bienes básicos para vivir: más impuestos, más sacrificio para el pueblo.

Por otra parte, en la historia del movimiento de trabajadores desde el surgimiento del sistema capitalista con sus ciclos de crisis inherentes, este se ha batido por la abolición de las leyes que amplían y refuerzan el sometimiento a la explotación de la clase obrera en favor de propiciar beneficios al capital. No es otro el espíritu de la ley en el marco de este modelo de producción capitalista, es en esencia el fundamento del éxito del modelo en estos días de liberalismo vestido com pomposos trajes de «socialismo del siglo XXI». Pues este fastuoso congreso marca un hito contradictorio con toda esa historia de lucha, cuando promueve y celebra los dictámenes de leyes que obligan a los trabajadores a alistarse en brigadas de orden para que, montados en las ruinas de la infraestructura industrial y agrícola del país, reviertan a punta de represión los dramáticos resultados que el gobierno genera cuando pacta los convenios con sus socios extranjeros en detrimento de la producción nacional.

Los congresistas oficialistas no solamente han promovido los dictámenes de ley, sino que se han alistado a la función policial para su cumplimiento, jurando reprimir a sus propios hermanos de clase en pos de los objetivos del gobierno. Eso es el colaboracionismo en el siglo XXI, cuya distancia histórica no impide su similitud con los papeles ejercidos por los esquiroles colaboracionistas a lo largo de los regímenes despóticos de toda laya en diversos rincones del mundo.

Ahora bien, este histórico congreso no debatió para nada aspectos cruciales de interés para la clase trabajadora. La sacrosanta ley que defienden los dirigentes oficialistas contempla que los ahorros de prestaciones sociales son de liquidación inmediata, pero la deuda del Estado con los trabajadores, que hoy alcanza cifras que rondan los 60 mil millones de dólares, no se discute, para eso no se exige cumplimiento de ley y la impunidad del Estado se perpetúa, mientras muchos trabajadores fallecen en la espera y esa dirigencia calla. No se les ocurrió a los deliberantes de la genuflexión y colaboración contra la clase una fórmula para detener la caída libre de la capacidad de compra del salario, en una economía de inflacion crónica que tiende a ser más aguda y creciente, cosa que no detendrá la montaña de leyes que promulga Maduro montado en su Habilitante.

Tan grave situación para los trabajadores venezolanos reclama en lo inmediato la acción de la auténtica dirigencia gremial y sindical para emprender las luchas con la suficiente fuerza para frenar los atropellos a las condiciones mínimas de vida que ha generado la política económica del régimen. El descontento en la base del movimiento de trabajadores ha disuelto las diferencias inducidas por las parcialidades partidistas. El clima es propicio para comenzar el debate de las tareas de la lucha que habrá que dar. La movilización debe iniciarse desde ya con reuniones en los espacios naturales de la vida de los trabajadores, en la oficina, en los galpones, en las sedes sindicales. Un vasto movimiento asambleario es el escenario para acordar los puntos de una unitaria plataforma de luchas y los preparativos de las movilizaciones que deberán congregar la fuerza suficiente para manifestar el rechazo a estas medidas del gobierno y defendernos de la represión. El reclamo individual nos hace presa fácil de los esquiroles, la lucha parcial no detendrá la ofensiva patronal. Lo que está planteado es la preparación de un levantamiento general y masivo de los trabajadores junto al resto del pueblo. Impulsar jornadas de protesta sectoriales hasta hacer confluir todo el movimiento en una sola fuerza organizada.

Lo que está planteado para la dirigencia auténtica del movimiento de trabajadores es un inmenso desafío ante el poder despótico y represivo del régimen que gobierna. Se hacen necesarias la organización, activación y articulación sistemáticas y progresivas de células de trabajadores preparados para la lucha. Lo planteado no es un accionar explosivo, desordenado, anárquico o disperso. Es necesario vencer la resistencia de la vida burocrática clásica en los sindicatos y gremios. Activar y movilizar desde la base bajo formas de organización que eviten que la acción de los esquiroles y los «patriotas cooperantes», valga decir sapos, rompa o fracture nuestras iniciativas. La Unión de Trabajadores Revolucionarios (UTR) llama a la clase obrera a organizarse y movilizarse para rechazar las medidas y abrir espacios para cambios de fondo en el país que posibiliten la reconstrucción nacional, un desarrollo económico con gran sentido de justicia social y una democracia de nuevo tipo donde los trabajadores y los ciudadanos tengamos permanente presencia en la toma de decisiones que signifiquen democracia, progreso y bienestar para las mayorías nacionales. Es el reto, y podemos lograrlo.

Víctor Partidas

Coordinador Nacional

Unión de Trabajadores Revolucionarios (UTR / BR)

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